martes, 31 de julio de 2012

Las cosas que me gusta contar

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La OEX se salva. Los músicos de la Orquesta de Extremadura llegan a un acuerdo. La Junta suspende el ERE extintivo que pesaba sobre la OEX. El acuerdo contempla una reducción de sueldo del 7,5 por ciento. Habrá dos reuniones para valorar el estado de pago de la deuda, que es de menos de 400.000 euros porque este año se pagarán unos 600.000.


Hasta ahí los titulares. Van a volver a sonar los violines, las trompetas, la percusión, los oboes, los clarinetes y los trombones. Yo volveré a hablar de música, y no de dinero (bueno, sí, me temo que habrá que seguir hablando de dinero; pero no únicamente, como hasta ahora). Y de instrumentos, compositores, directores y conciertos didácticos. Lo he celebrado abrazando y lo volveré a celebrar con Sandra esta noche, mientras vamos al ensayo de La Odisea, del Brujo.

La información cultural es muy rara. Ya lo he contado alguna vez. Entrevistas a gente mucho más culta que tú mientras estás ahí, boqueando, intentando que no se te noten los ríos, las lagunas y los océanos enteros. Hablas de algo con la ilusión de que a alguno, si es que te escuchan, pueda pensar, y sentir, que un poema te redime, como te salva una pieza de música o como te aventa los fantasmas una cita de un libro. No para explicar el mundo, sino para ser vehículo. Con todas las trabas: las novelas que te llegan, y las que no; las campañas de publicidad; el sambenito de elitismo, como si la información cultural que no comprenda los toros o el último éxito imbécil fuera elitista; como si la gente fuera más tonta de lo que es, o menos sensible de lo que es, o con más complejos de los que tenemos ya todos. Sin respuesta, casi nunca. Y sí: con la dificultad de las fuentes, también. No para dar una noticia, sino para que se conozcan las caras que no son visibles casi nunca. Los nuevos escritores, los nuevos grupos, un poeta veinteañero que escribe como Dios pero al que le cuesta publicar; los músicos que se dejan dirigir, porque siempre hablamos con los directores, lo mismo que a veces, cuando pides datos sobre algo, se te quiere poner el alcalde del pueblo y no el técnico que ha organizado el evento.

He ido a muchos conciertos, pero solo les he puesto nombre a las caras ahora, cuando no ha quedado más remedio, cuando se han convertido en interlocutores. Ocurre lo mismo en otras ramas: con el mundo del teatro, con las editoriales (esos escritores de los que se alaba su prosa en español cuando solo saben alemán). Con la música clásica es mucho peor porque la fuente siempre es el director de orquesta, cuando lo es. Cuando no es una nota al pie de la agenda dando cuenta del concierto de turno, quiero decir.



Hoy nos hemos enterado de la muerte de Chris Marker, "el más famoso de los cineastas desconocidos", el tipo comprometido que intentó siempre contar lo que nadie más contaba de una forma en la que nadie lo hubiera contado antes. Y el Brujo ha vuelto a recordar cómo los clásicos nos explican y nos conforman, cómo la tragedia se basaba en la luz y en la oscuridad, las dos conviviendo en el interior del hombre, por los siglos de los siglos. Las mismas pasiones siempre, las mismas luchas de poder, las mismas negociaciones, la desazón, el miedo a la muerte, el miedo a lo desconocido, la familia como nexo y como espejo, la manta cálida que representan los amigos. Durante centurias nos hemos dedicado a eso: con dibujos, con edificios, con sinfonías y con danzas, con palabras, con el cuerpo o con notas: a contarnos. A explicarnos. A hablar de la grandeza y la pequeñez, del amor, de la naturaleza, de la desesperación, de todos los dioses, de la trascendencia, del deseo. De la lucha, también, porque la vida es lucha, entre otras cosas.

