sábado, 29 de agosto de 2009

Cerrado por vacaciones

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Escucho Canadian Sunset, de Kenny Barron. Pienso. Imagino. Una cabaña junto a un lago, un baile, un paseo, una tarta de arce y café en Le Petit Coin Latin, acarrear una maleta verde por las estaciones de Ottawa, Quebec y Toronto, visitar tiendas de discos sólo para observarlo; hacer fotos a los indios, si ellos quieren; descifrar el idioma, los idiomas; acurrucarme en una cama calentita después de haber metido los pies en agua caliente. Rezar para que no me salgan ampollas. Rezar, también, para que haya, al menos, unas cien fotos dignas... Escribirlo todo. Contarlo más tarde.

Os veo a la vuelta.

Mientras tanto, podéis pinchar aquí:



Imagen de Le Petit Coin Latin de Quebec de smwarnke4

lunes, 24 de agosto de 2009

Borges

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En mi casa siempre ha habido gente. Allá en las estanterías, inalcanzables. Ovidio, Goethe -toda la vida diciendo "goete" para que luego algunos dijeran "guete" y enterarme a la vejez de que se pronuncia "gute"-, Miguel Hernández, John Steinbeck, Stefan Zweig, Somerset Maugham, Faulkner, Alejo Carpentier.

Borges también está en mi casa, y en mi vida, con pinceladas raras.

Un viaje en autobús urbano en el que Julia me pidió que recitara Ajedrez II. Una clase de Vázquez Medel con la piel erizada ("¡el caballo está en el encabalgamiento!"), el Segundo Poema de los Dones como un regalo para Sonia, que se convirtió después en nuestro particular Inventario de Motivos contra la Desilusión. Un libro de Virginia Woolf traducido por él. Una cita suya (de nuevo el ajedrez) en un libro de Pérez-Reverte que me llevó de nuevo, y mejor, a Dumas.

"Me gustan los relojes de arena, los mapas, las etimologías, la tipografía del siglo XVIII, el sabor del café y la prosa de Stevenson".

A mí también me gustan todas esas cosas. Y me gusta él.

Copio este poema de memoria. Para que Julia crea que lo estoy recitando para ella. Otra vez.

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

domingo, 23 de agosto de 2009

Todo está por hacer

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Todo está por hacer y todo es posible. No recuerdo quién lo dijo y no importa. Todo está por pensar. Ya no hay caminos inmutables, salvo alguno. Pero me gusta esta sensación de sorpresa y de posibilidad. Me está gustando comprobar que no controlo nada.


Yo, que siempre quise tomar las riendas.


Imagen de I-Leica.

viernes, 21 de agosto de 2009

Ayer se acabó el verano

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Esta mujer me acompaña desde que tenía 13 años y la vi por vez primera en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. Cada verano me la encuentro, allí arriba, entre las columnas centrales, cuidando el paso de los actores, vigilante. Cada verano brindo al final por el final, en el peristilo que también enseño cuando vienen mis amigos de turistas.

Cuando se acaba el Festival, se acaba el verano. A los nervios del primer estreno (que me perdí) le suceden el cansancio de las jornadas laborales agotadoras ("¡gracias, Dioses, por fin se acabó!") y la tristeza. Brindas. Quieres quedarte, pero tienes que irte a trabajar. Y recuerdas. Al Brujo y su lección de teología; el deslumbramiento que fue Ángel Corella; la generosidad de Tamzin Townsend; los monólogos brutales de Edipo; un barco hecho con desechos y unos niños que aprenden y esa Medea comprensible, muy amable, en sentido estricto, que ha construido Tomaz Pandur.

El calor volverá pronto. Volverás a pedir una botella de agua en la barra, a echar un cigarro mientras ensayan los actores, a enchufar los cables mientras sostienes un plato de jamón, a mirarte en los ojos de los amigos... y a mirarlas, a mirar esas piedras que te sabes de memoria, como si fuera la primera vez.

Hasta el año que viene, susurro.

La imagen es mía. Que fue lo máximo que pude hacer con un 250mm.

martes, 18 de agosto de 2009

Ciudades

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Las ciudades tienen su propio olor y su propio pulso. Yo siempre camino por ellas como si las conociera y, a ratos, en las propias, como si las viera por primera vez. Miro imágenes, para saber cómo tengo que fotografiar, pero al final sólo saldrá lo que me sea propicio.

