Mostrando entradas con la etiqueta Palabras. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Palabras. Mostrar todas las entradas

domingo, 14 de julio de 2013

Tolkien

2 comentaron

Hace mucho tiempo, en un Festival de Mérida en el que había un profesor de Clásicas al que yo tenía que atender porque iba a hacer unas críticas, mientras hablábamos de literatura, me dijo que los jóvenes no leían, en general -este tipo de charlas se tienen con generalizaciones- y que, claro, cuando leían, solo leían cosas como El Señor de los Anillos.

-No tienes ni puta idea de literatura.



Eduardo Segura ha traducido a Tolkien. Yo he hablado con él por La caída de Arturo, un poema inconcluso que acaba de editarse en español. Y, cuando estábamos hablando, se ha detenido y, con cierto asombro -me ocurre muchas veces- me ha dicho: "Me gusta mucho el enfoque que le estás dando a la entrevista, porque a Tolkien se le suele banalizar mucho".

Yo le debo a ese hombre uno de mis personajes favoritos, que no es Aragorn y no es Gandalf. Me enamoré de él por un párrafo, al inicio, unas pocas palabras que me han acompañado desde entonces, porque en ellas hay mezcla de orgullo y mezcla de dignidad.

-Tú no eres de aquí, no eres un Bolsón, tú... ¡tú eres un Brandigamo!
-¿Has oído eso, Merry? Fue un insulto, ¿no?- dijo Frodo, cerrando la puerta en las narices de Lobelia.
-Fue un cumplido -respondió Merry Brandigamo-, y por eso mismo falso.

Hemos hablado de la importancia de los medios de comunicación a la hora de transmitir la obra de un autor. De cómo la idea de Tolkien está, sí, profundamente mediatizada (la lucha entre el bien y el mal y ya está, las películas de Peter Jackson -Segura dice que, salvo genios como Malick y otros, se está olvidando la importancia de narrar en el cine norteamericano-) y de que ya hay opiniones que no cabrean.

Yo le debo haber creado Lothlorien, me ha dicho Jordi: Y también haber creado a Lúthien y a Beren. Y Antonio, al que no conozco aún, pero conoceré, me ha recordado el momento en que Frodo le perdona la vida a Zarquino y él le dice: Has crecido, mediano. Él le dio el libro a su hermana, que comenzó a llorar a moco tendido, a los catorce, con la balada de Frodo Nuevededos y el Anillo del Destino y él, que tenía cinco años más, quiso retroceder para volver a leerlo por vez primera y emocionarse tanto como ella.

Casi nunca hablo de libros así.

Al final, los mitos son una llave. Y esa llave implica que tú creces con ellos. Que, a los 13, no soportas a Boromir y luego, a los 30, descubres que tú también necesitas perdón y le entiendes. Y quieres ser Gandalf, y tener las riendas, o conocer a algún Gandalf, y conseguir un maestro y una guía y asumes la oscuridad de Aragorn, su camino de retorno, el peso que supone ser la única esperanza. Y también sabes que eres Sauron.

Sabes que eres Sauron, aunque quisieras ser Sam.

miércoles, 12 de junio de 2013

Poesía

0 comentaron



Fui a Florencia pensando en que Rilke había estado allí antes que yo, decidiendo cuál iba a ser su futuro, intentando mirar como él miró al Perseo de Cellini, teniendo miedo de mis propias respuestas después de un abandono. Esta tarde he estado hablando de poesía. He estado recordando a Ángel Campos Pámpano, con sus amigos (escribir tal vez sea comparecer ante los otros / con los ojos más limpios). Me han estado recitando versos Basilio Sánchez (no hay nada razonable que no tenga una fuga) y José Manuel Díez (nunca más hablaremos de las cosas que amamos) y Miguel Ángel Lama y he amado Cristalizaciones y Baile de Máscaras lo mismo que antes amé 42, La caja vacía, Entre una sombra y otra. La periferia que es Extremadura, cómo el lugar inscrito te compone a su modo, por qué el íntimo misterio de una búsqueda, el mejor conocimiento que uno tiene de uno cuando lee lo que ha escrito.



