jueves, 31 de marzo de 2011

Dos amigas

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Yo, ya lo sé, nunca me pondría unos zapatos como esos.

Pero la última vez que vi la luz, esa clase de luz, yo estaba con otra mujer, con varias copas de más y una ronquera más que considerable, contándonos la vida que nos vive y la que les vive a otras mujeres que están cerca. Pidiendo opinión y siendo leales, a las cinco y media de la mañana, después de haber estado caminando por Sevilla con un amigo con el que bailé.

No recuerdo cuánto tiempo hacía que no bailaba con nadie. Y que no hablaba de la muerte y del dolor y el desamor y el cambio que solo es posible con violencia y la rabia y los suicidios.

Luego llegué y la abracé y la besé y sus ojos se rieron, porque ella ríe con los ojos. Y le conté.

A mí me costó mucho estar así de abandonada con otra mujer, saber que forma parte de ese círculo luminoso que va a ser un colchón blandito en las zozobras, porque, durante mucho tiempo, ellas no me gustaron. Tardaron mucho, algunas, en transformarse en la mejor parte de mí, en la gente en la que me miro y reconozco.

Me he acordado, al ver esto.

Es la primera vez que me dedican una foto.

Hoy he estado leyendo un artículo de una fotógrafo de guerra, Lynsey Addario. Habla de cómo y por qué cubre una guerra una mujer. Hay una frase que me gusta: "People think photography is about photographing. To me, it’s about relationships".

He tardado un tiempo en comprender algunas cosas. Por qué me gustan las fotos que me gustan. Que hacer fotos y escribir eran solo una manera de contarme porque contarme siempre me ha sido complicado. Por qué, cuando otros fotografían flores o pájaros, yo les miro a ellos. Por qué me gusta la gente que me gusta. Y a qué clase de gente le gusto yo.

Gracias, Carlos.

La foto es de Carlos / Gayolopez.

martes, 29 de marzo de 2011

Marilyn

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La fotografió Bert Stern para la revista Vogue, seis semanas antes de morir. Cuentan que había unas botellas de Dom Pérignon, una suite -la 261 del Hotel Bel Air- y un cuerpo desnudo que era luz en el objetivo. La mujer que entornaba los ojos, la del lunar cerca del labio y el pelo rubio platino que siempre llegaba tarde, aparece con un pañuelo de rayas y una cicatriz en el costado. Un pecho más pequeño que el otro y más caído, algunas arrugas marcadas, el paso del tiempo y un costurón grande y bien visible.

Era, sigue siendo, el mayor mito sexual de la Historia.

Hoy la hubieran retocado con Photoshop.

Imagen de Bert Stern.

viernes, 25 de marzo de 2011

Cosas de las que no hablo con nadie

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(Normalmente): De que me gustan los dibujos de Fernando Vicente; de que, cuando salen Spike y Willow en Buffy, yo me lo paso mejor; del tufillo fascistoide y mesiánico que me jodió Battlestar Galactica y dejó de hacérmela redonda (aunque siga estando enamorada de Starbuck: o de la primera Starbuck) -por mucho que yo comprenda, bla bla bla, que en época de crisis, bla, bla, bla, la gente se aferra a la religión, y más bla-; de que me convertí en una experta en porno con trece años; de que Auden es capaz de traspasarme por la mitad; de la manera en que me enamoré de Athos hace ya mucho tiempo; de que algún día me gustaría hacer una buena foto en Nueva York; de que me gusta hablar con los chicos de Extrebeo porque puedo nombrar a superhéroes y decir "Chris Ware" o "Art Spiegelman" o "Krazy Kat" o "Midtown Comics"; de que a veces recito poemas en voz baja por la calle.

De que hay ciertos días que puedo llorar con cualquier cosa.

Con cualquier cosa. No por cualquier cosa. La charla con Enrique Bordes y Fermín Solís (al que nunca le agradeceré lo suficiente lo mucho que me hace crecer y lo bien que me lo paso hablando con él) está aquí.

El dibujo es de Fernando Vicente.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Elizabeth Taylor

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No he visto Cleopatra, pero recuerdo haber sonreído mucho cuando la vi, en pantalla grande por vez primera, en Los Picapiedra. Tenía, eso ya lo saben, los ojos más bonitos del mundo. Y una de las voces más personales que he escuchado jamás. Crecí con Gigante, con La gata sobre el tejado de zinc, con Un lugar en el sol, con Ivanhoe y con Quién teme a Virginia Woolf. Y, por supuesto, viendo la naricilla de Amy en Mujercitas, aunque yo siempre prefiriera a Jo March.