Hay lugares que hemos visto mil veces. Pero el olor, el ambiente, sólo lo descubrimos cuando llegamos. A mi lado caminará alguien que es todo ojos. Él será también mi vista.


Imagen de Ottawa.

jueves, 13 de agosto de 2009

Retrato

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-Oye... ¡Tú eres una gamberra!
-No lo sabes tú bien.
-Sí que lo sé, que te tengo calada del otro día.

Me enamoré de él, o de Dante, en Martín (Hache). Y me ha caído mucho mejor de lo que yo pensaba. A su puro estilo.

Y sí: he sido gamberra.

La imagen, supongo, es de Ros Ribas y pertenece al Festival del Grec 2009. La mujer que lo acompaña, a Eusebio Poncela (Edipo) un encanto, es Rosa Novell... (o Yocasta).

domingo, 9 de agosto de 2009

Botas

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Me he comprado unas botas. Son éstas. Él dice que no hacen falta, pero yo me conozco. Me hace falta la seguridad psicológica de que no me voy a despeñar y eso sólo lo consigo con unas buenas suelas, aunque luego mi andar sea tan torpe como siempre (torpe, cuidadoso: al final nunca me caigo porque miro bien por dónde piso. Es un andar lento, también, inseguro de tan lento en las dificultades. Pero es el mío).

Me he comprado unas botas. Antes, me saqué el pasaporte. Y el carnet de conducir internacional. Y compré tres guías, que están en su casa, a mil kilómetros de mí, porque es más concienzudo a la hora de organizar los viajes que yo. Leo sobre los indios, retomo a Jack London, me imagino buscando oro y tengo la sensación de que mi vida es pequeñita y acomodada. Aprendo a limpiar la cámara de fotos. Tengo que coser una bolsa para el trípode. Cuento los días.

Quedan veinte. Justo veinte para aterrizar en Toronto.
Qué lentos pasan.

viernes, 7 de agosto de 2009

Willy DeVille

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No ganamos para sustos, oiga. Una, fumándose un cigarrito tan tranquilamente y sale un compañero, oye, que se ha muerto Willy DeVille. El tipo de la voz ronca, el corsario del rock, el tipo que me hizo interesarme (más) por la cultura cajún y el que me regaló, al menos, entre otras muchas, una canción que...



Bueno. Una canción que me trae muchos recuerdos. Sin más.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Sabores

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Quiero besos con sabor a tabaco, a marihuana, a hachís, a café solo y a cerveza. Para descubrir después que tu boca tiene un sabor único que sólo yo conozco y que no puedo describir sin evocarlo.

viernes, 31 de julio de 2009

Yo

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Me fascina el yo. No voy a hacer ningún tratado filosófico, porque creo que tiene que ver más con una actitud cotilla ante la vida. Cotilla o curiosa, tanto da. O que, como decía Soledad Puértolas, el escritor escribe porque le gustaría apresar las vidas ajenas y, como no puede hacerlo, se inventa personajes.

No sé si tendrá algo que ver con escribir, porque yo no escribo historias, pero sí me pregunto sobre las vidas ajenas. Eso tiene un punto de suficiencia, de creerse un demiurgo y hasta de pensar que tú eres mejor. Es un alivio y te protege de la envidia. O será que yo siempre me fijo en los mismos: chavalines que arrastran las palabras, señoras mayores con la mirada cansada, hombres que no saben expresar lo que sienten salvo con la frialdad o con la ira, jóvenes con tacones de 15 centímetros. No me parece que sean felices, ni que lean un libro, ni que tengan amigos que merezcan el nombre.

De vez en cuando la cordura regresa, claro. Y sé que ellos deben de pensar lo mismo de mí.

Imagen de Enrique Flores. Le acabo de descubrir, vive en la misma ciudad que yo, creo, y su blog conjunto me parece una maravilla.

miércoles, 29 de julio de 2009

Urko

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Están los blogs de los amigos, los de los colegas, los perfiles del Facebook... Y luego, o también, hay lecturas imprescindibles.

