viernes, 29 de febrero de 2008

Círculos

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Cuando vivía en una de las muchas ciudades que he habitado, me propuse, me había propuesto, cerrar el círculo. A veces me ocurre: uno se harta de contar las mismas cosas, los mismos sucesos que no te definen pero sin los cuales es imposible entenderte del todo; y se cansa de confiar, de comenzar una relación que no sabes cómo será o cómo acabará, y tampoco te hace falta porque tienes alrededor a un buen puñado de gente a la que asirte de tanto en cuanto, y no importa nada más.


A ella le había pasado lo mismo. Pero la encontré, o nos encontramos y hablamos de Pessoa, de sor Juana Inés de la Cruz y del miedo en las relaciones y al día siguiente volvimos a hablar y luego fui a la ciudad en la que vive y la busqué. Acabamos a las cuatro de la mañana, tomando vino, en una plaza que hemos visitado muchas veces después. De eso hace más de un lustro.

Él apareció cuando yo zozobraba, hace muy poco. Me mandó un texto de Robert Graves. Las palabras, ciertas palabras, siempre han traído a gente importante a mi vida. Fue muy fácil contarle a un desconocido las causas del naufragio y la tormenta y el dolor. Hoy había una postal en mi mesa, entre cartas del banco y retenciones de impuestos. Viene de lejos, de la Patagonia, de la Península Valdés, y pinta una imagen de una ballena franca austral. Se cargó todas las reticencias, que eran muchas, y ni siquiera sé cómo lo hizo. También llegó cuando yo había decidido no conocer a nadie más.


Que vengan los que quieran, pienso ahora. En ciertos casos, ya sé las condiciones...

Canciones

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Una vez, me pintaron un retrato antes de haberme visto nunca. Otras veces, me han mandado canciones que les recuerdan a mí. Y me reconozco en las historias que cuentan, sin creerme que yo sea ésa del todo... Hoy he buscado una. No la había escuchado antes, pese a que me la escribieron en un foro para sacarme a bailar una Nochevieja.




Las quería escribir, por si acaso algún día se me olvidan... Cada una me llevó a un lugar: a descubrir de mí lo que veían otros. Cada una me trae algún recuerdo: todos agradables, todos con una punzada de dolor por lo perdido, de reconocimiento por lo que viví, de asombro.






Alguna me trajo un cuerpo reconocido, el descubrimiento de las sensaciones de mi propio cuerpo, la ternura y la seguridad de que puedo hacerlo todo. De que siempre voy a tener razón dentro de una cama.



Y otras, simplemente, son la historia de mi vida...


miércoles, 27 de febrero de 2008

Por la mitad

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"A la próxima que coja la voy a partir por la mitad".
No habrá.
Ésa fui yo.
Con la próxima será feliz.
Sólo porque a mí me partió por la mitad.

lunes, 25 de febrero de 2008

Nuevo año

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No se hacen balances cuando no han pasado dos meses del comienzo de año. Eso me digo. Pero da lo mismo. Lo hago para que no se me olvide que, aunque al final resulte horrendo, comenzó maravillosamente bien.

Perdí a una persona. Perdí a una persona que ha sido importante, muy importante, para mí durante el último bienio. El único éxito que me resta es que por mí no ha quedado. Ahora aprenderé a echarle de menos sin que duela. A intentar echarle de menos sin que duela. A intentar que la añoranza se transforme en recuerdo pero no reste nada: ni las ganas, ni la confianza, ni la sonrisa. A intentar, también, dejar de escuchar tangos que me lo traigan a la memoria, porque siempre que pierdo a alguien importante escucho tangos. Malevaje, Antonio Bartrina a la cabeza. (Angustia de saber / muerta ya / la ilusión y la fe. / Perdón si me ves lagrimear: / los recuerdos me han hecho mal).

free music


Comencé a vivir sola. Y me pasé las tardes cantando lo feliz que me sentía. Estrené una cama de matrimonio para mí, para dar vueltas y más vueltas, sin que se me haga grande (porque a mí las camas nunca se me hacen grandes). Recuperé la cordura que había perdido sin darme cuenta, el buen humor, las ganas de ser. Me di cuenta de que tengo el tiempo, todo el tiempo, y de que todo está por hacer y todo es posible. Me percaté de lo hermoso que es cuidar de un espacio que sientes tuyo y adornarlo con libros y portafotos con imágenes de todos esos amigos que viven lejos y con velas e incienso y cuadernos en los que escribirlo todo.

