Vuelvo a escribir en las estaciones, recorro kilómetros sin detenerme demasiado en ningún sitio. Consumo más tabaco del que debería, me estreso, me río. Abomino de la descoordinación y de la falta de transporte en esta tierra llena de carreteras maltrechas. Regresan los horarios intempestivos y el cansancio acumulado y las (escasas) horas de sueño entrecortadas. El mercado laboral se me ha resistido siempre. Es imprescindible para la subsistencia, aunque jamás vaya a arrepentirme de haber pasado poco tiempo en redacción alguna. Esa incoherencia es la que se me escapa: pasar tantas horas donde uno no debería estar. Hoy Marcial me contaba que el momento más feliz de su jornada es cuando llega a casa y ve a sus dos hijas. Pero que le encanta su profesión, que le apasiona grabar planos: a pesar de no tener horarios, a pesar del sueldo, de la precariedad, del agotamiento de los músculos. Y sí, es cierto: lo urgente reemplaza a lo importante, pero la urgencia también nos gusta. Nos disparan la adrenalina el frenesí, la desigualdad de los días, la imprevisibilidad de los hechos, la producción, el desenlace. Quizá sea producto de alguna disfunción neuroquímica, quién lo sabe, pero no hayotra salida. O no la conocemos o no queremos verla. No sé hacer otra cosa, nos decimos; pero es falso. Todos valemos para cualquier otra cosa. No para la inseguridad, para la precariedad, para el desarraigo, las maletas, las relaciones abortadas, la frustración ni la pobreza. Y sin embargo...
miércoles, 12 de abril de 2006
De nuevo en los andenes
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4/12/2006 04:52:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
domingo, 19 de febrero de 2006
miércoles, 15 de febrero de 2006
Hay quien no sabe decir no.
Hay a quien no le dejan ni sus circunstancias ni su carácter ni su vida.
El ovillo los enreda; los demás deciden por ellos; se dejan arrastrar y ni siquiera puede decirse que no se estén dando cuenta. A los demás no nos queda ese consuelo. Porque saben lo que hacen: conocen de qué manera se meten en la boca del lobo y cuál sería la mejor manera de salir antes de que fuera demasiado tarde.
El único problema es que son incapaces.
Y ni siquiera sé por qué.
Pero duele. De todos modos, duele.
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2/15/2006 05:21:00 p. m.
Etiquetas: Jero
domingo, 12 de febrero de 2006
Caminos
0 comentaronSoy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.
John Kennedy Toole. La conjura de los necios.
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2/12/2006 11:02:00 p. m.
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sábado, 11 de febrero de 2006
Espacios
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2/11/2006 04:12:00 p. m.
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jueves, 9 de febrero de 2006
Amando
3 comentaronEl amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro, el tiempo y el tiempo después. Nosotros no tenemos ninguno. Alrededor nuestro sólo hundirse de estrellas. Destellos y silencio. Mas la canción por encima del polvo después nos superará.
Ingeborg Bachmann. Invocación a la Osa Mayor
Permanece así, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia tu sexo, te lo ruego despacio, es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin.
Alessandro Baricco. Seda.
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2/09/2006 12:30:00 a. m.
Etiquetas: Alessandro Baricco, Ingeborg Bachmann, Palabras
jueves, 2 de febrero de 2006
Ellos
5 comentaronNo tienen nivel. Sólo piensan en ordenadores. Su inteligencia es mínima. Son violentos. No les interesa nada. Eso dicen. Ésa es la imagen que tienen los demás.
Y lo cierto es que no son diferentes a como éramos nosotros. Aunque hayan pasado doce años y existan los móviles, el messenger, las web cam y los vídeos integrados en cámaras digitales. Y aunque haya modas, más o menos violentas, más o menos horribles, como pegarle a alguien y grabarlo en el teléfono (¿es una moda o simplemente es producto de la incapacidad para ser empático a ciertas edades? ¿esconde algo más o será sólo algo de lo que se avergüencen horriblemente más tarde?).
Es agotador, es un juego de malabares y, cuando acaba la jornada, siempre te preguntas si deberías haber dicho esto o aquello. Preguntan y respondes, pero no sabes si respondes bien o no. Si lo que se espera de ti es eso: ellos sí, desde luego. Pero ¿y sus padres, y el resto de profesores, y la administración desentendida?
Ha sido hermoso, eso sí. Y les echo de menos.
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2/02/2006 03:27:00 p. m.
Etiquetas: Educación
miércoles, 11 de enero de 2006
El Niño
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Kitt le acompaña cuando se pone, meneando la cola y esperando, paciente, el tiempo de empapar la jeringuilla y mover el émbolo en la base de una lata de cerveza. Pinta una cicatriz en el hocico, de cuando saltó una valla de concertina para socorrer a su amo, que discutía con la familia de la gitana que quiso llevárselo al huerto, y que se curó al aire, sin veterinario alguno, porque quien no tiene qué comer no tiene pa' pagar. Fran, el Niño, treinta años de calle mal aprovechados, recauda dinero para irse de vacaciones durante dos meses, en los que Kitt sigue recorriendo las calles de Sevilla, buscándose la vida educadamente y huyendo de los lazos de la perrera, por la acera y por la sombra. También escapa de los amigos de su dueño, para los que no hay otra ocupación que mortificarlo propinándole patadas, sin miedo a que ese pastor alemán enseñe los dientes porque saben que conoce la muerte que tendría si lo hiciera. Cuando regresa el Niño, tocan dos días de peleas y jaleos, quién le ha hecho eso al perro, que es la única compañía leal que tiene. Sólo entonces Kitt ladra, olvidadas ya todas las afrentas, feliz el alma de verle de nuevo.
Le recogió cuando ambos eran cachorros, hace siete años, y a menudo se pregunta quién faltará antes, si Kitt o él, porque la existencia de excesos que llevan los dos no ofrece demasiadas garantías. Siempre podría buscar a otro, pero esa traición no se le pasa por la cabeza. Incluso enmonado, Fran sigue siendo cariñoso y tierno.
Cuando le conocí, me regaló una postal de la Virgen Macarena y una fotografía en cartón del Gran Poder, a ver si nos ayudan en algo y me sacan de esta mierda, que me dedicó a vuelapluma con una letra limpia y clara. Es el único yonki que jamás me ha pedido dinero, ni tabaco, ni jeringas. Ni la calle ni el talego han conseguido transformarle la inocencia en amargura. El agua se la compra, porque se niega a molestar a los camareros, que podrían dársela gratis, están trabajando y bastante tienen ya con lo que tienen, y regresa del comercio con una bolsa de gominolas, que me tiende sin decir palabra, pero con una medio sonrisa lobuna en los labios. Luego se van, a lo suyo, quédate con el perro, que eres la única que me lo cuida; insulina nueva, supongo; no, pero es mía. Y regresa, diez minutos más tarde, con un punto en las pupilas, qué malo es esto, qué malo es esto. Cuando se le pase el subidón, tomaremos un café y podremos hablar tranquilamente, que es un desperdicio que un tío como él lleve la vida que vive.
Le vi en la Feria por última vez, de madrugada, maqueado y limpio. Me emborrachó gratis a base de manzanilla y flamenco y abrazos: me contó, todo orgulloso, que ha cambiado la insulina por la plata, que se ha hecho la prueba del sida y está libre por ahora y que este año no se va de vacaciones porque tiene que cuidar de Kitt y cada vez que regresa salen malparados. Me lo llevé a la sombra y le miré a los ojos, otra vez dos alfileres, y solté un bufido, anda que estamos buenos. Y levantó la cabeza, como tantas otras veces, yo de esto me tengo que quitar, te juro que me tengo que quitar…
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1/11/2006 12:47:00 a. m.
Etiquetas: Fran Alcarranza
jueves, 29 de diciembre de 2005
De este vicio extraño
5 comentaronDespués de tantos años, todavía no sé por qué escribo. Hay quienes piensan que se escribe para cumplir un destino; para salvarse, de uno mismo y de los otros (sobre todo de uno mismo); para buscar reconocimiento, éxito, fama; para evitar la desesperación. Desde hace mucho, yo uso la escritura para explicarme la realidad, para vivir más y mejor porque no soy capaz de enfrentarme a mí misma ni de ser absolutamente sincera si no es ante un folio en blanco.