La del blog Pincel & Píxel es una de ellas. Y, además, su dueño es guapo y un encanto y me enseña a hacer fotos.

martes, 28 de julio de 2009

Carmen Corella. Iain Mackay

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Muchas veces es más difícil decir algo por medio de palabras que por medio de la danza”. No me lo creí, por supuesto, tengo en alta estima a las palabras, más que a cualquier otra cosa del mundo, a pesar de lo traicioneras y lo malinterpretables que pueden ser en toda ocasión. Y ni siquiera me planteaba cómo se podía hacer que un movimiento, o muchos entrelazados, contara una historia sin el concurso de un texto. O cómo alguien (en este caso, el coreógrafo, Ángel Corella) podía ver la historia y los pasos escuchando la música de un autor, Prokófiev, al que él ha bailado además un sinfín de veces y en el mismo papel que ahora interpretaba Iain Mackay. De hecho, una tiene su sensibilidad y su gusto educado, más o menos, a base de lecturas (Shakespeare incluido), teatro y algo más, pero ver un espectáculo de danza clásica, hasta hace cuatro días, no me atraía lo más mínimo. A veces los milagros ocurren y ahora escucho a Frank Sinatra y me imagino a un tipo vestido con pantalones negros y camisa blanca bailándome el Come fly with me: qué se le va a hacer. A mí cuando algo me da, me da. Como diría Suntzu.

Yo fui Carmen Corella. Eso ya lo he contado. Pero en realidad, lo descubro ahora, soy un poco más Iain Mackay. Soy el Romeo que llega corriendo, con la mirada perdida, buscando entre los balcones (entre las columnas del teatro romano) a la mujer que ama y sabiendo, porque lo sabe, que esa mujer se le va a escapar. Soy su desesperación a ratos, la forma en que intenta calmarla (no tengas miedo, soy yo, estoy aquí: tener, ser, estar, los verbos en los que se resume nuestra vida), la pasión con que la alza del suelo, porque quiere verla volar sin temores y soy, además, ese tipo de abrazo, el abrazo que es ardor y que es también protección, el capullo acogedor que te demuestra que todo va a estar bien y no va a ocurrir nada, aunque sea mentira y tú lo sepas.

Debí haberlo escrito de otra manera: yo fui Iain Mackay y quise haber sido Carmen Corella. Al fin y al cabo, yo suelo identificarme con ellos, más que con ellas. Lo bueno es que aquí, en este concreto pas de deux, no vi a una mujer, en el concepto más asqueroso de la palabra mujer, que existe, y de qué forma: la mujer que suspira por el príncipe azul y que no es más que un sujeto pasivo de toda historia, tan delicada ella y tan rompible. Y ni siquiera quiero decir que sus movimientos no fueran delicados, porque lo eran y nunca vi nada tan etéreo transmitir tanta fuerza. Quizá porque Julieta, la Julieta de Carmen Corella y de Ángel Corella, no es más que una criatura asustada, como tantas, como yo. Una náufraga, entre la seguridad de su vida tal y como es y la zozobra que le produce una relación que no sabe cómo va a acabar pero a la que no puede sustraerse. Y esa cualidad, tratándose de la historia romántica por excelencia (aunque los románticos, ya lo sabemos, acabaron todos suicidándose y con tuberculosis), qué quieren que les diga, es todo un alivio.

Llevo, desde que la vi, haciéndome preguntas. Qué gracioso: no sé si alguien se ha planteado el sinnúmero de reflexiones a los que te pueden llevar veinte minutos de danza. A dónde voy yo con mis propias historias pequeñitas. A dónde fui una vez y por qué. Qué desesperación, si es que lo era, me llevó a buscar lo que no podía ser encontrado, sin tener conciencia ni de lo uno ni de lo otro. Qué hace a alguien querer esa comunión con otro tú. Por qué las ideas de lo que debe ser, de lo que es correcto, de la obediencia, acaban siempre influyéndonos y hasta condicionándonos, aunque nos dejaríamos ahorcar antes de admitirlo. Por qué los finales son un hundimiento, siempre. O si quiero que me abracen así. Cuántas veces he querido antes que me abrazaran así.

Todo eso me pregunto.

Me pregunto sobre el amor, los naufragios y las despedidas.

Para Rachel, que me lo pidió.

La foto es de Fernando Bufalá. Que, por cierto, no sólo hace fotos hermosas: baila impresionantemente.

sábado, 25 de julio de 2009

Kazuko Omori

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Volví a verlo todo. Con distintos bailarines en los papeles principales. Con Carmen Corella, de nuevo, intentando contenerse sin conseguirlo (qué manera de contar una historia: las zozobras, la pasión, la urgencia, el dolor de la despedida). Volví a verlo todo sin parpadear, a ver dónde ponen el pie y cómo se colocan, y pensé en las horas de trabajo, la dieta, los ensayos, los viajes (hoy estarán en Mérida y mañana van a Olmedo), el peligro de la carretera, el exilio, el desarraigo, la incomprensión y todo lo que sigue: lo que no adivino siquiera.

