Hay una historia de los pies. De zapatillas azules y temblores de manos y de voz. Los encuentros y los desencuentros funcionan así: hay que adaptar los ritmos, aprender a mezclar dos soledades pobladas, aventar los fantasmas, repensar el futuro para asumir el pasado. Es difícil mantener la ficción, la ilusión, a pesar de los kilómetros, las ciudades, el resto de la gente y de las cosas. Es demasiado peso.
Pero a veces uno, o dos, pueden alzarse de sus pies. Para volar no hace falta mucho. Una mirada, una mano que dibuja una piel, tomar conciencia del cuerpo. De cada uno de los poros, de la respiración, de la humedad recobrada, desconocida, asombrosa. Del cosquilleo del agua cuando es capaz de lamerte los dedos como una lengua dulce.
Para volar, quizá, hay que comenzar a despreocuparse de los plazos, del futuro, de los proyectos. Por primera vez. Construir un espacio nómada. Haber aprendido, por fin, el nombre que uno tiene. Sentir los pasos. Saber que el tambaleo, y las caídas, son sólo condiciones del equilibrio. Abandonar el miedo al otro, a las palabras, a lo incontable. Mandar a tomar por culo las convenciones, en la cama y en la vida. Querer gritarlo. Gritarlo todo, siempre, a riesgo de ir a la cárcel por el brillo de la mirada.
No pensar, amor mío.
No pensar en la distancia, ni en el olvido, ni en los mapas eternos, ni en el número que suponen los años, ni en los ayeres, ni en el resto de los cuerpos, ni en las dificultades creadas, ni en lo correcto. Qué más da todo eso. Qué más da si siempre puedes buscar los pies de alguien, sentir que es posible, que todo está por hacer. Imaginar lugares que compartir con otros ojos. Evitar la angustia.
Saberlo ya. Saber de una vez que hay veces que un cuerpo, una lengua, unas manos, una voz lo pueden (realmente lo pueden) absolutamente todo.
martes, 5 de septiembre de 2006
Sentir los pasos
4 comentaron
Publicado por
Los viajes que no hice
en
9/05/2006 03:45:00 p. m.
Etiquetas: Sonia
viernes, 25 de agosto de 2006
El reloj no tiene razones
14 comentaron
Escribes. No te irás al carajo. Porque sabes que las palabras son seres vivos y que algunos seres vivos pueden salvarte. No se muere de amor. No se muere de amor, ni de traiciones, ni de abandono. Ni siquiera cuando quien te acompañó tira la lealtad, la intimidad, los ratos de cama al cubo de la basura. Siempre te queda utilizar el dolor. Asirlo, aprenderlo, jugar con sus nombres. Para eso te servirá la poesía, aunque roces los temas, aunque las palabras se te escapen o aunque un folio en blanco ya no sea una posibilidad eterna. No te salvará, nada te salvará, sólo el tiempo, que no atiende a razones, que se detiene cuando debiera volar y que correrá en tu contra hasta que reabras la herida. Sólo el tiempo y la palabra que mata. Sólo eso. Hay algo a tu favor, de todos modos. Que sabes, que siempre has sabido, que podrás resucitar un viernes por la tarde...
Publicado por
Los viajes que no hice
en
8/25/2006 06:40:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
lunes, 21 de agosto de 2006
A veces sucede
8 comentaron
A veces sucede.
Algo quiebra el mecanismo
cotidiano de la desolación y sucede.
Se despista la terca ley de la distancia
y dos cualquiera se encuentran,
sin saber cómo, sin casi pretenderlo.
Conversan, se ríen, se sorprenden
de no desconfiar en absoluto,
se entregan a lo que van inventando
como si estuvieran protagonizando el Génesis.
Todo es muy extraño, piensan para adentro
en los raros momentos en que se les aparta la alegría
porque vuelve a asaltarles la costumbre.
Pero el milagro sigue.
No detienen el juego por ahora.
Pasean, deletrean el alfabeto de su inocencia,
balbucean sus nombres nuevos, sus sueños viejos,
cantan estribillos de canciones tontas
y les parece extraordinariamente divertido,
se olvidan de comer, hablan sin parar de la hermosura,
se conmueven cada vez en los silencios.
Suele haber en estos casos una ciudad
que va dando pasos lentos hacia la noche y luego
pasos un poco más rápidos hacia el alba.
El alba mientras tanto aguarda tranquila,
en su sitio, con su guadaña.
David Eloy Rodríguez, que hace mucho tiempo me regaló más poemas de los que puedo recordar.
Y lo copio aquí porque me apetece dedicárselo a alguien que aún ha de recoger un beso en la Plaza Mayor de Madrid.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
8/21/2006 09:36:00 p. m.
Etiquetas: Circo de la Palabra Itinerante, David Eloy Rodríguez
domingo, 13 de agosto de 2006
Ella
3 comentaronElla no lo sabe como yo, pero todos los viajes me la devuelven distinta: Grecia, México, Jordania, Vietnam. Aunque ahora acumule como una morosa las ganas de cambiar.
No sólo los viajes. También el resto: el dolor. La soledad. Las heridas. La existencia. Llevarse los muebles y comenzar de nuevo. Largarse de casa: de una casa, de otra. No saber si será la definitiva. Querer que la mimen. Espantar el miedo. Revolverse en el compromiso.
Si no fuéramos tan listas y tan cínicas nos lo creeriamos. Que hay otra manera de hacer las cosas. Que se puede aprovechar el tiempo (aunque nunca haya sabido cuál, ni cómo), exprimir la vida, vivir. Y siempre seguirá sonando a adolescente y a palabras huecas. Quizá. Pero no a nosotras.
A nosotras, nunca. A pesar del cinismo, y de la rabia.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
8/13/2006 08:51:00 p. m.
Etiquetas: Nerea
viernes, 28 de julio de 2006
De arriba
19 comentaronEs alto, desgarbado, y tiene una de las miradas más inocentes que he visto jamás. Se abre de golpe, en lo externo, y condensa todas las teorías que uno intuye de los que son de su tierra. Abandonó el Norte y llegó al Sur, para pasar calor, echar de menos a los amigos a los que cuida, a la familia y a su novia. Me dejó su casa, sin conocerme, y me preparó arroces, pastas, filetes, sábanas irlandesas, mucha Coca-Cola, cenitas en la plaza, ratos de piscina, documentales de Pata Negra, películas surrealistas, cine-club, capítulos de Futurama, siestas, atardeceres en el río, ratos de guitarra, canciones, mucha música y canutos desde las tres de la tarde. Te quita las palabras de la boca, te cuenta anécdotas, pregunta, interrumpe y te despierta con un brioso "buenos días" para hacerte el café y ducharse mientras tú te desperezas e intentas levantarte de la cama, a las cinco y media de la mañana, otra vez. Trabajar con él es lo más tranquilizador del mundo, pero no sólo es eso. Es tener la impresión de que no te equivocarás, esta vez no, y de que tu lealtad está a buen recaudo, porque sólo con la lealtad podrías agradecerle todo esto.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
7/28/2006 07:51:00 p. m.
