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viernes, 9 de febrero de 2007

... para que no nos duela al caminar.

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"Entonces tu cola se dividirá en dos y se convertirá en lo que los seres humanos llaman piernas. Pero has de saber que eso te producirá tanto dolor como si una espada recién afilada te rajase por la mitad". La pequeña sirena, de Andersen. ¿Lo recuerda? "A cada paso que des te parecerá que pisas cuchillos afilados y que tus pies sangran". Yo lo recuerdo. Casi siempre en los cuentos las transformaciones se producen sin dolor, son instantáneas y completas. Pero esa cola de sirena que se resiste a dejar de serlo. Imagino que habrá habido multitud de interpretaciones sexuales para esa imagen, aunque creo que de niña no pensé en el sexo cuando escuchaba el cuento, y tampoco ahora. Pienso en el dolor de dejar de ser lo que se es, en cuánto puede durar.

Una espada de dos filos nos corta y luego, a cada paso, cada vez que las piernas se separan y los pies tocan el suelo, sentir que se pisan cuchillos afilados. Nunca nos duele tanto querer a alguien. La imagen de Andersen no deja de ser excesiva. Nunca nos duele tanto, pero nos duele. Porque un buen día hay un cuerpo a nuestro lado y comprendemos que si ese cuerpo desapareciera sería para nosotros una mutilación. Entonces damos un paso atrás. Como somos astutos y preservamos no nuestra autonomía, no nuestra libertad, no nuestras costumbres, no todo aquello que si de verdad quisiéramos podríamos en buena parte mantener aun entregándonos del todo. No. Damos un paso atrás y lo que preservamos es nuestra cola de sirena para que no se parta, para que no nos duela al caminar.


Belén Gopegui.

El lado frío de la almohada.