jueves, 29 de diciembre de 2005

De este vicio extraño

Después de tantos años, todavía no sé por qué escribo. Hay quienes piensan que se escribe para cumplir un destino; para salvarse, de uno mismo y de los otros (sobre todo de uno mismo); para buscar reconocimiento, éxito, fama; para evitar la desesperación. Desde hace mucho, yo uso la escritura para explicarme la realidad, para vivir más y mejor porque no soy capaz de enfrentarme a mí misma ni de ser absolutamente sincera si no es ante un folio en blanco.

Hay personas que no existirían si no tuvieran la certeza de que las palabras sostienen y cambian el mundo. De que en ellas se resume y se completa nuestra capacidad de razonar, de idear, de despertar y de sentir. De que somos verbo sobre todo y frente a todo. Y de que es posible encontrar a quien te piense al lado, aunque jamás te conozca, aunque haya vivido hace siglos, aunque hablen de ti personas que no saben tu nombre.

Pero que nadie se engañe: al final, todo el mundo escribe porque escribir, señores, ahorra mucho dinero en psicólogos.

Y sólo, para salir de sí mismo, para habitar en los otros, para ser con los demás (aunque permanezca solitario) ésa es la razón de que haya quien decida regalar palabras.

A CKDexterHaven

5 comentaron:

Anónimo dijo...

Yo no sé por qué escribía. Quizás para vaciar mi cabeza, siempre rulando, siempre en marcha como un infiernillo (que dice Javi). Sólo sé que hubo un momento en el que me resultó mucho más fácil escribir en los momentos tristes...
Luego, dejé de escribir. Siempre hay excusas, el trabjo, las oposiciones, el paro que nada trae a mi vida para contar y tantas otras 'buenas razones'.
Sin embargo, la verdad es que, igual que no hubo excusa para empezar a escribir (aunque tú en tu blog quieras buscarla), no la hay para dejar de hacerlo.
No sé si tiene algo que ver la deformación profesional, pero ahora sólo escribo para contestar a alguien, para decirle qué pasa por la vida... Me es más fácil así, aunque tengo tres libros en blanco que rellenar y no me resisto a pensar que algún día acabaré escribiendo esa novela... Eso sí, por pura satisfacción personal, los psicólogos ya los pagué...

Anónimo dijo...

Nunca creí en los psicólogos, desde luego yo no escribo para ahorrarme su trato. ¿Escribo para dar salida a sentimientos, penas, ideas…? No, al menos no de forma superficial. El motivo principal de mis composiciones de caracteres es que disfruto con ello, no tengo si quiera la pretensión de ser leído o comprendido; escribo por el placer de hacerlo.

Más bien debería preguntarme por qué hace ya tanto tiempo que no lo hago, últimamente no escribo nada más allá de pequeños e insulsos posts en legua ajena. De hecho, no es del todo cierto que no escriba desde hace tiempo, cada noche al meterme en cama, cuando camino por la calle, en medio de una conversación, en un trayecto sobre paralelas de acero… escribo; aunque en un soporte más perecedero que los digitales o celulósicos. Con la esperanza de algún día poder ordenarlos y transformarlos en unos y ceros.

De la escritura tengo la más romántica de las visiones, es de lo poco propio e incorrupto que puedo mantener. Siempre pensé que llegaría el momento en el que podría dedicarle más tiempo, el momento en el que libre de otros deberes pudiera ordenar los extractos mentales y conseguir la composición deseada; me he dado cuenta de que tal idílico momento no llegará, no existe, siempre habrá quehaceres accesorios que parezcan vitales y transitorios.
Esta noche volveré a escribir mentalmente con la esperanza del advenimiento del idílico momento.

Anónimo dijo...

Quizás escribes porque no hay más remedio y el folio en blanco te llama a veces de forma inexorable.

Como a mí hace mucho...

http://cabrejas.blogspot.com/2007/06/blanca-hoja.html

Mónica PG dijo...

De todas las razones posibles, quizá la de salvarse de uno mismo sea común a todos los que emborronamos papeles de mejor o peor forma. ¿Egoísta? Unos podrían verlo así; en cambio, gracias al egoísmo de otros a veces encuentras lecturas capaces de dar nombre a aquello que no conseguimos expresar, palabras salvavidas que aparecen en el instante preciso. Y eso, eso es una gozada.

Los viajes que no hice dijo...

Tú sí que eres una gozada. No puedo añadir más a lo que has dicho.