Jamás he visto llover en Sevilla como ese día. Y jamás me habían cerrado los bares tan pronto, a mí, que en esos mismos bares y en esa misma plaza he visto amanecer más de un día. Él ha creado un personaje, lo hemos creado entre todos: un personaje del que se espera lo más irreverente, lo más jocoso, lo más original. Le vi con dos amigos más y cumplimos, de nuevo, el rito de tomar unas croquetas en el Eslava, apretujados los cuatro en una mesa, con el vino corriendo y las cervezas y la charla: sobre política, sobre partidos, sobre música, sobre nosotros. Volví a reírme con Elena y a escucharla y a alegrarme de que el azar, o yo qué sé, la haya puesto en el camino (para las croquetas, para las librerías, para las anécdotas, para las series y la condescendencia cómplice cuando se embalan hablando de gente que no controlamos). Volví a abrazar a Juan y a contarle todas las cosas que me pregunta, aunque no quiera saber las respuestas. Y me encontré con Jacob, o lo busqué: “Rubio, dime que sí. Ningún rubio me ha dicho que sí nunca”, sólo para intentar descubrirle y formarme una imagen, al principio. Se me da mal, de todos modos, eso de formarme imágenes. Eso de intentar conjugarlas con lo que ya sé, porque nunca conozco del todo a alguien hasta que no he leído algo que haya escrito, pero las palabras por sí solas (sin una voz serena, sin unos ojos) nunca son suficientes.
Me preguntó, después, por la primera impresión. Sólo pude escribírsela un día más tarde, muy rápido: “Guapo. Inteligente. Interesante. Cariñoso”. Cuatro palabras, nada más. Y el deseo de que la próxima vez ni haya tormenta ni nos cierren los bares.
miércoles, 10 de marzo de 2010
Rubio
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3/10/2010 04:27:00 p. m.
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viernes, 27 de marzo de 2009
Equilibrio
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La felicidad, a veces, sí, huele a azahar en Doña Elvira, porque hace muchos años que Santa Cruz no significa nada y que no duele y la luz amarilla se vierte a plomo sobre el puente de Triana y la orilla del río aún no está llena de mosquitos y se puede repostar en cualquier cafetería.
Sevilla y Madrid son las dos ciudades a las que más he escrito porque allí viven las dos personas que me faltan. Si estuvieran en otro lugar, ese lugar sería también mi casa y caminaría por las calles con esa plenitud y no querría encerrarme nunca entre cuatro paredes, catorce horas en los bares, caminando, viendo a los amigos por los que no pasa el tiempo, echando de menos el albero de la Alameda y los botellones a las once de la noche en El Salvador y sintiéndome en paz, completamente en paz y más yo, desde el justo momento en que veo la Giralda.
Equilibrio. Sevilla y Madrid se llaman equilibrio.
La imagen es de mi última visita a Sevilla: mi estampa favorita de la Giralda, desde el patio de banderas. Ya lo sé: no hago buenas fotos y ni siquiera las trato después con el Photoshop, porque no sé usarlo. Pero son mías.
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Los viajes que no hice
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3/27/2009 06:36:00 p. m.
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martes, 24 de marzo de 2009
Encuentros
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No sé si lo he dicho alguna vez, pero a mí la gente me da miedo. Es un miedo antiguo. Sé de dónde procede, aunque no vaya a contarlo aquí. Sé qué lo provoca, cómo se manifiesta -la rigidez de la espalda, la sequedad de la boca, la pesadez de los músculos-, cuál es la mejor forma de combatirlo: de hacer que no se note. O que yo deje de notarlo.
No hubo tiempo de eso ni circunstancias, porque a mí me sobrepasan los grupos grandes y no sé a qué atender. Por eso sólo recuerdo pinceladas, muchas: el tacto de una mano, un medio abrazo de despedida, una charla sobre libros de fantasía, un acento sevillano muy dulce, la definición de la primera persona de irresponsabilidad -uno cree, uno piensa, uno siente-, la petición jocosa de un diario de viaje que se hará, mi forma torpe de contar las cosas porque aún no he aprendido a hablar, pese a los esfuerzos.
Luego descubrí que me gustaron, me gustaron mucho, y que estuve cómoda, yo, que me siento fuera de lugar en cada sitio. Habrá una próxima vez, más reducida, sin rigidez, ni pesadez, ni sequedad, mucho más reposada, aunque se repitan las croquetas del Eslava y el café en cualquier lugar en el que dejen encender un cigarrillo. Seguiremos hablando del amor, o de la PAC, o de una gata y un conejo, quién sabe. Y nos reiremos y volveré a sentir la admiración brutal que me llena cuando estoy hablando con gente a la que reconozco.
Disfruté.
Hacía mucho que no disfrutaba tanto.
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Los viajes que no hice
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3/24/2009 07:04:00 p. m.
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