Etiquetas: Hilario
viernes, 14 de julio de 2006
El norte de los tristes
9 comentaronOtra vez las mismas explicaciones. Otra vez las mismas historias, la misma irrealidad, como si no hubiera aprendido bastante. De nuevo la irritación, que llegará y sacará la peor parte de la frustración que espoleo. De nuevo saber cómo acabará todo. No querer acabarlo. No querer, no haber querido, empezar.
Todos estos cuentos son uno y el mismo.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
7/14/2006 07:16:00 p. m.
Etiquetas: m0ntaraz
jueves, 6 de julio de 2006
Espejos rotos
27 comentaron
Es el lugar más propicio para crear una imagen. Lo que siempre quisiste ser y nunca te atreviste a ser, porque nunca fuiste valiente. La gran mujer luchadora, culta, madura, sexual. Pero no contabas con esto. Con que hay percepciones agudas, a los dos minutos, a los cuatro. Con que a veces se traspasa la irrealidad y se descubre que no eres más que una princesita egoísta. Con que las demás ya sabíamos. Ya habíamos descubierto.
Jode perder, ¿verdad?
A mí me ha gustado ganar.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
7/06/2006 09:01:00 p. m.
Etiquetas: Internet
lunes, 26 de junio de 2006
Olga
4 comentaronEs de noche, como tantas otras noches que vinieron después en Melilla. Olga y yo paseamos por las calles vacías. Nos desgasta el ritmo diario de jugar a ser periodistas pero ninguna de las dos se quiere ir todavía a casa porque no podemos parar de hablar, de divagar un poco más. Bienvenidos los argumentos y cómo refutarlos. Llegamos a la plaza y nos sentamos en un banco para seguir hablando. Aunque no nos conozcamos de nada, nos sentimos muy a gustito. La confianza surge así, a veces.
Acabamos de encontrarnos y ya nos hemos puesto densas, nadamos profundo y nos hemos contado los sueños y las desilusiones. Las respectivas raíces. Qué coño hacemos una noche como ésta, en esta ciudad. Cómo hemos llegado a esta tierra intermedia...
No recuerdo gran cosa de aquella conversación, apenas que los niños viajan a la luna con la literatura, las niñas con los cómics y la sensación de haber encontrado a una amiga (“el que va contigo, el que comparte el pan”, me explicaría después). A alguien que es capaz de no tener en cuenta los desvios, los tambaleos, la distancia. Por mucho que le duela y quisiera tenernos un poco más cerca.Ahora que estoy regresando poco a poco a esa tierra de frontera, revisito los caminos y me acuerdo de ella.
De cómo abrió las puertas de su (vuestra) casa. De los versos de Galeano y Benedetti, de su intensidad, su desmesura. De Jandro, el yonkie y tantas otras historias.... No la he vuelto a ver pero puedo visualizar su foto a lo Maruja Torres, las mías con Levante, aquella noche en las rocas con Ángel, el Luci, hasta Susana, la guardia civil y los emigrantes... Reconozco su capacidad para unificar y reunir. Me quedo con sus amores sindicalistas, mis libros robados, el poder de las mamadas. Su capacidad para abarcar aquella isla. Cómo todo sonaba a confidencia, a experimento, a forja. Cómo todo sabía a té moruno.... Mmmm, aquella hierbabuena!!. Aquellos bocadillos de pan tomaca y los crepes de chocolate que nos metíamos las dos siempre en el mismo bar....
Es Olga, la de la dieta eterna.... Olga, alma de bar. Y es que ella ha ido dejando uno –o más- en cada sitio por el que ha pasado. Construyendo hogares. A base de conversaciones, coca colas y un espacio para la creación. Es su mundo. Búscala ahí alguna vez si quieres encontrarla. Escribiendo. Por que ella es, sobre todo, una palabra escrita. A mano en un cuaderno con tinta azul o en el ordenador. No sólo recopila frases, versos y párrafos de escritores de los que nunca he oido hablar sino que bebe de la gente, la toca y la transcribe. Transforma la vida en pura literatura.
Dice de mí que le inspiro, que se anima a palabrear más y mejor cuando me lee, pero nadie me ha retratado como ella lo ha hecho varias veces. Aunque mis pensamientos estén desordenados y salte de una intención a otra, consigue captar el mensaje y lo descifra para mí.
Cuando ahora leo ciertas cosas en su blog, siempre le pregunto a quién le está pasando tal o cual cosa porque ya sé que esa historia tiene nombre, rostro y está cerca de ella. Es la única persona que conozco que, de inmediato, nombra a sus amigos. Mari Carmen, Nerea, Pupe, Carmelo.... y tantos otros del espacio sideral que se me escapan.... Antes me extrañaba esa identificación tan veloz pero ahora me agrada por que pienso que esa es la manera que tiene de mantenernos cerca. Después de tanto movimiento, ha ido dejando muchas raíces plantadas.... y ella es de las que le gusta sentir a sus amigos cerca por que son también una especie de hogar.
Por eso, te busca y nunca deja que te vayas del todo. Aunque hayas estado dos años sin verla u oirla, no permite que la distancia entorpezca el reencuentro. La conexión inmediata. La felicidad. Es fácil, de nuevo, exprimir los recuerdos, las experiencias, los amigos. La risa.
Olga simboliza aquella noche y aquella plaza. Un abrazo instantáneo. La fluidez, la intensidad de la contingencia que acaba revelándose perenne. Siempre presente, a pesar de la distancia temporal y física. A pesar de mi propensión natural a desaparecer, ella nunca deja que me aleje. Consigue que la eche de menos, que resuciten los versos y las canciones que nos mantienen atentas la una a la otra, a nuestras respectivas evoluciones. Que desee buscar de nuevo una plaza, algún desorden alimenticio y una nueva borrachera de palabras sobre los caminos.
Sonia.
Iba a escribir algo sobre mis treinta. Pero éste es el mejor regalo que me han hecho hoy...
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/26/2006 10:42:00 p. m.
Etiquetas: Sonia
jueves, 22 de junio de 2006
Irrealidad
3 comentaronLa irrealidad siempre resulta una maravillosa fantasía, cuando se dan las circunstancias adecuadas, cuando los dedos vuelan en el teclado, cuando se crea ese clima que te hace confiar pese a los riesgos. Éste es, quizá, el único medio en el que uno ha de fiarse únicamente de su intuición. Aunque esa intuición resulte, al final, un borrón incierto, una moneda al aire, la asunción del caos.