Saboreé la felicidad rutinaria. La maravilla de tener un trabajo creativo que se desempeña con mejor o peor fortuna pero con muchísimo gusto, porque me divierte. Estrené nuevo blog, recuperé el anonimato (espero: a la tercera irá la vencida y lo haré privado) y volví a utilizar las noches para, cigarro en mano, taza de café en la mesa, emborronar cuartillas y para parar de escribir y volver a leer (Dickens, Dumas) y quedarme mirando la televisión -apagada- pensando en que todavía no me lo creo, porque no me había dado cuenta de lo mal que estaba antes. Ventajas de reír todos los días: que realmente no te percatas de que tu cabeza y tu humor no van a la par.

Adelgacé ocho kilos y pico, también, y los que vendrán, y me hice el firme y completo propósito de convertirme en una fashion victim cuando pierda los diecipico que me sobran todavía. No lo podré cumplir, ya lo sé: me faltan el gusto (bueno, tengo el mío, que me encanta a mí) y la disposición: nunca seré una mujer al uso, por mucho que adelgace. Pero, al menos, me cabrá la ropa. Que siempre es un consuelo.

Comencé el año siendo feliz. A pesar de la pérdida y la añoranza. La verdad es que eso, ser feliz, es algo que no me cuesta trabajo alguno últimamente.

Imagen de werd forthe wise.

domingo, 24 de febrero de 2008

A veces sucede

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A veces sucede.
Algo quiebra el mecanismo
cotidiano de la desolación y sucede.
Se despista la terca ley de la distancia
y dos cualquiera se encuentran,
sin saber cómo, sin casi pretenderlo.
Conversan, se ríen, se sorprenden
de no desconfiar en absoluto,
se entregan a lo que van inventando
como si estuvieran protagonizando el Génesis.
Todo es muy extraño, piensan para adentro
en los raros momentos en que se les aparta la alegría
porque vuelve a asaltarles la costumbre.
Pero el milagro sigue.
No detienen el juego por ahora.
Pasean, deletrean el alfabeto de su inocencia,
balbucean sus nombres nuevos, sus sueños viejos,
cantan estribillos de canciones tontas
y les parece extraordinariamente divertido,
se olvidan de comer, hablan sin parar de la hermosura,
se conmueven cada vez en los silencios.
Suele haber en estos casos una ciudad
que va dando pasos lentos hacia la noche y luego
pasos un poco más rápidos hacia el alba.
El alba mientras tanto aguarda tranquila,
en su sitio, con su guadaña.

David Eloy Rodríguez.


La imagen me la regaló quien fue durante algún tiempo alguien con quien conversé, me reí y me extrañé de no desconfiar en absoluto.


A veces sucede. Aunque no se tengan arrestos para desafiar al alba y sus asesinos. Dos cualquiera se encuentran y van construyendo lo que son y van juntos. Hablan, se entregan, intentan descubrirse. A veces sucede que después desaparecen. Y que uno de esos dos cualquiera busca al otro...


a pesar de saber que no va a encontrarlo ya nunca.

viernes, 22 de febrero de 2008

Niños

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La mujer que va a tener un hijo me regaló una vez una Waterman Audace. También la cafetera con la que hago el descafeinado de por las noches. El último fin de semana que estuve en su ciudad, me lo pasé acariciándole la tripa a todas horas, sin creérmelo casi, aunque ya le hubiera escrito cuando aún no era más que deseo, proyecto y búsqueda.

El hombre que va a tener un hijo me dice que no se puede ser tan macho y nos reímos. Él vive más lejos, a dos autobuses y casi seis horas de distancia. A su pareja la conozco por fotografías y cuando la vea, será, supongo, para saber de los otros dos miembros de su familia a la vez. Para abrazarle y admirarme ante la nueva vida que empieza.

La mujer que tiene dos niñas no pasa por sus mejores momentos, pero cuando las ve, casi es capaz de olvidarlo todo. Su sabiduría le permite recordar a cada instante que se acabará la tormenta, a pesar de los miedos, y que quizá algún día, podamos recordar todo esto con el dolor justo.

La pareja que tiene un hijo afirma que, si llegan a saberlo, lo hacen antes. Los días se les pasan entre cuidados, paseos con cochecito y una placidez estable. De vez en cuando (menos de lo que me gustaría) observamos cómo va creciendo esa personita a la que vimos, por primera vez, con quince horas de vida. Y siempre nos asombra.