Pero luego salió esa mujer. Es pequeñita, tiene una cara muy dulce, debe de ser muy joven y parece un junco. Se llama Kazuko Omori y ya dije que se confundía con el suelo y las columnas del teatro romano de Mérida en Clear. Mucho del mérito, en esto, es suyo. El resto, también, es de los magníficos, insuperables e hiperprofesionales técnicos de iluminación, que deberían haber bajado también a saludar.

La vi, decía, con Ángel Corella en Diana y Acteón y hubo un momento, varios minutos, en que se me olvidó mirar a Corella y se me olvidó mirar sus pies. A esa mujer habría que ponerle unas gafas de sol cuando sale a bailar. Sale sonriendo, sonríe a todas horas, pero no es eso lo que impacta. Es la manera en que se le ilumina la cara. Y la manera en que tú descubres que se te está abriendo la boca porque la felicidad de otra persona, alguien a quien no conoces, te está haciendo muy feliz a ti.

Qué importará el sacrificio, pensé. De Japón a Flandes, de Flandes a España, todo el rato hablando un idioma que no es el suyo y la lucha por llegar, por no ser mediocre y las horas practicando un giro una y otra vez sin que salga y las lesiones y la falta de tiempo para todo lo demás. Qué importa.

No recuerdo haber visto nunca a nadie a quien le brillen los ojos así.


Actualizado: May me manda dos enlaces sobre Ángel Corella. Uno es su reportaje Gracias, Ángel. Y el otro es la dirección de la propia FotoEscena, pero de su foro, un foro magnífico (del que yo a veces no entiendo ni papa, por cierto), y magníficamente bien moderado, cosa que es de agradecer.


La imagen es de La Nueva España, de Jesús Vallinas.

viernes, 24 de julio de 2009

Ángel Corella. Corella Ballet

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"Es la primera vez que me siento delante de un teclado y no sé qué escribir". Eso dije ayer, de madrugada, la primera crónica que hago para un informativo desde que trabajo en esta radio: crónica real, en primera persona. "Habla de la belleza". Pfff. La belleza. Qué poco, ¿no? esa palabra. O qué poco el concepto.

No me llega. Vi a Hermán Cornejo y se me olvidó parpadear. Kazuko Omori se confundió con el suelo y las columnas. Ayer vi disolverse, delante de mis ojos, todas las células de una mujer y convertirse en luz y ser mármol y notas. La música fue cuerpo.

Yo fui Carmen Corella. También aprendí que en danza se da la identificación con el personaje de una manera más íntima que en cine, porque es a ti a quien abrazan y eres tú quien mira y tu mirada antecede al cuerpo y lo controla y lo maneja.

Y descubrí que se puede danzar una pieza de jazz. A Duke Ellington, a Billy Strayhorn. Para esto se me acaban las palabras. Qué pena no poder mostrar lo que vi, ni la manera en que lo vi. El punto de chulería, la manera de crecer, de convertir Mérida en un tugurio de Harlem, él solo.

Acabo de comprar la última entrada centrada que quedaba en Orchestra. Tengo que verlo de nuevo. Aunque no baile el We got it good. Por cierto, creo que soy la única periodista que, cuando no va a trabajar, paga religiosamente su entrada. Pero de eso podríamos hablar en otra ocasión.

Le entrevisté hace dos días, a Ángel Corella. Tiene un año más que yo. Me contó que en el colegio le cascaban y que su adolescencia se la pasó metido en el estudio y que estuvo relegado porque en España no había una compañía de danza clásica. Lo decía tranquilamente, le han hecho mil entrevistas, ha contado esto y mucho más, pero te mira a los ojos y le ves el punto de tristeza cuando te lo cuenta, en esa mirada brillante y dulce que tiene. "Poquito a poco te vas conociendo como persona. Paso mucho tiempo solo". Y tú estás allí, hablando con él los diez minutos reglamentarios, y piensas: este niño me gusta. Es la suerte de no ser mitómana: que nadie te deslumbra y que, cuando te gusta alguien, te gusta por lo que ves.

Cuando acabó la obra, le di las gracias. "Gracias a ti. Lo que necesites", me dijo y me apretó la mano. Pues no lo necesito, pero me apetecería un montón un café.

