viernes, 15 de agosto de 2008

Las palabras que son suyas
















Al final descubres que todos tienen el mismo miedo que tú. A ciertos temas de conversación, a determinadas preguntas, a la desnudez real (que a veces se mezcla con la física, pero no siempre y no a la vez), al silencio incómodo, a la soledad impuesta.

Amaso una carne que no está y la recuerdo. Sonrío hasta que me duelen las mejillas. Hablo de las mujeres importantes de mi vida y siento la necesidad de tomarme un café instantáneo con una de ellas en su nueva cafetera rojo Ferrari, para intercambiar vidas, caminos de Santiago, risas, un fin de semana lleno de sensaciones y una borrachera de palabras. Hablo de la invisibilidad, de los sitios donde me he quedado, de los fantasmas y de las heridas. Descubro que no me quedan cicatrices, que me apetece regalar un poema, que no me importa contar si estoy cómoda, pienso en mis canciones recurrentes, en las imágenes que proyectamos y confieso que soy incapaz de encontrarle un defecto, por más que busque, a ciertas personas. Imagino otros lugares y, por vez primera, un viaje acompañada que posiblemente no se produzca nunca. Me veo caminando por calles desconocidas, en paz y muy serena y hay también un prado verde. Y pienso si la madurez será, al fin, un equilibrio que te haga disfrutarlo todo como si todo ocurriera por vez primera. Se me empañan los ojos en el momento de la despedida y no sé en qué se basarán los recuerdos ni el tiempo que transcurrirá hasta entonces. Vuelvo a sentir la ternura y unos brazos. Y sé que callaré las palabras que son suyas.

6 comentaron:

Anónimo dijo...

Precioso, sencillamente precioso.

Y me he quedado blandita blandita porque esa ternura final se ha quedado conmigo.

Regina dijo...

Uy qué bien sientan algunas cosas, charlas y visitas. Me alegro un montón, de verdad. A ver cuándo te toca volver a compartir, con la misma persona o con otra. Se ve que te regenera.

:)

Isabel Sira dijo...

Juer...

Heli dijo...

Queda enlazada! que aquí se leen cosas buenas :)

Salud!

Adela dijo...

O quizás la madurez sea aprender que no todo, ni siempre, se puede sentir como si fuera la primera vez... No lo sé...

Por cierto, me encantaría ser incapaz de encontrarle defectos a algunas personas... De hecho, me ha asombrado esa frase, y me produce una profunda admiración.

No sabes cuánto me gustaría parecerme a ti en ese punto. Si existe un secreto, me sentiría enormemente afortunada de conocerlo...

Aunque no sé por qué, me da que está dentro de cada uno... Y no sé encontrarlo.

Quizás sólo se os reserve esa fortuna a unos pocos...

Los viajes que no hice dijo...

Glauka, me alegra ponerte blandita y tierna...

Random, ¿se nota tanto? sí que me regenera, sí...

Arwen, sin palabras, que no se me ocurre ninguna interjección...

Heli, muchas gracias y bienvenida...

Adela, no creo que exista un secreto que no provenga de mi absoluta falta de análisis. O de que me gusta mucha gente tal cual son. Aunque sean fríos, despegados, muy cariñosos, neuróticos o maniáticos. Simplemente, si no fueran así, no serían ellos. No me gustarían más si no tuvieran ciertos aspectos de su carácter. O que no soy capaz, tampoco, de ver esos rasgos de carácter como defectos. Sólo contemplo dos: no aguanto a la gente miserable ni excesivamente dependiente (de mí o de algunos de esos "demás"). Lo demás me da exactamente lo mismo...