Al final pasaré por todas las fases de la pena. El cansancio primero (hasta aquí llegué); la creencia de que podría seguir un poco más; volver a intentarlo sin recibir respuesta; el maltrato a ratos ("no juzgarías a otra persona tan duramente de estar en tu lugar": me lo dijo una amiga hace años y no ha cambiado nada); el llanto pequeñito; la añoranza; destruir la imagen; pensar en lo que fue y lo que pudo haber sido. Quizá olvidar, más tarde.
Mantengo, como todos, tres o cuatro vidas paralelas que intento conjugar sin ser del todo consciente del esfuerzo que supone. Soy hija, hermana, amiga, compañera, receptáculo de algún odio, amante, fabuladora. Soy la que homologa los días con un abrazo, la que se lleva a fumar a quienes no fuman, la que se ríe en los desayunos, la que se cabrea en dos minutos, la que disfruta orgásmicamente de su trabajo a diario y la que echa de menos a una persona que compartió todo eso.
Me siguen faltando las horas, aunque los días (individualmente) se me hagan largos; aunque los fines de semana sienta que me voy de vacaciones; aunque no vea en años a quienes querría ver e intente arreglar los minutos, colocarlos donde bien me vengan, restando lo que puedo: ahora trabajo, ahora gimnasio, ahora como, ahora trabajo, ahora compro, ahora limpio y me depilo y pongo lavadoras y hago un puré de verduras y escribo y leo y duermo y me levanto y me ducho y trabajo.
No sé cómo hacerlo. No sé cómo no creerme que soy una autómata que hace lo mismo todos los días, de lunes a viernes, y a la que se le escapan el sábado y el domingo sin saber dónde ha puesto el descanso. Tampoco sé cómo unir todas las parcelas de mi vida de una manera coherente y más dadivosa: lo que se ve desde fuera y lo que sé yo por dentro.
Nadie lo notará, porque lo que no se cuenta no existe.
Aunque compruebe que la segunda vez es mejor. Que la primera lo arrasó todo y después -la madurez, las armaduras- el daño es mucho menor, por mucho que sepas que te han partido por la mitad y que tardas poco -tardan poco, ellas- en recoger los pedazos.
Lo que no se cuenta no existe. Pero existe, porque lo estoy contando.
Que te echo de menos.
Que voy a tardar mucho en dejar de echarte de menos.
Es lo malo de tener buena memoria.