El hombre que me abrazaba todos los días, ahora puede levantarse temprano para llevar a su hija a la guardería, ir a recogerla y comer los tres juntos. Me enseñaba estrellas y estaciones espaciales y el día que se fue, me regaló un libro lleno de planos para estrenar mi casa. Le echo de menos todo el tiempo.

Hay otra pareja con niño. Con foto de niño en el móvil, con pocas posibilidades de conocerle aún. Pero sé que también son felices, porque son felices juntos desde hace casi diez años.

Sólo una vez he deseado tener un hijo, porque conocí al único padre idóneo. Fue hace mucho tiempo, en una de esas etapas de locura transitoria que da un amor que luego sólo fue escarcha -no he tenido más frío en mi vida- y más tarde reconocimiento y después recuerdo y asunción de la propia historia rara que vivimos. Ahora que muchos amigos míos son padres, o lo van a ser, me sorprendo pensando en cómo cambian las vidas en tan poco tiempo, nueve meses poco más o menos, y comienzan a ser otra vida que gusta.

Será divertido estar ahí.

domingo, 17 de febrero de 2008

Añoro

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Te echo de menos. Ya te lo dije un día, que escribir siempre era escribir una carta a alguien, aunque después no la lea. No la leerás, pero yo escribo, que es la mejor manera que tengo de aventar mis fantasmas. No de expulsarlos: ésos no se van nunca.

Me quedo sin todas las respuestas. Y sin las charlas, la conversación, las risas. Me quedo sin teclas y sin palabras, sin conexiones, sin la excitación lenta de la mente, sin los deseos y sin la esperanza.

Ya sabes: a veces no hay más remedio, pero me resulta complicado perder. No debí perder. No debí, porque me gustaría poder recordarte, tener alguna imagen a la que asirme, una voz martilleándome por dentro, alguna anécdota compartida, una sala de cine a tu lado, un café, una copa, una cama. En estas cosas nunca ha existido dolor sin frustración. Se acabó, ya no más, no puedes desear, no esperes, ninguno de los dos vais a volver nunca. Ni siquiera vas a saber por qué. Sólo sé eso: que al final no me fui yo. Que yo no puedo irme. Y que, aunque intente no pensarlo, espero que algún día aparezcas...




viernes, 15 de febrero de 2008

Por qué escribes

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Odio el té rojo. Nunca tomaría té rojo. Verde, blanco o negro. Mejor verde con hierbabuena y azúcar negra o negro, paquistaní, hecho en agua, con un chorro de leche. Ahora, con sacarina líquida concentrada, cuatro gotas exactas. Antes, con dos cucharadas o un sobre de azúcar. Y, mientras bebo té, fumo. Y fumo mientras escribo.


No sé por qué escribo yo, así que no te puedo contar un cuento. Sólo sé que es íntimo. Que, durante mucho tiempo, fue mi única manera de decir y que hoy, cuando ya he aprendido a hablar, sigue siendo mi mejor modo de comunicar lo que me importa. Al final, es lo mismo: escribo porque siempre lo he hecho, por ninguna otra razón. Otros comienzan en la adolescencia: yo lo hice en cuanto pude empuñar un bolígrafo. Un castigo a los siete años, una semana sin entrar en la habitación en la que escribía -dio igual: lo hacía en clase: una hoja para los apuntes, la otra para lo que yo quería decir-; ciento y pico de páginas cohesionadas a los diez (que perdí) y un sinfín de cartas más tarde, muchos cuentos cortos e historias de los lugares que habité. Escribía porque leía y porque no sabía pintar, como no sé tantas otras cosas. Y ahora, décadas más tarde, confío más en lo que me muestra esto que en las palabras habladas de los otros. No puedo hacerme una idea completa de alguien hasta que no le he leído. Y me acerco a ellas como quien se acerca a los descubrimientos.

Me tomo un té contigo. Y te veo el intento y te palpo la vergüenza, que no sé si es vergüenza o es pudor. Me gusta lo que veo y lo que intuyo. Pero sé que no se puede explicar, ni siquiera delante de un té a distancia. Ni siquiera cuando se disfraza como otra manera de devolver lo que te dieron, de aventar la soledad, de estar solo del todo y contundentemente, de conseguir amigos o de que los amigos te conozcan mejor y sepan quién eres. Sólo es eso: la necesidad de vivir más y de nuevo cuando escribes.

