viernes, 30 de octubre de 2009

Patria

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Yo también lo llamo patria, aunque la única que reconozca es el idioma.

Hay textos que no querría perder nunca. Por eso los enlazo. En este blog, los enlaces salen en marrón y sin subrayar. Por si alguien se pierde y no sabe de qué hablo.

Éste habla de amor. Lo ha escrito Dani. Y es de las cosas más hermosas que le he leído jamás.

miércoles, 28 de octubre de 2009

La foto que se me movió

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No se me movió ella, por supuesto, la tomé mal. Sin trípode, a pulso y con los parámetros que Dios me dio a entender. Pero es una de las fotos que más me gustan del viaje (junto con alguna de una puerta, muy sencilla, y varias de flores, o una de Pedro de espaldas, mirando al horizonte).

Québec está lleno de músicos callejeros que a mí me dio vergüenza fotografiar, a pesar de dejarles mi donativo convenientemente. Este señor tocaba canciones de los Beatles a la guitarra. También había arpistas y hasta uno que sabía cómo las copas de cristal pueden emitir sonidos dulces.

Era el Petit Champlain, por la noche. El Petit Champlain lleno de tiendas de artesanía hermosas, de restaurantes para turistas, de colores, de sorpresas. Nos sentamos en un banco, a escucharle. Le dimos unas monedas. Intentamos fotografiarlo, sin flash, porque yo sólo tengo flash en la cámara y no me gustan las fotos con flash (salvo que sea de relleno): las prefiero movidas a notarle los flashazos. Todo hubiera cambiado, supongo, con un flash externo, pero no había. La foto no hay por dónde cogerla: no existe un elemento nítido en toda la escena y la composición es... inexistente, vamos a decir. Le hice tres o cuatro fotos, borré algunas, salían movidísimas y no sabía cómo dejar de respirar y apoyarme para que salieran bien porque tenían que ser a pulso. Así que tenía la cámara encendida, pero me dediqué a encender un cigarro y a escucharle. Toca muy bien.

Y de pronto se acercó ese chaval. Estaba con sus padres, dio un grito cuando vio al músico y se quedó allí, embobado, escuchándole.

Ésa es la historia de esta foto. Hay que contarla porque la foto no la muestra. El arrobamiento de un niño ante un tipo que tocaba.

domingo, 25 de octubre de 2009

New York, New York

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El puente de Brooklyn, para mí, es más neoyorquino que la Estatua de la Libertad, que pertenece al mundo. Nueva York es una promesa y, más que ninguna otra ciudad, es la certeza de la vida que no tendré. Y que quizá me hubiera gustado.

Creo que la gente va allí buscando algo. Unos, la taberna donde Dylan Thomas se murió de absenta. Otros, el Empire State. O el Moma. O Wall Street, Harlem, Manhattan. La oportunidad de su vida. Un trabajo. El sueño americano. El amor. La Quinta Avenida. El Metropolitan.

Yo he conocido esa ciudad, sobre todo, deseando lo que ya perdí. No sé cuándo iré. No sé siquiera si iré. Pero alguien me regaló un paseo por el puente de Brooklyn, como si yo fuera otra persona, la mujer ideal que nunca seré, y no sabe cómo se lo agradezco.


La imagen es un cuadro de Cristina Bergoglio. Y no es el puente de Brooklyn, sino el de Manhattan.

jueves, 22 de octubre de 2009

Mapa y territorio

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Dicen que, para aprender a hacer fotos, o para hacer fotos buenas en los viajes, debes mirar muchas fotos de otra gente que haya estado en los mismos lugares. Yo no sé cuándo te vi por primera vez: en qué imagen, en qué programa de televisión, en qué enciclopedia. No fue, desde luego, cuando te encontraba en casi cada esquina, erguida, discreta, para recordarme que de veras estaba caminando por las calles de Toronto. Todo era nuevo. Las calles estaban llenas de gente, yo las miraba desde el primer piso de un autobús y me asombré, nuevamente, de que la ciudad existiera antes de que yo pudiera verla. Antes de que me hubiera dado cuenta de que podía imaginármela. Pero estabas tú, que eres un símbolo, aunque no vayas a saberlo nunca. Y quise verte de cerca y anduve muchas horas hasta el puerto y subí muchas escaleras para sentir vértigo al mirarte desde abajo.



Me gustaste. Pero ya te conocía.

Lo he descubierto en este viaje, transitando por esos sitios que sólo salen en las guías locales y que están llenos de sorpresas. Hace tiempo, unos amigos se fueron de viaje a Nueva York y le enseñaron las fotos a mi hermano Nacho: les fue diciendo el nombre de cada calle. Por las películas. Así conozco yo París. Y Roma. Y Praga. Por las imágenes de otros. Por lo que otros vieron antes que yo, que no lo he visto.