La imagen es de Rosalie O'Connor y pertenece a la página de Ángel Corella.

jueves, 23 de julio de 2009

Todo tú

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Me gustas todo tú. La ternura con la que me acaricias, siempre. La pasión que imprimes a tus movimientos cuando ya no puedes más. Las ganas que te comes. La timidez con que me recibes.

También me gusto yo cuando estoy contigo.


Imagen de Sisapo.

domingo, 19 de julio de 2009

Gerona

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Me parece que hace siglos de las tardes de sofá y de las caricias, del rito de desayunar juntos después de haber salido a hacer fotos, de ir a comprar para tener lista la comida del día, del pacharán y los mojitos, las rutas por las librerías y las escaleras del casco antiguo.

Siempre que una vuelve de vacaciones ocurre lo mismo. Al segundo día de rutina, parece que nunca se fue y que la que vivió todo eso (el tiempo de despejarse y descansar, lo llaman: tiempo de sentir y descubrir, lo llamo yo) era otra persona.

A veces pienso que no se trata de que los viajes te cambien. Es otro de tus yoes el que viaja, mientras otra parte de ti se queda para volver a retomar los días con el mismo ritmo de siempre.

La foto es mía. Hay más en el álbum. Algún día aprenderé a mirar, prometido. Y a procesar y a colocarme y la técnica y...

lunes, 29 de junio de 2009

Michael Jackson

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Fui fan de Michael Jackson antes de comprarme todos los discos de Tracy Chapman y de Jimi Hendrix y de los Beatles. Fui fan de Michael Jackson antes que de nadie. No me quedó otra, de todos modos. Mi hermano Nacho puso, durante años, una cinta de cassette (el disco de Bad) hasta que se rayó. Y llegó Thriller. Y llegó Off the Wall. Por ese orden. Y llegó también la música de los Jackson Five. Y la mejor versión de Who's Loving You que he oído jamás y que me perdone Terence Trent D'Arby. Y un vídeo casero con un muchacho cantando, cuando era muy pequeño, y diciendo que a Jackie Wilson había que enfocarlo con todas las luces cuando bailaba y que él quería conseguir eso.

Lo consiguió.

Es el único cantante del que reconozco los temas al primer acorde. Gracias a él escuché por primera vez clásicos como I'll be there o Ain't no sunshine. Y supe quiénes eran Bruce Springsteen y Cindy Lauper y James Brown. Y qué era el Teatro Apollo. Recuerdo a mi hermano cantando With a Child's Heart una mañana de sábado de hace años. Y recuerdo el justo momento en que mis padres compraron el vinilo de Usa for Africa. Y lo que simbolizaban unos guantes blancos, unos calcetines blancos y unas tiritas en los dedos. Y la de veces que escuché She's out of my life. Y a mi primo Popi pinchando por las mañanas cuando se levantaba Man in the mirror, porque si uno quiere cambiar el mundo tiene que empezar por la persona que le mira en el espejo. Eso fue este hombre. La boca abierta cuando lo veía bailar, algunas lágrimas con ciertas canciones, el acercamiento al hard-rock que luego me gustó tanto, una voz infantil, una emoción.

Y el resto de lo que se cuenta de él, a mí me da exactamente igual.

viernes, 26 de junio de 2009

Jacko

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Qué quieren. Yo era fan.

Pero hoy sigue siendo mi cumpleaños. Miren la entrada siguiente y felicítenme, carallo, que 33 no se cumplen todos los días.

33

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Hoy cumplo 33 y me voy de vacaciones, con una cámara, un trípode (gracias, JLAtance, y a ver si actualizamos la galería), dos objetivos y varias tarjetas de memoria. También me voy con ganas.

No hago balance en los cumpleaños. Intento hacerlos en diciembre, pero tampoco me salen las cuentas: recibo mucho y tengo mucha suerte. Nunca pensé en cómo iba a transcurrir mi vida y en qué iba a estar haciendo en según qué decadas y, de todos modos, la experiencia me ha demostrado que, en mi caso, es mejor no hacer planes, porque se me desbaratan.

Llego a los 33 habiendo aprendido a mirar lo externo, con un nuevo círculo social ampliado y con la misma capacidad de asombro. Ahora sí hay proyectos: decidir una ruta, mirar hoteles en pueblos canadienses, disfrutar de los días y las novedades. Sin prisas. Sin agobios. Con serenidad. Llego, también, con una cabeza en la que caben todos los esquemas y todas las posibilidades y eso, que antes hubiera sido un signo de incoherencia, es lo que lo está volviendo todo tan divertido.

