Le gustaba irse al monte, cuando era chinorri. Su padre, militar, le había enchufado en el Ministerio de la Gobernación, como aprendiz de conserje, para que hiciera carrera. La carrera se le truncó una Semana Santa. Su compañero tenía que haberse aliado con él, pero era mucho más dócil y bajó la cabeza: hoy es un alto cargo del Gobierno socialista. Tenía los festivos libres, había hecho horas de más, su madre iba a prepararle la mochila.
Cambiaron de opinión en el último momento. Él no:
-Yo me voy a Peñalara.
No le convenció nadie. Le llamaron, finalmente, al despacho del director general, "un tío de 60 años, un fascista, vestido de negro y con su gominola en el pelo, y su bigotito". Volvió a explicarle lo que llevaba toda la mañana contando: me lo habían prometido, he estado trabajando de más para poder irme estos cuatro días, yo ya había hecho mis planes.
-Usted va a venir mañana a trabajar.
-No, señor. Yo mañana me voy al monte.
-Creo que no me está entendiendo bien. Usted va a estar aquí mañana a las ocho de la mañana.
-No. Usted no me está entendiendo a mí. Le he dicho que yo mañana me voy al monte.
El tipo aquel miró al niño que tenía enfrente, un mocoso de 14 años de edad que le plantaba cara, una y otra vez, mientras se ponía, alternativamente, lívido y pálido, e hizo lo que mejor sabía:
-¡Está usted despedido! Y mire lo que le digo. Escúcheme: su vida a partir de ahora va a ser muy complicada, porque yo, personalmente, me voy a ocupar de hacérsela imposible.
De eso han pasado 45 años. Me lo contó hace poco, durante un café. Hablábamos de quienes no quieren ser salvados, del concepto de revolución, de la dignidad y la coherencia.
El chinorri le aguantó la mirada:
-Mire usted: la vida es muy larga y usted es muy mayor.
domingo, 19 de abril de 2009
En el Ministerio de la Gobernación, hace 45 años...
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Los viajes que no hice
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4/19/2009 09:00:00 a. m.
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sábado, 2 de agosto de 2008
Así pasen 20 años
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Hay algunos que hacen que parezca muy fácil.
Él se levanta todos los días, desde hace veinte años, para hacerle el café. Ella dice que él es su eje, su columna vertebral y su templanza. Ellos dos caminan por las calles de Lisboa, o de Alcalá, llenos de risas, coqueteando como si se acabaran de conocer, aunque fueron el primero el uno para el otro, hace ya también dos décadas, cuando iban a entrar casi en la adolescencia. Dicen que el truco es hablar mucho, escuchar, preguntar y no dar nunca nada por sentado, olvidar esa tendencia a pensar en la pareja como en la propia sombra.
Siempre he sido sola, todavía me asombro cuando oigo a la gente hablar en plural (hemos ido, vamos a viajar, pensamos... ¡Pensamos! ¡Dios, qué pérdida de individualidad: ¿qué significa pensamos?!) y a mi alrededor hay parejas para todos los gustos: están aquéllas en las que uno es el amante y el otro es el amado, que se deja querer porque no ha llegado nadie aún que le suscite una pasión loca; están los que siguen juntos por la costumbre y por el miedo a no tener a nadie con quien hacer planes; los que se divorcian porque conocieron a alguien por internet que luego no fue como pensaban; los que no se separan jamás pero se acuestan con todo aquel que pillan; los que luchan por ser aceptados por los hijos del otro sin conseguirlo casi nunca; las que renuncian a cualquier cosa que les haga feliz porque a él las aficiones de ella no le gustan y ellas van a pasarse toda la vida sin viajar a ningún lado; los que se casan porque ella les da un ultimátum y ellas van felices al altar mientras las demás nos echamos las manos a la cabeza; los que dicen querer mucho a sus legítimas pero divertirse más follando con otras; los que parecen mosquitas muertas pero llevan durante años una doble vida y engañan y mienten; y los que acatan órdenes y más órdenes sin plantearse nunca cuáles son sus deseos.
Por eso, cuando veo a los de los veinte años, les pregunto siempre cómo hicieron.
La respuesta, también, es siempre la misma: No sé.
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Los viajes que no hice
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8/02/2008 07:37:00 p. m.
Etiquetas: Ale, Karmele, Pili y Miguel Ángel