Me gustaba mucho esa mujer. Montgomery Clift, que también me gustaba, la llamaba Bessie Mae. Un día se irán Lauren Bacall, y Sophia Loren y, cuando eso pase, sí que nos habremos quedado solos.

lunes, 14 de marzo de 2011

Autobombo

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Pues eso.

Y no añado más porque estoy todavía completamente avergonzada.

Debería pasárselo a mis jefes.

Pero yo esas cosas no las hago nunca.

domingo, 13 de marzo de 2011

Madrid

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Madrid es besar a Nerea y que Jesús me bese, apretar la mano de Begoña y colegir, con Tormentito, que el 85 por ciento de la gente es gilipollas y que, del resto, hay muchos que no nos caen bien. Es reconocer en Cristina a la persona con la que me intercambio ocho correos diarios y ponerle cara a Nacho. Hablar con Pepe de música. Que Kois me baje la persiana para que el sol no me despierte. Probar platos nuevos y hablar un ratito, avergonzada, con el dependiente de The Comic Co. sobre "La vida es buena si no te rindes", de Seth, que me he traído a casa después de que Nerea se lo haya ventilado apresuradamente, como antes leyó algunos U que también están ya conmigo.


Esa foto de la Plaza Mayor tiene una gota en medio porque llovía. No he hecho muchas más fotos y ninguna salvable: hacía tiempo, mucho tiempo, que no pasaba tanto frío en Madrid y que el tiempo no era tan desapacible.

Es testimonial. He vuelto a ir, claro. Yo siempre vuelvo.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Ir a Madrid

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Desde hace once años, ir a Madrid es pensar en alguien a quien nunca veré.

Le debo parte de lo que soy. Mucha parte de lo que soy. Frases que digo. Expresiones. Concepciones del mundo. Cierta militancia.

Si le viera por la calle, no le reconocería.

Ya no hablamos. Da igual: está dentro de mí.

Él es yo.

Tampoco hablo con otro alguien a quien nunca veré.

No sé su nombre y le pedí que se fuera.

Lo he contado mil veces. Es una historia vieja.

De esto hace tres años.

Volvió por un rato y fue peor. Fue muchísimo peor.

Ya sé que no puedo ir a la Plaza Mayor sin que se me vuelva el estómago del revés. Y que me muero por hacerle una foto nocturna al templo de Debod, pero posiblemente no vaya nunca.

Siempre que voy a Madrid me ocurre lo mismo.

Me sienta
tan bien
(y tan mal)
al mismo tiempo...

martes, 8 de marzo de 2011

Cien años

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Han pasado cien años desde que comenzó a celebrarse.

No es una celebración, sino una reivindicación.

Si me quejo, o si me indigno, siempre recibo las mismas respuestas.

Que soy una víctima. Que no me puedo quejar, porque antes estábamos peor. Que odio a los hombres.

Yo no nací mujer.

Ni siquiera supe devenir en una.

La conciencia de género me la despertó un hombre. Fue un hombre quien me habló de Seneca Falls por primera vez. Y de Elizabeth Cady Stanton.

Existir, existen. Y existieron. Marx. Engels. Stuart Mill.

Raúl, que intenta entenderme. Carlos. Ángel, cuya escultura sobre la igualdad, uno de sus sobresalientes en Bellas Artes, preside mi estantería desde hace años. Luis. Agu. Carmelo. Javi. Alfredo.

Los amigos que tengo.

Y Neno.

Gracias.

La imagen es de Cady Stanton.

jueves, 3 de marzo de 2011

Por el placer de volver a verla

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Si se habla, y se escucha, a lo mejor podemos entendernos un día, o hacer como que nos estamos entendiendo, o creer que nos estamos entendiendo, porque creyendo, quizá se vuelva real. Escribir, también. Escribir, sobre lo duro que es crecer. Sobre lo difícil que es crecer.

Eso nos han contado Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza. Miguel y Nana. Que alguien es importante cuando te apetece volver a verlo.

GAP

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Paso siguiente, inspiración siguiente, siguiente barrida.

Estoy en el GAP 4.0.

Es un grupo que surgió en Canonistas. Nace de la generosidad de otros, para que los demás aprendan. Cuando uno ha aprendido, mantiene el compromiso de enseñar y de seguir aprendiendo. "Siempre aprendiendo, siempre enseñando".

