domingo, 21 de agosto de 2011

Amigos contingentes

Se crió con Baccara y Abba y los demás. También con Carlos Cano, de Graná, como él, porque cuando le conocí supe qué significaba, por fin, la mala follá. Nosotros somos amigos contingentes, nos decía. Y otras cosas. Querer ser gay es como querer ser judío en la Alemania nazi; yo quiero follar encima de un altar o en una sacristía; tienes unas tetas estupendas, pero a mí las tetas no me gustan. Los grandes amores a los que siempre se busca, en cada tío al que te tiras, sin encontrarlo jamás porque ya lo encontraste pero se marchó.

Y Angustias, la gata.

Atesoro recuerdos, los desempolvo. Recuerdos de hace diez años, los pantalones cortos, la camiseta de rayas. El momento de la confesión, en casa de Sonia: "Es que resulta que yo entiendo". Llegar tarde a los sitios y al conocimiento. Saber: que tu sobrino no tendrá memoria de ti. Que no me extraña el desenlace, pero que me jode igualmente y me jode oír llorar a los amigos y no poder abrazarlos.

Saber que nunca te dejaste ayudar y que siempre te costó mucho trabajo vivir.

Y tener que escribir y escuchar ciertas canciones para poder llorar.



jueves, 18 de agosto de 2011

Emma Suárez

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Le brillan los ojos cuando hablan, le brillan mucho y, cuando confía, no tiene miedo de ser patética, ridícula o extremadamente divertida. Durante este Festival hemos hablado mucho del miedo. Del miedo a subirse a un escenario, del miedo a desnudarse y a que no te mimen, del miedo a no creer que lo que haces es verdad, del miedo a que los demás no entiendan qué historia pretendes contarles. Lo he hablado con Anna Allen, la mujer más cariñosa del mundo, y con Antonio Gil y con Helio Pedregal y con Marta Etura. El miedo a exponerse y, a la vez, a no estar lo suficientemente expuesto. La infinita suerte que es trabajar narrando y siendo otros.



También lo hablé con ella, con esa mujer menudita de ojos pequeños, una de las criaturas más bellas que he visto jamás. Cuando hilvana las frases (yo estaba asustada, iba precedida por comentarios negativos: he de aprender que conmigo siempre son distintos) descubro que es aún más guapa por dentro que por fuera, que tiene una inteligencia intuitiva maravillosa, un compromiso con su femineidad que va más allá del hecho azaroso de ser mujer. Y por eso habla de cuando a las mujeres no se nos escucha. De esa ignorancia sistemática a la que nos someten por el hecho de ser mujeres. De que César no escuchó a Calpurnia cuando vaticinó mediante sueños que iba a morir. Del dolor que supone que alguien no confíe. De que a veces ocurre que un hombre, Borja Ortiz de Gondra, puede escribir un texto profundamente feminista y que otro hombre, Norberto López, no tiene miedo de que su actriz se transforme en un pajarito. Y ella confía, vuelve a confiar, y habla de los hijos que no tuvo, que no va a tener, de la necesidad de sentir un cuerpo dentro de su propio cuerpo, del dolor ante la muerte de aquel a quien amas, de la ternura inmensa de una mujer sabia que luego eligió quedarse sola.

La entrevista a Emma Suárez y Norberto López está aquí

La imagen es de Ceferino López.

miércoles, 17 de agosto de 2011

75 años de la muerte de Federico García Lorca

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Lorca en la Universidad de Columbia, Nueva York.


Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.

Este es mi Lorca. Yo creo que hay muchos Lorca. El Lorca que leemos de pequeños, ya saben: el lagarto está llorando, la lagarta está llorando; su luna de pergamino Preciosa tocando viene. El Lorca que nos acompaña cuando somos adolescentes: jaca negra, luna grande, aceitunas en mi alforja. El Lorca al que descubrimos a los 17. Que fue éste. El de Poeta en Nueva York. Y, de entre todso los Lorca, el que escribió la Oda a Walt Whitman. No sabría explicar por qué. Lloré cuando lo leí por primera vez. Me excitó. Me estremeció. Me hizo leer a Whitman de otro modo.

Hoy hace 75 años que mataron a este hombre.