Hay personas que no existirían si no tuvieran la certeza de que las palabras sostienen y cambian el mundo. De que en ellas se resume y se completa nuestra capacidad de razonar, de idear, de despertar y de sentir. De que somos verbo sobre todo y frente a todo. Y de que es posible encontrar a quien te piense al lado, aunque jamás te conozca, aunque haya vivido hace siglos, aunque hablen de ti personas que no saben tu nombre.
Pero que nadie se engañe: al final, todo el mundo escribe porque escribir, señores, ahorra mucho dinero en psicólogos.
Y sólo, para salir de sí mismo, para habitar en los otros, para ser con los demás (aunque permanezca solitario) ésa es la razón de que haya quien decida regalar palabras.
A CKDexterHaven
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12/29/2005 10:31:00 p. m.
Etiquetas: CKDexterHaven, DXC, Palabras
martes, 20 de diciembre de 2005
Me estoy quitando
0 comentaron¿De verdad eres irreal?
¿Es cierto que eres capaz de aparecer y desaparecer? ¿Que la voluntad irá por delante de las ganas? Que no volarán los dedos, que la implicación puede deshacerse al antojo, que los contratos no son válidos o sí lo son porque no se puede mirar a los ojos... todavía...
¿Te saltarás las reglas?
De hecho, este mensaje es sólo para que te saltes las reglas. No sé si por el gusto de ver que te las saltas o por el gusto de acercarme para hacerte preguntas, o para suscitarlas.
O quizá sea sólo una provocación para que juguemos otro rato.
¿Apuestas?
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12/20/2005 12:52:00 a. m.
Etiquetas: m0ntaraz
lunes, 19 de diciembre de 2005
Las ausencias
0 comentaronLas ausencias son espacios vacíos.
Siempre importan y siempre duelen, aunque uno aprenda a convivir con ese dolor, que no es constante y quizá por eso sea más sobrellevable, más soportable, menos duro. Estamos hechos de ausencias, sobre todo; unas ausencias que la cotidianeidad, sí, ayuda a superar, con su urgencia de cosas importantes que no son nunca lo bastante decisivas.
No todo el mundo sobrevive.
Porque ese dolor, que no es constante, se vuelve, de pronto y sin avisar, un aguijón venenoso, pero también dulce, pero también venenoso, que se clava y te recuerda que hay ausencias con las cuales vives a pesar de las ausencias y te trae a la memoria ciertos espacios de libertad, ciertas conversaciones, ciertos acantilados con la luna llena, ese viento del Tajo, algunos edificios, esos abrazos conocidos, ciertas palabras que la ausencia vuelve silencio porque no se las podrías decir a nadie más.
Al final, y a todo, uno se acostumbra.
Se acostumbra a esos pensamientos de una vez al día, o a la semana, o al mes. A las punzadas de añoranza. A utilizar el condicional o el subjuntivo: necesitaría ahora mismo a (esa persona que marca la ausencia); si estuvieras aquí... si pudiera verte, si pudiera tocarte...Nos acostumbramos a vivir sin quienes más queremos, aprendiendo a querer a otras personas, llenando los huecos, cuando sabemos, porque lo hemos hecho otras veces, que el corazón es muy grande, así que conviven en él, cada vez más, las presencias de un momento que se vuelve eterno mientras dura y las pérdidas de cotidianeidades que ya forman parte del pasado.
De vez en cuando, recuperamos la memoria.
La memoria no está siempre con nosotros y no se sabe a quién podríamos darle las gracias por eso. Aparece y desaparece. En los momentos más lúcidos, en los más placenteros, y la traen cositas casi absurdas: una mirada, una frase, una noche de palabras incontables, cierto cielo azul o alguna ciudad desconocida que sería más abarcable con alguien al lado, y que no está.
El dolor de los primeros días se transforma en nostalgia.
Una nostalgia asumida, interiorizada, aprendida a base de costumbres –las primeras veces son las peores, las que más tardan, las que más laceran–. Y esas costumbres son las que hacen que los instantes recordados se vuelvan felices, y tristes, pero también felices.La vida y el tiempo juegan a nuestro favor. Los nuevos descubrimientos, las rutinas diarias, la risa, los procesos. Nos hacen avanzar, aunque en ciertos momentos sepamos que avanzaríamos mejor, que volaríamos más lejos y más alto si ciertos espacios vacíos no existieran nunca. Se sigue viviendo, seguimos viviendo, a pesar de las distancias y los kilómetros, y las carreteras insalvables, y los países que están casi de espaldas y al lado. Sabiendo que, a ratos, la memoria llegará, con esa mezcla de placer y de tristeza y con esa melancolía que produce la nostalgia.
No te echo de menos salvo cuando estoy contigo.
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12/19/2005 01:41:00 a. m.
Etiquetas: Sonia
domingo, 18 de diciembre de 2005
La historia del cuando
2 comentaronCuando Lolina salió de su casa, quiso comenzar a reconstruir su mundo de sentires y de percepciones. La venció la complejidad de un planeta extraño, en el que existían las propiedades privadas y las dictaduras enterradas bajo el nombre de libertades, o vivas con la íntima connivencia del menos malo de los sistemas posibles. Creía en un Dios que afirmó que la vida es una fiesta y que la rebeldía debe mantener la razón de la dignidad. Comenzó a saber del criticismo y conoció a unas pocas personas amables que le enseñaron que hay gente de fuego que puede abrasarte. Cuando Fernando conoció a esa mujer hermosa, había abandonado su mundo hacía mucho tiempo. Le sorprendió su ingenuidad inocente, que le hizo reír en ocasiones y le rompió la cabeza en muchas otras. Pero no pudo abrazarla, porque Lolina rehuyó todo contacto por creerlo inútil. Estaba convencida de que no podría cambiar las cosas si pensaba en sí misma, así que no se permitió querer a la única persona que le habría quitado el miedo a morir habiendo vivido una vida sin sentido alguno. Fernando sabía.
Sabía que la lucha es buena por sí misma, y que la coherencia es sólo una palabra que no existe. Sabía que los hombres no razonan, sino que actúan por impulsos y que racionalizan sus comportamientos más tarde, cuando ya nada tiene remedio, ejercitando el pensamiento absurdamente. Pudo haberle enseñado todas esas cosas, pero Lolina creía que sus convicciones eran las más correctas y las más profundas, verdades universales a las que nunca hubiera dado el nombre de creencias.
Fernando aprendió. Supo que el fuego había llegado para no marcharse y que el miedo de Lolina no desaparecería del todo. El miedo es el sentimiento más poderoso que existe, le repitió. Más fuerte que el amor y más que el odio. Lolina pensó que se refería a las muertes y a los desaparecidos, a los sin tierra y a la explotación, a todas aquellas causas perdidas a las que se dedicó, sin dejarse pensar en nadie más. Cuando Fernando quiso explicarse, no le dejó hablar.
Cuando volvieron a reencontrarse, Lolina había perdido la fe en sí misma y en el mundo y tampoco se dejó abrazar. Fernando no pudo decirle que las vidas sin sentido también son hermosas y que mirar la realidad desde la concepción total de un mundo extraño o tener como único planeta el espacio más cercano son las mismas cosas. Cuando se separaron por fin, Fernando ya no supo nada.
A Fernando Moragas, hace mucho tiempo...
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12/18/2005 09:37:00 p. m.
Etiquetas: Ferdie
miércoles, 7 de diciembre de 2005
Valencia de Alcántara
1 comentaronSí me siento en casa aquí, de tanto en cuanto, algunos días más en casa que otros, porque, cada vez que visito las ciudades en las que fu
i (o soy) feliz, me queda más honda la sensación de que jamás encontraré un hogar en el que sentirme completamente a gusto mientras todas las personas que quiero están a kilómetros y kilómetros, cada vez más gente y más lejos porque quien se desplaza suelo ser yo.
Aquí no huele a azahar, como en Sevilla, ni a borra de caballo salvo en San Isidro (el 15 de mayo) en el que las calles están tan llenas de herraduras como de neumáticos. Pero huele a tierra mojada (y ha olido mucho a tierra quemada) y a naranjas que no están metidas en ninguna bandeja con papel film transparente, sino formando parte de los árboles, como una tentación constante en los días de campo y caminata. Y huele a flores, a menudo, y se ve alguna lila que crece sola y que te hace preguntarte qué caminos recorrió. Y suena el agua de los ríos, del río Sever, del río Alburrel, del Tajo majestuoso pasando por Herrera de Alcántara y por Cedillo, con atardeceres en los que el sol se cae entre dos montañas y que cada día que visitas te ofrece, como un regalo hermoso, un paisaje completamente nuevo.
