viernes, 31 de agosto de 2012

El final, de nuevo, y La Lonja

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Yo enterré a mi hermano y quizá no debí hacerlo. Perdí a mi familia, y a mi hermana cobarde, y me enfrenté con mi tío...

Así podría comenzar una Antígona. Hace unos días, Amparo Baró, que pudo estar en el Festival de Mérida pero no estuvo, hace muchos años, me dijo que le hubiera gustado representar Antígona. Ayer se lo recordé:
-Estoy muy mayor para ese papel.
-¿Y una Antígona que recuerda?
-Oye- se asombró, y me miró con extrañeza y lo pensó unos segundos:-Qué buena idea.

Amparo Baró, por Jero Morales.


Miguel del Arco, luego, me reconoció y me abrazó, muchas veces, con mucha alegría. Y vi a Alicia Hermida con su marido y me dio vergüenza acercarme porque hace muchos años que la entrevisté y Cayetana Guillén Cuervo me sonrió y me apretó el brazo y miré los ojos azulísimos de Héctor Alterio, tan grande, tan grandísimo, y vi una proyección en 3D que me hizo olvidar los 700.000 euros que ha costado la gala y todo lo demás porque sé, desgraciadamente para mí, que este Festival no ha tenido un Juicio a una zorra, ni una Medea dirigida por Tomaz Pandur, ni unos Persas de Calixto Bieito; ni un bailarín como Ángel Corella haciéndome descubrir la danza, ni una Antígona del siglo XXI haciéndome reflexionar sobre el amor y sobre mi profesión.

Pero a Amparo Baró le pareció magnífica una idea mía.


Mapping de Romera Diseño e Infografía, por Jero Morales.

Y eso es muy tonto, porque es muy tonto, y porque no era oportuno ni necesario que yo tuviera un recuerdo que voy a tener, pero me gustó escuchar a Juanjo Seoane hablar de ópera y hablar de la subida del IVA, mañana mismo ya, y a Juan Echanove, a quien, años después, le agradecí el haber dirigido Visitando a Mr Green solo para mí (una de esas obras con la que yo establezco siempre una comparación, como lo hago con Los chicos de historia de Pou). Pero también hubo una cierta vindicación de la profesión teatral (con los grandes nombres, sí, que en otros lados son motivo de orgullo -no me imagino a los ingleses pateando a John Gielgud, por decir alguien que es una clara referencia- pero que aquí lo son de cainismo) y la hubo en un momento en que las políticas culturales públicas asimilan cultura con entretenimiento y el rédito económico lo sobrevuela todo. Y se propició, además, una cierta reconciliación con algunos de esos actores a los que en el anterior Festival no les pagaron, o no les dieron de alta y supongo, también, que eso es bueno en cierta medida y compartir la indignación recitando un parrafito de Las Avispas de Aristófanes para descubrir que todo, arriba y abajo, gobernantes y gobernados, sigue exactamente igual.

Periodistas.

Ya se han acabado las citas en La Lonja. Estos de ahí arriba, conmigo, son mis compañeros. Muchos de ellos quedamos hora y media antes de los ensayos y antes de las obras: en la foto faltan un par de personas importantes, pero los demás, unos y otros (sobre todo un núcleo duro: Inma, Sandra, Esperanza, Kike, Paco y yo), llevamos compartiendo, durante seis años, nuestro concepto de teatro, nuestro concepto de cómo ha de dirigirse un festival y nuestro concepto de los clásicos que nos sabemos de memoria. Porque nosotros podemos repetir el parlamento del hombre de Antígona sin respirar, y sabemos por qué Medea decide matar a sus hijos y cómo Las Asambleístas no es, ni de lejos, tan feminista como la pintan y nos miramos al final de una obra y sabemos lo que pensamos de todas las interpretaciones, de la versión del autor y de la escenografía y la luz. Hemos escuchado mil veces las palabras "marco incomparable" y nos han prometido más de mil que este año, esta vez sí, señores, se recupera lo que han dado en llamar "la esencia grecolatina" y que nos hace reír o asustarnos dependiendo del humor del día. Nos comentamos dudas, nos intercambiamos opiniones, lanzamos ideas sobre reportajes y tenemos siempre la misma esperanza cuando se apagan las luces: descubrir algo que nos haga aprendernos, que nos cambie la vida, que nos suscite debate, que genere controversia (no la controversia fácil, sino la que te hace plantearte). Sabemos de la dificultad de girar unas obras que se realizan para un espacio que tiene 50 metros de ancho y de la dificultad que hay cuando se cambia de director una y otra vez porque no se puede realizar un proyecto reconocible. Nos ilusionamos a la vez y, también, nos decepcionamos a la vez. Y eso ocurre una vez al año, en torno a un proyecto que esperamos cada mes de julio con una sonrisa, aunque no durmamos nada en ocho semanas. Ocurre una vez al año y, aunque nos traguemos propuestas horrorosas (que nos las tragamos), el primer día, el primer encuentro, esa frase que decimos siempre ("ya estamos aquí otra vez") nos abre una etapa que somos muy afortunados de vivir y de poder compartir con los amigos.

viernes, 24 de agosto de 2012

Viajes

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En Madrid comencé a leer Ventanas de Manhattan, de Antonio Muñoz Molina, que a mi madre no le gustó porque no conoce Nueva York. Yo sé que volveré, no sé en qué momento ni con quién, ni si iré sola de nuevo o no, yo sé que quiero volver y sé también que no cruzaré contigo el puente de Brooklyn. Ni el de Verrazano. Que ya no te voy a pedir permiso. Y que este dolor pequeñito, de andar por casa, nada devastador, hecho de punzadas, de alguna risa, de una apertura que no debió ser, de un poco de pudor tardío y de un mucho de vergüenza a destiempo, siempre demasiado tarde, y de torpeza, se va a quedar durante muchos meses y regresará en invierno, igual que ahora, pequeñito, insignificante, tornándome rubor y silencio.

Regresar a un sitio conocido es volver a casa. Preparar un viaje también tiene algo de eso: de querer llegar a un sitio conocido, esa urgencia de no querer perderse lo que sabrás que te gustará del todo (siempre algunos bares, algunos restaurantes, algunas pastelerías, una vista nocturna desde las alturas y, si lo hay, siempre un puerto), reconocer los lugares y perderse, perderse mucho también: al fin, las guías señalan lugares, pero no las calles donde están, ninguna te fotografía la calle entera, el bullicio, los olores o esas imágenes absurdas que te acompañarán durante días.

Tengo que volver a Canadá para escribirlo. Tengo que escribir todos los viajes porque, si no, se me olvidan. Si no escribo mis años, se me olvidan. Así que Begoña me regala un cuaderno artesanal mientras comemos salmorejo y cuscús de verduras y me despido de esa Madrid en la que nunca te veo y yo compro otro cuaderno en la exposición de Hopper, porque no me resisto a saber que escribiré en el Café Nostalgia, por ejemplo, como lo hice en el Legal Grounds todos los días, o en la White Horse Tavern, levantando la vista cada tres frases, buscando palabras que no estén gastadas para describir qué sentí, qué viví, qué pensé, saboreando un café que al principio siempre está demasiado caliente y después siempre está demasiado frío. Mirando el interior, mirando por la ventana, sin ver nada.

Cuando voy a partir a alguna parte, me acuerdo siempre de los lugares en los que querría estar.

domingo, 19 de agosto de 2012

Hopper

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Pavimentos de Nueva York. Hopper.