Hoy he hablado de cosas de las que no hablo con nadie. De que a veces me aprendo poemas enteros, de que puedo recitarlos, íntimamente, por la calle. De Verlaine y de Rimbaud y de Llueve sobre los muros de la ciudad, que yo recité, también, cuando tenía 13, una noche de lluvia (Il pleure dans mon coeur / comme il pleut sur la ville). De lo bien que escribía Pardo Bazán (hay mil corrientes en mi pensamiento que solo contigo desahogo). De los hermanos que te conducen a libros.

Pero no les he dicho que fui buscando a Rilke.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Basilio Sánchez

0 comentaron


Leo un poema de Basilio Sánchez. Pienso en cómo se tejen las palabras, cómo las relaciones, cuáles son los primeros balbuceos, en qué baso yo el respeto intelectual, el reconocimiento. Qué, y a quiénes, echo de menos. Sin quiénes estaría muerta, o vacía.

Y me emociono.


Lo bueno de tener el correo de un autor es que puedes decirle que has llorado con un poema suyo.



***

Se titula Apenas nada. Parece una ciudad dentro de otra ciudad. Sé de lo que habla. También sé lo que a mí me dice, por qué las palabras se transforman en personas, por qué recuerdo miradas, abandonos y exilios; qué es lo que se oxidó; de dónde nace la necesidad de escribir (mi necesidad); quiénes podrían haber sido mis maestros y por qué nunca tuve ninguno. 

Lo releo a trozos y lo despedazo.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Agustín García Calvo

2 comentaron

Estoy en Buenos Aires. La única noticia que me llega de mi país (yo siempre me entero de las cosas importantes) es que ha muerto Agustín García Calvo. Ese señor tradujo, para mí, quiero pensar, los sonetos de Shakespeare de la mejor manera en que jamás nadie los ha traducido. En mi época de Facultad fue un referente: un referente moral, un referente ético, un referente vital, un referente literario, de los que surgían en las charlas con amigos. Nunca le entrevisté: siempre me produjo muchísimo respeto: me da miedo entrevistar a la gente a la que admiro.

Imagen de Virutas


Le voy a echar de menos.

miércoles, 6 de junio de 2012

Ray Bradbury

1 comentaron


El escritor que nos enseñó a cuántos grados, Fahrenheit, eso sí, arden los libros, y el mismo que escribió Crónicas marcianas y Remedio para melancólicos ha muerto en California a los 91 años. Se definía como un pensador libre, que decía lo que quería y lo que veía y construyó algunas distopías terribles. La imagen más fuerte que le ha acompañado durante toda la vida ha sido la de las quemas de libros. Por eso los describió en Fahrenheit 451. Y creó a Montag y a Clarisse. Y a los hombres-libro.



Ya no se queman libros, dicen algunos. Pero eso es mentira. Ahí están Sarajevo y Bagdad porque las bibliotecas, la cultura de un pueblo, sus templos religiosos, son lo primero que se destroza en una guerra. Sin libros, eso lo saben los de arriba, la gente no es nada. Bradbury no pudo ir a la Universidad porque no tenía dinero, así que leyó, leyó y leyó. Fue, lo ha contado muchas veces, un niño pobre que todo lo leyó en una biblioteca. Si tocas una biblioteca, decía, me tocas el alma.

martes, 8 de noviembre de 2011

Se me fue Tomás Segovia

2 comentaron


 Ayer se murió Tomás Segovia, sobre las dos de la tarde, ya no sé si en México o en España, pero nos hemos enterado hoy. Yo no supe quién era hasta que no le dieron el Premio Extremadura a la Creación en 2007. Fue a Plasencia a leer sus poemas y le leí, y le entrevisté. Salí de aquella entrevista con una mezcla de asombro, admiración, excitación sexual (luego se lo confesé, en su blog y por teléfono) y absoluta rendición. Luego compré sus libros, volví a leerle, le seguí. Pero no encontré ninguna otra excusa para volver a llamarle: a él, que me dejó claro que estaba sordo y que le tendría que perdonar que no me entendiera.

Me he enterado yo también esta mañana y se me han saltado unas lágrimas que solo han calmado la llegada de otros libros (Rubén, regalándome el primer tomo de la Narrativa completa de HP Lovecraft; los recetarios que pedí a Amazon y que en España no se encuentran). He vuelto a escuchar su voz, he vuelto a recitar sus versos y sigue dándome pena.

Qué solos nos quedamos cuando se muere alguien.