Lo descubrí también en Québec. Prefiero tomar fotografías de apuntar y disparar y asombrarme cuando veo las cosas por primera vez. Prefiero el asombro de no sentir que estoy en un sitio por el que pasé antes, sin verlo. De que las calles y las plazas comienzan a existir cuando yo las transito y nunca antes. Lo prefiero, realmente, para no tener más esta sensación de que sigo andando por el mapa y no por el territorio.

martes, 20 de octubre de 2009

Definitivamente...

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Esto fue lo primero que vi cuando llegué a Toronto. Me dio un vuelco el corazón. Y pensé, sin acabar las palabras: "Joé, qué concienciá está esta gente".

Definitivamente, tengo que aprender inglés.

sábado, 17 de octubre de 2009

Nueva York. Mensaje invitado. New York. Guest Post.

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Esta foto está tomada desde la parte de Queens, así que los edificios que se ven son el downtown de Manhattan. Recuerdo que había un flujo constante de corredores y ciclistas en ambas direcciones. Era relativamente pronto y no había demasidos turistas, aunque sacar la foto sin nadie era bastante difícil. Dado que la mañana se presentó nublada y un poco neblinosa, me he inclinado por el blanco y negro. Me dice más que la de color. Por supuesto, nada más volver a Manhattan salió el sol, con lo que los rascacielos resplandecían que daba gusto, pero ya no era plan de volver a darse la caminata hasta el otro lado para repetir la foto con tantas otras cosas por ver y fotografiar en Nueva York.

En cuanto a la foto en sí, como muchas de las fotos que hice en Nueva York, se trata de un panorama hecho con el Autostitch. Aunque me planteé la idea de alquilar un gran angular para el fin de semana, era demasiado lío (y dinero) y como tampoco tengo muchas pretensiones con la fotografía, mejor aplicar el conocido lema de KISS.

Y para acabar la entrada, simplemente decir que en realidad ésta no era la foto que yo quería hacer del puente de Brooklyn (!). La que yo quería hacer era desde la orilla de Queens en la hora azul, con exposición larga para alisar el agua del río y quizás captar las luces de los rascacielos y el puente entero. Pero bueno, quizás la próxima vez...


I took this photo from the Queens side of the bridge, so the buildings are the skyline of downtown Manhattan. I strolled along the bridge relatively early on Sunday morning, which proved to be good in terms of few tourists around but not so good in terms of light conditions (cloudy and generally speaking a bit of a gloomy start of the day). Instead of tourists there was a constant flow of runners and cyclists in both directions so taking the photo with nobody on it would have been almost impossible. By the time I came back to Manhattan the day was getting sunnier and sunnier (too late for me) but I just couldn´t be bothered to go back to Queens to take another shot. Instead, I just simply went for B&W, which somehow fits better what I saw from New York (but for Times Square).

Talking about the photo itself, it is obviously made out of several photos stitched together. This is the cheap option instead of renting a wide lens, which would have been a bit of a mess to organise considering my very tight schedule (and budget, I would dare to add). I think the photo from Grand Central (soon in my blog) is made out of thirty odd photos. I cannot exactly remember but I used less than ten photos for this one.


Finally, I had a sort of list of photos I wanted to take while in New York. Some I managed to take, some I didn´t and some I simply refused to try (for example the subway, which pissed me off with the maintenance work and intimidating staff). The one I had on my mind for the bridge was also from the Queens side, but from the shore and including the whole bridge in it, possibly at the blue hour in the late evening and with long exposition time to soften the water waves in the river. But then, there it goes, an excuse to come back...

El mensaje, ya lo han leído en el título, es un post invitado: por el título del blog, Los Viajes Que No Hice. El autor es también el autor de Puntos Suspensivos... Ah. Y todo parecido del texto en inglés con el texto en español es pura coincidencia.

martes, 13 de octubre de 2009

Esto es una casa

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Hubo un sitio en el que las rupturas se solventaban a base de partidas interminables de parchís y un tubo bien lleno de Marie Brizard con hielo. Keanu Reeves estaba como un queso, de vez en cuando venía un tipo que nos hacía el café y, cuando no estaba él, lo servía la última que llegaba. En ese lugar lloramos, a veces, y nos reímos más veces aún. Allí comenzaron los sinsabores laborales, las primeras etapas de paro, los desahogos por los múltiples trabajos de mierda y la conciencia de que estábamos juntas.