Y hay más olores, sí: el olor de la flor de jara, que yo jamás había visto y que se ha convertido en mi favorita, blanca, grande y amarilla, poblando las lindes de las carreteras, mostrándole al caminante que hay vida más allá del coche.
En estas tierras he descubierto a cambiar una pantalla de cine por unos paisajes inmensos, por las piedras viejas y por paseos al lado de una vía de tren comiendo naranjas ácidas, como a mí me gustan. He descubierto que puedo vivir con dos o tres bares tan sólo y con un café en el Cruce con tarta de queso, la mejor tarta de queso del mundo y con trayectos a la piscina natural de A Portagem en verano, para no bañarme porque el agua está helada..
Y he descubierto, también, que soy lenta para contar lo que ocurre dentro, que necesito un espacio grande y mío, que sigo aprendiendo a ponerle nombre a los desencantos y que puedo ser absurda y patética, pero que ya no sé cómo entrar en los demás para quedarme.
Estos días me he sentido en casa en Madrid, en la casa cinematográfica que es esa ciudad, caminando por el metro sin perderme y recuperando la capacidad de asombro ante una sociedad a la que no pertenezco, llena de hormigas que no te piden perdón cuando te pisan y de gente que no sonríe ni se entristece porque tienen todos la misma cara. Me asombro, también, cuando veo a hombres abrazándose y besándose, alegres de verse un día más porque aquí los gestos masculinos de cariño están prohibidos y los femeninos se circunscriben a las relaciones de pareja. Aprendo a mirar y a crecer, aunque siga pensando que no soy más que una niña sin raíces porque tampoco yo las tengo, porque nunca existe el lugar perfecto en el que quedarse, a pesar de que, de vez en cuando, sobrevenga esa sensación de estar en el mejor sitio del mundo, en el único sitio en el que podrías quedarte por ahora.
Valencia de Alcántara, la comarca, puede ser un buen candidato, aunque no me acostumbre a estas relaciones, aunque la mitad de las veces no sepa cómo hablar ni cómo expresarme, aunque a menudo me parezca que he dejado de guardia a un yo equivocado que vive los días pendiente de noticias, de páginas de libros que me sé de memoria, de reflexiones que articulo en el poco tiempo que me queda, de conversaciones en las que participo sin estar del todo porque me pierdo con los términos agrarios y con los localismos y con ese portuñol que no acabo de entender.
Y sin embargo, sonrío, aunque muchas veces espere el momento de desplazarme otra vez para sentirme en casa, en Sevilla, en Madrid, en Lisboa, en Granada, en Badajoz, porque mi patria ya son sólo unas pocas personas que me recuerdan que hubo raíces, a veces, pocas raíces, por unos pocos años, que se plantaron despacito pero que, sin embargo, crecen con cada reencuentro y me hacen recordar lo mal que llevo vivir lejos de la gente que me quiere, porque ya no tengo territorios de infancia. Mi territorio comenzó a los 18 años, el resto queda ahí, vuelve de vez en cuando, pero es una nebulosa. Febrero de 2004
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12/07/2005 11:41:00 p. m.
Etiquetas: Lugares, Madrid, Valencia de Alcántara
domingo, 4 de diciembre de 2005
La Balada del Café Triste
1 comentaronAnte todo, el amor es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las dos personas interesadas. Hay el amante y el amado, pero estos dos proceden de regiones distintas. Muchas veces la persona amada es sólo un estímulo para todo el amor dormido que se ha ido acumulando desde hace tiempo en el corazón del amante. Y de un modo u otro todo amante lo sabe. Siente en su alma que su amor es algo solitario. Conoce una nueva y extraña soledad, y este conocimiento le hace sufrir. Así que el amante apenas puede hacer una cosa: cobijar su amor en su corazón lo mejor posible; debe crearse un mundo interior completamente nuevo, un mundo intenso y extraño, completo en sí mismo. Y hay que añadir que este amante no tiene que ser necesariamente un joven que esté ahorrando para comprar un anillo de boda: este amante puede ser hombre, mujer, niño; en efecto, cualquier criatura humana sobre esta tierra. Pues bien, el amado también puede pertenecer a cualquier categoría. La persona más estrafalaria puede ser un estímulo para el amor. Un hombre puede ser un bisabuelo chocho y seguir amando a una muchacha desconocida que vio una tarde en las calles de Cheehaw dos décadas atrás. Un predicador puede amar a una mujer de la vida. El amado puede ser traicionero, astuto o tener malas costumbres. Sí, y el amante puede verlo tan claramente como los demás, pero sin que ello afecte en absoluto la evolución de su amor. La persona más mediocre puede ser objeto de un amor turbulento, extravagante y hermoso como los lirios venenosos de la ciénaga. Un buen hombre puede ser el estímulo para un amor violento y degradado, y un loco tartamudo puede despertar en el alma de alguien un cariño tierno y sencillo. Por lo tanto, el valor y la calidad del amor están determinados únicamente por el propio amante. Por este motivo, la mayoría de nosotros preferimos amar que ser amados. Casi todo el mundo quiere ser el amante. Y la verdad a secas es que de un modo profundamente secreto, la condición de ser amado es, para muchos, intolerable. El amado teme y odia al amante, y con toda la razón. Pues el amante está tratando continuamente de desnudar al amado. El amante implora cualquier posible relación con el amado, incluso si esta experiencia no puede causarle más que dolor.
Carson McCullers.
Cuadro de Edward Hopper
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12/04/2005 11:52:00 p. m.
Etiquetas: Carson McCullers, Palabras
Miedo
2 comentaronNo sé, nunca he sabido, cómo guardarme el miedo. El miedo es el sentimiento más poderoso que existe, escribí una vez: más fuerte que el amor y más que el odio. Porque el amor y el odio te hacen avanzar en alguna dirección, pero el miedo te ata los pies al suelo, como raíces deformes, y no te da opción, ninguna opción, a avanzar o a retroceder.
Hubo un tiempo en que creí posible conjugarlo con palabras. Saberlo desde dentro, hacerlo mío, analizarlo, desgranarlo, destrozarlo, desaparecerlo. Pero el diccionario no me sirve, no me ha servido, para apartar ese sabor seco, la garganta de arena, la inmovilidad, el dolor de los músculos.
Se puede convivir con algo siempre y no volverse loco. Ya lo sé. Una aprende hasta a admitirlo. Lo dice en voz alta, tan tranquila, tan calmada, que parece que no afecta. Segura del todo, enarbolas el miedo, lo llamas, le pones nombre. Lo convocas. Los hombros alerta, los ojos abiertos, la quietud más pura.
Y el asombro.
No sé, nunca he sabido, cómo guardarme el miedo. No hay ninguna causa: sólo aparece. No lo vencen ni las palabras, ni los amores, ni los amigos. Ni siquiera los amigos. Ya no intento enterrarlo, sólo lo observo como quien mira al compañero más fiel que ha tenido nunca. Porque al final es eso y sólo eso.
No te echaré de menos si decides irte.
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12/04/2005 11:00:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
lunes, 28 de noviembre de 2005
Tangos
0 comentaronEscucho tangos.
Canta Adriana Varela.
Antes cantaba Carlos Gardel.
Duelen.
Hay un punto de masoquismo en el tango. En escuchar tangos cuando sabes que es la única música que, en ciertos precisos momentos, no deberías oír. En dejar que los bandoneones te mezan y que las teclas del piano te aporreen el alma aporreada. Por eso, supongo, son las canciones de mis despedidas: de las despedidas reales, de las irreales, de las que no quiero que ocurran pero pasan sin que pueda mantener ningún control, de la estupidez congénita, del regodeo, de la tristeza absurda, de las punzadas inexplicables, del desconocimiento, de la imprudencia, de las convicciones inmutables que cambian en tres segundos (¿qué haces cuando todo se va por la borda en tres segundos?).
Deberían estar prohibidos, los tangos.