En Pavimentos de Nueva York hay una monja empujando un carrito de bebé, casi fuera de cuadro. En el arte no hay nada accesorio. Hopper compró una cámara para apresar los detalles de los edificios, pero se dio cuenta de que la perspectiva no era la misma que la de su ojo y la abandonó. Le fascinaban los cuartos vacíos. Qué es lo que pasa, se preguntaba, en una habitación vacía cuando no la ve nadie. He pensado en Estados Unidos, he reconocido los tejados de Nueva York y me ha sobrecogido la perfección de las acuarelas. Y los grabados. Y el gusto por las sombras duras en los costados de las casas. Los toldos azules y blancos, los brownstones, las gasolineras por las que no pasaba casi nadie, los edificios con pasarelas de madera que se adentraban en el bosque, las marinas con el agua moviéndose -el agua se mueve en los cuadros de Hopper- y los grabados llenos de sombras nocturnas, de parejas sórdidas, de barcas varadas.

Room in New York. Hopper.

Hay mucha soledad en los cuadros de Hopper. Pienso en Dorothy Parker, cómo no pensar en Dorothy Parker al ver el retrato de un matrimonio callado, ella tocando aburrida una tecla indolente en el piano, él leyendo el periódico sin levantar la vista. Cómo no acordarme del matrimonio perfecto que se separa porque descubre que, tras una década, ya no tiene nada que decirse. Cómo no ver, también, que hay mucho de Hopper en la serie de Mad Men y cómo no pensar en el mural neoyorquino que mostraba a los hombres trabajando, las camisas medio abiertas, los músculos tensos, mientras veo las fotos de las portadas que Hopper ilustraba: el trabajo en los muelles, los obreros -todos hombres, ninguna mujer, todos elegantes (camisa, chaleco, gorra cuadrada con visera)-: inmigrantes quizá buscando la tierra prometida llena de oportunidades.

Night Shadows. Grabado. Edwad Hopper.

Hay una América que quiso contar Hopper, o varias. ¿Qué lleva a un pintor a retratar casas solitarias, con sus postes en medio, a plena luz del día? Me lo pregunto, también, porque en Canadá surgio un movimiento nacionalista, el Grupo de los Siete, que no quería mirar a Estados Unidos ni quería, tampoco, mirarse en Europa -el París que Hopper también retrata, de un modo muy distinto, con niebla, indefinido- a como retrata las calles de su país. La gran búsqueda de una identidad artística propia, aunque luego todos se formaran al otro lado del océano, claro, con ambientes y tradiciones muy distintos.

Árbol seco y vista lateral de la Casa Lombard. Hopper.

Conozco muy poco de América, de la América del Norte, pero en mis dos viajes he tenido la impresión de que estaba a medio hacer. De que esa construcción de América que han reflejado tantos -Hart Benton, por ejemplo, o el mismo Hopper, con sus escenas portuarias, o Charles C. Ebbets o Margaret Bourke-White-, no ha acabado todavía, porque su historia es cambiante y solo bien entradas varias décadas del siglo XX surgió el movimiento conservacionista. La América donde todo es grandioso: las casas, los parques, las montañas, las hamburguesas, los cafés y las avenidas, los diners y los moteles de carretera.

New York Corner. Hopper.

Pintar lo que ven. Reflejar lo que se conoce, como Cortázar habló de París y Buenos Aires, del barrio de Agronomía, o como Borges habló de Palermo o Arlt de Flores. Pintar a la gente como si todos fuésemos, o fuéramos a ser, esa misma gente. La mujer que mira un papel en una habitación de hotel en penumbra; la que mira a través de la ventana o la que espera en algún pueblo del Sur, con los brazos cruzados en el pecho y los tacones, a que ocurra algo que no sabe si ha buscado todavía.

South Carolina morning.

viernes, 17 de agosto de 2012

Bolita es una niña!

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Ilustración de Marianne Barcilon

Bolita es una niña!
Mensaje recibido este 16 de agosto a las 9:11 de la mañana.

Bolita crece en una barriga, ahora el corazón, ahora los ojos y las manitas y ahora ya no soy un renacuajo y pronto aprisionaré los pulmones, el estómago y hasta las costillas de mi madre. Tuve -tengo- el mismo miedo que con Erik: el mismo deseo prudente de que todo salga bien y que me impide ponerme a dar saltos y a gritar de alegría y que me lo impedirá, lo sé, hasta que nazcan.

Yo no podría tener hijos. No soy paciente, soy estricta e inaguantable, me encanta aperrearme, mis inseguridades son legendarias y no quiero proyectarlas, gracias, no soy capaz de tener la casa en orden y ni siquiera sé cocinar, lo que, desde luego, me incapacita completamente para ser madre. Pero, hace cuatro años, Hugo apareció en mi vida y me descubrí leyendo sobre partos y etapas y me descubrí echándole de menos y me descubrí completamente exhausta pero muy feliz y me vi, también, con infinito asombro, lo atestiguo, puedo jurarlo incluso, observándole embobada mientras su madre me contaba no sé qué porque yo no le hacía caso, cosa que jamás pensé que me iba a ocurrir a mí. Y, de vez en cuando, cada vez más, de hecho, me da mucha pena esa vida que no tendré, porque a veces -a veces- pienso que podría hacerlo bien y que un niño podría ser feliz conmigo, mientras crece.

Cuando le cuento esto a tu madre me recuerda que el instinto maternal y yo nunca nos conocimos. Pero ahora me veo cambiando pañales apestosos, cogiéndote en brazos y moliéndome la espalda y mirándote como si fueras la única persona que existe sobre la tierra. No sé jugar mucho, lo siento, ni sé si me revolcaré por el suelo, pero escucho bien. Y, por experiencia, sé que los amigos de los padres, los que permanecen cerca, son una referencia. Tu madre, lo he dicho muchas veces, es mi territorio, mi orientación y mi cordura. Es la persona que mejor me conoce y la que mejor me entiende y no hay ninguna duda en esto. Tampoco hay dudas de que es una de las mujeres más espectaculares que he encontrado, en todos los sentidos: es desinhibida, mezcla maravillosamente bien la prudencia con la locura, es creativa, imaginativa y alegre y yo la admiro mucho. Quizá tú tengas otra percepción cuando crezcas, porque de las relaciones madre-hija se ha nutrido toda la literatura desde que el mundo es mundo, pero ella no va a dejar de ser todas esas cosas y una de las partes importantes de mi papel en tu vida va a ser que tú lo sepas.

Luego, ya, seré lo que tú quieras.

jueves, 16 de agosto de 2012

Argentina

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Ahora estoy enfrente del Thyssen, con sus cartelones de Hopper, pintor del que no vi nada en Nueva York -el Whitney tiene sus cuadros, la mayoría, en el almacén- y que fotografió la vida americana como nadie. No está el Nighthawks, porque el Art Institute of Chicago se resistió a perder sus Meninas, pero es la mayor retrospectiva que se ha hecho de este señor que siempre me gustó. Tengo -pienso ahora- que limpiar la cámara, que tiene manchas de polvo en el sensor, antes de fotografiar el Perito Moreno y debería salir a practicar las panorámicas, si es que encuentro algún programa pirata que me las construya. Iré con una libreta en el bolsillo trasero, para apuntar los lugares que fotografío y, si tengo tiempo, volveré a escribir en los bares o en la terraza de Adriana lo que voy sintiendo durante el viaje.


Imagen de La Trochita.

Visitar a Argentina para ver a amigos es muy distinto, también. Hay otro modo de tomarle el pulso a la ciudad cuando piensas en comer con X o con Y o en ver una región, Chubut, con alguien que la conoce bien. No he parado de recopilar información que aún no he estructurado, sobre los Alerces, el Calafate, los 48 barrios de Buenos Aires o la península de Valdés, a la que yo conozco así, como península de Valdés a pesar de que en todas partes aparezca sin la preposición, porque me la nombró así una argentina hace muchos años. Es temporada de ballenas. Me gustan mucho las ballenas. Aprendo nombres sonoros: Trelew, Puerto Madryn, Humahuaca. Veo fotos de quienes estuvieron antes que yo y me paraliza no saber apresar con la cámara la inmensidad de la cultura y los paisajes de ese triángulo inmenso.