Luego hubo más. Una habitación diminuta, con un Zorrilla colgado en el salón (en Canadá vi uno, se me olvidó decírtelo: un Zorrilla auténtico, que me hizo soltar una carcajada. No sé si mi acompañante lo entendió: hay cosas que sólo vamos a entender muy pocos) y un baño que se estropeaba cada dos por tres, estilo década de los 60, quitándole años. Otra habitación azul y un sofá de cuadros azules y amarillos del que no me levantaba en todo el fin de semana. La terraza desde la que mirar las estrellas. Las charlas interminables. Las revistas. Y un piso más abajo, todos compartidos. Pero míos, también. En una de esas terrazas me pasé dos meses estudiando un examen que luego, mucho después, muchísimo tiempo después, me permitió llevar cultura. Sabía dónde estaban las pinzas de depilar, los tampones, el detergente, el café, la cafetera, los macarrones y el papel higiénico.

Luego se fue. Al principio era la casa de él, muy poco a poco. Un cepillo de dientes, una muda, una camiseta. Había dos cestos preciosos para la ropa sucia, un cuadrito en el cuarto de baño y un puf que fue mi asiento. Después fue el lugar de las partidas interminables de Monopoly hasta las seis de la mañana, de las botellas de vino compartidas, de las reuniones cuando otra de nuestras ellas venía de Francia, del ron con Coca-Cola, de las cenas opíparas que él cocina como nadie, de las actuaciones de Carnaval, de una voz cantando a todas horas y del afán por aprender a tocar más instrumentos y ver películas.

Ahora se ha vuelto a mudar. He pintado de blanco alguna habitación de esa casa, he limpiado pegotes del suelo para que pusieran la tarima, la vi sin muebles y le conté la historia del nombre de su calle. Pero hasta el fin de semana pasado no la había visto terminada. En la cocina está la cafetera roja que le regalé cuando se casó. Y en el baño los cestos metálicos y de madera para la ropa sucia. Y el cuadrito. Sonreí cuando lo vi: eran reconocibles. Todavía faltan los libros, hay cajas en el cuarto verde que sirve de vestidor y el ordenador ya está en su sitio. La casa es de colores. Como ella, que me vuelve de colores a mí. Lo supe cuando entré: lo demás eran pisos. Esto es una casa. Con sus cuadros dominicanos en el salón, el rojo centelleante de los muros y un metro siempre a mano para comprar los muebles.

“Pensé que te ibas a entusiasmar”, me dijo. Pero qué quieres. Yo soy lenta y ya sabes que no me oriento. Y eso me pasa cuando me mudo. Tengo que acostumbrarme a que voy a vivir en otra casa a partir de ahora.

Esta casa no es la suya, por supuesto: es una réplica de la casa de Los Simpsons.

domingo, 11 de octubre de 2009

Coque Malla

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Hacía mucho tiempo que no tenía ganas de comprar un disco. Han vuelto.

Hacía mucho tiempo, también, que no tenía ganas de ir a un concierto. Volvieron. Fui. Claro que, cuando salí, descubrí por qué hacía mucho tiempo que no tenía ganas de ir a un concierto.

Hay una imagen muy gráfica, es de Borges, de un texto que se llama Del rigor en la ciencia. Andamos por el mapa y no por el territorio. Eso pasó ayer.

Salieron Nico Nieto, a la guitarra eléctrica (un tipo alto, muy alto, desgarbado, con una chaqueta preciosa, pinta de gamberro y unos dedos ágiles ágiles) y Coque Malla, para cantar Hasta el final (que me encanta) y no habían sonado los primeros acordes cuando salieron también, de delante, de detrás, de todos lados, un montón de móviles de última generación o de penúltima, para hacer fotitos y grabar el concierto.

Somos un ojo tecnológico. Nos perdemos la música para verla luego en casa, mucho peor, casi sin sonido, sin haber cruzado una mirada con quien está encima de un escenario o sin haberte fijado en cómo se miran ellos dos. Que a mí me da igual lo que cada uno haga con sus móviles. En su puta casa.

Cuando comienzas a no entender los comportamientos de la gente a la que llevas cinco años es que debes de estar haciéndote mayor.

Yo, más que mayor, me siento vieja. No comprendo que alguien grabe a un tipo que está tocando para él. No comprendo que alguien haga fotos a un tipo que está tocando para él, cuando en su página web puede verlas y descargárselas con mucha mejor calidad, mejor encuadre, mejor luz y hechas por un profesional. Las páginas web de los cantantes han entendido aquello de "si no puedes con ellos, únete" y han colgado espacios para que la gente comparta sus fotos y sus vídeos, pero se está convirtiendo en una plaga esto, pronto voy a verlo hasta en la ópera.