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11/28/2005 12:06:00 a. m.
Etiquetas: Música
viernes, 25 de noviembre de 2005
El mundo abarcable
1 comentaronHay ritos, estúpidos, constantes, que sólo se tienen con unas pocas personas y que siempre vuelven, de forma inconsciente, cuando menos te lo esperas. Como cuando fuimos a la boda de Carmelo y yo no veía a Alonso desde hacía cuatro o cinco años, pero se encendió un cigarro y se lo quité de la boca para fumármelo yo, un acto reflejo que se había repetido mil veces durante los años de Facultad (qué lejos quedan y lo que los añoro a veces) y me miró, sonrió y dijo: "Hay cosas que nunca cambian" y sólo entonces me di cuenta de que era cierto, que él siempre prendía cigarros que yo le quitaba... Y me entristecí, porque esos tiempos se han acabado ya, esa vorágine de charlas intensas, de abrazos y de amor brutal a diario hace mucho que se fue y me encanta darme cuenta de que los lazos fuertes siguen con alguna gente, con mucha gente, pero me entristece darme cuenta de tod
o lo perdido. De esa inocencia que se fue de pronto.
El mundo era abarcable, entonces. Demasiado abarcable, todo estaba por hacer y todo era posible y elucubrábamos dónde estaríamos en el 2005... ¿Hijos? No nos veíamos con hijos, ni con otras parejas que no fueran las que se mantenían entonces, ni nos veíamos separados aunque sabíamos que se nos acababa el tiempo. El mundo parecía pequeño: la izquierda, la revolución, el anarquismo, las drogas, el compromiso social, la disidencia, la resistencia, la verdad... Había muy pocos conceptos en nuestras vidas, nos movían pocas cosas, pero eran las mejores. Realmente fueron las mejores y ni siquiera nos dábamos cuenta; yo, al menos, no me percataba de tantísima acción; los días se te escurrían entre los dedos: Jandro me llevaba al campo a hablar de mi yo primitivo y a construir las bases de una amistad con la que no han podido la distancia y los kilómetros; Carmelo me acogía en su casa, fin de semana sí y fin de semana también, en ese piso franco de la calle Orden de Malta, equiparable al de la Calle Tintes, de Javi de Palos; Karmen me regalaba tardes de compra interminables que acababan en el McDonalds; Baranco me hacía descubrir que a veces uno se enamora y ni siquiera sabe si se ha enamorado, Mariángeles y María Vázquez me hacían comiditas; Eugenia y María construían de su casa un lugar para las tormentas... Y había palabras, muchas palabras. Nadie abandonó. Nos sentíamos muy orgullosos de nosotros, de nuestros logros, Carmelo le enseñaba mis tarjetas de Navidad a medio Cox y medio Cox nos visitaba más tarde: sus amigos de allí, de ese pueblo alicantino tan perdido que sólo vimos cuando se casó, me preguntaban si era yo la que escribía; Karmen me decía que me veía escribiendo novelas; Maricarmen y yo nos regalábamos a Mario Benedetti, leíamos las poesías de David y Josémari, las recitábamos de memoria, hablábamos mucho de historia y de política, pero sobre todo de Literatura, sobre todo de libros que nos pasábamos, nos dejábamos, recomendaciones constantes... Qué hermosos son los descubrimientos inocentes. Qué hermoso es cuando el mundo te parece tan abarcable y tan justo.
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11/25/2005 11:12:00 p. m.
Tocar
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Recuerdo un encuentro con una de mis mejores amigas (hemos creído y descreído en las mismas cosas a la vez) después de un año sin vernos. Yo fui a abrazarla y ella me puso las manos en la cintura y escondió la cabeza como una tortuga, tensa. Me había traído una carta. En ella explicaba que cada vez se estaba volviendo más reticente al contacto físico y que le costaba mucho besar a los demás (se despedía a la francesa, siempre) o hacerles cualquier tipo de caricia. Yo me escandalicé (sin el contacto físico no puedo vivir) y estuve cuatro días tocándola a todas horas, abrazándola y besándola a la mínima ocasión.
Tengo esa mala costumbre, que algunos dicen, al final, que es buena, aunque al principio ni la comprendan ni la acepten. No es con todo el mundo, no invado el espacio íntimo de los desconocidos, por supuesto, pero sí necesito tocar y abrazar a quienes están cerca. Tampoco me ocurre con todos mis amigos: mis más íntimos amigos hombres (dos) son fríos como el hielo (uno es gay; me hace gracia eso de que los gays son más sensibles y más cariñosos: éste no suelta un "te quiero" ni que le torturen) y a algunas mujeres tampoco hay quien las toque a no ser que expongas abiertamente que necesitas un abrazo.
Viví en una ciudad, durante cuatro años, en la que los integrantes de mi grupo se besaban en la boca cuando se veían (hombres y heterosexuales todos ellos), paseaban de la cintura por la calle y lloraban si notaban el alejamiento de algunos. En esa ciudad adquirí algunos de los esquemas que ahora me sustentan y aprendí a rechazar otros.
Entre los rechazados se encuentra la idea de que el contacto físico se reserva para la pareja. No es que me parezca mal ni bien: es que me parece penoso y triste, que es muchísimo peor. Quizá por eso soñé un día que un amigo mío, un tipo cuya casa y cuyos brazos fueron, durante un año, mi refugio contra las tormentas, me daba un abrazo, fuerte y de mucho rato.
Ahora vivo en una ciudad en la que mis dosis de cariño sólo me las da una persona y me encuentro perdida siempre. No se trata de que haya que estar abrazando a todas horas, sino de que te den un abrazo por sorpresa, te cojan de la mano por la calle, estén hablando contigo haciéndote cosquillas o te pares en cualquier esquina para apretar a alguien contra ti porque te apetece, porque le apetece a él, porque estás bien, porque estás mal o porque te gusta que te abracen o te besen.
Conozco a personas a las que la falta de relaciones sexuales sí que les ha vuelto inútiles para mantener una relación hasta de amistad con alguien de distinto sexo (o del mismo, dependiendo de su orientación, aunque a quienes me refiero son heterosexuales). Siempre pensé que, si hubieran sido más tocados, y no asociaran sólo las caricias con el sexo, quizá estuvieran menos reprimidos. Porque pienso que no es más que una represión de los sentidos.
Nos obligan a no tocar, a no expresar lo que sentimos; sobre todo a los hombres. Se dice que los bebés se encanijan si los tienes en brazos mucho tiempo (cuando creo que debe de ser fatal para su desarrollo la falta de caricias). Los besos en la boca (los comúnmente llamados "picos") se reservan para la pareja, también, o para los saludos de encuentro y despedida (yo los uso para todo, aunque no beso a quien no me besa antes: en esto de tocar, cada uno tiene sus normas) y recuerdo que leí en un reportaje de Antonio Muñoz Molina, que en Estados Unidos había una ola de conservadurismo tal (dónde si no) que los padres arrebataban literalmente a sus hijos pequeños (de uno, dos o tres años) de las manos de aquellos que intentaban tocarlos... ¡¡por miedo a la pederastia!!
Y ahora, que la mayoría de los amigos que me tocan están lejos, nos mandamos abrazos virtuales por ordenador y palabras cariñosas y besos y caricias. Pero no pueden sustituir a lo real, a ese contacto piel con piel, cuerpo con cuerpo, a dormir abrazada a otra persona, a acariciarle la mejilla con el índice, a sentir el calor que te dice que estás en casa y todo está bien y todo es posible y no importa nada más.
Siempre me he preguntado por qué la gente no se acaricia. Por qué se ve en cada caricia algo sexual. Quizá es que nos hemos olvidado de cómo ser tocados...
Cuadro de Jorge Salort
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11/25/2005 04:00:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
Abrázame fuerte
0 comentaron(Lo escribí el 8 de diciembre de 2002, pero te lo regalo de nuevo, junto con tantos otros textos, porque hoy es tu cumpleaños y estás lejos y tengo mil ganas de abrazarte fuerte).
Y estaba solo, con la guitarra y ese acento canario que no ha perdido, el chaval de la melena rizada y la mente lúcida. Y cantó El Marido de la Peluquera y habló de amores que no quieren desaparecer nunca y sentí que me abrazabas fuerte, porque siempre eres la persona que más fuerte me abraza y te mandé un mensaje y se me escaparon dos lágrimas, de las serenas, no te preocupes, y te eché de menos.
