Mostrando entradas con la etiqueta Rubén. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Rubén. Mostrar todas las entradas

jueves, 7 de noviembre de 2013

Suicidios

4 comentaron

Me suicidé por primera vez a los 25. No lo busqué. No lo busqué, no lo planeé, tuve más frío del que he sentido jamás, descubrí todas las maneras en las que podía actuar como un animal herido que solo busca un refugio calentito pero quiere matarlo todo y quiere matarse a sí. Cuando camino por algunos lugares de Madrid, de vez en cuando, durante algún minuto de esos días caóticos, de repente, por un lugar, o por una charla con una mujer con la que siempre acabo desnudándome del todo, recuerdo a dos personas a las que nunca he visto, a las que nunca veré, que ya no están en mi vida, pero que me suicidaron. Una a los 25. Otra a los 32. También me morí pasados los 30 y a los 35. Yo me muero de a poquitos.



La última vez fui todas y cada una de las cosas que me aterran ser y que desprecio ser.
Dejé de escribir.
Estoy intentando descubrir, en este preciso instante, si lo que no te mata te hace más fuerte.

lunes, 31 de diciembre de 2012

2012

6 comentaron

Nació un niño que es un redondel cuando se asombra. Nacerá una niña o quizá cuando se publique esto ya haya nacido, porque voy a trompicones actualizando el blog con las fotos y la crónica, vuelta a redactar a ratos, del viaje a Argentina: hay cosas que no puedo, ni voy, a contar. Me suicidé y sabía que me iba a suicidar pero entonces no me importó o no supe salir. Entrevisté, por fin, a José María Pou, y me dio un abrazo. Tuve una crisis laboral, y personal, de la que salí gracias a Charo Calvo, que me agarró de los pelos y me arrastró hacia la luz y la conciencia. Conocí a un chico que es de colores. Pero creo que él no lo sabe. Se fue alguien, en julio, y sentí frío: sigo sintiendo frío. Murió mucha gente a la que admiré y a la que quise: poetas, cantantes, actores. Rompí con la relación más dañina que he tenido en mucho tiempo. Utilicé canciones para sanar, como siempre. Escribí, volví a escribir, volví a estrenar libretas. Estuve en Sevilla, en mi casa. Pisé, nuevamente, un aeropuerto para vivir un mes en otro lugar, para descubrir a gente a la que quiero volver a abrazar. La Orquesta de Extremadura sobrevivió y eso, para mí, significa algo más que la música: una cierta unión, algunos cafés, ampliar los círculos. Llegaron los mineros, a Madrid, y canté, en la distancia, Santa Bárbara Bendita. Vi ballenas y orcas y glaciares y me enamoré de los Andes y del Lago Argentino y volví a cantar en un coche como cuando era pequeña, mirando al lago Futalaufquen. Probé el mate por primera vez y aprendí -estoy aprendiendo- a comer de una manera más consciente. Pedí permiso para hacer retratos.




Un amigo volvió a su casa, después de diez años en otro país, a abrazar a su mujer y a sus hijos, y me dijo que es feliz. Estuve en La Lonja, como cada verano, cenando penosamente pero riéndonos mucho. Invité a un tipo atrayente a cenar: nunca lo había hecho antes. Viví dos primaveras, con frío de hielo, con calor asfixiante, y me puse morena como hacía siglos que no me ponía. Hablé mucho y callé cosas, pero pedí ayuda, cosa que tampoco suelo hacer. Encontré a alguien que reacciona igual que yo ante las incoherencias sentimentales y fue un alivio, porque supe que no era lo que me daba más pánico ser. Volví a hacer fotos, al tuntún, sin pensarlas, en un viaje en el que el paisaje casi lo conseguía todo. Constaté que mi cuerpo reacciona cuando lo descalabran. Creé un blog de cocina. Tuve una charla sobre amores perdidos en Esquel con una chica que me gustó mucho. Conocí a un hada en Mechuque y la abracé. Se casó Ángel y nos vimos, después de ocho años, como vi a Jandro, a Mariana, a Miriam, a Martina, a Marcos, y me encantó lo que vi. Comencé el año con Noelia y lo acabaré, como siempre, en los brazos de un amigo que sabe que soy gilipollas, pero, aún así, le gusto, de todas maneras. Y me quiere. Jordi estuvo pendiente de mí y me salvó de la angustia y la agonía. Quise estar en San Sebastián para abrazar mucho a una persona, para abrazarla todo el rato y salvarla del dolor, aunque no sea posible.

Y, como todos estos años, sigo teniendo mucha suerte con la gente que eligió estar conmigo. Feliz año nuevo.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Llueve

2 comentaron

Le dejé hacer, a ese tipo, cosas que no le había dejado hacer a nadie. Confianza, se llama. O estupidez. Da igual.
Luego, un tiempo después, durante mucho tiempo después, me volví una criatura asustada y cobarde. Me volví también otras cosas, pero no las voy a contar.