Pero Hopper me espera. América siempre ha sido una premonición.

lunes, 13 de agosto de 2012

Buenos Aires

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La noticia de la OEX me piló haciendo una guía exhaustiva de Buenos Aires. Los bares, los locales de jazz, los monumentos, las peñas, las milongas, las librerías, las tiendas de cómics, las rutas literarias, los cafés. He tardado en comenzar porque no me fiaba de la situación económica, que está para no fiarse, pero siempre he vivido ahorrando por si perdía un trabajo que siempre perdía y el ahorro no me va a compensar perderme la inmensidad extraña del Perito Moreno, un trayecto en La Trochita o caminar por las calles de Buenos Aires intentando reconocer la ciudad que otros me contaron.

Pintura de Horacio Spinetto.

Hay una inmensidad ahí afuera que nunca podré apresar como turista. La mayoría, claro, piensa de sí mismos que no lo son. Ellos viajan, faltaría más. Yo no. Yo turisteo, no me voy a engañar nunca. Turisteo, aunque me vaya a vivir a otro país un mes, aunque pernocte 20 días en Nueva York y aprenda a hacer tamales; aunque recorra algo de Canadá en coche y aunque añore todas las vidas que no voy a vivir y me prepare guías de viajes repletas de datos y lugares que solo a mí me interesan. Viajar es saber cuándo partes, pero no cuándo vas a regresar.

martes, 7 de agosto de 2012

Chavela Vargas

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Yo no entiendo de guitarras y no sé cómo se llama ese sonido sordo que tocan ellos, los que la han acompañado durante toda su carrera, sin mariachis, ella solita, ella sola, encima del escenario, con su medallón de chamán, su pistola encendida y ese poncho que visten, o vestían, los que no tenían nada que ponerse.


Se me murió La Negra y se me morirá algún día José Larralde y nunca les vi. Cuando Chavela apareció de nuevo, en los 90, yo tenía 15 años y la conocí entonces, antes con su voz rota, con la voz de cazalla y de tequila, que con la voz poderosa con la que hacía lo que le daba la gana en su juventud.

Me gustaba esa mujer. Yo no me identifico con muchas mujeres, desprecio muchos aspectos del universo femenino y, en general, tengo varios problemas con lo que significa pertenecer al género al que pertenezco. No, al sexo no. El sexo es otra cosa. Pero estos días, viendo a Eugenia León, a Tania Libertad y a Lila Downs en el velorio, he pensado que sí: que hay algunas mujeres en las que me puedo mirar.

Esta señora, como Billie, cantó así porque vivió así. Le debo a José Alfredo Jiménez, de quien descubrí su voz mucho después de haber escuchado su canciones, y una charla sobre la Macorina, hace muchos años, en otra vida, casi.

Ahora estoy en el rincón de una cantina, exigiendo mi tequila y exigiendo mi canción. Lo mismo me sirven la del estribo ya y la alzo y brindo y vuelvo a recordar que, cuando estoy desgarrada o triste, o escucho tangos o escucho rancheras, siempre de su voz.

martes, 31 de julio de 2012

Las cosas que me gusta contar

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La OEX se salva. Los músicos de la Orquesta de Extremadura llegan a un acuerdo. La Junta suspende el ERE extintivo que pesaba sobre la OEX. El acuerdo contempla una reducción de sueldo del 7,5 por ciento. Habrá dos reuniones para valorar el estado de pago de la deuda, que es de menos de 400.000 euros porque este año se pagarán unos 600.000.


Hasta ahí los titulares. Van a volver a sonar los violines, las trompetas, la percusión, los oboes, los clarinetes y los trombones. Yo volveré a hablar de música, y no de dinero (bueno, sí, me temo que habrá que seguir hablando de dinero; pero no únicamente, como hasta ahora). Y de instrumentos, compositores, directores y conciertos didácticos. Lo he celebrado abrazando y lo volveré a celebrar con Sandra esta noche, mientras vamos al ensayo de La Odisea, del Brujo.

La información cultural es muy rara. Ya lo he contado alguna vez. Entrevistas a gente mucho más culta que tú mientras estás ahí, boqueando, intentando que no se te noten los ríos, las lagunas y los océanos enteros. Hablas de algo con la ilusión de que a alguno, si es que te escuchan, pueda pensar, y sentir, que un poema te redime, como te salva una pieza de música o como te aventa los fantasmas una cita de un libro. No para explicar el mundo, sino para ser vehículo. Con todas las trabas: las novelas que te llegan, y las que no; las campañas de publicidad; el sambenito de elitismo, como si la información cultural que no comprenda los toros o el último éxito imbécil fuera elitista; como si la gente fuera más tonta de lo que es, o menos sensible de lo que es, o con más complejos de los que tenemos ya todos. Sin respuesta, casi nunca. Y sí: con la dificultad de las fuentes, también. No para dar una noticia, sino para que se conozcan las caras que no son visibles casi nunca. Los nuevos escritores, los nuevos grupos, un poeta veinteañero que escribe como Dios pero al que le cuesta publicar; los músicos que se dejan dirigir, porque siempre hablamos con los directores, lo mismo que a veces, cuando pides datos sobre algo, se te quiere poner el alcalde del pueblo y no el técnico que ha organizado el evento.

He ido a muchos conciertos, pero solo les he puesto nombre a las caras ahora, cuando no ha quedado más remedio, cuando se han convertido en interlocutores. Ocurre lo mismo en otras ramas: con el mundo del teatro, con las editoriales (esos escritores de los que se alaba su prosa en español cuando solo saben alemán). Con la música clásica es mucho peor porque la fuente siempre es el director de orquesta, cuando lo es. Cuando no es una nota al pie de la agenda dando cuenta del concierto de turno, quiero decir.



Hoy nos hemos enterado de la muerte de Chris Marker, "el más famoso de los cineastas desconocidos", el tipo comprometido que intentó siempre contar lo que nadie más contaba de una forma en la que nadie lo hubiera contado antes. Y el Brujo ha vuelto a recordar cómo los clásicos nos explican y nos conforman, cómo la tragedia se basaba en la luz y en la oscuridad, las dos conviviendo en el interior del hombre, por los siglos de los siglos. Las mismas pasiones siempre, las mismas luchas de poder, las mismas negociaciones, la desazón, el miedo a la muerte, el miedo a lo desconocido, la familia como nexo y como espejo, la manta cálida que representan los amigos. Durante centurias nos hemos dedicado a eso: con dibujos, con edificios, con sinfonías y con danzas, con palabras, con el cuerpo o con notas: a contarnos. A explicarnos. A hablar de la grandeza y la pequeñez, del amor, de la naturaleza, de la desesperación, de todos los dioses, de la trascendencia, del deseo. De la lucha, también, porque la vida es lucha, entre otras cosas.

Podremos seguir contándolo con música también. Hablar de Brahms, de Tchaikoski, Strauss o Stravinski, del frenesí y la alegría de interpretar, de la creación de una obra en el tiempo (como en el teatro, como en el cine, como en la danza), del estudio, de las anécdotas, de los ensayos, de la confección de un programa, de la labor de dirigir también. Lo vamos a seguir contando y esa es la mejor noticia que he dado el 31 de julio de este 2012, después de una rueda de prensa con abrazos.

viernes, 13 de julio de 2012

Los medios públicos

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He hablado de mi oficio muchas veces. Toni Garrido, que se ha despedido hoy de Radio Nacional de España, porque no sabe si volverá en septiembre, también ha hablado de la importancia de los medios de comunicación públicos. Yo trabajo en uno. En esto del periodismo siempre hay una dicotomía. Si uno se debe a quien le paga o a quien le escucha, le lee, le ve. Yo lo he tenido muy claro siempre. Y siempre, voy a confesarlo, me ha ido muy mal. En internet se da por hecho que la radio pública, la que pagamos todos en toda España, va a prescindir de él, de Juan Ramón Lucas y de Pepa Fernández. Alguno hay confirmado ya.