Tendría que aceptar que me reprochen
Si es que puede nacer ese reproche
Que siempre haya esperado mucho más que buscado
El amor la alegría la dicha el cumplimiento
Que nunca haya buscado aunque lo haya esperado
Pertenecer a nada

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jonathan Franzen

2 comentaron

"No escribo para todo el mundo -dirá poco después [Jonathan Franzen]-. Escribo para la gente que no encaja en él. Para los que no están satisfechos y sienten vergüenza. Escribo para los misfits. Y pertenecen a todas las clases, a todas las razas y sexos y edades. No es una minoría insustancial, quizá llegan al 5% de la población, puede que más. Son esas personas que leen y que quizá visitan las tumbas de sus escritores preferidos, porque se sienten menos solos haciéndolo. Esa es la gente que realmente me preocupa".




Hay un libro de Cesc Noteboom. "Tumbas", se llama. No recuerdo haber visto más tumbas que las de Luís Vaz de Camões y la de Pessoa (que mira que es fea), pero sí sonreí mucho cuando, caminando por Nueva York, vi a Schiller, a Andersen, a Burns, a sir Walter Scott.

Y sí: te sientes menos sola. Si es que eso es posible.

miércoles, 17 de agosto de 2011

75 años de la muerte de Federico García Lorca

2 comentaron

Lorca en la Universidad de Columbia, Nueva York.


Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.

Este es mi Lorca. Yo creo que hay muchos Lorca. El Lorca que leemos de pequeños, ya saben: el lagarto está llorando, la lagarta está llorando; su luna de pergamino Preciosa tocando viene. El Lorca que nos acompaña cuando somos adolescentes: jaca negra, luna grande, aceitunas en mi alforja. El Lorca al que descubrimos a los 17. Que fue éste. El de Poeta en Nueva York. Y, de entre todso los Lorca, el que escribió la Oda a Walt Whitman. No sabría explicar por qué. Lloré cuando lo leí por primera vez. Me excitó. Me estremeció. Me hizo leer a Whitman de otro modo.

Hoy hace 75 años que mataron a este hombre.

lunes, 9 de mayo de 2011

Sarah Kay y diez cosas que son verdad

1 comentaron



1.- Que existe al menos una persona encima de la Tierra que no me va a traicionar.
2.-  Que cierta clase de ideología y las personas que la sustentan me dan pavor.
3.- Que el machismo se interioriza.
4.- Que escribir me evita los naufragios. O los hace menos malos.
5.- Que si te metes un pico con aire no te mueres.
6.- Que no hay nada mítico en cierta clase de misterio.
7.- Que me puedo enamorar de un guión, una canción, un personaje, como no voy a enamorarme de nadie real.
8.- Que la gente, en general, no me gusta. En particular me gustan algunos.
9.- Que necesito, para viajar, una cámara, una libreta y un bolígrafo.
10.- Que me gustaría mirarte. Uno de estos días.

martes, 18 de enero de 2011

Joan Margarit

2 comentaron



El lector es el músico que toca la partitura. Con todo lo que él es. Con sus deseos, con sus ilusiones, sus frustraciones, su orgullo, sus sueños o su veneno.

Yo empecé a tocarle hace mucho. No leo libros enteros de poesía, aunque haya libros de poesía que me he leído enteros muchas veces, y hay matices. No recuerdo cuándo fue y no me importa, porque tampoco recuerdo quién me trajo a Auden. Margarit, como otros antes, sin conocerme, me contó una vida que es la mía y le habló a alguien que yo fui, a la corriente subterránea que me habita y que no controlo salvo cuando leo algún verso y sé que sí, que soy exactamente eso. Que otros me ayudan a explicarme. A que sea más fácil vivir conmigo. A mantener la esperanza de que existe alguna clase de piedad.

En alguna parte.

Tantas ciudades a las que debimos haber ido.


Es de ciudades cultas nuestro sueño
con música y cafés hospitalarios,

la majestad de un puerto y estaciones
de hierro y de cristal con los trenes bruñidos por la noche

y por la lluvia, por la misma lluvia
que nos arrulla en un pequeño hotel

o desde las ventanas de un museo.
Hay lugares tranquilos al amparo

de grandes árboles, gente educada,
callada, bien vestida, librerías 
donde los ojos vagan mientras cae la tarde.