Me sigue gustando mucho todo esto.

Imagen de Diario del Viajero. Desconozco el autor.

lunes, 22 de junio de 2009

Ninguna imagen buena

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Leo, leo, leo. Me fijo. He visto más fotografías en dos meses que en toda mi vida anterior y eso que, antes de que me diera por comprarme la cámara, me fui a Madrid a ver Ocultos, con fotos de Man Ray, Salgado, Lucien Clergue, Cartier-Bresson y Mapplethorpe; Vidas Minadas, de Gervasio Sánchez; las fotos de guerra de Don McCullin: tengo los catálogos en casa. Y Luis Ramón Marín. Y Edward Steichen. Fui a Madrid sólo para ver a Steichen (por cierto, a ver cuándo aprenden a iluminar fotografías con cristales en los museos).

Es lo único que hago ahora: aprendo qué es la proporción áurea, olvidada en mis apuntes de Historia del Arte del instituto; aprendo qué marca que un objetivo tenga más luminosidad; me fijo en el color del cielo y de los edificios y veo belleza en todas las ciudades. No sé encuadrar esa belleza, ni acotarla aún, ni quitarle lo que sobra, ni valorar qué revelado o qué procesado podría quedar mejor. Intento trabajar en Photoshop sin conseguirlo (hay quien es capaz de quitar a los turistas o de pintarle un nervio a una hoja o de darle luz a la mirada y a nada más). Tengo tantos datos en la cabeza que me mareo y ni siquiera sé para qué demonios sirve el filtro de paso alto ni cómo hacer un balance de blancos en condiciones.

Y, cuanto más leo y más aprendo, más cuenta me doy de que en Gerona, a donde me voy en pocos días, o en Canadá, donde parto en dos meses y poco, no voy a sacar ninguna imagen medianamente digna, a no ser que me suene la flauta por casualidad como al burro de la fábula.

Definitivamente, en la ignorancia yo era más feliz.

La foto es de Man Ray.

viernes, 19 de junio de 2009

Vicente Ferrer

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Creo que la mente de muchos ha viajado hoy a la India. O su corazón.

Imagen de César Lucadamo recogida de la página de la Fundación Vicente Ferrer.

jueves, 18 de junio de 2009

Tom Sawyer

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En mi mente, Tom Sawyer tiene la pinta de los dibujos animados de mi infancia. Huck también. El sábado pasado, ese niño ocurrente volvió a salvarme. Me enseñó, de nuevo, que cierto tipo de lenguaje hace que las palabras no signifiquen nada y que lo que más quieres es lo que más cuesta conseguir porque somos así de estúpidos. Ahora recuerdo una charla, hablando sobre los escritores que te cambian la vida. Yo nombré a Dumas. "¡Dumas, no! ¡Dumas te entretiene!". Supongo que Mark Twain está en el mismo saco. Y Rafael Sabatini. Y Stevenson.

Me hace gracia esa división. Literatura entretenida, literatura elevada. Porque acabas pensando: "Dios, Twain es un clásico. Como Kafka. Algo tendrá. ¿O seré yo? ¿Estoy infantil, yo? ¿Es Twain peor que Kafka?" Y aún más: "¿Le pasa esto a Twain porque es americano o porque cometió la audacia de hablar de niños?".

No he releído Príncipe y Mendigo desde antes de la adolescencia, pero podría contar la historia entera y alguna anécdota, como la del sello real que servía para cascar las nueces. También he leído algún best seller. Los pilares de la tierra (menudo coñazo). El alquimista (horroroso). La sombra del viento, que me enganchó y me lo bebí (está hecho para eso). Todos se han ido. Ni recuerdo la trama, ni los personajes siquiera. Otros permanecen. Huckleberry Finn. Tom Sawyer. Athos. Aslan. Edmundo d'Antés. La Pimpinela Escarlata. Scaramouche.

También se quedan otros. Gregor Samsa. Sidney Carton. Los poemas de Juana Inés de la Cruz y de San Juan de la Cruz y de Quevedo. Las reflexiones literarias de Virginia Woolf. El Lazarillo de Tormes (¿eso es de aventuras, también?). Atticus Finch.