Internet no inventó la soledad. Ni tampoco el aburrimiento, ni el sexo, ni la creación de máscaras. Al cabo se resume en los pocos datos (siempre son pocos) que uno se atreve a dar. La llegada de las webcam transformó el paraíso de los antiestéticos -en Estados Unidos las empresas comienzan a realizar las entrevistas de trabajo por teléfono para que no las acusen de discriminar a quienes no cumplan un canon de belleza cada día más estricto- en una sucesión de desánimos. Hasta en los foros se cuelgan ya fotografías propias. Así desaparece, poco a poco, una de las mejores cualidades que tenía la red: el anonimato absoluto. No la impunidad: tarde o temprano nada queda impune, ni siquiera aquí. La posibilidad de conocer a alguien sin imagen externa alguna. La posibilidad de la mentira, también: pero qué más da, si siempre se descubre. Y qué más da si en esto, como en todo, cada uno guarda sus propias reglas.
La vida real es mejor. Durante dos años alguien intentó convencerme de eso, que es como intentar que crea que los ordenadores escriben solos y responden y preguntan y cuentan y confían. Pero, durante un tiempo, hubo un espacio completamente mío. Pasó hace más de un lustro. Se llamaba El Reloj Biológico y fue el primer mensaje que escribí en un foro de internet. Antes escribía mejor o allí escribía mejor, porque había quien me espoleaba, quien me hacía investigar y ahondar y sugerir. Después busqué otros lugares. Encontré uno, pero no es mi sitio, por mucho que escriba en él. No será nunca mi sitio. Porque ya no soy Elrond y porque murió David, que nunca se llamó David, ni están Calamaro (sobre todo Calamaro), ni Dem, ni Amapoli/Agripina, ni Guaya, ni Minerva, ni el DiabloCojuelo, ni Náufraga, ni Mayte0, ni Simbad, ni FlorDelMal, ni FOS, ni Gorka, Reuben, Schoff y tantos otros.
Durante dos años conseguí un espacio mío. La red es muy amplia, pero se asemeja a los bares: en pocos te sientes como en casa. La historia nunca acabó. Somos lo que somos, pero la irrealidad no ayuda. Y pusimos demasiado de nosotros mismos, todos. Y sentimos. Nos hicimos amigos. Amé y me amaron.
Nunca se me dio bien olvidar. Nunca se me dio bien cuando sé que todo continúa. Que hubo dos lugares, en el mismo sitio; que uno cerró y que otro sigue, languideciendo, dando los últimos estertores, que duran demasiado ya. Y cuando la curiosidad me puede, me encuentro con que lo que me dañó ya no me importa, pero que sigue existiendo gente que es capaz de pulsarme las teclas; de hacerme reír y llorar en dos segundos, de conseguir que añore brutalmente. De volver a tener miedo a la irrealidad de quien llega después y me recuerda que puede aparecer y desaparecer, rotundamente sí, y que haré mal si no lo tengo en cuenta.
Ya lo decían: nada me han enseñado los años: siempre caigo en los mismos errores.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/22/2006 09:57:00 p. m.
miércoles, 21 de junio de 2006
Un héroe de nuestro tiempo
7 comentaronAhí sigue, el tío. Aún no se ha vuelto un mercenario de la tiza, de esos que entran en el aula como quien ficha donde ni le va ni le viene. Tal vez porque todavía es joven, o porque es optimista, o porque tuvo un profesor que alentó su amor por las letras y la Historia, cree que siempre hay justos que merecen salvarse aunque llueva pedrisco rojo sobre Sodoma. Por eso, cada día, pese a todo, sigue vistiéndose para ir a sus clases de Geografía e Historia en el instituto con la misma decisión con la que sus admirados héroes, los que descubrió en los libros entre versos de la Ilíada, se ponían la broncínea loriga y el tremolante casco, antes de pelear por una mujer o por una ciudad bajo las murallas de Troya. Dicho en tres palabras: todavía tiene fe.
Aún no ha llegado a despreciarlos: sabe que la mayor parte son buenos chicos, con ganas de agradar y de jugar. Tienen unas faltas de ortografía y una pobreza de expresión oral y escrita estremecedoras, y también una escalofriante falta de educación familiar. Sin embargo, merecen que se luche por ellos. Está seguro de eso, aunque algunos sean bárbaros rematados, aunque los padres hayan perdido todo respeto a los profesores, a sus hijos y a sí mismos. «Voy a tener que plantearme quitarle de su habitación la play-station y la tele», le comentaba una madre hace pocas semanas. Dispuesta, al fin, tras decirle por enésima vez que lo de su hijo estaba en un callejón sin salida, a plantearse el asunto. La buena señora. Preocupada por su niño, claro. Desasosegada, incluso. Faltaría más. La ejemplar ciudadana.
Pero, como digo, no los desprecia. Lo conmueven todavía sus expresiones cada vez que les explica algo y comprenden, y se dan con el codo unos a otros, y piden a los alborotadores que dejen al profesor acabar lo que está contando. Lo hacen estremecerse de júbilo las miradas de inteligencia que cambian entre ellos cuando algo, un hecho, un personaje, llama de veras su atención. Entonces se vuelven lo que son todavía: maravillosamente apasionados, generosos, ávidos de saber y de transmitir lo que saben a los demás.
En ocasiones, claro, se le cae el alma a los pies. El «a ver qué hacemos todo el día con él en casa», como única reacción de unos padres ante la expulsión de su hijo por vandalismo. Por suerte, a él nunca se le ha encarado un chico, ni amenazado con darle un par de hostias, ni se las han dado, el alumno o los padres, como a otros compañeros. Tampoco ha leído todavía el texto de la nueva ley de Educación, pero tiene la certeza de que los alumnos que no abran un libro seguirán siendo tratados exactamente igual que los que se esfuercen, a fin de que las ministras correspondientes, o quien se tercie, puedan afirmar imperturbables que lo del informe Pisa no tiene importancia, y que pese a los alarmistas y a los agoreros, los escolares españoles saben hacer perfectamente la O con un canuto. Mucho mejor, incluso, que los desgraciados de Portugal y Grecia, que están todavía peor. Etcétera.