Tantas ciudades a las cuales debimos haber ido, amada mía.
La luna sale tras aquellos puentes de hierro de los años

en los que fue cambiando nuestra ley.
Desde entonces el tiempo es una lluvia

que nos inunda como a los tejados.
Pero en la luz del patio están los templos

de mármol blanco y travertino de oro.
Y por las calles de pequeños pueblos

encontramos estucos color tierra,
fastuosos, esgrafiados por el viento.

La casa del balcón posee aún
luz de conversaciones y refugio,

y cuando de los dos quede uno solo,
tendrá por compañía los recuerdos,

la hiedra y el ciprés hasta encontrarnos
en las ciudades de este sueño.


Joan Margarit


La foto es mía.

jueves, 6 de enero de 2011

Nigger

12 comentaron

Fue mi autorregalo en Nueva York. Un facsímil de 1994 de la edición de Las Aventuras de Huckleberry Finn ilustradas por Thomas Hart Benton.

De Twain he escuchado de todo. Lo último, que era racista.

Supongo que porque usaba la palabra "nigger".

Hay quien se dedica a opinar de libros sin saber leer o sin haberlos leído, porque Huck va, precisamente, de la amistad entre un niño y un negro, que además es esclavo. Y de la libertad. La libertad que representa Huck y la que quiere para Jim.

En uno de los libros de Tom Sawyer, que es un cabronazo magnífico, inteligente y tierno, Huck se va de casa de la viuda, a la calle, a jurar y cagarse en la puta madre que la parió. Porque las palabras sirven para esas cosas, Tom, y si a mí me quitan las palabras y la posibilidad...

Eso dice. Es un parlamento magnífico de un parrafito.

A mí con Twain me pasa como con Stevenson y con Dickens: que, de repente, en un párrafo, me dan un puñetazo en el cráneo de una manera brutal.

Huck lo hizo, hablando de las palabras que no le podían quitar. De por qué la viuda no le podía prohibir hablar mal.

Y ahora llega un gilipollas que se la coge con papel de fumar y sustituye la palabra nigger por la palabra esclavo.

Para no herir susceptibilidades.

Y a mí me produce estupor que alguien intente enmendarle el estilo a Twain, para empezar, y para seguir me produce auténtico pánico.

Y una sensación de indefensión absoluta.

Huck debe de estar cabreadísimo.

La imagen es una de las ilustraciones de Thomas Hart Benton, que aparece en su página web.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Las condiciones humanas

0 comentaron

Él no lee esto, ni creo que se lo mande, y tampoco lee poesía, o no demasiada, pero el otro día me encontré con unos versos de Stanislaw Baranzack traducidos por Abraham Gragera, que se llaman Las condiciones humanas, y me vino a la memoria.

Las condiciones humanas de la vida, las que me
garantizaron: el derecho a sentir humanamente,
el derecho a la incertidumbre, al temor, al (cuán humano es)
odio (hacia enemigos, claro, cuidadosamente
escogidos para mí, para que no tenga que molestarme);
el derecho a la humana (no es ninguna vergüenza)
fisiología: a sudar (en el trabajo), a llorar
(contra la almohada), a sangrar incluso
(en el banco de sangre); no sólo es mi derecho
sino que es mi deber exhibir todas
las flaquezas humanas: nadie me obliga, por ejemplo,
a ser un héroe, esto es: a decir la verdad,
a no ser un chivato, a abstenerme de la muy humana
necesidad de golpear a un hombre caído; nada
de lo humano me es ajeno, y además
nada de lo ajeno es humano para mí, vivimos
aquí, en nuestro círculo, no necesitamos
a los de fuera, somos todos buenos camaradas,
chicos normales y corrientes,
sólo gente.

viernes, 18 de junio de 2010

José Saramago

20 comentaron


Saramago fue, primero, una referencia a Adrián Huici, uno de los mejores maestros que he tenido jamás, en los Cuadernos de Lanzarote. Luego fue Ensayo sobre la ceguera, y mi hermano Nacho leyéndolo hasta las cinco de la mañana. Y El Evangelio según Jesucristo y Norman Mailer. Y su voz en la radio, con su cerrado acento portugués, y Luis Pastor contándome que siempre que iba a su casa, José le regalaba un libro. Y mi hermano Antonio, con toda su obra. Y un Todos los nombres sin abrir aún, El año de la muerte de Ricardo Reis, que es de Tabucchi aunque sea de Saramago. Y una crítica velada de Javier Marías que nunca entendí. Y el análisis de un cuadro. Y el descubrimiento de que siempre lloraremos porque nos harán daño y por ninguna otra razón.