Miren ustedes. Cuesta mucho trabajo, de verdad que lo cuesta, conseguir fuentes de información fiables. También cuesta mucho trabajo que esas fuentes de información no te utilicen (yo ni siquiera sé si lo han hecho conmigo alguna vez porque debo de tener en mis genes lo de la presunción de veracidad del interlocutor, que es una cualidad de toda comunicación, y no hay quien me lo quite, para mi desgracia). Es muy triste darte cuenta, durante toda tu vida profesional, de que, cada vez que conoces a alguien nuevo, lo primero de lo que te habla es de la manipulación informativa. De cuántas veces te han indicado lo que tienes que decir, te han impedido hablar de determinados temas o te han censurado directamente tu información. Si dices que nunca, no se lo creen.

Yo lo voy a repetir otra vez. Comencé a trabajar en el año 1999. Llevo trece años de profesión y jamás nadie nunca me ha dado ninguna consigna. Ni en medios privados ni en medios públicos. Y no me la van a dar porque, de verdad, no cobro tanto como para eso. También, lo voy a decir, he tenido y tengo, muy buenos jefes. Jefes que son periodistas, jefes con una visión de la realidad muy clara, jefes que tienen mucha más experiencia que yo y que nunca han trabajado para ningún gabinete de prensa y jefes muy rigurosos. Esa relación también se basa en la confianza. Porque aquí todo es una cuestión de confianza.



Los periodistas somos sospechosos de manipulación hasta que no se demuestre lo contrario. Demostrarlo cuesta mucho esfuerzo. Es un trabajo de años. Años entrevistando a unos y a otros, a estos y a sus contrarios; años intentando aprender de los más variados temas para contarlos bien; años en los que uno intenta construir una trayectoria profesional pasito a pasito, que se basa solo en eso. En que las fuentes saben que no vas a manipular torticeramente la información, y en que lo mismo piensan los espectadores, de los lectores, o de los radioyentes.

Esa confianza, que tarda años en aparecer y aún más en consolidarse, se destruye en un segundo. Y por eso sabemos que no nos fiamos de la labor de determinados nombres y que sí nos fiamos, por ejemplo, de un Fran Llorente.

Con una piqueta, me dijo un amigo, se puede destruir hasta la catedral de Burgos. Crear es mucho más difícil. Aunque los periodistas de los equipos informativos sean los mismos, con su misma visión del mundo y su manera de contar, una decisión política les acaba de condenar a la sospecha.

Y eso es lo peor que nos puede pasar.

jueves, 12 de julio de 2012

Las dos Españas. Jesús Ponce

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Hoy ha sido la subida del Iva y los palos a los mineros.


Ayer las 32 condiciones que nos ha puesto Bruselas por un dinero sin condiciones. 32 condiciones. Pero si quieren se las resumo en una: pagar lo que no es nuestro.

10 millones de españoles viven en el umbral de la pobreza. Se lo resumo en dos: mañana usted y yo.
Me dedico a un sector en crisis: la cultura, y siendo objetivo entiendo que cómo va a haber dinero para mis cosas si no hay para educar o curar. Eso pienso.

Cómo va a haber dinero para el arte, educar o curar si hay que volar en primera, piensan ellos.


Porque España siempre han sido dos: la roja y la nacional decían unos. La que muere y la que bosteza, decía Machado.


La de ellos y la nuestra, decimos ahora.


Pero la crisis no es sólo una, son millones, una en cada casa, y aunque sea contradictorio, hablamos de nuestra crisis en un extraño sentido de la colectividad, que sin embargo no nos mueve en masa porque somos españolitos y la mía es la mía.


Cuando dentro de unos años -no se sabe cuantos- todo haya pasado, y nuestros hijos sean unos maleducados en el sentido estatal y público de la palabra, cuando tengamos una enfermedad mal curada por falta de asistencia sanitaria, cuando desde el autobús de la vida veamos ese coche que malvendimos conducido por otro, cuando pasemos por nuestro antiguo barrio y veamos la casa que nos robaron alquilada por un banco, cuando la pobreza haya entrado por la puerta y nuestro amor haya saltado por la ventana del brazo de otro, ya habrá desaparecido todo el sentido de colectividad, y entonces no enseñaremos dientes sino que tragaremos lágrimas. Y no nos preguntaremos qué ha pasado con nosotros sino qué fue de mí.


Y una vez más habrá dos Españas, la de antes de la crisis y la de después.

Texto escrito por Jesús Ponce


La foto es la Plaza del Sol, durante el 15M

miércoles, 11 de julio de 2012

Citas (II)

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Noche minera a su paso por la Gran Vía. Foto de Juan Luis Sánchez, de Eldiario.es

Un amigo al que admiro y al que quiero, que tiene nombre de pez: Una noche para la historia y una mañana en la que, tanto la marcha minera como las declaraciones de Rajoy en el Congreso, resuenan como la metáfora de una invitación: BIENVENIDOS/AS A LA LUCHA DE CLASES.

Un tipo que se va a quedar sin trabajo si no accede a las exigencias del Gobierno: "Pues me quedo sin trabajo. Yo no les voy a dar el gusto a estos fascistas".

sábado, 7 de julio de 2012

La sexta de Mahler

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Su madre dice que a mi sobrino le gusta Mahler, porque no paró de bailar en su tripa todo el tiempo del concierto. Ese niño crecerá con el sonido de las gaitas, la música clásica y Escocia, Galicia e Irlanda en la cabeza y aprenderá sobre los celtas y los vikingos. Me los llevé a los tres al concierto de la OEX, que empezó con Rocío buscándome un transporte y con Alexei hablando de la desazón y la tristeza; con la afinación de los instrumentos,  con Santiago recordando que la Orquesta es un patrimonio y con el público puesto en pie. El lenguaje es violencia, decía Toni Morrison. Me acordé de eso cuando un asistente le interrumpió, y de Henry Ford: "Lo malo es que cada vez que pido dos brazos, me llegan acompañados de un cerebro".

Santiago Pavón, foto de la OEX.


La trágica la compuso Gustav Mahler cuando iba a nacer su segunda hija, Anna, que esculpía pero que se enamoró siempre de músicos. Yo, que de sinfonías no tengo ni idea, soy incapaz de descubrir si hablaba de sí mismo o de Dios, de la guerra, la muerte o el hombre en lucha. Lo que sé es que me recordó a la Navidad -sí, la mente hace estas cosas- y que me gustó darme cuenta de ciertos pequeños detalles: un movimiento de batuta, un pañuelo para el violín (la cuerda vibra y canta porque es cuerda), la delicadeza y la elegancia de Angela, Nerses pasando las hojas de la partitura, la sonrisa de Esteban allá a lo lejos aporreando lo que sea que aporreara, la sección de viento poderosa aunque yo no la veía (y Reynold por ahí, supongo, tocando el fagot), los violoncellos y los contrabajos (siempre que los veo, pienso en jazz), la espalda erguida (tengo el alma hecha ritmo y armonía), los ojos semicerrados de alguno, los pañuelos verdes en los brazos (como señal de luto, o de esperanza), la forma que tiene Alexei de seguir la música (como si la empujara), un arpa y varios sonidos que reconocí pero de los que no sé de qué instrumentos salen.

 Marco Scalvini, foto de la OEX.

Y, sobre todo, la sensación de ser parte de un todo en el que, al final, como siempre, el todo acaba siendo mejor, mucho mejor, que cada una de las partes. Yo vengo de una profesión cuajada de estrellitas que quieren brillar solas pero supongo que, cuando se forma parte de una orquesta, al ego le has de dar una paliza, porque lo que tú hagas va a estar al servicio de lo que ejecuten los demás.

Alexei Vinokourov, Dmitro Myronchyck y Stefanía Michalicová, foto de la OEX.