En Argentina descubrí a alguien que reacciona igual que yo. Nunca me he sentido tan aliviada.
Nadie tiene la culpa de mi inseguridad, pero que no me la potencie.

Llueve un poco, hoy.
Dentro también.
He dicho adiós en diciembre.


Y me da una pena tremenda.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Humo

15 comentaron

Quería ver las luces de Madrid, la Plaza Mayor repleta, tan repleta que uno no puede acercarse a los puestos de Navidad. El vaho saliendo de la boca, los guantes que siempre se olvidan, los vaqueros fríos, el chocolate caliente. Los pequeños ritos de invierno, del puente de diciembre.



Pensaba que era mi despedida del año. Un poco antes. Pero mi despedida, la guinda redondita al 2011 que se acaba y que no ha sido ni bueno ni malo porque no lo recuerdo porque no lo escribí. Las castañas echando humo (siempre me hacen sonreír, las castañeras: me gusta tiznarme las manos), las luces de diseño sorprendentes. Buscar una obra de teatro, irme al Prado a ver la exposición del Hermitage el sábado por la mañana.

Esconderme en ti. Mirar el mundo contigo un ratito.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Una canción

2 comentaron

Hay una canción. Una que escuchó cuando murió un amigo, de forma recurrente, como la siguió escuchando durante mucho tiempo más, como la puso una y otra vez la primera vez que le vio, para convencerse de que todo iría bien a pesar de lo que ella era, de la inexperiencia, del miedo a darse de nuevo, de que ocurriera lo que ya sabía que iba a pasar.

Ahora la escucha otra vez, otras veces, y recuerda una frase de Larralde, esa que dice que la explicación regalada a veces suele hacer mal, porque siempre ha querido explicarse. Que no quería unos hechos consumados de los que no hubiera tenido idea, ni aun de su gestación, hasta que ya fuera demasiado tarde. También se sobrevive a los sueños. Y a los deseos. A los deseos también se les sobrevive.


That I would be loved even when I numb myself
That I would be good even when I am overwhelmed
That I would be loved even when I was fuming
That I would be good even if I was clingy

martes, 1 de noviembre de 2011

Nunca antes

0 comentaron

Es experta en llegar a destiempo. O demasiado tarde, como aquella vez que tardó tres años en explicar lo que solo entonces, cuando pasó el tiempo, pudo comprender; o demasiado pronto. Como ahora.

Mi suerte. Su desgracia.

Se repite muchas veces, estos días, la frase de Mariko. La que Mariko le dice a Lobezno cuando descubre que Yukio está enamorada de él y Logan responde pero yo te quiero a ti.


Desconoce qué significado tienen esas palabras porque nunca llega en el momento justo.

martes, 13 de septiembre de 2011

Por dentro

13 comentaron

No te voy a decir qué, pero te he permitido hacer cosas que jamás le había dejado hacer a nadie.


He aprendido un sinfín de cosas en tres noches. Que, si pido, se me da, y yo doy si me piden. Que hay canciones que puedo repetir como un mantra para que todo esté bien y todo sea posible, para ahuyentar los miedos que me vuelven el estómago de revés y de golpe; que me bastan unas horas para saber -para saber realmente- que quiero estar a tu lado cuando vengan dadas, porque van a venir dadas muchas veces. Que puedo volver a reírme como una niña chica, que mi piel se ha vuelto infinita, un ente que está fuera de mí y que no puedo controlar cuando me tocas por dentro, como tampoco controlo los sonidos, como tampoco controlo las palabras.

De momento, sé que él tiene mucha suerte. Me aprendí esa frase de Nuria de memoria, antes de llegar, entre lágrimas, para irme el lunes constatando, de nuevo, lo mal que se me dan las despedidas, porque me he pasado la vida despidiéndome de sitios, y de gente, de los que no quería irme.

Sé, también, que eres tan inteligente que no hace falta que te explique algunas cosas, porque ya las intuyes y eso me lo hace mucho más cómodo. Que, cuando me respondes, yo me abandono. Que la curiosidad y la ternura que me produce saber de ti se pueden volver tenazas cuando me doy cuenta de que nunca haré cosas contigo. Que voy a escribir para recordar, cuando lo que voy a recordar jamás podría explicárselo a nadie: un pliegue de tus labios, un par de olores, cientos de expresiones de tu cara, un rato de cosquillas, el agua cayendo; el color de tus ojos al sol, la forma en que brillan cuando adivino los nombres de personajes de cómics contigo, lo capaz que eres de terminar todas las frases y todas las historias.

De momento, sé que yo, también, tengo mucha suerte.