Me entretienen, todos. Toda la literatura que leo es literatura de entretenimiento. Ensayos incluidos. Si no me entretiene un libro, lo cierro. Y sí: Dumas te cambia la vida y Tom Sawyer te la salva un sábado cualquiera de un mes de junio.

sábado, 23 de mayo de 2009

La Albuera

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Hay opiniones para todos los gustos, sobre la Batalla de la Albuera. Yo me quedo con la de Urko y casi me quedaría también con sus fotos, la verdad, pero espero algún día aprender a mirar así.

Voy entrenando. Me fijo en los colores del cielo, en la disposición de las flores y en las líneas de los edificios, recuerdo monumentos y busco puntos de vista.

Ahora sé que una mirada puede contar una historia.

La foto es mía.

lunes, 18 de mayo de 2009

Mario Benedetti

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Hay varias personas con quienes yo comento este dolor inexplicable. El mismo que con Hierro o con González, el mismo que tendré con Gamoneda o con Serrat. Porque tengo la suerte de que casi todas las personas de las que me enamoré murieron hace ya muchos años. Dickens, Dumas, Woolf, Pessoa, Cernuda, Juana Inés y Juan de la Cruz, Vallejo, Tagore, Rilke, Wilde, Twain. Esta gente, ya saben. "Se nos ha muerto Benedetti", le he dicho a Nerea. "Otra vez la tristeza", me ha dicho Sonia, entre exabruptos. Me manda un mensaje Maricarmen: "¡Hoy es un día triste! ¡Benedetti siempre nos dejará su: yo te quiero un poquito más que el resto del mundo! Un beso enorme". Pupe también manda mensaje: "Hola, cariño: ¿cómo llevas lo de Benedetti? Menudo palo".

Los amigos. Ésos que saben, al final, y dan el pésame.

Recuerdo el entusiasmo (la irrupción en un aula donde mis amigos hablaban de sus cosas) con que terminé Vaivén, que le copié luego a Sonia en una libreta en mis tiempos de amanuense. Recuerdo el sillón de mi casa en Reyes lleno de sus libros. Recuerdo versos suyos de memoria, desde hace años. Recuerdo el cabreo y el desdén con que le contesté a quien me dijo que era un poeta para adolescentes (en aquella época leía yo a Ovidio, Walt Whitman y César Vallejo: poetas para adolescentes, también, supongo: a Benedetti llegué mucho más tarde). Recuerdo la expresión "Los formales y el frío", en los dedos de Neno hablando de un alejamiento.

Al final, ciertos escritores se transforman en colegas y los citas cuando hablas con tus colegas y ellos saben a quién te refieres y por qué y qué significan en tu vida y en tu construcción del mundo.

Ahora tengo que hacer un programa dedicado a él y llevo desde las ocho de la mañana tragándome las lágrimas...



Imagen de AFP.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Seda y hierro

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Hablaba de Marga del Río, que se le fue en 2004. Pero una vez me la dedicaron. "Parece que la escribió pensando en ti". Conocí la letra mucho antes que la música, ya lo conté. Hizo dos versiones. Hoy he escuchado la primera, la que él definió como un reggae puro:



Y bueno. Le debo eso. Y otras cuantas. Alguna versión. Cierta ternura. La sensación de que este tipo estuvo toda la vida muriéndose y no nos lo creíamos nunca, porque siempre sobrevivía. Era mucho mayor de lo que yo pensé: 51 años.

También le debo una tarde en casa de Sonia, que ayer no tenía palabras, desmontando prejuicios sobre Antonio Gala.




Y la sensación de que a veces se va gente que parece que han sido colegas toda la vida.

Imagen de Thomas Canet.

miércoles, 6 de mayo de 2009

En mis planes

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Esto no entraba en mis planes. Nunca había entrado en mis planes. Yo no había imaginado mis días así. Iban a ser una sucesión plácida de trabajos, de algún viaje sola o con amigos, de visitas a la gente en Madrid o en Sevilla, una sucesión de hechos controlables. La soledad elegida.

Ahora están, en mi casa y en mi cuerpo, los restos de su visita. Hay dos nuevos libros y un CD de música que me recuerdan que es cierto, que no me lo estoy inventando, que todo esto ha ocurrido y está ocurriendo de veras. Me lo dicen Ian Jeffrey y Charles Dickens y también Lou Reed, Tom Waits, Franco Battiato, Eddie Veder y los Burning. Y un puñado de fotos en varias ciudades que hemos pisado juntos. Me lo recuerdan, también, las yemas de mis dedos, que se han quedado para siempre el recuerdo exacto de su piel, lo mismo que mi boca sabe a su boca cuando le convoco.

