Alzo la copa, como en una ofrenda, y brindo por todas las cosas que se han perdido. Por lo que ha destruido el miedo a amar y a que nos amen, a no ser aceptados por quienes eligieron caminar con nosotros, por las palabras no dichas, los solares edificados preñados de niñez lúdica inocente, los bares que cerraron, los libros que no leeremos, las revistas escondidas, los atardeceres viejos y los amaneceres dormidos. Brindo por la gente a la que conocí a destiempo y en un espacio equivocado, porque me parecieron atrayentes y no supe incorporarlos a mi vida. Brindo por las cartas que no escribí y los mensajes que no envié y por ese ya lo haré mañana que siempre es hoy. Brindo por los muertos que crearon huecos, por el dolor que se extiende irresoluble, por la tristeza que no se va nunca y por la soledad desgastada. Brindo por las tardes de poesía que no volverán, por los amigos que están lejos y por los que alejó del recuerdo la distancia. Por la oscuridad que se fue y que regresa de pronto, por la pesadez del alma, por lo que llama y no escuchamos. Brindo por las relaciones abortadas, por las épocas de sequedad, por las miradas hacia otro lado cuando pasaba el tren sin que nos diéramos cuenta. Brindo también por los descarrilamientos de los trenes que cogimos, por los batacazos. Por la crueldad, la desazón, el pánico, la desesperanza, la aridez.
Brindo por las primeras frases que se me ocurrieron para comenzar historias que jamás comencé y que ya no recuerdo. Por los personajes que pueblan mis días pero de los que no quiero apropiarme. Brindo por las excusas autoimpuestas, por la mediocridad, por los diccionarios no leídos. Brindo por los lenguajes que no sé utilizar: el de la femineidad, el de la seducción, el de las palabras que expliquen realmente, el de la síntesis.
Brindo por lo que jamás sabrán los más cercanos, por lo que yo misma ni sé ni abarco ni exploro ni siento ni comprendo. Brindo por la locura interior y por las locuras que no cometí, por la experiencia perdida, por el camino incorrecto. Por los árboles a los que no trepé, los cafés que no bebí, los discos que no sonaron, el cine que miré sin ver y no reconocí.
Alzo la copa y brindo por lo que se fue de mí, por quienes alejé, por los sacrificios inútiles que no condujeron a nada, por quienes no estarán jamás y permanecen sustentados por el deseo de que estén.
Brindo por lo que no ha de llegar y por todos los errores. Por las fantasías estúpidas, los anclajes innecesarios, las puertas cerradas. Brindo por los que aguantan todas estas épocas de desasosiego sin razón porque no todo está perdido. Por ellos y por mí. Siempre.
Cuadro de Jorge Cortázar, México.
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