Después, el encuentro con Reme, que es profesora de música, es mi amiga y es abonada de la Orquesta desde que comenzó. Una llamada de Nerses, dos mensajes de Rocío (uno, para felicitarme por el reportaje que salió en Agitación -sí, hay veces que ocurren estas cosas y te das cuenta de que contar historias realmente sirve para algo, para lo que sea-), el olor de Esteban y su abrazo, el viaje de vuelta con Imanol -desde  música hasta bebés y nacionalismos: qué hombre más interesante-, ponerle nombre a Marco.

Qué importante es eso, ¿no? ponerle nombre a los puestos de trabajo.

Citas

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Era un lunes de agosto, después de un año atroz, recién llegado. Recuerdo que de pronto amé la vida, porque la calle olía a cocido y a cuero de zapatos.

José María Pou, en Hélade.

La muerte se muere a cada instante. Renace a cada instante, lo mismo que la vida. Desde hace millares de años, mozos y mozas bailan bajo los árboles de renovado follaje. Álamos, pinos, robles, plátanos y esbeltas palmeras. Y seguirán bailando dentro de millares de años con rostro ansioso de deseo.

Concha Velasco, en Hélade.

Tengo 47 años y soy feliz, porque estoy sentado aquí, en un rincón privilegiado, y dentro de este día, que no es de ayer ni es de mañana.

Lluís Homar, en Hélade.

Que no soy marinera y pierdo el norte.

Silvia Pérez Cruz, en Hélade.

jueves, 5 de julio de 2012

Orquesta de Extremadura

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La cultura da prestigio. No dinero. Eso me lo dijeron hace mucho, cuando comencé a trabajar llevando el área pobre de la información, que es, junto con educación y políticas sociales, la más hermosa. Yo no puedo valorar la música en términos económicos. Sí puedo establecer cuánto cobra un licenciado -son licenciados, estos músicos- que está trabajando para la administración. Y hasta cuánto cobra uno que trabaja para un organismo público. Pero no cuánto cuesta que un centenar de músicos ejecute la Sexta de Mahler o que, al grito de "¡la Quinta de Brahms!" se pongan todos a tocar, como si les fuera la vida -el futuro- en ello, a las puertas de la Asamblea de Extremadura el día del debate sobre el estado de la región.



Una veintena de orquestas (la de RTVE, la de Gran Canaria con Pedro Halffter, la Nacional de España con Josep Pons, la Real Sinfónica de Sevilla y muchas otras) han estado tocando la danza extremeña del Candil en apoyo a la OEX en sus conciertos. Si se escuchan todos seguidos, ya puede uno comprender cómo los músicos, y los directores recrean las partituras cada vez que las tocan, por qué un concierto nunca será igual a otro. Las noticias están en todos los periódicos, no voy a hacer un resumen. Ya lo hice el viernes pasado y lo volveré a hacer mañana en Agitación y Cultura. Lo que sí sé es que la cultura es necesaria, en tiempos de crisis más (a no ser que se quiera convertir un país en una nación de albañiles -oh, wait-) y que la educación es necesaria y que la Orquesta de Extremadura no sé yo tanto si es cultura como si es educación: exactamente igual que un libro, un cuadro de Hopper, el Partenón de Atenas o el canon de Pachelbel.

A mí me sigue emocionando, y asombrando, porque soy así de incrédula, que un grupo de gente joven sepa, desde que eran críos, quiénes son Stravinski, Bartok, Rossini o Debussy y que dediquen horas y horas diarias a perfeccionar la técnica y a ansiar la genialidad. Me dan la misma esperanza (una esperanza cierta, casi la única que tengo estos días) que cuando hablo con los estudiantes de los Conservatorios porque me parece un esfuerzo casi titánico que alguien descubra, con todo el futuro incierto que ello conlleva, que le gusta la música más que nada en el mundo.

miércoles, 4 de julio de 2012

Hélade

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Amo estas piedras. Por estas piedras, y por lo que pasa en ellas dos meses de verano, he callado lo que debería haber dicho. Me han construido y me han dado forma. Me regalaron la danza y unas charlas, buenas, geniales, con Alicia Hermida (sobre libros, por encima de todas las cosas); con Emma Suárez (sobre el miedo, el patetismo, la confianza -esa esperanza firme que se tiene de alguien, o de algo; la que a veces se tiene, la que te piden no tener-); con Calixto Bieito; con Pau Miró; con Marta Etura y Antonio Gil; con Carmen Machi; con Ángel Corella; con José María Pou.

Me recibió dándome la mano y al finalizar me preguntó: ¿Puedo? Y nos dimos un medio abrazo tímido, porque hablamos de los niños que sueñan, como decía Sir Michael Gambon, de esos niños que sueñan y luego quieren ser actores de teatro. No le pregunté sobre la mentira y quizá no hubiera sabido responderme.

 Imagen de Brígido.

Llevo tres días pensando sobre la mentira. Sobre lo que se cuenta y lo que no, lo que se dice y lo que no, lo que no se tenía que haber dicho, los mensajes que no sabes descifrar porque dejaron de ser claros hace mucho tiempo, sobre las personas a las que querrías en tu vida aunque ellos no te quieran en la suya, sobre la esperanza (de nuevo, esa puta), sobre el poso que dejan las buenas obras de teatro (la educación, que no sirve para nada por muy libertaria que sea; el sistema que te engulle, las relaciones con los amigos que no son amigos; la camaradería que comienza, siempre, por alguna parte: una apertura pequeña, un pequeño secreto, una necesidad imbécil de que la otra persona sepa, quizá, quién eres).

Estas piedras me han aburrido, me han hecho enojar, me han traído el sabor terroso de la envidia y me han salvado la vida como me la van a volver a salvar esta noche. Sé que, si no hubiera estado la esperanza puesta en Hélade, en una entrevista con Pou llena de miedos, en un proyecto que no puede morir porque sería un horror que muriera, mis tres últimos días habrían sido muy distintos y mucho peores. Theo Angelopoulos, Joan Ollé, Pou, Concha Velasco, Maribel Verdú, Lluís Homar y Ara Malikian y Séneca y Kavafis y Elytis y Ritsos van a hacer que me olvide, un rato, que se detenga el tiempo, un rato, que desaparezca el dolor, un rato, y que vuelva a ilusionarme como si no hubiera nada más en el mundo que unas cuantas personas recitando para mí, solo porque yo vivo y soy y actúo, aunque actúe muy torpemente con algunos que me importan.

Faltan dos horas, que a veces son eternas.

miércoles, 6 de junio de 2012

Ray Bradbury

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El escritor que nos enseñó a cuántos grados, Fahrenheit, eso sí, arden los libros, y el mismo que escribió Crónicas marcianas y Remedio para melancólicos ha muerto en California a los 91 años. Se definía como un pensador libre, que decía lo que quería y lo que veía y construyó algunas distopías terribles. La imagen más fuerte que le ha acompañado durante toda la vida ha sido la de las quemas de libros. Por eso los describió en Fahrenheit 451. Y creó a Montag y a Clarisse. Y a los hombres-libro.



Ya no se queman libros, dicen algunos. Pero eso es mentira. Ahí están Sarajevo y Bagdad porque las bibliotecas, la cultura de un pueblo, sus templos religiosos, son lo primero que se destroza en una guerra. Sin libros, eso lo saben los de arriba, la gente no es nada. Bradbury no pudo ir a la Universidad porque no tenía dinero, así que leyó, leyó y leyó. Fue, lo ha contado muchas veces, un niño pobre que todo lo leyó en una biblioteca. Si tocas una biblioteca, decía, me tocas el alma.

jueves, 3 de mayo de 2012

Si fuera...

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Un amigo reciente, que se llama Sergio y que me sienta muy bien ha escrito lo siguiente y lo copio para guardármelo. Debe de ser porque estoy medio tonta últimamente, pero me ha emocionado y todo.