Hay escritores que no son sólo palabras.
Son recuerdos.

miércoles, 21 de abril de 2010

Mark Twain

8 comentaron


Les voy a confesar algo. Creo que los que tenemos ahora poco más de treinta años, conocimos a Tom Sawyer antes por esta serie de televisión de los ochenta que por las palabras de Mark Twain. Era el tiempo en que nos acercábamos a algunos clásicos por los dibujos animados. A D'Artagnan y los otros. A Phileas Fogg. A Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Luego ya nos enamoramos. Yo me enamoré de Huck. Y, sobre todo, de un párrafo de Huck en el que habla del lenguaje, cuando le prohíben jurar y blasfemar. Pero también de ese chico que era capaz de coserse el cuello de la camisa para que su tía no descubriera que se había ido a bañar al río.

Yo quiero a este señor al que me he ido encontrando en películas, en cuentos de superhéroes (por uno de ellos me enteré de que su nombre era Samuel Langhorme Clemens), en libros y más libros. Príncipe y Mendigo, Un yanqui en la corte del rey Arturo. Me sé algunas escenas de memoria.

Desde que leí a este hombre por primera vez, quiero surcar el Mississippi en un barco de vapor.

(Hoy se cumplen 100 años de la muerte de Mark Twain).

viernes, 12 de marzo de 2010

Miguel Delibes

9 comentaron



Este señor lleva en mi casa desde que nací. Desde antes de nacer yo, vive este señor en mi casa. Primero, en la habitación de mi madre. Luego, en la mía. Todos sus libros, todos, todos, sin faltar ni uno, uno detrás de otro, en ediciones de bolsillo y lujosas, con las páginas amarillas y como si se acabaran de recién comprar. Puedo recitar sus títulos uno por uno, de memoria. Y recuerdo, como si fuera ayer, la primera vez que lloré con Señora de rojo sobre fondo gris, que me parece el más íntimo relato de amor que haya escrito alguien jamás: "Nos bastaba con mirarnos y sabernos. Nada nos importaban los silencios. Estábamos juntos y era suficiente". "Ahora no tendré a nadie a mano cuando me asalte el miedo".

Señor: le espero a almorzar en mi camareta a la una del mediodía.

Imagen de Daniel Mordzinski.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Acuarelas

4 comentaron


Juan Carlos Mestre acaba de decirme que hablo con acuarelas.

Y esta acuarela es suya.

Y lo sé: esto es un ejercicio de egocentrismo, pero ¿y si se me olvida algún día?

lunes, 24 de agosto de 2009

Borges

6 comentaron

En mi casa siempre ha habido gente. Allá en las estanterías, inalcanzables. Ovidio, Goethe -toda la vida diciendo "goete" para que luego algunos dijeran "guete" y enterarme a la vejez de que se pronuncia "gute"-, Miguel Hernández, John Steinbeck, Stefan Zweig, Somerset Maugham, Faulkner, Alejo Carpentier.

Borges también está en mi casa, y en mi vida, con pinceladas raras.

Un viaje en autobús urbano en el que Julia me pidió que recitara Ajedrez II. Una clase de Vázquez Medel con la piel erizada ("¡el caballo está en el encabalgamiento!"), el Segundo Poema de los Dones como un regalo para Sonia, que se convirtió después en nuestro particular Inventario de Motivos contra la Desilusión. Un libro de Virginia Woolf traducido por él. Una cita suya (de nuevo el ajedrez) en un libro de Pérez-Reverte que me llevó de nuevo, y mejor, a Dumas.

"Me gustan los relojes de arena, los mapas, las etimologías, la tipografía del siglo XVIII, el sabor del café y la prosa de Stevenson".

A mí también me gustan todas esas cosas. Y me gusta él.

Copio este poema de memoria. Para que Julia crea que lo estoy recitando para ella. Otra vez.

