domingo, 19 de febrero de 2006

Miriam, Martina, Marcos y Mariana

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Niños felices. Qué ganas de veros...

miércoles, 15 de febrero de 2006

Hay quien no sabe decir no.
Hay a quien no le dejan ni sus circunstancias ni su carácter ni su vida.
El ovillo los enreda; los demás deciden por ellos; se dejan arrastrar y ni siquiera puede decirse que no se estén dando cuenta. A los demás no nos queda ese consuelo. Porque saben lo que hacen: conocen de qué manera se meten en la boca del lobo y cuál sería la mejor manera de salir antes de que fuera demasiado tarde.
El único problema es que son incapaces.
Y ni siquiera sé por qué.
Pero duele. De todos modos, duele.

domingo, 12 de febrero de 2006

Caminos

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Soy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.

John Kennedy Toole. La conjura de los necios.

sábado, 11 de febrero de 2006

Espacios

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Para que pueda ser, he de ser otro.
Salir de mí, buscarme entre los otros.
Los otros que no son si yo no existo.
Los otros que me dan plena existencia.
Octavio Paz.
La vida es una búsqueda de espacios. Espacios acotados, espacios que pretendemos libres, lugares donde reunirnos, donde permanecer, donde quedarse solos. Refugios. Un lugar propio. Allí fuera: el salón de una casa, un despacho tuyo, una mesa, una vivienda propia, el coche, la habitación, el lugar de trabajo o el infierno. Allí fuera, pero también dentro.
¿Dónde?
Ésa es la única pregunta posible.

jueves, 9 de febrero de 2006

Amando

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El amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro, el tiempo y el tiempo después. Nosotros no tenemos ninguno. Alrededor nuestro sólo hundirse de estrellas. Destellos y silencio. Mas la canción por encima del polvo después nos superará.

Ingeborg Bachmann. Invocación a la Osa Mayor

Permanece así, te quiero mirar, yo te he mirado tanto pero no eras para mí, ahora eres para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate como estás, tenemos una noche para nosotros, y quiero mirarte, nunca te había visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos y acaríciate, te lo ruego, no abras los ojos si puedes, y acaríciate, son tan bellas tus manos, las he soñado tanto que ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, sigue, te lo ruego, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate señor amado mío, acaricia tu sexo, te lo ruego despacio, es bella tu mano sobre tu sexo, no te detengas, me gusta mirarla y mirarte, señor amado mío, no abras los ojos, no todavía, no debes tener miedo estoy cerca de ti, ¿me oyes?, estoy aquí, puedo rozarte, y esta seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel, tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, en cierto momento sentirás el calor de mis labios, encima, no puedes saber dónde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de improviso, tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyaré mis labios allí y los abriré bajando poco a poco, dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo, hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mío, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mío, para siempre, y si no me crees abre los ojos señor amado mío y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin más seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran, tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que resbalas debajo de mí, tomas mis flancos, me levantas, me dejas deslizar sobre tu sexo, despacio, quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote con lentitud, tus manos sobre mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves con lentitud, pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz, mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, señor amado mío, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, señor amado mío, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin.

Alessandro Baricco. Seda.

jueves, 2 de febrero de 2006

Ellos

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No tienen nivel. Sólo piensan en ordenadores. Su inteligencia es mínima. Son violentos. No les interesa nada. Eso dicen. Ésa es la imagen que tienen los demás.

Y lo cierto es que no son diferentes a como éramos nosotros. Aunque hayan pasado doce años y existan los móviles, el messenger, las web cam y los vídeos integrados en cámaras digitales. Y aunque haya modas, más o menos violentas, más o menos horribles, como pegarle a alguien y grabarlo en el teléfono (¿es una moda o simplemente es producto de la incapacidad para ser empático a ciertas edades? ¿esconde algo más o será sólo algo de lo que se avergüencen horriblemente más tarde?).

Es agotador, es un juego de malabares y, cuando acaba la jornada, siempre te preguntas si deberías haber dicho esto o aquello. Preguntan y respondes, pero no sabes si respondes bien o no. Si lo que se espera de ti es eso: ellos sí, desde luego. Pero ¿y sus padres, y el resto de profesores, y la administración desentendida?

Ha sido hermoso, eso sí. Y les echo de menos.