Si Sarmale fuera una fruta, sería una naranja enorme y jugosa, pero con un puntito ácido.
Si Sarmale fuera un color, sería un naranja chillón, y no sabría combinarse con otros colores, y acabaría mezclándose de modo irresponsable con rojos.
Si Sarmale fuera una estación del año, sería un verano asfixiante, con sus noches frescas, plácidas y divertidas, de ésas que deseas que no terminen nunca.
Si Sarmale fuera una canción, sería... no sé qué canción sería. Lo tengo que pensar mejor.
Si Sarmale fuera un animal, sería un oso hormiguero. No me preguntéis por qué.
Si Sarmale fuera un postre, sería una riquísima mousse vegana de chocolate. Hecha con sus propias manos.
Si Sarmale fuera una prenda de vestir, sería un picardías de lencería fina. Bueno, no lo sería, pero quería escribir esto para ver su reacción.

jueves, 8 de marzo de 2012

Perros

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Si existe un cielo de los perros, que no lo sé, Boule está ahora mismo jugando con Laika y con Alaska...


domingo, 5 de febrero de 2012

Lucas

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La primera canción que le canté fue Yesterday.
La segunda, Waltzing Matilda, y pidió más.
Me vomitó encima, me tiré con él en una manta, le besé mucho, descubrí que le gustan las pelusas.
Creo que me he enamorado.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Humo

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Quería ver las luces de Madrid, la Plaza Mayor repleta, tan repleta que uno no puede acercarse a los puestos de Navidad. El vaho saliendo de la boca, los guantes que siempre se olvidan, los vaqueros fríos, el chocolate caliente. Los pequeños ritos de invierno, del puente de diciembre.



Pensaba que era mi despedida del año. Un poco antes. Pero mi despedida, la guinda redondita al 2011 que se acaba y que no ha sido ni bueno ni malo porque no lo recuerdo porque no lo escribí. Las castañas echando humo (siempre me hacen sonreír, las castañeras: me gusta tiznarme las manos), las luces de diseño sorprendentes. Buscar una obra de teatro, irme al Prado a ver la exposición del Hermitage el sábado por la mañana.

Esconderme en ti. Mirar el mundo contigo un ratito.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Una canción

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Hay una canción. Una que escuchó cuando murió un amigo, de forma recurrente, como la siguió escuchando durante mucho tiempo más, como la puso una y otra vez la primera vez que le vio, para convencerse de que todo iría bien a pesar de lo que ella era, de la inexperiencia, del miedo a darse de nuevo, de que ocurriera lo que ya sabía que iba a pasar.

Ahora la escucha otra vez, otras veces, y recuerda una frase de Larralde, esa que dice que la explicación regalada a veces suele hacer mal, porque siempre ha querido explicarse. Que no quería unos hechos consumados de los que no hubiera tenido idea, ni aun de su gestación, hasta que ya fuera demasiado tarde. También se sobrevive a los sueños. Y a los deseos. A los deseos también se les sobrevive.


That I would be loved even when I numb myself
That I would be good even when I am overwhelmed
That I would be loved even when I was fuming
That I would be good even if I was clingy

martes, 8 de noviembre de 2011

Se me fue Tomás Segovia

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 Ayer se murió Tomás Segovia, sobre las dos de la tarde, ya no sé si en México o en España, pero nos hemos enterado hoy. Yo no supe quién era hasta que no le dieron el Premio Extremadura a la Creación en 2007. Fue a Plasencia a leer sus poemas y le leí, y le entrevisté. Salí de aquella entrevista con una mezcla de asombro, admiración, excitación sexual (luego se lo confesé, en su blog y por teléfono) y absoluta rendición. Luego compré sus libros, volví a leerle, le seguí. Pero no encontré ninguna otra excusa para volver a llamarle: a él, que me dejó claro que estaba sordo y que le tendría que perdonar que no me entendiera.

Me he enterado yo también esta mañana y se me han saltado unas lágrimas que solo han calmado la llegada de otros libros (Rubén, regalándome el primer tomo de la Narrativa completa de HP Lovecraft; los recetarios que pedí a Amazon y que en España no se encuentran). He vuelto a escuchar su voz, he vuelto a recitar sus versos y sigue dándome pena.

Qué solos nos quedamos cuando se muere alguien.

Tendría que aceptar que me reprochen
Si es que puede nacer ese reproche
Que siempre haya esperado mucho más que buscado
El amor la alegría la dicha el cumplimiento
Que nunca haya buscado aunque lo haya esperado
Pertenecer a nada

martes, 1 de noviembre de 2011

Nunca antes

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Es experta en llegar a destiempo. O demasiado tarde, como aquella vez que tardó tres años en explicar lo que solo entonces, cuando pasó el tiempo, pudo comprender; o demasiado pronto. Como ahora.

Mi suerte. Su desgracia.

Se repite muchas veces, estos días, la frase de Mariko. La que Mariko le dice a Lobezno cuando descubre que Yukio está enamorada de él y Logan responde pero yo te quiero a ti.


Desconoce qué significado tienen esas palabras porque nunca llega en el momento justo.

jueves, 13 de octubre de 2011

Muffins, dos recetas

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No, este no es un blog de cocina. Más que nada porque yo como solo carne a la plancha y pescado al vapor y estoy todavía intentando averiguar qué cosas me sientan bien y qué cosas me sientan mal. Sí: como tantos otros yo también tomo "mesalazina". Antes no conocía esa palabra y ahora no puedo vivir sin ella. En esas dietas que pululan por internet dicen que a los enfermos de colitis ulcerosa (oui, c'est moi) les sienta mal todo. El marisco, el jamón, el chocolate, el vino tinto. Vamos, lo hermoso de la vida. Porque yo, he descubierto, sin Coca-Cola puedo vivir. Pero sin jamón no. Y sin chocolate, en su justa medida, tampoco...

Muffins de chocolate.


La receta de los muffins de chocolate no tiene ninguna complicación. No la voy a copiar porque es exactamente la misma que la que nos cuenta Bea Roque en El Rincón de Bea, blog de repostería que recomiendo encarecidamente. Gracias a ella, o por su culpa, me he enamorado de la KitchenAid, los moldes NordicWare y las galletas decoradas. Rezo todos los días porque no le entre una temporada cupcake. O sí. Lo estoy deseando.

Lo único que hice fue añadir a los ingredientes líquidos un chorrito de extracto de vainilla. Riquísimos. Doy fe. Acabo de desayunarlos.

Muffins de chocolate blanco y almendras.

Esta es una adaptación de una receta de Muffins de chocolate blanco y nueces de Macadamia que, sin embargo, yo he adaptado porque la otra vez la masa quedó pastosa. Así que sí la pongo. No sé de quién es: pensé que la había cogido de Trotamundos, o de Uno de Dos, pero ahora creo que es de Auro...

La cantidad de muffins que se obtienen y el tiempo de horneado, digo yo que dependen de los moldes de muffins. Yo compré uno maravilloso de Dr Oetker, que muestro aquí:


La receta:

Ingredientes.

300 grs. harina
80 grs. azúcar
80 grs. mantequilla (derretida)
200 grs. chocolate blanco. Usé uno fantástico, marca Valrhona, que me ha reconciliado con el chocolate blanco. Qué cosa más rica.
150 grs. almendras picadas ecológicas (la receta original es con nueces de Macadamia, pero no había en el supermercado al que fui y encontré estas almendras que ya estaban picadas). Son de Bioterra y extremeñas. Haciendo patria.
250 ml. leche entera
1 huevo
2 cucharitas y ½ de postre de polvo de hornear (los que no somos cocinillas lo conocemos como "levadura Royal", pero en realidad, la levadura Royal no es levadura. En otras recetas también lo encontraréis como "impulsor". Ay, cuánto tiempo pasó sin que yo supiera qué era aquello de "impulsor")
1 pizca de sal
2 cucharaditas (de las de café: no tengo cucharaditas americanas -aún- para medir) de extracto de vainilla, comprado en Taste of America... una tienda que es una especie de paraíso anti-culpabilidad...