Podremos seguir contándolo con música también. Hablar de Brahms, de Tchaikoski, Strauss o Stravinski, del frenesí y la alegría de interpretar, de la creación de una obra en el tiempo (como en el teatro, como en el cine, como en la danza), del estudio, de las anécdotas, de los ensayos, de la confección de un programa, de la labor de dirigir también. Lo vamos a seguir contando y esa es la mejor noticia que he dado el 31 de julio de este 2012, después de una rueda de prensa con abrazos.

viernes, 13 de julio de 2012

Los medios públicos

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He hablado de mi oficio muchas veces. Toni Garrido, que se ha despedido hoy de Radio Nacional de España, porque no sabe si volverá en septiembre, también ha hablado de la importancia de los medios de comunicación públicos. Yo trabajo en uno. En esto del periodismo siempre hay una dicotomía. Si uno se debe a quien le paga o a quien le escucha, le lee, le ve. Yo lo he tenido muy claro siempre. Y siempre, voy a confesarlo, me ha ido muy mal. En internet se da por hecho que la radio pública, la que pagamos todos en toda España, va a prescindir de él, de Juan Ramón Lucas y de Pepa Fernández. Alguno hay confirmado ya.

Miren ustedes. Cuesta mucho trabajo, de verdad que lo cuesta, conseguir fuentes de información fiables. También cuesta mucho trabajo que esas fuentes de información no te utilicen (yo ni siquiera sé si lo han hecho conmigo alguna vez porque debo de tener en mis genes lo de la presunción de veracidad del interlocutor, que es una cualidad de toda comunicación, y no hay quien me lo quite, para mi desgracia). Es muy triste darte cuenta, durante toda tu vida profesional, de que, cada vez que conoces a alguien nuevo, lo primero de lo que te habla es de la manipulación informativa. De cuántas veces te han indicado lo que tienes que decir, te han impedido hablar de determinados temas o te han censurado directamente tu información. Si dices que nunca, no se lo creen.

Yo lo voy a repetir otra vez. Comencé a trabajar en el año 1999. Llevo trece años de profesión y jamás nadie nunca me ha dado ninguna consigna. Ni en medios privados ni en medios públicos. Y no me la van a dar porque, de verdad, no cobro tanto como para eso. También, lo voy a decir, he tenido y tengo, muy buenos jefes. Jefes que son periodistas, jefes con una visión de la realidad muy clara, jefes que tienen mucha más experiencia que yo y que nunca han trabajado para ningún gabinete de prensa y jefes muy rigurosos. Esa relación también se basa en la confianza. Porque aquí todo es una cuestión de confianza.



Los periodistas somos sospechosos de manipulación hasta que no se demuestre lo contrario. Demostrarlo cuesta mucho esfuerzo. Es un trabajo de años. Años entrevistando a unos y a otros, a estos y a sus contrarios; años intentando aprender de los más variados temas para contarlos bien; años en los que uno intenta construir una trayectoria profesional pasito a pasito, que se basa solo en eso. En que las fuentes saben que no vas a manipular torticeramente la información, y en que lo mismo piensan los espectadores, de los lectores, o de los radioyentes.

Esa confianza, que tarda años en aparecer y aún más en consolidarse, se destruye en un segundo. Y por eso sabemos que no nos fiamos de la labor de determinados nombres y que sí nos fiamos, por ejemplo, de un Fran Llorente.

Con una piqueta, me dijo un amigo, se puede destruir hasta la catedral de Burgos. Crear es mucho más difícil. Aunque los periodistas de los equipos informativos sean los mismos, con su misma visión del mundo y su manera de contar, una decisión política les acaba de condenar a la sospecha.

Y eso es lo peor que nos puede pasar.

jueves, 12 de julio de 2012

Las dos Españas. Jesús Ponce

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Hoy ha sido la subida del Iva y los palos a los mineros.


Ayer las 32 condiciones que nos ha puesto Bruselas por un dinero sin condiciones. 32 condiciones. Pero si quieren se las resumo en una: pagar lo que no es nuestro.