El día del culo

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El culo de Linterna Verde es azul. Dicen que para dibujar un personaje de cómic, el esbozo hay que hacerlo con círculos. Para dibujar un culo, también. Porque esos culos no pueden ser reales. Ya nos gustaría.

Porque, piénsenlo bien: normalmente los tíos no tienen culo. Es plano y escurrido. Nada que ver con esos glúteos poderosos que muestro ahí arriba y que eligió para mí el siempre brillante Jotacé. No sólo poderosos: redondos, prietos, listos para amasar y para hundir las manos si la dureza de los músculos lo permite. La dureza, he dicho. De los músculos. Mentesucia.

Por eso, porque son dibujados, que es casi como decir esculpidos, los culos de los cómics se nos muestran desnudos. Casi como un body art. Cojan un culo y píntenlo de amarillo, de azul o de rojo y llámenlo "uniforme". Háganlo un objeto de deseo inalcanzable. Muéstrenlo moviéndose, encajado en alguna postura sexual durante una pelea y hagan que la imaginación se traslade a otros mundos -a una cama grande, a una mesa de cocina- y luego bájense a la realidad mientras observan el resto de los culos masculinos -inexistentes o gordos como pelotas de fútbol cuando existen-. Suspiren. Hasta pueden babear.

Darían ganas de morderlos si supieras que no ibas a morder papel.

martes, 12 de febrero de 2008

Ellas

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No hay nada mejor que tener amigas. Amigos también, desde luego, pero ellas son espectaculares. Una casa por estrenar, dos botellas de vino, patatas fritas, ensalada para mí y mucha charla sobre lo pasado, el trabajo y el futuro. Un sofá de piel marrón, una cocina naranja, un cuarto de baño morado, una cama de matrimonio para mí sola y una estantería con cristales para todos los libros del mundo. Cajas, películas, cremas, discos, fotografías, velas, las tazas que me regaló J., un estropajo y trapos para el polvo. Un cenicero con colillas, una alegría compartida con cinco mujeres maravillosas -faltabas tú-, abrir los armarios, elucubrar sobre los regalos que me harán por el estreno, arrellanarse en el sillón, encender todos los cigarros y hablar, hablar, hablar. Hacer planes para habitar un espacio unipersonal que estará cuidado y será mío y se llenará con cenas compartidas, con películas, con lecturas, con un edredón grande y calentito, con alguna manta, con muchos proyectos tranquilos y con infinita serenidad.
Soy feliz. Comienzo a ser feliz del todo.

lunes, 11 de febrero de 2008

Por fin

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No sé cómo será, pero sí qué será. Será llegar a casa después del gimnasio, comer tranquilamente sola o sólo con quien me apetezca, hacer un capuccino, sentarme a leer un libro durante la hora de la siesta, ir a trabajar, volver a leer. Será Historias de Filadelfia, Centauros del desierto, Toro Salvaje, La Palabra. Serán Dreyer, Cukor, Hawks y Lubistch. Será Sexo en Nueva York y Carnivàle y Héroes y un mate en un mate curado y unas tazas y dos teteras y cuadros de Friedrich, Kandinski y Monet. Habrá imanes de muchos lugares del mundo en la nevera y estarán Pedro Guerra, Calamaro, Sabina, Vince Jones y Billie Holiday. Habrá muchos cuadernos con pasta dura, una mesa siempre limpia en la que escribir, un desorden que será sólo mío y Dickens y Andersen y Auden y Szymborska y Juan Ramón Jiménez. Comenzaré a estar habitada de nuevo, después de año y pico haciendo de madre de quien no se lo merece ni ha mostrado nunca la mínima solidaridad ante las desgracias.

Será todo eso.

Por eso me siento, ahora mismo, tan feliz.

Como si me hubieran indultado.

sábado, 9 de febrero de 2008

Gentes de toga y gentes de espada

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Nadie ha leído todo Dumas, pero todo el mundo ha leído a Dumas.



Ando revuelta este fin de semana, entre intrigas palaciegas, herretes de diamantes, cardenales de 35 años que saben de sobornos y se enfrentan con reyes y amores de tres segundos. Por allí anda un chaval gascón, que se mete en peleas siempre que puede, por una mirada o una palabra mal dicha y que salva su impericia con las ganas. También un hombretón noble, corto de entendederas, leal, muy hablador y magnífico para el difícil arte de obedecer sin planear. Y un mosquetero que quiere ser abate y que estudia teología en sus ratos libres, acompañado siempre de una dama y nunca la misma.

