Después de volver y de que se sucedieran, encadenados, varios sucesos muy desagradables, he aprendido cuánta razón tenía Kavafis. Las ciudades se llevan dentro. Ahora archivo las fotos. Alguna -una imagen de Robert, inesperada- me da un muerdo al corazón. Yo estuve allí. Viví allí de paso. Allí tomé vino una noche de un día de diario cualquiera, salí a cenar bajo una terraza durante la lluvia, abastecí de tabaco a muchísimos mendigos que me pidieron perdón por no poder pagármelo, esperé la llegada de alguien en la Penn Station, quedé para tomar cervezas y desayuné todos los días en el mismo lugar.
Ni siquiera me di cuenta de que estaba de vacaciones. Llegué con un calor pegajoso y húmedo y me fui cuando el viento hacía volar las hojas de los periódicos, el cielo se nublaba entero y la ciudad rugía. De todos modos, Nueva York siempre ruge.
Echo de menos caminar hacia el agua, observar dos ciudades al otro lado del río, el cansancio de los músculos y, sobre todo, echo de menos a unas cuantas personas.
La mujer que volvió es un poco distinta. Como la que regresó de Canadá, hace ya un año -mi pasaporte marca la misma fecha, con un año justo de diferencia, entre un aterrizaje y otro-, pensando en cómo sería el invierno en La Malbaie con la nieve hasta las caderas y los perros tirando de los trineos.
En la casa de Pupe está el Nueva York de los años 40, un skyline reconocible en el que hago recuento de los edificios que me faltan y que yo vi. Pienso en los míos, sacando la ropa de invierno, saludando a la nieve con el mismo hastío de todos los años, quejándose de las temperaturas extremas y el frío, cogiendo una cámara para medir la luz y haciendo planes para largarse de un lugar que a veces les resulta muy inhóspito pero del que saben que no van a poder irse nunca.
Tampoco me fui del todo de Canadá. De la Place Royale, ni de La Malbaie, con su comida reconfortante, ni de las charlas con Aldo, que continúan un año después, ni de la explosión de agua de Tadoussac, donde se juntan Saguenay y San Lorenzo. Hay ciudades de las que no te vas nunca. Cada cual elige las calles que son suyas, los lugares a los que desea volver de nuevo, los ojos en los que quiere volver a mirarse, los bares: la White Horse, la Pete's Tavern, el Legal Grounds.
Y tú, sobre todas las cosas que vi, para no tener que volver a despedirme con un nudo en la garganta: yo, que no me acostumbro jamás a las despedidas.
Nueva York y Jersey City son más bonitas cuando tú caminas por ellas...
3 de octubre.
Y fin de la crónica del viaje.
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Hace 4 días
8 comentaron:
¡Qué bonito! Me ha encantado el relato de tu viaje y al final hasta me he emocionado, aunque a mí esto me cuesta poco. Todos esos lugares que has visto, todas esas personas que has conocido y que se han convertido en amigos... se me ha quedado grabada esta frase tuya: "El camino a casa de un amigo nunca es demasiado largo".
Ojalá que pronto puedas volver a la ciudad que te enseñó a mirar. Seguro que sí, porque ya dices que tú siempre estás donde quieres estar.
Muchas gracias por compartir tus experiencias. Tendrías que escribir un libro, yo te lo compraría. Un beso.
Ohhh, gracias, gracias por estar ahí pendiente siempre...
¡Vente a la QDD Nacional, por favor, por favor, por favor! (A ver si pudiera ser) y así te arrechucho un poco...
Dos amigos míos del foro de Nueva York, un chico y una chica, también se emocionaron con la despedida. Me hizo mucha gracia, nunca había pensado que un texto mío pudiera hacer emocionarse a alguien.
Un beso grande, guapa.
Pues sí, la verdad es que no he estado nada mal el relato.
Te voy a hacer un examen a ver si te lo has leído entero.
Y ahora ya en serio: me alegro de verte por aquí. Hacía mucho.
¿Tipo test o a desarrollar? Es por saber como hago el repaso.
Y ya sabes: aunque no lo parezca siempre estoy por aquí.
No sé si habrá muchos por aquí, pero últimamente parece que no hay (casi) nadie.
Así que me gusta verte.
Andaba buscando la experiencia de alguien que hubiera visitado Nueva York, especialmente Jersey City, pues iré 10 días en septiembre y a mí, estos diarios, me despejan muchas dudas. Sin embargo, además de conocer y aprender muchas cosas, me he llevado un relato estupendo.
Llevo leyéndote desde la mañana, a ratos, y desde un foro. Me has hecho emocionar y se me ha nublado la vista, la verdad. Allí has mencionado un blog y te he buscado, pues quería dejarte un comentario. Lo primero que he leído es que Boule está en el cielo y entonces sí que he necesitado un pañuelo, porque ya lloraba a moco tendido.
Posiblemente no siga tus pasos, aunque también quiera empezar por el Liberty State Park, pero me has enseñado un buen camino y que debo agarrarme a la mano que quiero cuando cruce Brooklyn Bridge.
Solo quería darte las gracias.
Diez días en septiembre. Qué suerte tienes, Montse. Pensaba que nadie me iba a decir nunca ya nada sobre el relato de este viaje... Y tus palabras me han emocionado del todo, la verdad. Me parecen de lo más cercanas y tiernas.
Y lo que estaba pensando yo es que, con lo bien que escribes, podrías contar tu experiencia.
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