Todavía duele.
La tarde, la herida.
La nota de mi pulso
vibrando, única, duele.
Y si pongo el dedo en los labios o
si pongo el dedo en la herida
es lo mismo.
Azul. Transparente y azul como un zumbido.
Si tuviera que poner margen
a aquella tarde
a esta herida
no podría.
Las manos que olvidaron las caricias
los labios que no saben ya de besos
hoy duelen como duelen los derribos
como duelen las guerras
y los naufragios
y los desahucios
y los exilios...
Beatriz Batanete.
(Ellos dos ya saben).
Cuadro: El naufragio de "La Esperanza", de Caspar David Friedrich.
Guillermo
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En octubre de 1990 me matriculé en la Escuela Idiomas para profundizar lo
que sabía de alguna lengua y empezar con otras. En la clase de primero de
franc...
Hace 1 semana
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