En mis planes entraba ir a Canadá. No enamorarme como una loca.

Imagen de ViaMoi.

miércoles, 29 de abril de 2009

Ha muerto Idea Vilariño

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Ha muerto Idea Vilariño y Benedetti está malito.
Y yo estoy triste...

Lo que siento por ti es tan difícil

Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.
Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.
Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.
Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.

Idea Vilariño.

domingo, 19 de abril de 2009

En el Ministerio de la Gobernación, hace 45 años...

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Le gustaba irse al monte, cuando era chinorri. Su padre, militar, le había enchufado en el Ministerio de la Gobernación, como aprendiz de conserje, para que hiciera carrera. La carrera se le truncó una Semana Santa. Su compañero tenía que haberse aliado con él, pero era mucho más dócil y bajó la cabeza: hoy es un alto cargo del Gobierno socialista. Tenía los festivos libres, había hecho horas de más, su madre iba a prepararle la mochila.

Cambiaron de opinión en el último momento. Él no:
-Yo me voy a Peñalara.

No le convenció nadie. Le llamaron, finalmente, al despacho del director general, "un tío de 60 años, un fascista, vestido de negro y con su gominola en el pelo, y su bigotito". Volvió a explicarle lo que llevaba toda la mañana contando: me lo habían prometido, he estado trabajando de más para poder irme estos cuatro días, yo ya había hecho mis planes.

-Usted va a venir mañana a trabajar.
-No, señor. Yo mañana me voy al monte.
-Creo que no me está entendiendo bien. Usted va a estar aquí mañana a las ocho de la mañana.
-No. Usted no me está entendiendo a mí. Le he dicho que yo mañana me voy al monte.

El tipo aquel miró al niño que tenía enfrente, un mocoso de 14 años de edad que le plantaba cara, una y otra vez, mientras se ponía, alternativamente, lívido y pálido, e hizo lo que mejor sabía:

-¡Está usted despedido! Y mire lo que le digo. Escúcheme: su vida a partir de ahora va a ser muy complicada, porque yo, personalmente, me voy a ocupar de hacérsela imposible.

De eso han pasado 45 años. Me lo contó hace poco, durante un café. Hablábamos de quienes no quieren ser salvados, del concepto de revolución, de la dignidad y la coherencia.

El chinorri le aguantó la mirada:
-Mire usted: la vida es muy larga y usted es muy mayor.

Imagen de Peñalara de César Zarallo.

jueves, 16 de abril de 2009

Ésta es la noticia

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Yo siempre había pensado, no sé por qué, que para cantar bien sólo hacía falta una hermosa voz. Bueno. Y estudiar.

Se llama Susan Boyle. Si pinchan sobre su nombre, verán un vídeo que ha reventado Youtube.

La noticia es ésta. Aparece en El País. Que hay una friki que hace llorar a Demi Moore. La noticia, pues, es: ¿cómo es posible que una tía tan fea, que no se depila las cejas, que está gorda -tiene hipotiroidismo, si se fijan: sólo se han dado cuenta de que está gorda-, cante así de bien?

Yo siempre había pensado, no sé por qué, que para cantar bien sólo hacía falta una hermosa voz.

Ah. Eso ya lo he dicho.

Hoy he descubierto que, para cantar bien, lo único que hace falta es ser muy guapa.

Como para el resto de las cosas de la vida, vamos.

lunes, 13 de abril de 2009

Ya no quiero

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Ningún cambio es posible sin violencia. Me lo escribió Jandro una vez y me lo creo. Yo llevaba mucha acumulada, ocho años justos, uno detrás de otro, en los que intenté deshacerme de la parte de mí que no servía.

De eso hace una década justa ahora: del último momento de vértigo en que asumí que escribir es mi mejor manera de estar sola; que la lucha se había acabado porque ya no me quedaban fuerzas; que iba a ser capaz de hablar, por fin, sin el parapeto de un folio en blanco (aunque aún no haya aprendido, o no del todo); que esto era yo, que había mucho de mí que me gustaba y que era capaz de aceptar, con mucho humor, las mil características que hubiera deseado no tener.

Ya no quiero ser perfecta.

Imagen de Arbego.