Y cantó después Gente sola y yo me sentí sola porque tú no estabas y porque me llevé una libreta, pero sólo pude fumar y fumar y te escribí dentro del teatro, 7 de diciembre de 2002, cuando hace pocos días que me mandaste besos desde los 27 para los que me faltan seis meses aún y quise también un refugio para los días de frío, porque últimamente hace mucho frío y me quedan pocos bares.
Y hoy quiero regalarte canciones de Pedrito, como un deseo o como una invitación al vuelo, hacia otro país que está cerca y está muy lejos (todo está lejos siempre: demasiado lejos) y porque ha hablado de la mujer y muchas mujeres han hablado con él de la mujer y jamás he tenido tanta conciencia como ahora de lo que significa esa palabra. De lo que implica lo que somos.
Un día estas cosas son cosas pasadas
llenando la memoria como cajas
tu risa que brinca
febrero y tus cartas
y Silvio y Ojalá como coartada.
Un día estas cosas son polvo de estrellas
momento como curva en la vereda
un día miramos y acaso reímos
pensando lo que ha sido y lo que fuimos
Un día volvemos aquí donde estamos
y todo lo importante lo encontramos
el agua más fresca
la flor de las flores
aroma que resuelve los olores...
---
Aquí hace menos frío
que en la calle
hay leña para un fuego
no mucha pero bueno
un poco de calor no viene mal.
Aquí hay una canción que nos descansa
un hueco para el alma
sentirse como en casa
un alto en el camino nada más.
Pasa, entra
y siente que hay quien duda como tú
y no se descubre nada, nada de las cosas
que ha escuchado y desespera
pasa, entra
y siente que hay quien duda como tú
pero se abraza a lo que tiene y se levanta
con la fuerza que le queda
pasa, entra
y siente que hay quien duda como tú
pero no tiene más canción que la que sabe y la cantó
y si no la sabe tararea...
----
El puente no alcanza
el río es estrecho
la lluvia es la trampa
la lluvia es el cepo
camino deprisa
ni busco ni encuentro
ni paso ni quiero
ni tengo ni doy.
La calle cambió su trayecto y no vuelve
las normas distintas son días sin verte
perdí las señales los horarios los trenes
nostalgia es el verbo que piensa en tu olor
Y te echo de menos,
de menos, de menos
espacio vacío de mi corazón
----
Como el sol en la bahía
cuando el mar bebe su fuego
y la noche su alegría
Como casa como guía
como faro de los puertos
como luz de mediodía...
Como el aire de los muelles
con el hilo de las cañas
y el olor a sal y peces
Como harina como pan
algo bueno que no pides y se da
cielo limpio cielo azul:
como todo si estás tú;
como el día que amanece
con la luz abriendo paso
entre las calles y la gente
Cosa tibia que se mueve
por la luna de mis labios
agua y musgo de la fuente
Como flor en los balcones
como helecho de los patios
despertar de las canciones
Como harina como pan
algo bueno que no pides y se da
cielo limpio cielo azul
como todo si estás tú
---
Los oasis son siempre espejismos
hay pasiones que niegan el cielo
cuando me quisieron
yo no quise tanto
y cuando he querido
no siempre quisieron.
Las palabras no sólo definen
hay canciones que guardan misterios
cuando me llamaron no escuché el mensaje
cuando yo lo quise no me respondieron
Poco mucho algo casi casi nada
no siempre se cruzan todas las miradas
Hay distancias que guardan caricias
y lugares de pocos senderos
mis señales de humo no encontraron ojos
y llegaron cartas cuando estaba lejos.
En el mar hay tesoros y peces
en el río hay arena y secretos
cuando lo quisiste no salió la luna
cuando no esperabas te llovieron besos...
----
Tendré dragones verdes
mirando en otros ojos
da igual si son rebeldes
o tienden al reposo
serán dragones verdes más claros más oscuros
saldrá de nuevo el sol y de eso estoy seguro
tendré promesas nuevas
alimentando el verbo
y todas las estrellas y el cielo de los cielos
haré canciones buenas de nuevo en el nosotros
y juntaré la arena y reviviré supongo
y entonces volveré a pensar en ti...
Habrá de nuevo un bosque
donde mojar los labios
un beso que me nombre y primavera en Mayo
daré lo que ya he dado y lo que está por verse
el tiempo y el espacio habrán de resolverse
tendré dragones verdes
mirando en otros ojos
reflejos transparentes donde entenderlo todo
el mundo no se acaba donde se acaba un beso
encontraré las alas para volar de nuevo
----
Lleno un cazo de agua
y lo dejo en la puerta
para que vuelvas
trigo y aceitunas
miel y hierbabuena
para que vuelvas
beberás, mojaras tus labios
después de tanto andar
hablarás, contarás lo andado
y después descansarás...
Ya lo sabes: Abrázame fuerte que no pueda respirar...
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11/25/2005 03:22:00 p. m.
Etiquetas: Sonia
Un regalo
0 comentaronCenizas. El color rojo. Una poesía. Canciones. Una mujer pelirroja que al final es una sirena. Meses de verano calurosos. Una película con un piano que me hizo llorar. Lo que se dice y lo que se calla. Lo que nunca se dirá porque no puede decirse. El amor. La intimidad. La confianza. Los atardeceres lilas. Los deseos. La esperanza. Siempre la esperanza, espoleándolo todo. Esperar, desear, esperar. La ardiente paciencia, que decía Neruda y que yo no tengo. La añoranza. La obsesión... quizá. El desconocimiento. La imprudencia, también siempre. El desconocimiento, de nuevo. Las palabras que se lanzan sin pensar. Lo raro de un medio que es sólo palabras. Las sonrisas que no se ven. Los regalos que se quieren dar. El agradecimiento eterno y muy hondo. Aunque no se vea. Aunque no sepa transmitirse. El reconocimiento verdadero e íntimo y real. Todo eso. Y las letras que no salen. Y lo que no se sabe cómo decir. Y lo que se oculta. Y lo que se obvia. Y la amistad, también y el compañerismo. Y el querer que te quedes y que no te vayas y alejarte. Tirar de las cuerdas y no querer tirar. No querer tirar nunca y no saber cómo tirar. No saber nada, pienso. Ni saber la conveniencia de nada...
Un beso. O más. Sólo eso.
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11/25/2005 12:38:00 a. m.
Etiquetas: Neno
La esperanza
1 comentaronDicen que es lo último que se pierde, pero hay veces en que te gustaría perderla de vista por un tiempo. Claudio Magris decía que el desencanto es una forma irónica y sutil de la esperanza. Freud habló miles de veces de los deseos. ¿Es posible desear dejar de desear?
"Desde luego que la esperanza es para nosotros, porque no nos tocará ver nada de lo que estamos hablando. Si pudiéramos verlo hablaríamos de espera, no de esperanza". Eso dijo Norbert Bilbeny un día, en una conferencia, no sé a santo de qué.
La esperanza es frustración. Eso es lo que he aprendido últimamente. Que si esperas lo que sabes que no vas a tener nunca, te llenas de cicatrices, la autoestima se te va a cientos de miles de kilómetros hacia la corteza de la Tierra, lo más abajo posible, y los pensamientos destructivos no desaparecen nunca. Para vivir sin esa frustración, lo único que hay que hacer es matar el deseo. Que ya no te importe. Aunque te preguntes cada día por qué tú no y qué has hecho para que tú no. El problema real es que siempre se sigue esperando, siempre estamos buscando esa rendija de la felicidad de la que hablaba Hanna Arendt: sabemos que no existe, pero la buscamos, como tontos. Es la mayor tontería del hombre: esa búsqueda de una fisura que no ha sido nunca para ti y que otros siempre han encontrado antes que tú y de una manera mejor que tú.
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11/25/2005 12:22:00 a. m.
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8 de marzo de 2003
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El racismo y el machismo beben en las mismas fuentes y escupen palabras parecidas.
La mujer, nacida para fabricar hijos, desvestir borrachos o vestir santos, ha sido tradicionalmente acusada, como los indios, como los negros, de estupidez congénita. Y ha sido confinada, como ellos, a los suburbios de la historia.