Yo no sé hacer fotos. Fotos memorables, por supuesto, digo, como varias de las que recuerdo de mis amigos. Y por eso estoy más que asustada.

El caso es que alguien piensa que sí puedo.

Y me llevó de la mano. Y eso está bien, porque soy insegura y suelo caerme.


La foto que puse era de Nueva York. Del East Village.

De momento, lo único que puedo decir a una crítica de mis fotos es Señor, sí señor. No deberé copiar fotos de otros lugares (porque si no, ¿de qué valdría querer aprender, querer experimentar, querer descubrir?). Nunca, nunca se justifica una foto. Ni se aclara. Ni se explica. Y no se admiten vampiros.

Quien me llevó de la mano va a ser mi capitán. Y ha empezado recomendando "Recuerdos de fiebre, sueño y duermevela" de un tal Machado. Porque con la poesía también se aprende a hacer fotos.

En los dos años siguientes, supongo que le agradeceré muchas cosas. 

Hoy solo una: que algún día le veré la cara a ese hombre, en Barcelona o en donde sea, y le daré las gracias por darlo por hecho, por decirme que lo diera por hecho. Con una foto.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Miguel Ángel Solá / Blanca Oteyza

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Hoy he estado hablando con Miguel Ángel Solá y con su mujer, con Blanca Oteyza. "Aquí o allá opino que los hijos de puta son y serán hijos de puta. Y que la vergüenza se pierde una sola vez y ya no se recupera. Y que, a partir de ahí, todo es cuesta abajo". Eso lo dijo él, en otra entrevista. Es un tipo dulce, o a mí me parece dulce porque los argentinos tienen ese acento cadencioso. Vienen a Mérida con una obra que se llama "Por el placer de volver a verla".

Me he puesto delante del micrófono contentísima, somnolienta, medio rota y hasta eufórica, pero es la primera entrevista en la que lloro.


Solá me estaba contando que a veces te gusta ver a alguien que ya no está. Ver su sonrisa, otra vez. Escucharle la voz. He recordado (ha sido un fogonazo) la última escena de Artificial Intelligence como si la tuviera delante. Y no se me ha notado, supongo, pero me ha dado mucha pena, se me han hecho un nudo el estómago y la garganta y se me han saltado las lágrimas.

martes, 1 de marzo de 2011

Una foto

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Hace unos días vi una imagen. Fue en un fin de semana muy raro, que pasé aliviada en parte, algo maltrecha también, con amigos, con libros, con fotografías. Compartí algún dolor que no se ha ido, porque eso me va a doler por mucho tiempo y de muchas maneras diferentes. Y vi una foto.

He visto muchas de esa ciudad. Fui sin saber reconocer el Empire State y ahora distingo cada edificio. He escuchado a Billie Holiday, a Billy Joel y a Frank Sinatra a todas horas. Decidí irme a París para viajar sola y porque hay que ir a Lyon a ver a Noelia cuando para a Mateo. Y porque París significa otras cosas: una reafirmación y otra huida. Sé bien lo que va a significar París.

Una negación, para empezar.

Por eso esa imagen me puso triste. Hay una mujer. Viste de negro. Mira un escaparate. Nada más. Porta una bolsa de las que tienen el logo: "I love New York". Parece cansada o yo la imagino cansada. Y al final ya no sé si se trata de lo que la foto enseña o de lo que yo vi. O de la parte de mí que quiso ser ella y pararse delante de un escaparate que muestra ropa de época, porque hay no sé qué de Jane Eyre, y llevar una bolsa de I love New York porque he entrado en una de esas tiendas horteras de souvenirs para turistas y he comprado algo y...

Me supo a derrota, la foto. Porque sé que iré a París queriendo estar en otra parte. Y sé exactamente qué querría hacer en esa otra parte y que no voy a pedir permiso. Y que por eso no voy, porque no me apetece un no por respuesta, porque sería la tercera vez y porque no estoy de humor como para que no me duela.

Aunque nunca salgan las cosas como pretendo.

No sé quién es ella, pero lleva acompañándome desde entonces. He aprendido las luces de memoria, la forma de las dos bolsas, las letras del escaparate, las manchas del suelo, cómo otra persona coloca una pajarita, las rayas del mármol.

Justo después de verla mandé un mensaje. Para que me esperen, con un café calentito y un muffin de canela.

Él, me contaron, se puso muy contento.

Ahora sólo me queda cruzar los dedos. Y lo demás.

Imagen de Workinpana.