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martes, 18 de marzo de 2008

Vacaciones

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Me voy de vacaciones. A recuperar las ganas que me faltan, a pasar algo de frío, a olvidarme de todo y de ti. A intentar no acordarme, que no se me pince el corazón a ratos, que se borre el rictus de la boca, la sensación de pérdida y de que nunca importé nada.

Me voy a ver piedras viejas, del siglo XI, a escuchar a mi hermano menor tocar la gaita al lado de un río, a reírme, a intentar seguir la dieta aunque haya chorizo y vino de por medio (para presumir hay que sufrir, dicen: tengo una compañera que se pasa el día comiendo dulces y está como un palillo: qué injusto es el mundo). No habrá nadie cuestionando el porqué de mi trabajo, ni yo misma; ni quejas; ni llamadas de teléfono; ni rutina impuesta; ni gimnasio que no sea caminar por la sierra, sortear las sombras, bajar escaleras.

Estarán Alonso hablando de caza, Ángel cortando jamón, Nati tratando a la gente como una madre discreta y acogedora, la ternera a la plancha, las carreteras sinuosas, los pueblos llenos de casas de adobe y vigas talladas con figuras desnudas. Y canciones y juegos de cartas y conocimiento.

No estarás tú. Espero que no estés tú.

domingo, 14 de octubre de 2007

Miranda del Castañar

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He aprendido a distinguir cuáles son los boletus más ricos, a caminar por los pueblos queriendo mirar de otra manera, a descubrir cinco colores distintos en una hoja de vid y a saber cómo se cazan los jabalíes en plena sierra, saliendo a por ellos, bicharracos de más de cien kilos a los que se espera por la noche, sin luz y en silencio.

En Salamanca hay pueblos del siglo XII por los que pasa un río, con la plaza de toros más antigua de España, al pie de un castillo, y con una posada donde se escucha a los Niños de los Ojos Rojos y te hablan de una seta que en la Edad del Bronce servía para hacer fuego. En el Hostal Condado, que también es un hotel, Ángel y Nati te tratan como en casa y sacan vino a mediodía con chorizo y jamón propio, y cocinan tostones a la brasa y hacen una sopa de cocido que resucita a los muertos. Algunos sábados hay baile. Nosotros jugamos a las cartas y pasamos de hablar de Nessum Dorma y Otelo al gonzo, porque somos así de polivalentes. Por eso mi hermano menor toca la gaita en medio del pueblo, notas sobre piedra, y a la orilla de un río y yo echo de menos un papel y un boli, que es la manera que tengo de recordar más tarde la luz cayendo, las sombras, las inscripciones de las casas, el adobe y la madera, los paseos, un sendero con bayas, una alborada fresca y las ganas de hablar de cosas sencillas.


Las fotos son mías. La cámara no y por eso tiene esa fecha engorrosa que no me ha dado la gana de quitar porque no las he editado.