Preparación:
Precalentar el horno a 180ª, preparar las bandejas de muffins. Yo las engrasé con mantequilla derretida en el microondas y un pincel de silicona, bien engrasaditas. No les puse papel a estas. A las de chocolate negro sí.

Picar el chocolate blanco. A temperatura ambiente, con un buen cuchillo y una tabla de madera, se hace muy bien.

Tamizar la harina, la levadura y la sal. Yo uso un colador de estos grandes de rejilla, como los de colar la leche, pero tamaño grande. Reservar.

Con una batidora de varillas, mezclar el azúcar y la mantequilla. Luego, añadir el huevo y batir bien.

Añadir la harina poco a poco integrando. Yo fui añadiendo un poco de harina y un poco de leche, un poco de harina y un poco de leche. Y así hasta que está la masa.

Luego se echa el chocolate blanco cortadito y la almendra picada. Se integra con una cuchara.

Llenamos los moldes. No hay que llenarlos enteros, sino a tres cuartas partes de su capacidad. Se hornea durante 30 o 35 minutos. Esto depende de los hornos, por lo visto, porque cada horno, dicen los entendidos, es un mundo. En el mío fueron 30 minutos. Pero vais a saber si están porque se pinchan con una aguja y, si sale limpia, es que están listos. Luego se saca el molde del horno. Se espera un poco, unos tres o cuatro minutos. Se vuelcan los muffins en una rejilla y se dejan enfriar.

Yo, para conservarlos bien, uso unas latas de galletas de La Cure Gourmande que tienen carbón activado y absorben toda la humedad.

Ea, que disfrutéis.

sábado, 1 de octubre de 2011

Niños

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Nico

A Nico no le gusta que le hagan fotos y la primera vez que le vi en persona se quedó dormido en la mesa del restaurante porque había ido de cumpleaños la noche anterior y se quedó en casa de un amigo. Yo no le pedí permiso: siempre le dije a su padre que quería retratarlo y se dejó, a regañadientes, porque es demasiado educado para decirme que no. Toca la batería, es asombrosamente guapo y juega al fútbol.

Hugo y Javi

Hugo ha cumplido tres años y yo no estuve, pero le veré este mes y volveré a besarle y abrazarle, me llamará "tita Olga", le haré cosquillas, le echaré de menos, terriblemente, cuando me vaya; me producirá la misma admiración que siempre comprobar la fantasía y la incansable disposición de su padre al juego y a la risa; cambiaré algunos bares por parques infantiles y atracciones, si las hay, y veremos alguna de esas películas que él ya ha visto 64 veces.

A Pau le conozco desde que nació, sin habernos encontrado nunca. He asistido, en la distancia, a una incubadora, juegos en la playa y en el parque, un rato con su padre quitándose los calcetines el uno al otro sin parar de reírse y alguna cosa más de la que no quiero acordarme. Tengo dos fotos suyas en el móvil. Tiene la mirada sabia de los niños que miran como las personas mayores que aún no han perdido el brillo en los ojos.

A Leo le he bañado mucho rato, le he hecho fotos gateando y ahora anda. Es un niño viajero que ya ha visto lugares a donde yo no he ido. Cuando su padre toca la guitarra, él aplaude, y su madre querría llevarlo de nuevo dentro -debe de habérsele olvidado la que lio cuando salió- y, a pesar de las noches sin dormir -que han sido más de las que puede recordar-, su mente siempre viaja a casa. Leo juega con su pelo, le da la mano y corretea.

También está Lucas, en Francia, al que aún no conozco pero al que he oído llorar y balbucear en ese lenguaje imposible de los bebés que solo entienden sus madres. Y Miguel, con una hermana nueva y recién estrenada, que juega con los coches de colección de su padre cuando él no mira. Y Gabriel y Carmelo, a los que por fin encontraré en la misma ciudad en la que conocí a sus padres.

Los hijos de mis amigos me han hecho estar pendientes de otros niños. Los veo en el PATH de Nueva Jersey, asistiendo con los ojos abiertos a un cuento narrado por su padre. En el autobús urbano de Mérida, intentando mantenerse de pie en las curvas; lanzando una pelota contra un muro, solitarios; descubriendo el mundo que está más allá de la esquina, fuera de la vista de los adultos, subidos en un triciclo de colores.

Siempre me pregunto cómo crecerán.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jonathan Franzen

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"No escribo para todo el mundo -dirá poco después [Jonathan Franzen]-. Escribo para la gente que no encaja en él. Para los que no están satisfechos y sienten vergüenza. Escribo para los misfits. Y pertenecen a todas las clases, a todas las razas y sexos y edades. No es una minoría insustancial, quizá llegan al 5% de la población, puede que más. Son esas personas que leen y que quizá visitan las tumbas de sus escritores preferidos, porque se sienten menos solos haciéndolo. Esa es la gente que realmente me preocupa".




Hay un libro de Cesc Noteboom. "Tumbas", se llama. No recuerdo haber visto más tumbas que las de Luís Vaz de Camões y la de Pessoa (que mira que es fea), pero sí sonreí mucho cuando, caminando por Nueva York, vi a Schiller, a Andersen, a Burns, a sir Walter Scott.

Y sí: te sientes menos sola. Si es que eso es posible.

viernes, 23 de septiembre de 2011

La factura cultural - Orquesta de Extremadura

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Mercedes Barrado es... Qué voy a decir yo de Mercedes Barrado a estas alturas, a la que conozco desde hace once años, con la que he tenido encuentros una vez cada x meses, siempre en eventos culturales y que siempre me trata con cariño. Con frecuencia, cuando uno enlaza una página de un periódico, al cabo de meses se encuentra con que el enlace no sirve, así que voy a copiar el artículo que ha escrito para el diario Hoy, donde trabaja. Se titula La Factura Cultural y la negrita es mía. La Orquesta de Extremadura ha realizado una petición pública de recogida de firmas. Yo le debo varios buenos momentos, solitaria o con amigos, y mucho aprendizaje sobre música clásica.



Siempre me ha sorprendido la ligereza con la que los que están arriba, en la escala de poder, los que cobran sueldos públicos (y, muchos de ellos, dos y tres sueldos públicos y tienen coches oficiales y les regalan iPads y iPhones para que jugueteen en sus sesiones parlamentarias o en su casa y les salen gratis -pagados por todos- los transportes en avión, autobús y tren) tratan el pan ajeno. Más del 60 por ciento de la población cobra 1000 euros o menos en España. Crearon un país de albañiles en el que los jóvenes abandonaban los estudios porque era más rentable ser encofrador. Desprestigiaron, durante años, a los profesores, y muchos sabemos que, para mantener cierta excelencia en el trabajo, hace falta prestigio social. Y etc.

Yo, que ya no sé si soy una optimista informada o una derrotista sin cuartel, comienzo a estar francamente aterrorizada. Y no es una frase hecha.

Aquí el artículo de Merche Barrado:


LOS currantes de Isaac Rosa han tenido más suerte que los músicos de la Orquesta de Extremadura (OEx). En su última novela 'La mano invisible' el escritor nos mete en la mente de esos trabajadores manuales habitualmente ignorados, sometidos a los ritmos de las cadenas productivas o al destajo, cuyo nombre nunca es recordado a la hora de disfrutar de los productos que salen de sus manos. La habilidad del escritor ha dado voz y pensamiento vigorosamente apreciable a esos obreros de su libro a los que en la vida real suele presentarse hoy indiferenciadamente metidos en el saco común de las estadísticas de productividad o de los ERE. 

A los músicos de la OEx, el ejecutivo regional les ha metido de hoz y coz, y parece que con pocas explicaciones, entre los servicios sociales cuya utilidad se cuestiona en las circunstancias económicas actuales. Tanto se cuestiona, que a los integrantes de la orquesta se les ha dado un horizonte de actuaciones de tres meses, sin concretar al parecer, obviando el funcionamiento por temporadas que caracteriza este tipo de formaciones. Los músicos no han sido informados de las cifras que cuestionan la viabilidad de la orquesta y se van enterando de las dificultades por los periódicos. Abonados, aficionados, y ciudadanos en general también podrían hacerse un mejor juicio sobre los acontecimientos en torno a la orquesta extremeña si pudieran consultar los datos que supuestamente aconsejan neutralizar un proyecto de once años. 