Enseñan los proverbios, transmitidos por herencia, que la mujer y la mentira nacieron el mismo día y que palabra de mujer no vale un alfiler. En la vigilia y en el sueño, se delata el pánico masculino ante la posible invasión femenina de los vedados territorios del placer y del poder; y así ha sido desde los siglos de los siglos.
Uno de los mitos más antiguos y universales, común a muchas culturas de muchos tiempos y de diversos lugares, es el mito de la vulva dentada, el sexo de la hembra como boca llena de dientes, insaciable boca de piraña que se alimenta de carne de machos. Y en este mundo de hoy hay ciento veinte millones de mujeres mutiladas del clítoris.
No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas; según los tangos, son todas putas (menos mamá).
“En el mundo de hoy, nacer niña es un riesgo”, comprueba la directora de UNICEF. Y denuncia la violencia y la discriminación que la mujer padece, desde la infancia, a pesar de las conquistas de los movimientos feministas en el mundo entero. En 1995, en Pekín, la conferencia internacional sobre los derechos de las mujeres reveló que ellas ganan, en el mundo actual, una tercera parte de lo que ganan los hombres, por igual trabajo realizado. De cada diez pobres, siete son mujeres; apenas una de cada cien mujeres es propietaria de algo. Vuela torcida la humanidad, pájaro de un ala sola. En los parlamentos hay, en promedio, una mujer por cada diez legisladores; y en algunos parlamentos no hay ninguna.
Se reconoce cierta utilidad a la mujer en la casa, en la fábrica o en la oficina, y hasta se admite que puede ser imprescindible en la cama o en la cocina, pero el espacio público está virtualmente dominado por los machos, nacidos para las lides del poder y de la guerra. Carol Bellamy, que encabeza la agencia UNICEF de las Naciones Unidas, no es un caso frecuente. Las Naciones Unidas predican el derecho a la igualdad, pero no lo practican: al nivel alto, donde se toman decisiones, los hombres ocupan ocho de cada diez cargos en el máximo organismo internacional.
Eduardo Galeano: “El Mundo Patas Arriba”.
Fue un 8 de marzo de 1857. Una marcha pionera de obreras textiles recorrió los suburbios ricos de la ciudad de Nueva York para protestar por las miserables condiciones de trabajo. El 5 de marzo de 1908 comenzó una huelga del mismo gremios de obreras. Tomaron la sede de su puesto de trabajo pacíficamente. Y más de cien mujeres murieron en un incendio que se atribuye al dueño de esta fábrica.
Desde entonces, las mujeres, gracias a los movimientos feministas, han conseguido derechos fundamentales que antes les estaban negados. Pero no siempre fue así. Hubo una sociedad paritaria. En África. Las decisiones se tomaban por los miembros de la tribu en asamblea y las mujeres realizaban los mismos trabajos que los hombres. Hasta que llegó el colonialismo y se impuso esta concepción del mundo que relega a la mujer al olvido.
Hay cifras reveladoras de que la igualdad está lejos de haberse conseguido. Una de cada tres mujeres ha sido golpeada, obligada a mantener relaciones sexuales o ha padecido algún tipo de abuso. Un mínimo de 60 millones de niñas que podrían estar vivas han desaparecido por los abortos selectivos, el infanticidio o el abandono. La contribución anual de las mujeres sin salario, en todo el mundo, equivale al menos a tres trillones de dólares. Buena parte de esta economía sumergida está sustentada en empleadas del hogar y trabajadoras inmigrantes. El acoso sexual en el trabajo es algo que ha sufrido el 18% de las mujeres españolas. Y los números siguen y siguen, pero detrás de ellos siempre hay una historia de invisibilidad.
Una mujer no sólo desempeña su empleo, si lo tiene. Además, ha de ser, casi por mandato divino (tradiciones, lo llaman) costurera, limpiadora, cocinera, decoradora, economista, niñera, médico, psicóloga y diplomática... y todo eso, además, con discreción. Su capacidad de tener hijos la ha confinado al espacio privado: al hogar y las tareas domésticas, de las que no puede desasirse. Los hombres, la mayoría, tan sólo ayudan. A la mujer se le exige un trabajo que no acaba nunca y, además, que siempre permanezca guapísima y radiante.
Pero lo que hace un hombre puede hacerlo una mujer, dicen las feministas. Sin embargo, hace falta cambiar otras concepciones, desde la cuna. Y comenzar a pensar en algo importante: que lo que hace una mujer, también puede hacerlo un hombre.
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11/25/2005 12:02:00 a. m.
Etiquetas: Feminismo
miércoles, 23 de noviembre de 2005
Dos más dos son cuatro hasta nueva orden
0 comentaron"Dos más dos son cuatro hasta nueva orden" es una frase famosa de Einstein, que era inteligente, y que sabía, porque luego lo institucionalizó Orwell, que dos más dos pueden ser cinco.
Hasta nueva orden el orden ya está establecido. Y lo está sin cauces preclaros que nos hagan comprender de qué manera uno puede asumir la disidencia, interiorizarla y sabérsela entera, porque a menudo el pensamiento está derrotado de antemano. Cuando no hay opinión pública, cuando no existe la crítica y cuando se confunde el respeto a expresar la opinión con el respeto a la opinión en sí, el problema es más grave que el que no haya una nueva orden que nos diga qué y cómo pensar. Durante mucho tiempo se pensó con esas órdenes. Eran los metarrelatos de legitimación de los que hablaba Lyotard, que dice que ya no existen: Dios, la razón, la imposición de un Dios como valedor de todos los valores, la tradición eterna y una razón que nos llevó a dos guerras mundiales, sobre todo a la segunda, y que ha desaparecido, fagocitada por un pensamiento único que no es tal porque le ha perdido el significado a las palabras.
Palabras que, durante mucho tiempo, fueron síntoma de orgullo para unos, para los que buscaban navegar contracorriente, fuera lo que fuese lo que significaba eso, siempre por debajo para poder acceder a la superficie y para enarbolar ciertas palabras con orgullo. Unas palabras que ya no existen o que existen de otra forma: progresismo, por ejemplo. Incluso facha, que también ha perdido el significado, aunque siga siendo una palabra que evoque conceptos negativos y no se haya desvirtuado tanto, más que por el abuso. Progresismo, izquierdoso, progresista o progre han derivado hacia su contrario, si las tomamos conceptualmente ahora, y en esa pérdida de significación estriba el triunfo de la derecha. En la desideologización. Porque no se trata sólo de que las grandes ideologías se hayan perdido, sino de que la política se ha convertido, para el común de los mortales, en portadas de un día, en titulares más o menos sugerentes pero que no duran nada, simples fogonazos, y ahí está su impostura. Los asuntos del pueblo interesan poco a un pueblo fragmentado no se sabe en qué ni en cuántos, la individualidad como medida de todas las cosas, pero no el hombre, en singular, tomado como los hombres todos, con los mismos deseos de avance y unicidad.
Así se han asumido las conquistas históricas y se las han arrogado movimientos, o corrientes, a las que no pertenecían. Conquistas que luego han desaparecido, ni se sabe cómo, y que son imposibles de recuperar. Tardaron dos siglos y se han desvanecido en menos de veinte años, como los derechos laborales: se abaratan los despidos, los contratos son cada vez más precarios y la forma de protesta más contundente, la huelga, es casi imposible de soportar por según qué economías. Lo único que puede asustar a un empresario es que su trabajador no tenga miedo a perder el empleo, pero ¿quién no tiene miedo hoy? Se nos educa en la cultura del terror y no sólo es que las palabras pierdan su significado, sino que hay palabras que no se pronuncian jamás y ese pánico a hablar se instaura en el resto de las órdenes. Por eso dos más dos son cuatro hasta que alguien diga lo contrario. ¿Cuándo? Ésa es la única pregunta.
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11/23/2005 11:50:00 p. m.
Etiquetas: Política
Resistencias
0 comentaronResistir con las palabras, que quizá sea la única manera de cultivar la disidencia. El sistema hipócrita y jodedor te administra los silencios, de tal manera que, al olvidarse uno de las palabras, también se le olvida cómo pensar y en qué pensar. Se dedica a vivir, simplemente, pero sin buscar la liberación que puede darte existir conforme al camino que uno se había marcado cuando aún era posible creer con todas las fuerzas.
