Hay una historia de los pies. De zapatillas azules y temblores de manos y de voz. Los encuentros y los desencuentros funcionan así: hay que adaptar los ritmos, aprender a mezclar dos soledades pobladas, aventar los fantasmas, repensar el futuro para asumir el pasado. Es difícil mantener la ficción, la ilusión, a pesar de los kilómetros, las ciudades, el resto de la gente y de las cosas. Es demasiado peso.
Pero a veces uno, o dos, pueden alzarse de sus pies. Para volar no hace falta mucho. Una mirada, una mano que dibuja una piel, tomar conciencia del cuerpo. De cada uno de los poros, de la respiración, de la humedad recobrada, desconocida, asombrosa. Del cosquilleo del agua cuando es capaz de lamerte los dedos como una lengua dulce.
Para volar, quizá, hay que comenzar a despreocuparse de los plazos, del futuro, de los proyectos. Por primera vez. Construir un espacio nómada. Haber aprendido, por fin, el nombre que uno tiene. Sentir los pasos. Saber que el tambaleo, y las caídas, son sólo condiciones del equilibrio. Abandonar el miedo al otro, a las palabras, a lo incontable. Mandar a tomar por culo las convenciones, en la cama y en la vida. Querer gritarlo. Gritarlo todo, siempre, a riesgo de ir a la cárcel por el brillo de la mirada.
No pensar, amor mío.
No pensar en la distancia, ni en el olvido, ni en los mapas eternos, ni en el número que suponen los años, ni en los ayeres, ni en el resto de los cuerpos, ni en las dificultades creadas, ni en lo correcto. Qué más da todo eso. Qué más da si siempre puedes buscar los pies de alguien, sentir que es posible, que todo está por hacer. Imaginar lugares que compartir con otros ojos. Evitar la angustia.
Saberlo ya. Saber de una vez que hay veces que un cuerpo, una lengua, unas manos, una voz lo pueden (realmente lo pueden) absolutamente todo.
Un viaje por el mundo real de Stephen King
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El mundo de Stephen King está en su mente pero se pude tocar. Las novelas
del escritor norteamericano nos trasladan a lugares terroríficos y
fantásticos ...
Hace 3 días
4 comentaron:
Pues es verdad, oye. Me has hecho pensar y darte la razón. ;)
Uff, espero que sí
Te aseguro que en este caso yo también espero que sí...
Seguro que sí. Seguro que ya lo habéis experimentado alguna vez, aunque fuese por poco tiempo... podemos volar y convertirnos en algo ligero capaz de viajar a cualquier lugar si nos lo permitimos, claro. A veces los pies nos hacen retroceder, nos llevan a sitios conocidos. Pero también podemos elevarnos por encima de todo aquello que nos pesa siguiendo los pasos de otro o abriendo nuevos caminos. Aunque no siempre estamos de humor para ello.
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