jueves, 21 de agosto de 2008

Boquerones fritos

Si fuera a Madrid por primera vez, no dejaría de visitar la Plaza Mayor, el Madrid de los Austrias, el Prado, el Thyssen y el Reina Sofía y quizá algún convento. Hace quince años que no piso el Palacio Real y el mismo tiempo que no entro en ninguna de sus iglesias. Salvo en la Almudena, ese monstruo horrible con aquel retrato de San José María Escrivá de Balaguer, canonizado por un Papa muy popular al que yo no le vi nunca maldita la gracia y que nos hace recordar a todos que no sufriremos los rigores del infierno. Si es que existe.

Me quedan pendientes la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo Nacional de Artes Decorativas, pero la ciudad que yo habito se mueve siempre entre unos pocos barrios -Chueca, Vallecas, Lavapiés-, en algunos restaurantes de comida internacional -esos vídeos musicales afganos, impagables, Dios-, tres o cuatro cafeterías imprescindibles y varias tabernas con vermú de grifo.

En ninguna ciudad he caminado tanto, en pocas me he emborrachado más a gusto y sólo alguna más tiene ese asombro nuevo de lo cotidiano. Ahora sólo tengo un plan, porque Edward Steichen me espera en el Reina Sofía. Pero eso sí.

Me muero por un café con leche, en taza grande, y una buena tapa de boquerones fritos en el Café Gijón.


Imagen de Ariel Rubinstein.

9 comentaron:

Suntzu dijo...

Yo descubrí la Plaza Mayor el mes pasado. Alucinante.
Dan ganas de ir...

Unknown dijo...

Allá donde se cruzan los caminos,
donde el mar no se puede concebir,
donde regresa siempre el fugitivo,
pongamos que hablo de Madrid.
Donde el deseo viaja en ascensores,
un agujero queda para mí,
que me dejo la vida en sus rincones,
pongamos que hablo de Madrid.
Las niñas ya no quieren ser princesas,
y a los niños les da por perseguir
el mar dentro de un vaso de ginebra,
pongamos que hablo de Madrid.
Los pájaros visitan al psiquiatra,
las estrellas se olvidan de salir,
la muerte viaja en ambulancias blancas,
pongamos que hablo de Madrid.
El sol es una estufa de butano,
la vida un metro a punto de partir,
hay una jeringuilla en el lavabo,
pongamos que hablo de Madrid.
Cuando la muerte venga a visitarme,
que me lleven al sur donde nací,
aquí no queda sitio para nadie,
pongamos que hablo de Madrid

Maestro Sabina.

Isabel Sira dijo...

¿Te puedes creer que aún no fui al Café Gijón? Ironías del destino jajaja. Besitos y que lo disfrutes

Sintagma in Blue dijo...

Adoro Madrid.

besos

Francisco José Najarro Lanchazo dijo...

En lavapiés hay una "tetería" donde los miércoles, a las 9 de la noche, quien quiere va y recita poemas, propios o de otro, toca la guitarra, el violín, canta, actúa... o sólo mira. Si vienes, te lo enseño.

Anónimo dijo...

Esta entrada ha sido patrocinada por la Consejería de Turismo de la Comunidad de Madrid

:D

Los viajes que no hice dijo...

Suntzu, procuro no pasar ya por la Plaza Mayor. Pasé el miércoles pasado y mi equilibrio se me fue al carajo. Y eso que un amigo me llevó a la librería Mujeres para que yo pudiera comprar dos ejemplares maravillosos de Butler y Arendt. Es un espacio precioso, sí. El problema es que a mí me paró el corazón y al final la miré sin ver. Una mierda, vamos.

Ricardo, ¡la canción madrileña por excelencia!

Arwen, yo no he ido esta vez, no me ha dado tiempo. Así que sigo queriendo boquerones fritos. En cambio, he tomado mojitos... en el sitio de siempre y con las de siempre. Que sientan maravillosamente bien. Mejor que la visita forzada a la Plaza Mayor que yo quería evitar.

Sintagma, yo también. Eso sí, me cansa que no veas.

Najarro, tendrás que darme la dirección... o se lo preguntaré a mi guía del ocio madrileña, que además vive en Lavapiés (de hecho, es uno de mis barrios de acción ineludibles).

Renton, ya me gustaría: no me pagan nada.

Ana dijo...

Sabes, o quizá no te lo he dicho nunca, que soy una gata en el exilio.

Amo Madrid con fiebre.

Creo que tienes una hermosa y dura letra de Sabina por ahí arriba.
Te sugiero que escuches "Yo me bajo en Atocha".
No quiero desmerecer la hermosura de "Algo contigo", que escucho mientras te escribo... pero escucha a Sabina hablando de Madrid...

Y entenderás por qué, una vez vivido Madrid, todo lo demás es también maravilloso.
Pero de visita.
Quiero bajarme en Atocha, definitivamente.
Un beso!

Los viajes que no hice dijo...

Sí me lo habías dicho, Tormento.

Con su boina calada, con sus guantes de seda,
su sirena varada, sus fiestas de guardar,
su vuelva usted mañana, su sálvese quien pueda,.
Su partidita de mus, su fulanita de tal.
Con su todo es ahora, con su nada es eterno,
con su rap y su chotis, con su okupa y su skin,
aunque muera el verano y tenga prisa el invierno
la primavera sabe que la espero en Madrid.
Con su otoño Velázquez, con su Torre Picasso,
su santo y su torero, su Atleti, su Borbón,
sus gordas de Botero, sus hoteles de paso,
Su taleguito de hash, sus abuelitos al sol.
Con su hoguera de nieve, su verbena y su duelo,
su dieciocho de julio, su catorce de abril.
A mitad de camino entre el infierno y el cielo...
yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid.
Aunque la noche delire como un pájaro en llamas,
aunque no dé a la gloria la Puerta de Alcalá,
aunque la maja desnuda cobre quince y la cama,
aunque la maja vestida no se deje besar,
"Pasarelas Cibeles", cárcel de Yeserías,
Puente de los Franceses, tascas de Chamberí,
ya no sueña aquel niño que soñó que escribía,
Corazón de María, no me dejes así...
Corte de los Milagros, Virgen de la Almudena,
chabolas de uralita, Palacio de Cristal,
con su "no pasarán" con sus "vivan las caenas",
su cementerio civil, su banda municipal.
He llorado en Venecia,
me he perdido en Manhattan,
he crecido en La Habana, he sido un paria en París,
México me atormenta, Buenos Aires me mata,
pero siempre hay un tren
que desemboca en Madrid.
Pero siempre hay un niño que envejece en Madrid,
pero siempre hay un coche que derrapa en Madrid,
pero siempre hay un fuego
que se enciende en Madrid,
pero siempre hay un barco que naufraga en Madrid,
pero siempre hay un sueño
que despierta en Madrid,
pero siempre hay un vuelo de regreso a Madrid.

Ya he dejado de pensar en Madrid como la ciudad en la que querría vivir por siempre. Ahora sé que es una de esas dos ciudades, Tormento, que son mi patria perdida. Los lugares a los que llego cuando no puedo más.

Y siempre -la otra es Sevilla- las observo distinta. Como si hubieran crecido mucho sin mí...