10 millones de españoles viven en el umbral de la pobreza. Se lo resumo en dos: mañana usted y yo.
Me dedico a un sector en crisis: la cultura, y siendo objetivo entiendo que cómo va a haber dinero para mis cosas si no hay para educar o curar. Eso pienso.

Cómo va a haber dinero para el arte, educar o curar si hay que volar en primera, piensan ellos.


Porque España siempre han sido dos: la roja y la nacional decían unos. La que muere y la que bosteza, decía Machado.


La de ellos y la nuestra, decimos ahora.


Pero la crisis no es sólo una, son millones, una en cada casa, y aunque sea contradictorio, hablamos de nuestra crisis en un extraño sentido de la colectividad, que sin embargo no nos mueve en masa porque somos españolitos y la mía es la mía.


Cuando dentro de unos años -no se sabe cuantos- todo haya pasado, y nuestros hijos sean unos maleducados en el sentido estatal y público de la palabra, cuando tengamos una enfermedad mal curada por falta de asistencia sanitaria, cuando desde el autobús de la vida veamos ese coche que malvendimos conducido por otro, cuando pasemos por nuestro antiguo barrio y veamos la casa que nos robaron alquilada por un banco, cuando la pobreza haya entrado por la puerta y nuestro amor haya saltado por la ventana del brazo de otro, ya habrá desaparecido todo el sentido de colectividad, y entonces no enseñaremos dientes sino que tragaremos lágrimas. Y no nos preguntaremos qué ha pasado con nosotros sino qué fue de mí.


Y una vez más habrá dos Españas, la de antes de la crisis y la de después.

Texto escrito por Jesús Ponce


La foto es la Plaza del Sol, durante el 15M

miércoles, 11 de julio de 2012

Citas (II)

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Noche minera a su paso por la Gran Vía. Foto de Juan Luis Sánchez, de Eldiario.es

Un amigo al que admiro y al que quiero, que tiene nombre de pez: Una noche para la historia y una mañana en la que, tanto la marcha minera como las declaraciones de Rajoy en el Congreso, resuenan como la metáfora de una invitación: BIENVENIDOS/AS A LA LUCHA DE CLASES.

Un tipo que se va a quedar sin trabajo si no accede a las exigencias del Gobierno: "Pues me quedo sin trabajo. Yo no les voy a dar el gusto a estos fascistas".

sábado, 7 de julio de 2012

La sexta de Mahler

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Su madre dice que a mi sobrino le gusta Mahler, porque no paró de bailar en su tripa todo el tiempo del concierto. Ese niño crecerá con el sonido de las gaitas, la música clásica y Escocia, Galicia e Irlanda en la cabeza y aprenderá sobre los celtas y los vikingos. Me los llevé a los tres al concierto de la OEX, que empezó con Rocío buscándome un transporte y con Alexei hablando de la desazón y la tristeza; con la afinación de los instrumentos,  con Santiago recordando que la Orquesta es un patrimonio y con el público puesto en pie. El lenguaje es violencia, decía Toni Morrison. Me acordé de eso cuando un asistente le interrumpió, y de Henry Ford: "Lo malo es que cada vez que pido dos brazos, me llegan acompañados de un cerebro".

Santiago Pavón, foto de la OEX.


