He comenzado el año con un nuevo reto. Me convenció, ayer, Pacensepatoso, que en realidad se llama Domingo. Se titula 2011 en 365 fotos y es un grupo de Flickr. No es un proyecto nuevo: hay varias páginas en la red dedicadas a dar consejos sobre ello, como Fotografía Esencial o la de Arturo Goga, por ejemplo. No sabía cómo afrontarlo. No sé contar historias con la cámara. Ni siquiera me aclaro con la técnica todavía (aunque soy de las que empiezan la casa por el tejado y en cuanto mide dos fotos bien se compra una 60D). Pero me gusta el proceso. Y me ha gustado pensar en que puede ser algo que me mantenga activa todo el año y que, al mismo tiempo, me va a servir para escribir más, quizá, y para contarme más. Para recordar, con imágenes y con palabras, cómo ha ido todo. Para comprobar si la creatividad acaba con los dolores, sean estos cuales sean. O si el entusiasmo me hace avanzar. O si podré ir viendo una evolución y atreverme con los temas que no me gustan.

La primera imagen que colgué es este enanito. Está en mi árbol de Navidad. Ese día hice un sinfín, porque comencé el año en casa de María, como siempre, tomando café y galletas de chocolate, con dolor de riñones (eso, menos mal, no ocurre todos los 1 de enero) y con amigos. Con los mismos amigos con los que llevo compartiendo las Navidades ya ni sé cuánto tiempo. Ni falta que me hace.
La segunda es la parte trasera de mi
iMac. Ayer, por error, introduje la tarjeta SD en la ranura del CD. Por lo visto le ha ocurrido a más gente. Después de un ataque de pánico, con correos a mi
Sensei en Nueva York, twitters con
Alcintas y
Pacensepatoso y una llamada a
Abraham (que dio con la tecla y me calmó), la tarjeta está en mi poder y pude descargarla y revelar... todas esas fotos trepidadas porque todavía me lío con la relación entre distancia focal y velocidad de obturación (ya no se me olvida).

Esta es la que más me gusta. La hice sin ponerme a la altura de los ojos de la niña (porque yo no me podía mover de una silla: me estaban tiñendo el pelo), que es la hija de una de las mejores peluqueras del mundo (y la que más me sube la autoestima: debería visitarla una vez al mes, pero soy un desastre). La iluminación tampoco era la mejor y tiene sombras en la cara. Pero me gustan sus ojos, que son así de grandes y azules y profundos y también me gusta su expresión, porque no quería que le hiciera fotos y al final he gastado más de una tarjeta en ella.
Mañana sé qué fotografiaré. A mi amiga Noelia, que está embarazada y me tendrá que enseñar su barriga. ¿Y pasado? Creo que será divertido...