domingo, 31 de agosto de 2008

Kois

Cuando le conocí, hace ya varios años, no sé si seis o siete, me habló muy poco pero no se durmió durante la charla. Ese día yo tenía una verborrea incontrolable, como siempre que la timidez me vence (porque a mí la timidez me vence, pero no me impide) y él, que es tímido de verdad, se mantuvo callado mientras yo me agobiaba por momentos. Quizá nos preguntábamos lo mismo: quiénes éramos y por qué nos eligió ella, a él como pareja, a mí como amiga; si nos gustaríamos él y yo o qué podría pasar a partir de entonces.


Meses después, cuando me contó la historia de Seco y de aquella pantera rosa que hacía agujeros en la realidad, encontré un peluche que le mandé en una caja, con una tarjeta que él no le ha dejado leer a mi amiga jamás, porque es privada y es íntima. Este fin de semana -los míos ahora duran de lunes a miércoles- la he vuelto a ver, en la estantería de su cuarto, y me ha hecho ilusión, porque a mí me hacen ilusión estas cosas tontas.

Kois me ha dado un abrazo. Nunca me había dado un abrazo antes. Ya soy yo, supongo, yo un poco aparte, y no esa amiga de su novia por la que ella deja de hacer planes con él cuando llega a Madrid para quedarse muchos días sin avisar. Me dio un abrazo al verme, me preguntó los planes y me dio otro al despedirse, después de un paseo por Madrid en el que yo descubrí no que la quiere, que eso ya lo sabía, sino que la admira como la admiro yo y que le jode su inseguridad porque está convencido -como yo- de que es un genio creativo, brillante, inteligente, sensible y culto.

También he aprendido, con él, a pasear por las calles de una ciudad para hacer un trabajo de campo y observar cómo se utiliza el espacio, qué movimientos inmobiliarios hay, dónde se ponen las putas, qué tipos de negocio tradicional conviven con los bares más modernos y qué hace falta para que una ciudad sea habitable. Y me ha llevado a una librería feminista para que yo comprara libros de Hanna Arendt y Judith Butler y viera cajas con la imagen de Carmen Martín Gaite, María Zambrano, Virginia Woolf y Carson McCullers. "Esto te va a gustar y no lo conoces": y tenía razón. Aunque lo que realmente me ha gustado ha sido descubrirle a él. Y sentir por él, a la vez, respeto, alivio, ternura, admiración.

4 comentaron:

Anónimo dijo...

Ainssss esa verborrea tímida!!! la madre que la parió!!! Lo más peor de todo ;) es cuando el contrincante lo sabe, sabe porqué le das a la húmeda a esa velocidad, entonces estás perdida.

Veo que esta semana la cosa va de abrazos descolocantes. El mío vino por vía ex ... el tuyo vía amigo ... si es que es lo que tiene el calor ajeno, que a veces transtorna a una que es una barbaridad.

Yo te daba también un abrazo de esos bueno, mira tú. Y después nos íbamos de borrachera. Y luego seguro que caían más abrazos de esos alcohólicos entre risas y lágrimas, vaya que sí.

Maria Pía dijo...

Para hacer regalos en realidad tienen q ser de manera memorable, hay q tener un sexto sentido para dar con aquel objeto q siemrpe guardara y q a ti t hara feliz,,,,y los abrazos muchas veces son mas...

Saludos
Mapo

Sintagma in Blue dijo...

Redescubrirse en la amistad es el mejor de los regalos.

Los viajes que no hice dijo...

Glauka, pues no sé si se daría cuenta, pero te aseguro que yo, cuando estoy tímida, puedo ser absolutamente brutal y mis comienzos de conversaciones son rarísimos… Esta semana la cosa ha ido de abrazos, sí, para ti y para mí. Los míos descolocantes terminaron, hasta nuevo aviso, después: me dio un abrazo alguien que nunca me lo había dado y que no suele darlos. Lo de la borrachera me gusta. Pero tendrá que esperar: te recuerdo que tienes una sirenita en la barriga… O un sireno grande, no sabemos.

MaPo, yo me lío siempre al hacer regalos. Los abrazos me gustan, mucho. También son un regalo. A veces mejores que los materiales. Aunque si me regalan un buen libro o una buena película, no desdeño. O una buena cena o vino o… La verdad es que soy fácil de regalar…

Sintagma, tienes razón: ha sido un redescubrimiento. Y un regalo.