Tampoco comprendo que un grupo de tíos de 1,80 se plante delante de ti, que has llegado antes, y se dedique a hablar durante todo el concierto sin hacerle caso a los dos que se están partiendo el pecho a dos palmos de su cara. O que pretendan hacerse fotos de primer plano en las que salgan Coque y Nico detrás mientras los demás estamos intentando verlos. Y menos aún que alguien oiga una guitarra eléctrica y no se ponga a saltar, a brincar, a moverse. Que más que un concierto de rock, en cuanto a público se refiere, aquello parecía una primavera de brisa corriendo por entre los trigales...

No sé por qué ocurre y no me importan las razones, que yo resumo en una absoluta falta de respeto por el trabajo ajeno. Supongo que hay quien no se toma la música como un trabajo, pero yo también me lo paso bien en el mío. Muy bien, incluso. Rematadamente bien.

En fin.

Comenzó con Hasta el final, siguió con She's my baby y con Abróchate. Por riguroso orden del disco. Pero hubo tiempo también para algún que otro éxito de Los Ronaldos (Saca la lengua, por ejemplo), para canciones de otros discos (El sombrero, El final, Qué será de nosotros), para dos bises (uno con la canción que cerraba el último disco de Los Ronaldos, Mi casa) que, sinceramente, el público no se merecía (bravo por su generosidad, porque a mí La hora de los gigantes me gusta mucho y la tocó para cerrar).

Y Berlín.

No me voy a poner a desgranar las canciones. Eché de menos una. Pero eso siempre me pasa. Las canciones que me gustan a mí no son las que le gustan al resto de la gente, así que normalmente no las incluyen en los repertorios, a no ser que presenten el disco. Y a veces ni eso. Así que me quedé con las ganas de Árboles Cruzados, que estuve escuchando repetidamente allá por aquellos tiempos, cuando todavía había cassettes y las cintas se rebobinaban.

Este señor lleva desde los 15 años encima de un escenario y se nota, claro que se nota. Sonó a banda, porque el disco suena a banda, cohesionada, digo, a grupo hecho, a músicos que se implican con el proyecto. Iván Ferreiro lo explica mejor que yo y, además, a mí me gusta mucho lo que los amigos explican sobre quienes son sus amigos.

Disfruté. Disfruté mucho, me lo pasé muy bien y se me hizo muy corto, a pesar de todo lo que he contado antes y de que en ciertos momentos hubiera sacado una recortada. Disfruté como una cría. Mi maravillosa tendinitis y yo no paramos de saltar. Canté. Me reí mucho, porque yo me río cuando disfruto. Y pensé que ojalá se cumpla lo que canta: "Todo va bien por el momento: puedes estar contento".

Es otra manera de dar las gracias. Desear que todo vaya bien y que le mimen.

La imagen es la portada del disco y es del fotógrafo Claudio de Casas.

viernes, 9 de octubre de 2009

Otoño

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Este año, yo no estaba predispuesta. Qué pereza, sacar la ropa de invierno, meter el edredón en la funda, volver a ensuciarse con las baldosas mal puestas, que el día se acabe casi cuando no ha empezado todavía, no saber cuándo tender una lavadora.

Hoy ha llovido. Y me ha pillado camino de casa y me he dado cuenta de que el agua sólo es agua o además es agua eso que cae y que te moja y te hace tener conciencia de tu piel. Me han brillado los ojos: eso lo sé, aunque no lo haya visto.

Ha llegado el otoño, con sus hojas de colores y esta sensación eterna de que todo está por hacer, de que el año comienza justo ahora, cuando vuelvo a observar a los adolescentes a las puertas del instituto camino del trabajo, cuando en las librerías vuelve a oler a libros nuevos y a gomas de borrar y las madres van a comprar mochilas con sus hijos y las estanterías se llenan de libretas que luego se llenarán de palabras.

Bienvenido, de nuevo. Muchos años vengas.

La foto es mía, de cuando estuve en Canadá.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Acuarelas

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Juan Carlos Mestre acaba de decirme que hablo con acuarelas.

Y esta acuarela es suya.

Y lo sé: esto es un ejercicio de egocentrismo, pero ¿y si se me olvida algún día?

domingo, 4 de octubre de 2009

Muere La Negra

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Y yo qué digo. Que se me ha muerto la Negra, la Voz de América Latina, doña Mercedes Sosa, y ya no llevo ni la cuenta de la gente que se me muere.

Pero bueno. Esta mujer es como la cigarra, ya lo saben...



Edito para añadir una entrada que, sobre Sosa, escribió Gilda en su blog. Madera de viejo nogal. Para no perderlo.