A mí me acompañan estos cuatro desde que recuerdo. Siempre me gustaron las espadas y los duelos y ciertas mujeres valientes que no saben esperar sin actuar primero y preguntar más tarde. Hoy me he venido con El vizconde de Bragelonne bajo el brazo, tres tomos y la última de las aventuras que me queda por leer, pero he vuelto a comenzar desde el principio, aunque el principio me lo sepa de memoria. Rochefort, Milady, Richelieu, Tréville, Luis XIII, Ana de Austria, Mourdant. La fuerza, la nobleza, el valor y la astucia.

Por allí anda también otro. Treinta años, poco más o menos. Un hijo. Una mujer a la que quiere ver muerta. Pocos amores, o casi ninguno. Misógino. Casi mudo. Leal. Le busco en cada página y siempre me asombra.

Con él descubrí que puedes enamorarte como una loca de alguien que no ha existido nunca.

viernes, 8 de febrero de 2008

En marzo hace un año que bailamos esto

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Lookin' back on everything
And all the things that stay
I can count on memories
Cuz they don't go away
Good times were hard to hold
Until she came along
She moves me like a Memphis soul song

I'm not always there I know
But she don't mind at all
As pretty as a picture that hangs on my own wall
She's like Mississippi

When the sun comes up at dawn
She moves me like a Memphis soul song

With an angel on my lefty side and the devil on my right
She's the one who saves me from them dark unholy nights
Of all the ones who've left me it's a wonder she's not gone
She moves me like a Memphis soul song
She moves me like a Memphis soul song

She don't care what the game is
She's always down to play
My world without her seems a million miles away
She don't have to worry
I know where I belong
She moves me like a Memphis soul song

I've been dealt some aces
And I've played them all the same
But she's the only one that keeps me in the game
No fame or fortune could ever keep me gone
She moves me like a Memphis soul song

With an angel on my lefty side and the devil on my right
She's the one who saves me from them dark unholy nights
Of all the ones who've left me it's a wonder she's not gone
She moves me like a Memphis soul song
She moves me like a Memphis soul song

There's a magic down in Memphis
That never seems to fade
Even now them voices carry
Like a lonely serenade
It's the memories that still and always will be on my mind
They move me every time

She see's the good in everything there is to see
Sometimes I wonder what she ever see's in me
I'm not always right you know
But she's never led me wrong
She moves me like a Memphis soul song

In all my travels I've never found a way
To find the words that say the things I'd like to say
I've sang some melodies but she's my favorite one
She moves me like a Memphis soul song
With an angel on my lefty side and the devil on my right

She's the one who saves me from them dark unholy nights
Of all the ones who've left me it's a wonder she's not gone
She moves me like a Memphis soul song
She moves me like a Memphis soul song

Uncle Kracker

Que una década no es nada

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Nos reunimos en abril, porque hace diez años que acabamos la Facultad. Son las fiestas t'acuerdas, como decía Darío, el mejor y más interesante de los copisteros. Reviso los correos, a ver quién más se apunta. La mayoría de los nombres ni me suenan, o no les pongo cara. Después de dos lustros, se quedaron quienes debían: seis o siete con los que no pudieron los kilómetros, los cambios de residencia, los amores, el resto de la vida que fue pasando. Pero hubo muchos otros con los que compartí momentos: a los 18 se me despertó la sociabilidad y descubrí que contando me va mejor. Ésa y no otra es la razón de mi apertura: que sabía escuchar porque no sabía hablar. Por eso venían. Por eso cambié en cuatro años lo que ninguno.

En una década, el mundo ha dejado de ser abarcable. Ya no hay tantos que me pongan libros en las manos, a los poetas me los descubro yo y nadie me canta Rosa María a las doce de la noche de cierto día de junio. Habité cinco ciudades más, regresé a mi tierra porque se me negaron dos y ahora hago lo que me gusta (qué digo: me apasiona mi trabajo), como buenamente puedo y con mil limitaciones.