Y sin embargo, cuando siente la tentación de presentarse en el ministerio o en la consejería correspondiente con una escopeta y una caja de postas –«Hola, buenas, aquí les traigo una reforma educativa del calibre doce»–, se consuela pensando en lo que sí consigue. Y entonces recuerda la expresión de sus alumnos cuando les explica cómo Howard Carter entró, emocionado, con una vela en la cámara funeraria de la tumba de Tutankhamon; o cómo unos valientes monjes robaron a los chinos el secreto de la seda; o cómo vendieron caras sus vidas los trescientos espartanos de las Térmópilas, fieles a su patria y a sus leyes; o cómo un impresor alemán y un juego de letras móviles cambiaron la historia de la Humanidad; o cómo unos baturros testarudos, con una bota de vino y una guitarra, tuvieron en jaque a las puertas de su ciudad, peleando casa por casa, al más grande e inmortal ejército que se paseó por el suelo de Europa. Y así, después de contarles todo eso, de hacer que lo relacionen con las películas que han visto, la música que escuchan y la televisión que ven, considera una victoria cada vez que los oye discutir entre ellos, desarrollar ideas, situaciones que él, con paciente habilidad, como un cazador antiguo que arme su trampa con astucia infinita, ha ido disponiendo a su paso. Entonces se siente bien, orgulloso de su trabajo y de sus alumnos, y se mira en el espejo por la noche, al lavarse los dientes, pensando que tal vez merezca la pena.
El Semanal, 25 de junio de 2006. Arturo Pérez-Reverte, que me ha hecho, sin saberlo, un magnífico regalo de cumpleaños.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/21/2006 10:47:00 p. m.
Etiquetas: Palabras
Se van en verano los veinte
6 comentaron Pues sí. Quién nos lo iba a decir cuando llegaran los treinta. ¿Dan demasiado miedo las cifras redondas o sólo ésta, que nos recuerda que ya debíamos ser adultas? Nos pienso hace doce años, con la inconsciencia que da la sensación de comenzar a construir el futuro. Y hace seis, al otro lado del mar, adaptándonos a vivir juntas, el Baygon como compañero inseparable, la música siempre, los periódicos tirados en el sofá (sigo siendo desordenada, qué creías), las noches de insomnio, los miles de tés y jeringos y pañuelos que se quedaron para siempre en las caderas, las coreografías en La Vaca (¡Mamma mia!)... ¿Realmente hemos cambiado tanto? ¿No seguimos en lo mismo: en intentar entender el mundo, en dibujarlo con palabras, en hallar el vocablo preciso e íntimo que nos despierte; en construir un espacio único, amueblarlo como se pueda, recoger los escombros cada cierto tiempo? Porque nos recuerdo, ya te digo, con dieciocho. La misma contundencia y las mismas locuras, aunque (es cierto) ni tú ni yo aguantemos ya noches de doce horas y aunque las locuras han pasado a ser una cosa incierta llamada "proyectos".
Sé que si no hubiera comenzado a trabajar seis días antes de mis treinta, el tono de este escrito sería bien distinto, porque mi cerebro y el de Peter Pan se hubieran fundido sin remedio. Sin embargo, no es el deseo de no crecer: contra eso no quiero hacer nada (aunque cada uno se autodestruye como puede). Es la certeza de que crecer no era esto. De que nadie nos advirtió. De que tuvimos que darnos cuenta en medio de plantes, huelgas, jornadas de catorce horas, inseguridad laboral y cuidades en las que a menudo no quisimos vivir. Llegaron los amigos con fecha de caducidad, las carreteras eternas, las crisis de pareja (o el no encontrarla nunca, que también es algo que llega), el sentirse en tierra extraña y el aprender, al final, que los lugares y las personas se llevan dentro. Cambiaron los cuerpos: lo afirman rotundas las fotografías. Y tengo doce años más, tendré doce años más dentro de nada: abandonaré los 29 y me sigo viendo igual de perdida...
No aprendí a quererme más, porque nunca supe qué era eso. Sólo publico textos periodísticos porque sigue dándome tanta vergüenza que me lean como cuando tenía ocho años y escribía en clase. También dispongo de casas y me apropié de algunas ciudades del centro al sur. Fui amiga y sigo siéndolo porque hay quien permanece a pesar de las caducidades y los kilómetros. Me enamoré y conseguí olvidar, aunque de vez en cuando me pique la cicatriz. Y sigo recordando las palabras de Vanesa el último año de Facultad: "Todos hemos cambiado, pero tú te llevas la palma". Descubrí que soy ingenua. Sigo sintiendo vértigo ante los abismos. Me procuré unos cuantos refugios, unos cuantos bares, unas cuantas noches de luna llena. Sigo echando de menos el mar. Viajé con la mente porque con el cuerpo me fue imposible. Creé un blog para que mis amigos me espiaran. Hice muchas maletas, pero nunca aprendí a llevar una casa. Conocí dos pieles. Vi crecer a niños a destiempo. Creí y descreí. Se me desmontaron todos los esquemas. Aprendí a darme del todo.
No sé si es buen baremo para estos treinta.
A Arwen, que me pidió un texto más.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/21/2006 08:20:00 p. m.
Etiquetas: Arwen
martes, 20 de junio de 2006
Esos maravillosos 30
4 comentaronAquí están. Nunca pensaste que pudieran llegar tan pronto pero, efectivamente, hace 30 años que naciste. Tampoco pensaste que, al llegar, fueran a notarse en tu rostro, y puede que tu cara disimule, pero esas primeras (o nuevas) canas que empiezan, no a dorar tu cabellera, sino a aclararla hacia la vejez no dejan lugar a dudas, como tampoco lo dejan la celulitis, la falta de flexibilidad, que ya no trasnochas como antes...: empiezas década de nuevo.
La verdad es que después de esa absurda crisis de los 25 ¡a los 24!, cumplir años no ha estado mal, y ahora no va a empezar a estarlo. Sin embargo, está claro que un número tan redondo incita a la reflexión, a pararse, siquiera por un instante, y pensar sobre uno mismo. Podría adentrarme en caminos tan complicados como adónde voy, de dónde vengo, pero me conformo con plantearme si a los 20 me habría creído que, diez años después, apenas habría avanzado unos pasos en este intrincado mundo de la edad adulta.
Porque, voy a ser sincera. Creo que en el plano mental (jua jua) hemos adelantado bastante, hemos superado traumas, hemos dejado atrás complejos y hemos comenzado a vivir NUESTRA vida porque era nuestra y a nuestra manera (más o menos y a pesar de los padres).
Sin embargo, ¿de verdad nos creeríamos, en esos dulces 20, que el trabajo iba a seguir siendo nuestra preocupación ¡ocho años después de terminar la carrera!?¿Nos íbamos a tragar que el piso sería nuestro sueño casi inalcanzable? (las afortunadas estáis hasta las cejas, no sé si eso es tener un piso o que os tenga él encerradas) ¿Estaríamos dispuestas a todo ese esfuerzo (lo digo por las trece o catorce horas diarias currando) para seguir oyendo las mismas exigencias con el mismo sueldo diez años después?