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

jueves, 18 de junio de 2009

Tom Sawyer

5 comentaron

En mi mente, Tom Sawyer tiene la pinta de los dibujos animados de mi infancia. Huck también. El sábado pasado, ese niño ocurrente volvió a salvarme. Me enseñó, de nuevo, que cierto tipo de lenguaje hace que las palabras no signifiquen nada y que lo que más quieres es lo que más cuesta conseguir porque somos así de estúpidos. Ahora recuerdo una charla, hablando sobre los escritores que te cambian la vida. Yo nombré a Dumas. "¡Dumas, no! ¡Dumas te entretiene!". Supongo que Mark Twain está en el mismo saco. Y Rafael Sabatini. Y Stevenson.

Me hace gracia esa división. Literatura entretenida, literatura elevada. Porque acabas pensando: "Dios, Twain es un clásico. Como Kafka. Algo tendrá. ¿O seré yo? ¿Estoy infantil, yo? ¿Es Twain peor que Kafka?" Y aún más: "¿Le pasa esto a Twain porque es americano o porque cometió la audacia de hablar de niños?".

No he releído Príncipe y Mendigo desde antes de la adolescencia, pero podría contar la historia entera y alguna anécdota, como la del sello real que servía para cascar las nueces. También he leído algún best seller. Los pilares de la tierra (menudo coñazo). El alquimista (horroroso). La sombra del viento, que me enganchó y me lo bebí (está hecho para eso). Todos se han ido. Ni recuerdo la trama, ni los personajes siquiera. Otros permanecen. Huckleberry Finn. Tom Sawyer. Athos. Aslan. Edmundo d'Antés. La Pimpinela Escarlata. Scaramouche.

También se quedan otros. Gregor Samsa. Sidney Carton. Los poemas de Juana Inés de la Cruz y de San Juan de la Cruz y de Quevedo. Las reflexiones literarias de Virginia Woolf. El Lazarillo de Tormes (¿eso es de aventuras, también?). Atticus Finch.

Me entretienen, todos. Toda la literatura que leo es literatura de entretenimiento. Ensayos incluidos. Si no me entretiene un libro, lo cierro. Y sí: Dumas te cambia la vida y Tom Sawyer te la salva un sábado cualquiera de un mes de junio.

lunes, 18 de mayo de 2009

Mario Benedetti

17 comentaron

Hay varias personas con quienes yo comento este dolor inexplicable. El mismo que con Hierro o con González, el mismo que tendré con Gamoneda o con Serrat. Porque tengo la suerte de que casi todas las personas de las que me enamoré murieron hace ya muchos años. Dickens, Dumas, Woolf, Pessoa, Cernuda, Juana Inés y Juan de la Cruz, Vallejo, Tagore, Rilke, Wilde, Twain. Esta gente, ya saben. "Se nos ha muerto Benedetti", le he dicho a Nerea. "Otra vez la tristeza", me ha dicho Sonia, entre exabruptos. Me manda un mensaje Maricarmen: "¡Hoy es un día triste! ¡Benedetti siempre nos dejará su: yo te quiero un poquito más que el resto del mundo! Un beso enorme". Pupe también manda mensaje: "Hola, cariño: ¿cómo llevas lo de Benedetti? Menudo palo".

Los amigos. Ésos que saben, al final, y dan el pésame.

Recuerdo el entusiasmo (la irrupción en un aula donde mis amigos hablaban de sus cosas) con que terminé Vaivén, que le copié luego a Sonia en una libreta en mis tiempos de amanuense. Recuerdo el sillón de mi casa en Reyes lleno de sus libros. Recuerdo versos suyos de memoria, desde hace años. Recuerdo el cabreo y el desdén con que le contesté a quien me dijo que era un poeta para adolescentes (en aquella época leía yo a Ovidio, Walt Whitman y César Vallejo: poetas para adolescentes, también, supongo: a Benedetti llegué mucho más tarde). Recuerdo la expresión "Los formales y el frío", en los dedos de Neno hablando de un alejamiento.

Al final, ciertos escritores se transforman en colegas y los citas cuando hablas con tus colegas y ellos saben a quién te refieres y por qué y qué significan en tu vida y en tu construcción del mundo.

Ahora tengo que hacer un programa dedicado a él y llevo desde las ocho de la mañana tragándome las lágrimas...



Imagen de AFP.

miércoles, 29 de abril de 2009

Ha muerto Idea Vilariño

6 comentaron


Ha muerto Idea Vilariño y Benedetti está malito.
Y yo estoy triste...

Lo que siento por ti es tan difícil

Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.
Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.
Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.
Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.

Idea Vilariño.