Será divertido. Aunque la gente que me interesa no vaya a venir...

jueves, 7 de febrero de 2008

Un nombre

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No puede ser que el nombre sea lo único importante. Que por un dato absurdo rompamos lo que somos y lo que podríamos ser. No sé cuál es tu miedo, pero a mí se me hacen duros los míos: no volver a hablar contigo nunca, no volver a sentir admiración -a pesar de las imágenes-, no fomentar esa intimidad que me resultaba tan fácil, contigo más que con nadie, porque quería que participaras de mi vida. Tampoco sé quién resultará más terco de los dos, porque yo te pedí que te fueras. Como yo no quiero largarme, hazme el favor de largarte tú.

La segunda vez duele menos. No habrá una tercera. Pero duele. Duele no tener noticias, duele la desaparición, duele que no te acerques, que no lo intentes siquiera, que lo des por asumido, se acabó, hasta aquí llegué, que no haya más palabras, no esperar verte asomando aunque no me hayas borrado del todo. Y me duelen la rabia y la impotencia y la espera de dos años y el tiempo y la confianza y la apertura.

Porque al final un nombre es todo lo que importa.


miércoles, 6 de febrero de 2008

Blanco sobre negro

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Blanco sobre negro, intento llenar un espacio que aún no es mío del todo. Debería hacer una declaración de intenciones, de ésas para que nadie se llame a engaño, porque nunca he sabido qué responder cuando me preguntan qué escribo, ni sé si se puede llamar género a lo que nació sin pretensión literaria alguna, ni la tendrá.

Escribo para mirarme desde fuera, porque a veces no reconozco a la que leo. Ya no hace falta -no tanto como antes- la terapia, ni analizar cada aspecto de todas las que soy. Perdí el pudor a que me leyeran en una ciudad del Sur, pero antes siempre guardé los lienzos en el sótano y vueltos de espalda. No hay un personaje. No soy capaz de crear un personaje. No sabría venderlo y, si lo hiciera, sería más fuerte, menos ingenuo, menos confiado, menos esperanzado y bastante menos loco y más culto y con más prestancia. Aunque no pueda saber si lo que se adivina es lo que hay o, mientras vaya avanzando el blanco sobre el negro, se dará de bruces con la cruda realidad. Siempre me ha intrigado el juego de los espejos, los reflejos y las proyecciones. La manera en que el cerebro registra unas palabras o unos hechos y es capaz de emitir juicios o, aún peor, de creer conocer a alguien.

Este medio no sirve para eso. Lo que ves es lo que hay, pero siempre faltarán la voz, las manos, un abrazo fuerte, los chistes, la risa, la mirada de asombro.

lunes, 4 de febrero de 2008

Sola

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Una taza de té de rosas en una tetera que parece japonesa, pero es blanca y no es de hierro. Un café capuccino en una cafetera que no he querido estrenar aún. Una batidora que muela todos los purés. Una plancha de cocina para la carne y el pescado. Mis historias del arte en una estantería. Y Dickens y Juan Gelman y la Novela de Genji y las revistas y las cenas con los amigos, el mueble bar lleno, algunos ceniceros dispuestos estratégicamente, la charla y la risa.

Nunca me gustó vivir sola. Pero me he dado cuenta de que tengo mal ojo con quienes elijo como compañeros de piso, desde hace mucho. Me he dado cuenta de que es relativamente fácil engañarme porque conservo la ingenuidad de la niñez y jamás podría plantearme que hay quien es venenoso de por sí. Jamás comprendí la envidia ni el desprecio. Y ahora me encuentro con que hay quien aprobó un examen y quiere vernos en la calle a los demás y se dedica a lanzar bulos sobre mí y mi trabajo. Y me encuentro con que ya me cansa no poder leer nunca porque la tele está puesta con series y programas absurdos a todas horas (Escenas de Matrimonio, Al pie de la letra, Identity), lo mismo que me cansa no ver una buena película.

No sé cuándo será. Pero qué ganitas tengo...

domingo, 3 de febrero de 2008

El bolígrafo Bic

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Azul. Transparente y azul. Lo uso casi todas las noches, en libretas con las hojas cortadas, en cuadernos nuevos de pasta dura, en papel reciclado. Las primeras palabras siempre definen lo que vendrá a continuación, porque escribir es una terapia. Una terapia que a veces funciona, cuando consigues verte desde fuera, cuando consigues analizar lo que eres o lo que las letras muestran de ti. En silencio, siempre. Con tabaco, bebida (una infusión, ahora, o agua) y mil ideas o ninguna. Escribo a mano y luego tecleo y, mientras tecleo, corrijo algo: casi nunca, porque a veces las teclas llevan a otros caminos.

A otros viajes que no hice.