Creo que no. Entonces, si nosotras no lo creeríamos y casi no lo creemos ahora, ¿qué porras estamos haciendo? ¿Cumplir años nada más?
Eso sería demasiado fácil de pensar y, teniendo en cuenta que llevamos vivido casi un tercio de nuestra vida (pienso ser longeva y ser una tía abuela de lo más marchosa), tampoco es tan malo el balance, al menos en lo personal.
No conocí el mundo, pero conseguí crear el mío propio: amigos, pareja, música, libros...Y aún me quedan 60 años para viajar.
No me hice famosa escribiendo, pero escribí muchas cosas que me ha merecido la pena contar, sobre todo historias que han ayudado a algunas personas y que me han ayudado a mí a ampliar mi visión del mundo.
No tengo una casa...Tengo muchas, las de los amigos, las de la familia, y hogares en casi todos esos sitios, porque me siento querida (que también es un logro, ¿o no?).
Y podría tener muchos motivos para deprimirme, sobre todo yo, de bajones fáciles, pero creo que también para sonreír, porque, a pesar de todo, seguimos en la brecha y sigo asombrándome y cabreándome por las injusticias, lo que no sólo quiere decir que estoy viva, sino que estoy dispuesta a seguir en mi lucha por el mundo que quiero.... No sé, si lo miras así, tampoco son tantos los 30 y las canas ¡hasta me están gustando!
Arwen
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/20/2006 10:14:00 p. m.
Etiquetas: Arwen
viernes, 16 de junio de 2006
Como Mary Wollstonecraft
11 comentaron(Hace tres días escribí un texto en DXC que no quiero perder, en el hilo Caravana de Mujeres, redactado para pedir a gritos féminas y más féminas en la página, y que posteo de nuevo aquí).
Este hilo era de Caravana de Mujeres, ¿no? Una caravana de mujeres que llega a un pueblo todas con sus gorritos, sus faldas vaporosas, nada adecuadas para la vida en el rancho, a los que los hombres miran babeando cual perra de Paulov, porque las carencias son muchas y agudizan las necesidades… Pero supongo que se podrá elegir, ¿no? Y que puestos a pedir, señores de DXC, y teniendo en cuenta que, tratándose de nicks, todo parecido con la realidad puede ser pura coincidencia, quiero a un hombre que tenga, no necesariamente por este orden:
...la agudeza de zorpiento, el detallismo de bluegardenia, la ironía de Jacob, la jocosidad brutal de Tragamuvis, el humor de m0ntaraz, el saber estar de David_Holm, el feminismo de Wladimirito, la bondad de Alonso_Quijano, la inteligencia de Vertigo, la apertura de pickpocket, la valentía de karma7, la capacidad de trabajo de raul2010, el gamberreo de elPadrino, la ternura de SUBLIMOTRUST, la contundencia ruda de KeyserSoze, la cultura musical de jemenfous, la serenidad de CKDexterHaven, la clarividencia de ciruja, el arrojo de FLaC, la manera de regresar de ShooCat (por la puerta grande, sí señor), el gusto de tirapalla diseñando (puede servir para el futuro hogar, chicas), el entusiasmo de jorgito24, la inquietud de Dakwel, la forma de estar pendiente sin que se note (aunque se nota) de acg110080… y la libertad que me da spione en nuestro matrimonio (que no sé si es libertad o indiferencia). Etc. etc. …
y, condición sine qua non, las manos siempre tendidas de doodle , la elegancia para capear temporales de Tuppence, la sabiduría de always, la claridad de Felicia y la mente abierta de Blomac...
…y la cara de George Clooney o Montgomery Clift (o la cara de Monty y la orientación sexual de Clooney), el morbo de Willem Dafoe, el envejecer de Paul Newman, los ojos de Gregory Peck, la versatilidad de Spencer Tracy (y su lealtad a la amante o a la mujer no oficial), la agudeza de Woody Allen, la risa delirante de los hermanos Marx, la mirada de James Stewart, la voz de Robert Mitchum, la presencia de Marlon Brando, la elegancia de Michael Caine, el compromiso de Tim Robbins y la mala hostia de Sean Penn.
Lo sé, lo sé: estoy pidiendo la luna…
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/16/2006 10:41:00 p. m.
Etiquetas: DXC
martes, 13 de junio de 2006
Una página
9 comentaronEs lo que tiene Internet. Se cae una página, a la que le quitaron el shout pero dejaron el chat, y de pronto, esas ventanitas, siempre tan vacías, se llenan de repente de nicks conocidos, y queridos, aunque no sepamos nada de las personas que teclean al otro lado de la pantalla. Jacob, pickpocket, CKDexterHaven, m0ntaraz, hattusil, tirapalla, Foratul, doodle, Felicia, laurahunt... preguntando si se sabe algo, para cuándo estará operativo el foro, qué ha ocurrido... como si los demás fuéramos adivinos, como si no estuviéramos contribuyendo al mal funcionamiento de la página dándole a F5 una y otra vez, porque esperamos que sea una falsa alarma, que todo esté en su sitio en la red.
Porque la red es vasta, sí, pero al final somos cuatro gatos (¿verdad, Shoo?) y andamos siempre por los mismos lugares... cuando no nos quitan los caminos.
Un saludo a todos. Es un placer estar con vosotros.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/13/2006 12:11:00 a. m.
martes, 6 de junio de 2006
Tú
6 comentaronEres deseo, proyecto y búsqueda. Aún no has nacido. Eso significa que falta aún mucho para que comiencen a multiplicarse células y más células en un cuerpo que no será tuyo pero que acabará formando lo que quiera que seas. El cómo seas dependerá de ti: no sólo de ti, desde luego, pero de ti también: de lo que vivas, del concepto que tengas (de tus padres, de tus amigos, del mundo). Lo único que sé de ti son tus posibles nombres (que no se te olvide nunca: nombrar algo es poseerlo). No conozco nada más. No puedo contarte tu historia. Pero sí voy a narrarte la suya.
La llamarás mamá y para ti sólo será eso. Y cuando, dentro de quince años, año arriba año abajo, veas a sus amigos, que te reñirán como si te hubieran parido ellos, pensarás que no tienen ni idea: que a ti no te queda nada por aprender, que pasarás el resto de tu vida con las rentas de esa primera década y media. Pero no voy a hablarte de lo que sabrás: eso corre de tu cuenta. Lo único que podemos hacer nosotros es ponerte en la mano unos cuantos libros y algunas palabras que te sonarán viejas.