Hacer de la resistencia una palabra amable, en sentido estricto, es una de las mejores empresas que uno puede acometer, si tieen claro cuáles son los motivos y las causas por las que vale la pena resistir. La rebeldía per se es acomodaticia y acrítica. Pero, con una idea clara, se torna fuego implacable, aunque sea íntimo, aunque no pueda trascender porque parezca estúpido. Aunque sea demasiado tarde y para nadie.
¿Cuáles son los objetivos? La dignidad, sobre todo y frente a todos. Esa dignidad con la que no se come pero que es la única razón para levantarte. En todos los aspectos, que para arrastrarnos ya tenemos quien lo haga, quien nos impulse, quien nos agote.
Lo cierto, lo innegociablemente cierto, es que hay mil motivos. Y el menos desdeñable no es ir de un lugar a otro, de un día a otro, con la sensación de que no se puede avanzar hacia ninguna dirección medianamente satisfactoria. El menos desdeñable no es la cobardía que se instala y te hace crecer en una eterna impostura porque existe una disociación abismal entre lo que piensas, entre tus convicciones, y entre tu manera de actuar. Nos enseñan a caminar por un cercado que es un túnel, que nos parece ilusorio porque siempre, y sólo, es posible ir hacia adelante. No nos damos cuenta de que, a veces, avanzar significa retroceder y que, cuanto más retrocedemos, más se afianza el sistema. Incluso es él quien te da, como un Dios, las pautas para criticarlo. Contando, eso sí, con que las palabras "debate" y "crítica" todavía tengan un significado preciso.
Resistir pese a todo. Resistir escribiendo, ahondando en la herida, reflexionando, ahuyentando el miedo y las costumbres y la desidia. Volver a la poesía y a la palabra, para que la palabra y la poesía recuperen el viejo poder de la disidencia. En eso están: en eso estamos.
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11/23/2005 11:13:00 p. m.
Etiquetas: Circo de la Palabra Itinerante, David Eloy Rodríguez, José María Gómez Valero
domingo, 20 de noviembre de 2005
KarlMarxStad
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11/20/2005 11:53:00 p. m.
Etiquetas: Andrés Aberasturi, Elizabeth Barret Browning, José Agustín Goytisolo, Julio Cortázar, Neno
Buscando palabras
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"Hace unos 300.000 años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras y creyeron que podrían entenderse. Y en eso estamos todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras".
Hay palabras que no han nacido más que unos días. Hay significados que se pierden, historias que no se han contado y que nadie recuerda porque se quedaron dentro de nosotros y a veces la memoria es traicionera y juega a su antojo con los lugares, con las personas, con las vivencias y hasta con las costumbres. Existen descubrimientos tardíos para los que nunca es demasiado tarde. Y, sobre todo, las sorpresas.
Cuando somos pequeños, nos enseñan a hablar pacientemente: las bilabiales -papá, mamá (sobre todo, mamá)-; después las demás letras del alfabeto, los primeros vocablos con los que nos enfrentamos al mundo y con los que aprendemos a pedir. Pero crecemos y aprendemos a callarnos, a no mostrarnos más que cuando estamos con nosotros mismos, a no utilizar otros medios de comunicación. Y nos preguntamos para qué sirven las palabras, si se nos han olvidado las más importantes, si sólo las decimos con una persona que ya no está o si tenemos que comenzar de nuevo cuando el amor desaparece o cuando intentemos que la lejanía no pueda con los que amamos ahora.
Pero no hay descubrimientos tardíos, piensa. Quizá es que las cosas suceden cuando han de suceder, ni un minuto antes, porque quizá, también, el deseo era más poderoso que las convicciones o porque algo cambia en la mente, o en el corazón, si es que aún creemos en él y de pronto uno se lanza al barro y descubre que no se ha equivocado porque no podría haberse abierto a nadie más. El tiempo no importa: uno puede hablar con alguien treinta minutos y saber que desea caminar al lado. Otros serán conocidos durante treinta años: ¿cómo se puede luchar contra eso? La amistad tiene dos direcciones: un puerto de llegada y otro de partida: los dos que se unen, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras con las que apres

Los comienzos siempre están marcados por ese miedo: miedo a hablar, miedo a decir, miedo a contar. Miedo a que el otro no entienda lo que se cuenta. Miedo a no haber escogido el mejor sistema de comunicación. Miedo a las traiciones. Miedo a desnudarse demasiado y a que luego nos dé vergüenza. Miedo a que nos pregunten y a que descubran. A que los recuerdos cambien de color, a que los demás se vayan de nuevo, porque si no nos damos, jamás nos quedaremos solos. ¿Cómo se puede combatir el miedo? ¿De qué manera, si a veces olvidamos cómo hablar? Quizá los demás tengan el mismo pánico que nosotros, se dice. Quizá sólo estamos aprendiendo a conjugar nuestros temores, unos y otros, todos juntos...
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11/20/2005 11:14:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante, Eduardo Galeano
Maletas
0 comentaronLa niña que le cambia el acento a las palabras se desplaza sin saber si ha hecho lo correcto. Ha aprendido, de todos modos, que las ciudades se llevan dentro y nunca te abandonan, aunque los refugios no permanezcan demasiado tiempo. Se abandonan las historias que no siguen, o de las que no se sabe si continuarán, y ese desconocimiento es el que las vuelve más irreparables. Ella mete en las maletas, además de las ropas, el miedo a las despedidas y el desconcierto de los encuentros... y puede saber que siempre habrá una mano (¿acaso lo duda?), pero no dónde estará. En qué cara desconocida, en qué cuerpos, en qué brazos. Introduce, también, maquillaje para las heridas antiguas, olores que atraigan los buenos momentos, el recuerdo de instantes que la hacen más vieja, o más joven, y un poquito más sabia. Luego busca lo que sabe que no ha de llegar, recoge las alas y las cicatrices de la memoria, nuevamente, por un plazo del que no sabe cuándo terminará, hasta la próxima vez de las llegadas y los adioses.
La niña que le cambia el acento a las palabras se ríe arrugando la mirada y utiliza un diccionario de frases certeras que hace descubrirse a los demás. No ha olvidado cómo abarcarlo todo. Tampoco ha olvidado los viejos ritos ni que las relaciones, antiguas o nuevas, se basan en los mil significados de la generosidad. Hay una clase de apertura que no sabe de plazos, de caducidades, de entregas reposadas para las que nunca hay tiempo porque se busca la permanencia constante. Para poder tener la suerte de tirar la agenda un día y descubrir que, quienes se quedaron, lo hicieron a pesar de los kilómetros, del resto de los amigos o del amor. Quienes van de un lado a otro, al fin, sólo tienen futuro.
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11/20/2005 10:57:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
viernes, 18 de noviembre de 2005
Brindis
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Alzo la copa, como en una ofrenda, y brindo por todas las cosas que se han perdido. Por lo que ha destruido el miedo a amar y a que nos amen, a no ser aceptados por quienes eligieron caminar con nosotros, por las palabras no dichas, los solares edificados preñados de niñez lúdica inocente, los bares que cerraron, los libros que no leeremos, las revistas escondidas, los atardeceres viejos y los amaneceres dormidos. Brindo por la gente a la que conocí a destiempo y en un espacio equivocado, porque me parecieron atrayentes y no supe incorporarlos a mi vida. Brindo por las cartas que no escribí y los mensajes que no envié y por ese ya lo haré mañana que siempre es hoy. Brindo por los muertos que crearon huecos, por el dolor que se extiende irresoluble, por la tristeza que no se va nunca y por la soledad desgastada. Brindo por las tardes de poesía que no volverán, por los amigos que están lejos y por los que alejó del recuerdo la distancia. Por la oscuridad que se fue y que regresa de pronto, por la pesadez del alma, por lo que llama y no escuchamos. Brindo por las relaciones abortadas, por las épocas de sequedad, por las miradas hacia otro lado cuando pasaba el tren sin que nos diéramos cuenta. Brindo también por los descarrilamientos de los trenes que cogimos, por los batacazos. Por la crueldad, la desazón, el pánico, la desesperanza, la aridez.
