Cuando Lolina salió de su casa, quiso comenzar a reconstruir su mundo de sentires y de percepciones. La venció la complejidad de un planeta extraño, en el que existían las propiedades privadas y las dictaduras enterradas bajo el nombre de libertades, o vivas con la íntima connivencia del menos malo de los sistemas posibles. Creía en un Dios que afirmó que la vida es una fiesta y que la rebeldía debe mantener la razón de la dignidad. Comenzó a saber del criticismo y conoció a unas pocas personas amables que le enseñaron que hay gente de fuego que puede abrasarte. Cuando Fernando conoció a esa mujer hermosa, había abandonado su mundo hacía mucho tiempo. Le sorprendió su ingenuidad inocente, que le hizo reír en ocasiones y le rompió la cabeza en muchas otras. Pero no pudo abrazarla, porque Lolina rehuyó todo contacto por creerlo inútil. Estaba convencida de que no podría cambiar las cosas si pensaba en sí misma, así que no se permitió querer a la única persona que le habría quitado el miedo a morir habiendo vivido una vida sin sentido alguno. Fernando sabía.
Sabía que la lucha es buena por sí misma, y que la coherencia es sólo una palabra que no existe. Sabía que los hombres no razonan, sino que actúan por impulsos y que racionalizan sus comportamientos más tarde, cuando ya nada tiene remedio, ejercitando el pensamiento absurdamente. Pudo haberle enseñado todas esas cosas, pero Lolina creía que sus convicciones eran las más correctas y las más profundas, verdades universales a las que nunca hubiera dado el nombre de creencias.
Fernando aprendió. Supo que el fuego había llegado para no marcharse y que el miedo de Lolina no desaparecería del todo. El miedo es el sentimiento más poderoso que existe, le repitió. Más fuerte que el amor y más que el odio. Lolina pensó que se refería a las muertes y a los desaparecidos, a los sin tierra y a la explotación, a todas aquellas causas perdidas a las que se dedicó, sin dejarse pensar en nadie más. Cuando Fernando quiso explicarse, no le dejó hablar.
Cuando volvieron a reencontrarse, Lolina había perdido la fe en sí misma y en el mundo y tampoco se dejó abrazar. Fernando no pudo decirle que las vidas sin sentido también son hermosas y que mirar la realidad desde la concepción total de un mundo extraño o tener como único planeta el espacio más cercano son las mismas cosas. Cuando se separaron por fin, Fernando ya no supo nada.
A Fernando Moragas, hace mucho tiempo...
Un viaje por el mundo real de Stephen King
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El mundo de Stephen King está en su mente pero se pude tocar. Las novelas
del escritor norteamericano nos trasladan a lugares terroríficos y
fantásticos ...
Hace 5 días
2 comentaron:
cuando y donde?
Pues lo publiqué antes de que él empezara a salir con palmiralis dudando, en el Faro, en los tiempos en que visitaba esa ciudad portuaria y rara buscando y buscando. Y si bien Lolina no es ella, o no es del todo ella, cuando comencé a escribir supe que Fernando era él, que tenía que ser él, porque él siempre supo más adentro y más allá que cualquiera de nosotras.
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