Prometí contarte una historia. Lo hice una vez, con una niña que ahora tiene seis o siete años (quizá ocho, hace mucho que no la veo salvo en fotografías: de lo puto que es el dinero, o su falta, ya te darás cuenta tú): le hablé de su padre. A su padre y a tu madre los conocí por la misma época, en el mismo sitio de la misma ciudad. Ha pasado más de una década, así que podría decirte que la he visto crecer. O que he crecido con ella. O que nos hemos crecido mutuamente.
Para ti será mamá. No será hermana, no será hija, no será amiga (no lo será: los padres nunca son amigos). Así que hasta que no seas muy mayor desconocerás ciertas cosas: algunas no las sabrás nunca y no sé si es mejor que sea así. Pero, ahí donde la ves, o la verás, estricta (porque lo será y me partiré de risa cuando la vea), disciplinada, metódica... tendré que contarte que esa mujer conduce como una macarra, tenía un miedo atroz de lo que yo pudiera decirle cuando me contó (hoy: cuando me ha contado hoy) que te estaba buscando (y aun así he sido la primera en saberlo) y se ha liado la manta a la cabeza más veces de lo que quizá tú lo hagas nunca (si eres hombre: si eres mujer, lo mismo la superas).
Quizá sí sepas que me pacifica y que me hace reír. Y que me mira de un modo que me hace imposible ocultarle nada (a mí, que sólo cuento lo contable). Que la he buscado siempre que las fuerzas han fallado (porque fallan muchas veces) y que ha estado pendiente en todo momento. Quizá sí conozcas su tremenda implicación con la gente a la que ama y que la ama (somos unos cuantos, desperdigados por el mundo), cómo nos protege y nos mima. Pero, como serás su hijo y a los hijos hay que domesticarlos, también conocerás un genio que yo me he salvado mucho de sufrir. Váyase lo uno por lo otro: lo otro es que se levantará por las noches en cuanto te oiga respirar medio milisegundo más desacompasado de lo normal; que no dormirá si tienes fiebre o hace frío y que tampoco dormirá después, cuando no sepa lo que te ocurre, ni con quién andas, ni con qué clase de persona perderás la virginidad. Ni mucho después tampoco, cuando decidas vivir con alguien o vivir solo; cuando te rompan el corazón una y mil veces; cuando lleguen los desengaños, las traiciones y las dudas. Le deberás muchas horas de sueño, tú, y eso no se lo podrás pagar nunca, salvo con tu reconocimiento y con tu lealtad.
Y no es porque te haya dado la vida, y una educación y un futuro y... No es por eso, o no es sólo por eso. Se trata también de que puedas, algún día, reconocer lo que ella es. La alegría vital de esa mujer a la que verás mayor, de la que pensarás que no entiende lo que te ocurre o que de estos temas con mi madre no se puede hablar. Es triste eso: que quizá no llegues a descubrir que su comprensión es más grande que su miedo. Y que lo puede todo y que cuando no ha sido capaz, los demás hemos recogido los pedazos, los hemos recompuesto como buenamente hemos podido y aquí paz y después gloria. Y que un día llegó tu padre y le recuperó el brillo en los ojos, la risa y las ganas.
Por eso cuando veo a ese hombre paciente, que llena la casa de galletas, chocolate y bebidas cuando yo voy, como si fuera fiesta grande, siento alivio. Porque supo llegar y supo quedarse y supo hacer más. El mundo se compone de pequeños gestos: una mirada, una historia de amor, un beso en la boca, emborracharte con tus amigos, viajar, construir espacios. De eso nace la gente. Y por eso sobrevive.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/06/2006 10:39:00 p. m.
Etiquetas: Hugo, Maricarmen, Niños
sábado, 3 de junio de 2006
La habitación cerrada
2 comentaronVagabundeé mentalmente durante varias semanas, buscando la manera de empezar. Toda vida es inexplicable me repetía. Por muchos hechos que cuenten; por muchos datos que se muestren, lo esencial se resiste a ser contado. Decir que fulanito nació aquí y fue allá; que hizo esto y aquello, que se casó con esta mujer y tuvo estos hijos, que vivió, que murió, que dejo tras sí estos libros o esta batalla o ese puente, nada de eso nos dice mucho. Todos queremos que nos cuenten historias, y las escuchamos del mismo modo que las escuchábamos de niños. Nos imaginamos la verdadera historia dentro de las palabras y para hacer esto sustituimos a la persona del relato, fingiendo que podemos entenderle porque nos entendemos a nosotros mismos. Esto es una superchería. Existimos para nosotros mismos, quizá, y a veces incluso vislumbramos quiénes somos, pero al final nunca podemos estar seguros, y mientras nuestras vidas continúan; nos volvemos cada vez más opacos; más y más conscientes de nuestra propia incoherencia. Nadie puede cruzar la frontera que lo separa del otro por la sencilla razón de que nadie puede tener acceso a si mismo.
Paul Auster. La habitación cerrada, de Trilogía de Nueva York.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
6/03/2006 03:51:00 p. m.
Etiquetas: Palabras, Paul Auster
miércoles, 31 de mayo de 2006
Fantasmas
0 comentaronHay gente de la que no se vuelve nunca. Personas que surgen de repente, cuando cambia el viento, desenterradas de la memoria por un azar que nunca es azaroso, ni imprevisible del todo, ni inesperado. Llegan con ciertas estaciones, cuando se habla de ciertos temas, cuando la memoria se vuelve un ejercicio indispensable, cuando el cuerpo decide que las heridas han de sangrar aún más de lo que se vertieron hace años, o décadas, o siglos.
Todos tenemos fantasmas. Los monstruos también mueren, me escribieron hace tiempo en la dedicatoria de un libro por leer. Mueren los monstruos ajenos; los que pertenecen a casi cada individuo de cada época, los que han llegado a formar parte del imaginario colectivo, por razones históricas, vitales, de destrucción y muerte. Pero no los propios: los que traen la vergüenza o la culpa. Esos aparecen siempre, a poco que uno se descuide, reflejados en otra gente, otras circunstancias, otras vidas. Trayendo de golpe el dolor, el sonrojo, la tristeza o la rabia.
También hay lugares de los que no se vuelve nunca. Pero eso es otra historia.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
5/31/2006 11:54:00 p. m.
Etiquetas: m0ntaraz
viernes, 26 de mayo de 2006
En contra
1 comentaronLa esperanza y las dudas. Hay culturas que viven de ellas. Hay quien se pasa la vida esperando. Y quien ni siquiera se da cuenta. Quien se deja arrastrar por la comodidad de lo conocido. Quien es capaz de hacer proyectos.