El consejero de Economía, Antonio Fernández, piensa que el malestar por la desaparición de la orquesta se limitaría a la desazón de unos cuantos melómanos de afinado oído y calcula que unas 150 familias de parados se beneficiarían de los fondos que dejase libre su eliminación. No dice si esa cifra tiene en cuenta o por el contrario desprecia matemáticamente a las 65 familias de músicos de la OEx que también pasarían a integrar las filas del paro o si repara en las consideraciones que diferencian una orquesta de aficionados, por mucho que sea su entusiasmo y su calidad, de una orquesta profesional. 

Además, si eliminando 65 puestos de trabajo de profesionales que cobran entre los 1.500 y los 1.700 euros, calcula que se pueden crear 150 empleos, ¿de qué calidad y viabilidad de empleo está hablando? 

En la forma en que se está llevando a cabo el aparente desmantelamiento de la OEx parece latir el prejuicio tan habitual en España que sitúa a los músicos como a otros artistas en general en una órbita vital despreocupada y frívola en la que el arte tiene poco que ver con lo que nos rodea y con su responsabilidad social. Tampoco parece tener muy en cuenta el horizonte de mejora que una formación de este tipo otorga a aquellos extremeños que han optado por hacer de la música el mundo profesional en el que desarrollarse. Si la aspiración a la excelencia tiene en nuestra región consideración de factor que prestigia a una empresa, ¿por qué se desestima esa aspiración en el caso de la música hecha desde Extremadura? 

Las dudas sobre la OEx no hacen más que añadir incertidumbre a un panorama cultural que carece del bullicio habitual de otros otoños culturales. La mayoría de los museos sigue sin presentar propuestas culturales para la temporada entrante y mantienen exposiciones en curso desde fechas previas a las elecciones autonómicas. Se han encendido las alarmas sobre un premio literario de larga tradición como el Felipe Trigo y se han eliminado a la chita callando los Premios Extremadura a la Creación sin que nadie parezca haberlos echado de menos en el entorno del Día de Extremadura. La cultura está ya pagando de manera evidente la cruel factura de la crisis. 

Aunque una noticia algo alentadora de estos días ha sido, después de muchos años de vicisitudes y apreturas de usuarios y empleados, la presentación del bello edificio de la nueva Biblioteca Pública del Estado de Badajoz que deberá estar dotado de mobiliario y en uso en unos pocos meses. Sí, esta es una buena noticia.

martes, 13 de septiembre de 2011

Por dentro

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No te voy a decir qué, pero te he permitido hacer cosas que jamás le había dejado hacer a nadie.


He aprendido un sinfín de cosas en tres noches. Que, si pido, se me da, y yo doy si me piden. Que hay canciones que puedo repetir como un mantra para que todo esté bien y todo sea posible, para ahuyentar los miedos que me vuelven el estómago de revés y de golpe; que me bastan unas horas para saber -para saber realmente- que quiero estar a tu lado cuando vengan dadas, porque van a venir dadas muchas veces. Que puedo volver a reírme como una niña chica, que mi piel se ha vuelto infinita, un ente que está fuera de mí y que no puedo controlar cuando me tocas por dentro, como tampoco controlo los sonidos, como tampoco controlo las palabras.

De momento, sé que él tiene mucha suerte. Me aprendí esa frase de Nuria de memoria, antes de llegar, entre lágrimas, para irme el lunes constatando, de nuevo, lo mal que se me dan las despedidas, porque me he pasado la vida despidiéndome de sitios, y de gente, de los que no quería irme.

Sé, también, que eres tan inteligente que no hace falta que te explique algunas cosas, porque ya las intuyes y eso me lo hace mucho más cómodo. Que, cuando me respondes, yo me abandono. Que la curiosidad y la ternura que me produce saber de ti se pueden volver tenazas cuando me doy cuenta de que nunca haré cosas contigo. Que voy a escribir para recordar, cuando lo que voy a recordar jamás podría explicárselo a nadie: un pliegue de tus labios, un par de olores, cientos de expresiones de tu cara, un rato de cosquillas, el agua cayendo; el color de tus ojos al sol, la forma en que brillan cuando adivino los nombres de personajes de cómics contigo, lo capaz que eres de terminar todas las frases y todas las historias.

De momento, sé que yo, también, tengo mucha suerte.

domingo, 21 de agosto de 2011

Amigos contingentes

Se crió con Baccara y Abba y los demás. También con Carlos Cano, de Graná, como él, porque cuando le conocí supe qué significaba, por fin, la mala follá. Nosotros somos amigos contingentes, nos decía. Y otras cosas. Querer ser gay es como querer ser judío en la Alemania nazi; yo quiero follar encima de un altar o en una sacristía; tienes unas tetas estupendas, pero a mí las tetas no me gustan. Los grandes amores a los que siempre se busca, en cada tío al que te tiras, sin encontrarlo jamás porque ya lo encontraste pero se marchó.

Y Angustias, la gata.

Atesoro recuerdos, los desempolvo. Recuerdos de hace diez años, los pantalones cortos, la camiseta de rayas. El momento de la confesión, en casa de Sonia: "Es que resulta que yo entiendo". Llegar tarde a los sitios y al conocimiento. Saber: que tu sobrino no tendrá memoria de ti. Que no me extraña el desenlace, pero que me jode igualmente y me jode oír llorar a los amigos y no poder abrazarlos.

Saber que nunca te dejaste ayudar y que siempre te costó mucho trabajo vivir.

Y tener que escribir y escuchar ciertas canciones para poder llorar.



jueves, 18 de agosto de 2011

Emma Suárez

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Le brillan los ojos cuando hablan, le brillan mucho y, cuando confía, no tiene miedo de ser patética, ridícula o extremadamente divertida. Durante este Festival hemos hablado mucho del miedo. Del miedo a subirse a un escenario, del miedo a desnudarse y a que no te mimen, del miedo a no creer que lo que haces es verdad, del miedo a que los demás no entiendan qué historia pretendes contarles. Lo he hablado con Anna Allen, la mujer más cariñosa del mundo, y con Antonio Gil y con Helio Pedregal y con Marta Etura. El miedo a exponerse y, a la vez, a no estar lo suficientemente expuesto. La infinita suerte que es trabajar narrando y siendo otros.



También lo hablé con ella, con esa mujer menudita de ojos pequeños, una de las criaturas más bellas que he visto jamás. Cuando hilvana las frases (yo estaba asustada, iba precedida por comentarios negativos: he de aprender que conmigo siempre son distintos) descubro que es aún más guapa por dentro que por fuera, que tiene una inteligencia intuitiva maravillosa, un compromiso con su femineidad que va más allá del hecho azaroso de ser mujer. Y por eso habla de cuando a las mujeres no se nos escucha. De esa ignorancia sistemática a la que nos someten por el hecho de ser mujeres. De que César no escuchó a Calpurnia cuando vaticinó mediante sueños que iba a morir. Del dolor que supone que alguien no confíe. De que a veces ocurre que un hombre, Borja Ortiz de Gondra, puede escribir un texto profundamente feminista y que otro hombre, Norberto López, no tiene miedo de que su actriz se transforme en un pajarito. Y ella confía, vuelve a confiar, y habla de los hijos que no tuvo, que no va a tener, de la necesidad de sentir un cuerpo dentro de su propio cuerpo, del dolor ante la muerte de aquel a quien amas, de la ternura inmensa de una mujer sabia que luego eligió quedarse sola.

La entrevista a Emma Suárez y Norberto López está aquí

La imagen es de Ceferino López.