
Jamás me había imaginado que nadie pudiera cantar así.
Nunca veré a Frank Sinatra encima de un escenario. Tampoco veré a los Beatles. Ni a Janis Joplin. Ni a Jimi Hendrix. Ni a Queen. Ni a Alfredo Kraus. Ni al resto de la gente con la que he crecido. Pero, cuando me preguntan qué no me hubiera gustado perderme, dónde querría haber estado y ya no puedo, siempre digo lo mismo.
En un club de Harlem, años 30, en primera fila, para ver a esta mujer con guantes estilo Gilda y una boa de marabú alrededor de su cuello.
De hecho, lo he imaginado tantas veces que, en ocasiones, creo que no me lo perdí. El pelo recogido, los ojos tristes, los labios pintados.
La lágrima en la voz.