Brindo por las primeras frases que se me ocurrieron para comenzar historias que jamás comencé y que ya no recuerdo. Por los personajes que pueblan mis días pero de los que no quiero apropiarme. Brindo por las excusas autoimpuestas, por la mediocridad, por los diccionarios no leídos. Brindo por los lenguajes que no sé utilizar: el de la femineidad, el de la seducción, el de las palabras que expliquen realmente, el de la síntesis.
Brindo por lo que jamás sabrán los más cercanos, por lo que yo misma ni sé ni abarco ni exploro ni siento ni comprendo. Brindo por la locura interior y por las locuras que no cometí, por la experiencia perdida, por el camino incorrecto. Por los árboles a los que no trepé, los cafés que no bebí, los discos que no sonaron, el cine que miré sin ver y no reconocí.
Alzo la copa y brindo por lo que se fue de mí, por quienes alejé, por los sacrificios inútiles que no condujeron a nada, por quienes no estarán jamás y permanecen sustentados por el deseo de que estén.
Brindo por lo que no ha de llegar y por todos los errores. Por las fantasías estúpidas, los anclajes innecesarios, las puertas cerradas. Brindo por los que aguantan todas estas épocas de desasosiego sin razón porque no todo está perdido. Por ellos y por mí. Siempre.
Cuadro de Jorge Cortázar, México.
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Los viajes que no hice
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11/18/2005 05:06:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante
jueves, 17 de noviembre de 2005
Carta abierta a algunos de "mis" poetas
2 comentaronPor tu culpa, Neruda, leo versos. Es más, por tu culpa siento no poder escribirlos. A mí no me ha ido defendiendo mi poesía, como a ti. Te ha protegido tanto que te descubro ahora, gracias a una sirena con los ojos color de amor distante que no sabía llorar por eso no lloraba, cuando se cumplen dos decenios de tu muerte. Los carpinteros no mueren, aunque ya no tengan a quién contar las cosas: ahora estaréis V y tú "con derecho al honor entre vosotros", confesándoos mutuamente que, en realidad, habéis vivido y continuáis viviendo.
Tú lo llamaste escuetamente V. Gerardo Diego nombra con él un valle. Yo no sé cómo decirle: tan sólo suspiro: Vallejo, el ininteligible Vallejo. ¿Puede alguno enamorarse platónicamente de un poeta? Otros escogen para ello a cantantes o artistas... Si es así, tengo dos amores: un indio de barba blanca, de aspecto casi venerable -al menos, venerado por mí- y un hispanoamericano que colaba mayúsculas y tildes donde no correspondían (Quién hace tánta bulla y ni deja). Al segundo lo quise cuando hice mía la dualidad existente en "Un hombre pasa". Al indio, cuando leí "Gora" y sus "Pájaros perdidos". Hay una frase que aparece en multitud de carpetas de estudiantes y casi ninguno de ellos
sabe que es suya: "No llores si se oculta el sol, que las lágrimas no te dejarán ver las estrellas". Como es de buena educación señalar la procedencia del aforismo, no sobraría un Tagore debajo... eso, si les suena un poco el nombre.
Fueron Tagore y Walt Whitman, que no entran en los programas de educación -ni en EGB ni en BUP-, los que me hicieron pensar en la importancia que supondría el dar clases de Literatura Universal. Muchos son capaces de narrar El Libro de la Selva, con Mowgli como hilo conductor de cabo a rabo. Pocos saben en los que hay capítulos en los que la manada de lobos no aparece y se detallan, por ejemplo, escenas con otros animales: perros, chacales, marabúes... y menos aún los que recuerdan el nombre del autor. Los que no se distinguen precisamente por su amor a la lectura, se pierden la oportunidad de conocer a Flaubert, Tolstoi, Goethe, Wilde, Molière, Tagore, Tennyson, Byron, Verlaine, Poe, Rimbaud, Hugo... En cambio, para espantarles, les mandan a Garcilaso, Quevedo, el Arcipreste de Hita Góngora... que no son los libros más apropiados para quienes no han leído nunca nada. Bah, qué más da... No importa -¿qué será lo digno de importancia?-: nos queda una televisión plagada de censuras, de tergiversaciones de la información, culebrones venezolanos (dicen que de ellos se aprende: yo me niego a creerlo), batallas de estrellas, programas musicales en lo que lo único que no ponen es música... y publicidad, publicidad, publicidad. La era de la información, la han llamado. La era de la información y la era de la incomunicación.
Noticia de última hora: el cuarenta por ciento de los niños franceses con edades comprendidas entre los once y los doce años son incapaces de comprender un texto completo escrito en su propio idioma y con palabras accesibles para ellos. En España, el resultado sería poco más o menos.
Perdonen, Whitman y Tagore, Neruda y Vallejo, pero no puedo menos que... ¿rebelarme? Se considera más importante saber sumar que conocer tu idioma. Hasta el año pasado, se daban a la semana cuatro horas de asignaturas varias (Química, Matemáticas, Biología, Educación Física...) y tres de Lengua. Será porque una de las pocas cosas que verdaderamente me importan de este país es su idioma. Ya lo dijiste tú, Neruda: "Qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... (...) Se llevaron el oro... Nos dejaron el oro... (...) Son tan preciosas las palabras que las quiero poner todas en mi poema". Ya no se quieren poner, parece, ni en tu poema, ni en el de nadie. Esta mañana, un profesor ha dicho "plausible". Más de uno no sabía escribirlo, más de uno no sabía su significado. Y tú hablabas de las palabras que cogías, que cazabas al vuelo. Ahora no las cazamos: las vamos arrastrando, todo lo más.
13 de octubre de 1993.
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Los viajes que no hice
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11/17/2005 03:41:00 p. m.
Etiquetas: César Vallejo, Pablo Neruda, Palabras, Rabindranath Tagore, Walt Whitman
miércoles, 16 de noviembre de 2005
Inventario
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El mar de Caria. Los cuadernos de viaje del mayor genio que he conocido. Escribir en los bares. Escribir pese a todo, pese a la desesperación. La Alameda de Hércules. Algunas ciudades que son tu casa. Que el amor haga que a esa mujer que amo le brillen los ojos de nuevo. Páginas de internet desde las que espiar a los amigos. Mensajes de móvil con relatos cortos dentro. Emborracharse de palabras. Saber que vivir es necesario, que vale la pena, que la vida importa. La excitación de hallar vocablos perdidos. Las madrugadas sin dormir. Portugal y A Portagem y Lisboa y ella en Lisboa y el viento del Tajo y la luz. Una postal del palacio de Drácula. Tres niños que son mis sobrinos porque su padre me eligió hace once años. Los abrazos. Reír. La búsqueda constante. Ciertas películas, ciertos libros, ciertos cuadros, ciertas canciones. Las discusiones encendidas. Subir una montaña. Un paseo hasta la Plaza Alta. Aguadú. Caminar de la mano por Granada. Las charlas literarias. La memoria. Confiar en alguien de esa forma extraña que hace que pienses que traicionas si guardas silencio sobre los hechos importantes. Que se te caigan todos los esquemas. Llegar a tiempo a algo por una vez.
Un piso franco pacense donde reunirse cuando hace frío. Recordar. Visitar Madrid por sus madrileñas de adopción. Una noche de sexo entrecortado. La desazón de las despedidas. Aprender sin que te den lecciones. Un perro fiel durante quince años. Descubrir comidas y sabores. Luchar contra el miedo. Saber que alguien es un amigo la primera media hora de conversación y no equivocarte. La intuición. Mandar una carta a un bar para agradecer atenciones y sonrisas. El tabaco compartido. Un albornoz calentito después de una ducha. Hablar de la luz ocre del otoño. Una mesa camilla con brasero. Las terapias de parchís. Recorrer el puente viejo de Badajoz. Las carreteras. Una llamada que te despierta algunos días. Los abrazos íntimos. Una libreta y un boli. Soñar que viajo y viajar mentalmente. Los sueños que se tienen cuando sueñas despierta. Algunos ojos verdes. Los regalos que son sorpresas. Compartir lecturas. Estudiar lo que te gusta. Arreglar el mundo un sábado por la noche. Los besos en la boca. La serenidad que sólo te producen ciertas personas. Un viaje a Marruecos. Tener voz. Ver títulos de libros. Investigar. Cambiar el punto de vista. Pintarlo de colores. Poder tomar las riendas.
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Los viajes que no hice
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11/16/2005 12:58:00 a. m.
Etiquetas: Memes