La trágica la compuso Gustav Mahler cuando iba a nacer su segunda hija, Anna, que esculpía pero que se enamoró siempre de músicos. Yo, que de sinfonías no tengo ni idea, soy incapaz de descubrir si hablaba de sí mismo o de Dios, de la guerra, la muerte o el hombre en lucha. Lo que sé es que me recordó a la Navidad -sí, la mente hace estas cosas- y que me gustó darme cuenta de ciertos pequeños detalles: un movimiento de batuta, un pañuelo para el violín (la cuerda vibra y canta porque es cuerda), la delicadeza y la elegancia de Angela, Nerses pasando las hojas de la partitura, la sonrisa de Esteban allá a lo lejos aporreando lo que sea que aporreara, la sección de viento poderosa aunque yo no la veía (y Reynold por ahí, supongo, tocando el fagot), los violoncellos y los contrabajos (siempre que los veo, pienso en jazz), la espalda erguida (tengo el alma hecha ritmo y armonía), los ojos semicerrados de alguno, los pañuelos verdes en los brazos (como señal de luto, o de esperanza), la forma que tiene Alexei de seguir la música (como si la empujara), un arpa y varios sonidos que reconocí pero de los que no sé de qué instrumentos salen.

 Marco Scalvini, foto de la OEX.

Y, sobre todo, la sensación de ser parte de un todo en el que, al final, como siempre, el todo acaba siendo mejor, mucho mejor, que cada una de las partes. Yo vengo de una profesión cuajada de estrellitas que quieren brillar solas pero supongo que, cuando se forma parte de una orquesta, al ego le has de dar una paliza, porque lo que tú hagas va a estar al servicio de lo que ejecuten los demás.

Alexei Vinokourov, Dmitro Myronchyck y Stefanía Michalicová, foto de la OEX.

Después, el encuentro con Reme, que es profesora de música, es mi amiga y es abonada de la Orquesta desde que comenzó. Una llamada de Nerses, dos mensajes de Rocío (uno, para felicitarme por el reportaje que salió en Agitación -sí, hay veces que ocurren estas cosas y te das cuenta de que contar historias realmente sirve para algo, para lo que sea-), el olor de Esteban y su abrazo, el viaje de vuelta con Imanol -desde  música hasta bebés y nacionalismos: qué hombre más interesante-, ponerle nombre a Marco.

Qué importante es eso, ¿no? ponerle nombre a los puestos de trabajo.

Citas

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Era un lunes de agosto, después de un año atroz, recién llegado. Recuerdo que de pronto amé la vida, porque la calle olía a cocido y a cuero de zapatos.

José María Pou, en Hélade.

La muerte se muere a cada instante. Renace a cada instante, lo mismo que la vida. Desde hace millares de años, mozos y mozas bailan bajo los árboles de renovado follaje. Álamos, pinos, robles, plátanos y esbeltas palmeras. Y seguirán bailando dentro de millares de años con rostro ansioso de deseo.

Concha Velasco, en Hélade.

Tengo 47 años y soy feliz, porque estoy sentado aquí, en un rincón privilegiado, y dentro de este día, que no es de ayer ni es de mañana.

Lluís Homar, en Hélade.

Que no soy marinera y pierdo el norte.

Silvia Pérez Cruz, en Hélade.

jueves, 5 de julio de 2012

Orquesta de Extremadura

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La cultura da prestigio. No dinero. Eso me lo dijeron hace mucho, cuando comencé a trabajar llevando el área pobre de la información, que es, junto con educación y políticas sociales, la más hermosa. Yo no puedo valorar la música en términos económicos. Sí puedo establecer cuánto cobra un licenciado -son licenciados, estos músicos- que está trabajando para la administración. Y hasta cuánto cobra uno que trabaja para un organismo público. Pero no cuánto cuesta que un centenar de músicos ejecute la Sexta de Mahler o que, al grito de "¡la Quinta de Brahms!" se pongan todos a tocar, como si les fuera la vida -el futuro- en ello, a las puertas de la Asamblea de Extremadura el día del debate sobre el estado de la región.



