El mar de Caria. Los cuadernos de viaje del mayor genio que he conocido. Escribir en los bares. Escribir pese a todo, pese a la desesperación. La Alameda de Hércules. Algunas ciudades que son tu casa. Que el amor haga que a esa mujer que amo le brillen los ojos de nuevo. Páginas de internet desde las que espiar a los amigos. Mensajes de móvil con relatos cortos dentro. Emborracharse de palabras. Saber que vivir es necesario, que vale la pena, que la vida importa. La excitación de hallar vocablos perdidos. Las madrugadas sin dormir. Portugal y A Portagem y Lisboa y ella en Lisboa y el viento del Tajo y la luz. Una postal del palacio de Drácula. Tres niños que son mis sobrinos porque su padre me eligió hace once años. Los abrazos. Reír. La búsqueda constante. Ciertas películas, ciertos libros, ciertos cuadros, ciertas canciones. Las discusiones encendidas. Subir una montaña. Un paseo hasta la Plaza Alta. Aguadú. Caminar de la mano por Granada. Las charlas literarias. La memoria. Confiar en alguien de esa forma extraña que hace que pienses que traicionas si guardas silencio sobre los hechos importantes. Que se te caigan todos los esquemas. Llegar a tiempo a algo por una vez.
Un piso franco pacense donde reunirse cuando hace frío. Recordar. Visitar Madrid por sus madrileñas de adopción. Una noche de sexo entrecortado. La desazón de las despedidas. Aprender sin que te den lecciones. Un perro fiel durante quince años. Descubrir comidas y sabores. Luchar contra el miedo. Saber que alguien es un amigo la primera media hora de conversación y no equivocarte. La intuición. Mandar una carta a un bar para agradecer atenciones y sonrisas. El tabaco compartido. Un albornoz calentito después de una ducha. Hablar de la luz ocre del otoño. Una mesa camilla con brasero. Las terapias de parchís. Recorrer el puente viejo de Badajoz. Las carreteras. Una llamada que te despierta algunos días. Los abrazos íntimos. Una libreta y un boli. Soñar que viajo y viajar mentalmente. Los sueños que se tienen cuando sueñas despierta. Algunos ojos verdes. Los regalos que son sorpresas. Compartir lecturas. Estudiar lo que te gusta. Arreglar el mundo un sábado por la noche. Los besos en la boca. La serenidad que sólo te producen ciertas personas. Un viaje a Marruecos. Tener voz. Ver títulos de libros. Investigar. Cambiar el punto de vista. Pintarlo de colores. Poder tomar las riendas.
Un viaje por el mundo real de Stephen King
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El mundo de Stephen King está en su mente pero se pude tocar. Las novelas
del escritor norteamericano nos trasladan a lugares terroríficos y
fantásticos ...
Hace 5 días
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