Quizá eso se enseñe: la inutilidad de la apatía; la necesidad de seguir buscando, de avanzar, de conseguirlo. De ir dando pasos. De desligarse de lo que ya no nos sirve. De tener paciencia. De quererlo todo. De poder decidir, de saber que se poseen todos los elementos necesarios para decidir. De no suponer que la vida la determinan no se sabe qué clase de circunstancias ni de fuerzas. De olvidar los esto es así y ya está o los esto ha de ser así y punto.
¿Se aprende a eso cuando todo va en contra?
Publicado por
Los viajes que no hice
en
5/26/2006 07:38:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
viernes, 5 de mayo de 2006
Re-naciendo
1 comentaronHabla serena. Ha dejado de estar protegida. Abandona su capullo conocido, la rutina maltrecha, la extrañeza de lo cotidiano, la vida conocida y apresable, el escudo contra todos los males y contra todos los esfuerzos. Se ha levantado y ha visto.
La lucidez es dura. Pero el mar está en calma. Ha descubierto que no hay nada terrible. Que las tormentas son deseables. Que sólo se avanza con motivos propios. Que puede deshacerse de todo lo que no guardaría en una mochila roja. Que merece la pena, por fin, volver a conocerse, recuperarse, afrontar las ganas, la ilusión, y su pérdida. Hacer planes absurdos, sola. Salir a caminar por la calle. Construir un espacio para la gente, encontrar casa, bucear en la palabra, emborracharse con amigos, reír hasta que le duela el alma y saber llorar por lo importante.
Quedarán grietas y miedos. Podrán reconstruirse y espantarse. Quizá consiga no echarse tanto de menos. Asumir la que es. Reencontrar la que fue, algunas partes de la que fue. Interiorizar la inocencia, las ganas y las dudas. Saberlas enteras. Dejar de añorarse. Conformar los mapas. Descubrir los caminos.
Sabrá despojarse. Jamás la incertidumbre fue tan deseada. Nunca un “no sé” sólo significó mil posibilidades y no desconocimiento, no parálisis, no abandono. Nada la salvará del desgarro, de la euforia, de la búsqueda.
Se acabó la vida conocida. Bienvenida al mundo, de nuevo.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
5/05/2006 04:23:00 p. m.
Etiquetas: Sonia
jueves, 4 de mayo de 2006
Crecer no era esto
0 comentaronVoy recuperando memoria: no sé dónde está la que fui, ni sé por qué el crecimiento nos hizo tan dispares. Se acerca junio y cumplo años. No hago balance. No me siento conmigo (hace años que no me siento conmigo). Ni ganas, que conste. Pero recuerdo la oscuridad natural, la inocencia de más tarde, el miedo sempiterno, el asombro constante, la curiosidad por unas pocas cosas (pocas), los esquemas vueltos del revés y del derecho, la reconstrucción, todos los abismos.
Voy perdiendo memoria. Encontré planes, botellas de vino, días de campo, niños pequeños, paseos largos, restaurantes, algún que otro cuerpo y algún que otro mar. Hallé ciudades, tuve bares por casa, confié en la palabra. Lloré mucho (no se muere de amor). Fui feliz muchas veces.
No recuerdo mis años. No sé si se cayeron.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
5/04/2006 10:42:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
martes, 2 de mayo de 2006
Duele
0 comentaron
Todavía duele.
La tarde, la herida.
La nota de mi pulso
vibrando, única, duele.
Y si pongo el dedo en los labios o
si pongo el dedo en la herida
es lo mismo.
Azul. Transparente y azul como un zumbido.
Si tuviera que poner margen
a aquella tarde
a esta herida
no podría.
Las manos que olvidaron las caricias
los labios que no saben ya de besos
hoy duelen como duelen los derribos
como duelen las guerras
y los naufragios
y los desahucios
y los exilios...
Beatriz Batanete.
(Ellos dos ya saben).
Cuadro: El naufragio de "La Esperanza", de Caspar David Friedrich.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
5/02/2006 09:35:00 p. m.
Etiquetas: Beatriz Batanete, Ferdie, Palabras, Sonia
"Paisaje invisible de calle conocida"
2 comentaron"Nadie, supongo, admite verdaderamente la existencia real de otra persona. Puede conceder que esa persona esté viva, que sienta y piense como él; pero habrá siempre un elemento anónimo de diferencia, una desventaja materializada. (....) Los demás no son para nosotros más que paisaje y, casi siempre, paisaje invisible de calle conocida".
Fernando Pessoa. Libro del desasosiego.
Es algo extraño, y digno de admiración, decía Dickens (y cito de memoria), que cualquier persona, desde el monarca hasta el esclavo, esté constituido de tal modo que siempre haya de ser un misterio y un secreto para todos sus semejantes. Quizá por eso escribimos: no como una manera de apresar a los demás, sino a nosotros mismos. Camino con gente vieja. Vuelvo la vista y ahí están: veo fotos antiguas, de cuando éramos diez o doce años, quince, más jóvenes (de cuando el mundo se podía apresar entre las palmas de las manos). Y me asombra que sigan. Y me asombra esa extrañeza. Ese misterio de lo cotidiano. Esa necesidad de poner todos los misterios en común. De mostrar lo que eres, lo que querrías, lo que vales, lo que sueñas, los deseos, las anécdotas. Son calle conocida. Puede que invisible, pero transitable.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
5/02/2006 06:56:00 p. m.
Etiquetas: Charles Dickens, Fernando Pessoa, Palabras
miércoles, 12 de abril de 2006
De nuevo en los andenes
2 comentaron
Vuelvo a escribir en las estaciones, recorro kilómetros sin detenerme demasiado en ningún sitio. Consumo más tabaco del que debería, me estreso, me río. Abomino de la descoordinación y de la falta de transporte en esta tierra llena de carreteras maltrechas. Regresan los horarios intempestivos y el cansancio acumulado y las (escasas) horas de sueño entrecortadas. El mercado laboral se me ha resistido siempre. Es imprescindible para la subsistencia, aunque jamás vaya a arrepentirme de haber pasado poco tiempo en redacción alguna. Esa incoherencia es la que se me escapa: pasar tantas horas donde uno no debería estar. Hoy Marcial me contaba que el momento más feliz de su jornada es cuando llega a casa y ve a sus dos hijas. Pero que le encanta su profesión, que le apasiona grabar planos: a pesar de no tener horarios, a pesar del sueldo, de la precariedad, del agotamiento de los músculos. Y sí, es cierto: lo urgente reemplaza a lo importante, pero la urgencia también nos gusta. Nos disparan la adrenalina el frenesí, la desigualdad de los días, la imprevisibilidad de los hechos, la producción, el desenlace. Quizá sea producto de alguna disfunción neuroquímica, quién lo sabe, pero no hayotra salida. O no la conocemos o no queremos verla. No sé hacer otra cosa, nos decimos; pero es falso. Todos valemos para cualquier otra cosa. No para la inseguridad, para la precariedad, para el desarraigo, las maletas, las relaciones abortadas, la frustración ni la pobreza. Y sin embargo...