Una veintena de orquestas (la de RTVE, la de Gran Canaria con Pedro Halffter, la Nacional de España con Josep Pons, la Real Sinfónica de Sevilla y muchas otras) han estado tocando la danza extremeña del Candil en apoyo a la OEX en sus conciertos. Si se escuchan todos seguidos, ya puede uno comprender cómo los músicos, y los directores recrean las partituras cada vez que las tocan, por qué un concierto nunca será igual a otro. Las noticias están en todos los periódicos, no voy a hacer un resumen. Ya lo hice el viernes pasado y lo volveré a hacer mañana en Agitación y Cultura. Lo que sí sé es que la cultura es necesaria, en tiempos de crisis más (a no ser que se quiera convertir un país en una nación de albañiles -oh, wait-) y que la educación es necesaria y que la Orquesta de Extremadura no sé yo tanto si es cultura como si es educación: exactamente igual que un libro, un cuadro de Hopper, el Partenón de Atenas o el canon de Pachelbel.

A mí me sigue emocionando, y asombrando, porque soy así de incrédula, que un grupo de gente joven sepa, desde que eran críos, quiénes son Stravinski, Bartok, Rossini o Debussy y que dediquen horas y horas diarias a perfeccionar la técnica y a ansiar la genialidad. Me dan la misma esperanza (una esperanza cierta, casi la única que tengo estos días) que cuando hablo con los estudiantes de los Conservatorios porque me parece un esfuerzo casi titánico que alguien descubra, con todo el futuro incierto que ello conlleva, que le gusta la música más que nada en el mundo.

miércoles, 4 de julio de 2012

Hélade

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Amo estas piedras. Por estas piedras, y por lo que pasa en ellas dos meses de verano, he callado lo que debería haber dicho. Me han construido y me han dado forma. Me regalaron la danza y unas charlas, buenas, geniales, con Alicia Hermida (sobre libros, por encima de todas las cosas); con Emma Suárez (sobre el miedo, el patetismo, la confianza -esa esperanza firme que se tiene de alguien, o de algo; la que a veces se tiene, la que te piden no tener-); con Calixto Bieito; con Pau Miró; con Marta Etura y Antonio Gil; con Carmen Machi; con Ángel Corella; con José María Pou.

Me recibió dándome la mano y al finalizar me preguntó: ¿Puedo? Y nos dimos un medio abrazo tímido, porque hablamos de los niños que sueñan, como decía Sir Michael Gambon, de esos niños que sueñan y luego quieren ser actores de teatro. No le pregunté sobre la mentira y quizá no hubiera sabido responderme.

 Imagen de Brígido.

Llevo tres días pensando sobre la mentira. Sobre lo que se cuenta y lo que no, lo que se dice y lo que no, lo que no se tenía que haber dicho, los mensajes que no sabes descifrar porque dejaron de ser claros hace mucho tiempo, sobre las personas a las que querrías en tu vida aunque ellos no te quieran en la suya, sobre la esperanza (de nuevo, esa puta), sobre el poso que dejan las buenas obras de teatro (la educación, que no sirve para nada por muy libertaria que sea; el sistema que te engulle, las relaciones con los amigos que no son amigos; la camaradería que comienza, siempre, por alguna parte: una apertura pequeña, un pequeño secreto, una necesidad imbécil de que la otra persona sepa, quizá, quién eres).

Estas piedras me han aburrido, me han hecho enojar, me han traído el sabor terroso de la envidia y me han salvado la vida como me la van a volver a salvar esta noche. Sé que, si no hubiera estado la esperanza puesta en Hélade, en una entrevista con Pou llena de miedos, en un proyecto que no puede morir porque sería un horror que muriera, mis tres últimos días habrían sido muy distintos y mucho peores. Theo Angelopoulos, Joan Ollé, Pou, Concha Velasco, Maribel Verdú, Lluís Homar y Ara Malikian y Séneca y Kavafis y Elytis y Ritsos van a hacer que me olvide, un rato, que se detenga el tiempo, un rato, que desaparezca el dolor, un rato, y que vuelva a ilusionarme como si no hubiera nada más en el mundo que unas cuantas personas recitando para mí, solo porque yo vivo y soy y actúo, aunque actúe muy torpemente con algunos que me importan.

Faltan dos horas, que a veces son eternas.