Publicado por
Los viajes que no hice
en
4/12/2006 04:52:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
domingo, 19 de febrero de 2006
miércoles, 15 de febrero de 2006
Hay quien no sabe decir no.
Hay a quien no le dejan ni sus circunstancias ni su carácter ni su vida.
El ovillo los enreda; los demás deciden por ellos; se dejan arrastrar y ni siquiera puede decirse que no se estén dando cuenta. A los demás no nos queda ese consuelo. Porque saben lo que hacen: conocen de qué manera se meten en la boca del lobo y cuál sería la mejor manera de salir antes de que fuera demasiado tarde.
El único problema es que son incapaces.
Y ni siquiera sé por qué.
Pero duele. De todos modos, duele.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
2/15/2006 05:21:00 p. m.
Etiquetas: Jero
domingo, 12 de febrero de 2006
Caminos
0 comentaronSoy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.
John Kennedy Toole. La conjura de los necios.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
2/12/2006 11:02:00 p. m.
Etiquetas: Jero
sábado, 11 de febrero de 2006
Espacios
1 comentaron
Publicado por
Los viajes que no hice
en
2/11/2006 04:12:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante, Octavio Paz
jueves, 9 de febrero de 2006
Amando
3 comentaronEl amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro, el tiempo y el tiempo después. Nosotros no tenemos ninguno. Alrededor nuestro sólo hundirse de estrellas. Destellos y silencio. Mas la canción por encima del polvo después nos superará.
Ingeborg Bachmann. Invocación a la Osa Mayor
Permanece así, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia tu sexo, te lo ruego despacio, es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin.
Alessandro Baricco. Seda.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
2/09/2006 12:30:00 a. m.
Etiquetas: Alessandro Baricco, Ingeborg Bachmann, Palabras
jueves, 2 de febrero de 2006
Ellos
5 comentaronNo tienen nivel. Sólo piensan en ordenadores. Su inteligencia es mínima. Son violentos. No les interesa nada. Eso dicen. Ésa es la imagen que tienen los demás.
Y lo cierto es que no son diferentes a como éramos nosotros. Aunque hayan pasado doce años y existan los móviles, el messenger, las web cam y los vídeos integrados en cámaras digitales. Y aunque haya modas, más o menos violentas, más o menos horribles, como pegarle a alguien y grabarlo en el teléfono (¿es una moda o simplemente es producto de la incapacidad para ser empático a ciertas edades? ¿esconde algo más o será sólo algo de lo que se avergüencen horriblemente más tarde?).
Es agotador, es un juego de malabares y, cuando acaba la jornada, siempre te preguntas si deberías haber dicho esto o aquello. Preguntan y respondes, pero no sabes si respondes bien o no. Si lo que se espera de ti es eso: ellos sí, desde luego. Pero ¿y sus padres, y el resto de profesores, y la administración desentendida?
Ha sido hermoso, eso sí. Y les echo de menos.
Publicado por
Los viajes que no hice
en
2/02/2006 03:27:00 p. m.
Etiquetas: Educación
miércoles, 11 de enero de 2006
El Niño
0 comentaron
Kitt le acompaña cuando se pone, meneando la cola y esperando, paciente, el tiempo de empapar la jeringuilla y mover el émbolo en la base de una lata de cerveza. Pinta una cicatriz en el hocico, de cuando saltó una valla de concertina para socorrer a su amo, que discutía con la familia de la gitana que quiso llevárselo al huerto, y que se curó al aire, sin veterinario alguno, porque quien no tiene qué comer no tiene pa' pagar. Fran, el Niño, treinta años de calle mal aprovechados, recauda dinero para irse de vacaciones durante dos meses, en los que Kitt sigue recorriendo las calles de Sevilla, buscándose la vida educadamente y huyendo de los lazos de la perrera, por la acera y por la sombra. También escapa de los amigos de su dueño, para los que no hay otra ocupación que mortificarlo propinándole patadas, sin miedo a que ese pastor alemán enseñe los dientes porque saben que conoce la muerte que tendría si lo hiciera. Cuando regresa el Niño, tocan dos días de peleas y jaleos, quién le ha hecho eso al perro, que es la única compañía leal que tiene. Sólo entonces Kitt ladra, olvidadas ya todas las afrentas, feliz el alma de verle de nuevo.
Le recogió cuando ambos eran cachorros, hace siete años, y a menudo se pregunta quién faltará antes, si Kitt o él, porque la existencia de excesos que llevan los dos no ofrece demasiadas garantías. Siempre podría buscar a otro, pero esa traición no se le pasa por la cabeza. Incluso enmonado, Fran sigue siendo cariñoso y tierno.
Cuando le conocí, me regaló una postal de la Virgen Macarena y una fotografía en cartón del Gran Poder, a ver si nos ayudan en algo y me sacan de esta mierda, que me dedicó a vuelapluma con una letra limpia y clara. Es el único yonki que jamás me ha pedido dinero, ni tabaco, ni jeringas. Ni la calle ni el talego han conseguido transformarle la inocencia en amargura. El agua se la compra, porque se niega a molestar a los camareros, que podrían dársela gratis, están trabajando y bastante tienen ya con lo que tienen, y regresa del comercio con una bolsa de gominolas, que me tiende sin decir palabra, pero con una medio sonrisa lobuna en los labios. Luego se van, a lo suyo, quédate con el perro, que eres la única que me lo cuida; insulina nueva, supongo; no, pero es mía. Y regresa, diez minutos más tarde, con un punto en las pupilas, qué malo es esto, qué malo es esto. Cuando se le pase el subidón, tomaremos un café y podremos hablar tranquilamente, que es un desperdicio que un tío como él lleve la vida que vive.
Le vi en la Feria por última vez, de madrugada, maqueado y limpio. Me emborrachó gratis a base de manzanilla y flamenco y abrazos: me contó, todo orgulloso, que ha cambiado la insulina por la plata, que se ha hecho la prueba del sida y está libre por ahora y que este año no se va de vacaciones porque tiene que cuidar de Kitt y cada vez que regresa salen malparados. Me lo llevé a la sombra y le miré a los ojos, otra vez dos alfileres, y solté un bufido, anda que estamos buenos. Y levantó la cabeza, como tantas otras veces, yo de esto me tengo que quitar, te juro que me tengo que quitar…
Publicado por
Los viajes que no hice
en
1/11/2006 12:47:00 a. m.
Etiquetas: Fran Alcarranza