domingo, 7 de febrero de 2010

En medio de un erial

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El viaje en tren hacia Ottawa nos dio la oportunidad de ver el perfil de Toronto desde lejos, de saber cómo son las estaciones que están a la entrada de los pueblos (con sus tejados rojos y su hoja de arce siempre) y de hablar con una revisora simpatiquísima, que nos contó cómo teníamos que salir del vagón en caso de emergencia, que había aprendido español con la ayuda de un libro y viajando y que se iba a Italia este verano. Ontario está lleno de campos de labor y de lagos y nosotros estábamos deleitándonos con el paisaje, tan distinto y tan reconocible a la vez, cuando ella suspiró: “No sé cómo podemos vivir aquí”.


Cuando la reina Victoria escogió a Ottawa como la capital del país, Ottawa (que se pronuncia Ochua: nos lo dijo otro inmigrante que vendía los billetes en la estación de tren) se llamaba Bytown y era un lugar de mala muerte. En realidad, la escogió por un acuerdo entre Montréal y Toronto (una francesa, una inglesa), que se disputaban el honor. A mediados del siglo XVIII, Bytown era un campamento de trabajo conocido en toda América del Norte. La reina de la región era la madera y la capital de la madera era Bytown, llena de bandas rivales del tamaño de regimientos formadas por hombres de baja clase social que se dedicaban a pelearse cuando se emborrachaban, que era siempre. Y en medio de estas calles turbias y peligrosas se erigieron los edificios del Parlamento, como una perla en medio de una pocilga.

viernes, 5 de febrero de 2010

Por qué decidí volver

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Comencé firmando como Hermana de Coursodon, con un solo nick, hasta que me preguntaron por qué no me registraba. Eso fue hace mucho tiempo: había una portada con un shout, que es una cajetilla que hace las veces de chat y que el servidor no soportaba (demasiada gente dándole a F5 a la vez para actualizar la página) y estaban las trillizas aún y no se había cerrado el registro de usuarios y se debatía mucho, sobre cine, sobre la situación de la mujer, sobre baloncesto, sobre arte, sobre historia, sobre fotografía.

Que internet es como la vida real lo he dicho muchas veces. El problema es que es una vida real magnificada: el que está colgado, está mucho más colgado en la red. Y los que no tienen en cuenta que hay una persona detrás, con unos dedos, dándole a la tecla para escribir un mensaje, posiblemente también respeten poco a los demás en su vida diaria. En un foro, estableces tus afinidades por la manera de escribir de los demás. Por lo que dicen, por cómo lo dicen.

A mí hubo gente que me gustó. Me gustaron Tuppence, que es una mujer sabia y clarividente; me gustó la inteligentísima y sensible Dooddle; me gustó mucho KeyserSoze, que me regaló una piruleta, con un escorpión dentro, cuando hice la filmografía de Michael Curtiz. No me perdía un mensaje de CKDexterHaven; ni un debate en el que participaran Vértigo, Tragamuvis o Ciruja. Wagnerian me hizo un juego copiando mi anterior blog para ver si daba con el nuevo. Karma7 me enseñó fotos y me dio mucho cariño, muchísimo. El_Salmonete fundó una radio con esa música rara que le gusta a él y que yo no conozco. Pickpocket clamaba por un subforo de animación que por fin ha conseguido. Conocí a los gatos de FLaC antes que a él y me divertí con elPadrino y debatí con Hattusil muchas veces. David_Holm me enseñó que en lo raro radica la belleza y no concebía el día sin una charla con m0ntaraz.

Luego el foro se desmadró, echaron a Vértigo en plena quimioterapia, protesté y me fui. Vi una invitación de Jacob casi dos meses después. Que si quería ocuparme del foro de filmografías, las mismas filmografías que yo abandoné después de haber hecho más de una decena de ellas. Estoy en plena temporada de estudio (sin conseguir estudiar, todo sea dicho) y bueno. Al fin y al cabo, una comunidad la forma la gente y, si la gente no se implica, si coge lo que quiere pero no aporta, la comunidad se muere. No sé si será posible revitalizar la página: eso no sé siquiera si se puede hacer, sin Raúl, sin Keyser, sin Thug_Life, sin bluegardenia. Pero se ha muerto Tragamuvis, cuyos mensajes releo con una sonrisa. Y pensé que allí, hablando con esta gente a la que no conozco, salvo a unos pocos, yo fui muy feliz.

Vuelvo a encontrarme seudónimos que me despiertan la sonrisa, como El rey de las cartas, con quien he discutido una y mil veces pero a quien me alegra ver de nuevo (aunque seguramente volvamos a discutir), Dardo, Di, Diluvio, Marlowe, roisiano o Gastón. Veo que Jacob sigue en su línea, con ese personajillo que creamos de él entre todos, aunque ahora sea un administrador con todas las letras y de rojo. Quiero que Coursodon, que es mi hermano, vuelva a decir algo más que Pincho, pauso, gracias, porque es la persona que más sabe de cine de todas las que conozco (y conozco a mucha gente que dice saber de cine: él no, él es de los que se confiesa absolutamente ignorante en la materia, pero tuvo una profesora de crítica en un máster que le dijo una vez que le gustaba mucho su manera de escribir de cine, pero sobre todo le gustaba la manera que tiene de pensar el cine y que a los demás les había dicho que esperaba que hubieran aprendido algo, menos a él, a quien era consciente de que no podía enseñarle nada). Y también sé que voy a estar pensando en Tragamuvis cada vez que asome por la página y echándole de menos terriblemente en muchos debates, con su verborrea implacable y sus mil referencias a gente que yo no conocía.

Ya sé que no va a ser posible que ese lugar sea lo que fue. Pero yo estoy sintiendo que he vuelto a casa.

martes, 2 de febrero de 2010

Jorge Camboni - Tragamuvis

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Yo tuve un hermano.
No nos vimos nunca,
Pero no importaba.
Julio Cortázar.

Lloro. Escribo mientras lloro y paro de escribir para llorar y sorbo y salen todas las lágrimas que he tenido que reprimir esta mañana, en la que la vida sigue, y he entrevistado a Carlos Giménez, y me he ido a comer, y no le he mandado un correo a nadie, salvo a Vértigo, para compartir la pena.

Ese hombre que está ahí se llamó Jorge Camboni. Primero fue un nick: Tragamuvis. Un tipo uruguayo, que vivía en Dallas, irónico, ácido, de verborrea implacable y versos prestos, que me mandó como regalo con todo el pudor del mundo, una vez. Con una foto suya y de su perro. Le conocimos, todos los que le queríamos (mucho) a este lado del charco, por Internet, hablando de películas y de arte y de libros y de mujeres hermosas y de países y de política. Yo le oí la voz. Me mandó dos mensajes grabados, que comenzaban igual: “Hola, Olguiiiita”, con su acento dulce, que nunca escuché en una charla porque me lo propuso, un día, te llamo y echamos un rato, pero tenía que ser a un fijo, mi madre estaba en el salón porque en casa no hay inalámbrico y me dio vergüenza, porque soy así de gilipollas, y le dije que no.

Eso no me vuelve a pasar.

Internet tiene estas cosas. Que un día conoces a un tipo muy culto, muy inteligente, con el que primero te intercambias mensajes privados por un foro y luego por correo y después, porque las relaciones se tejen de manera rara, te enteras de que tiene cáncer y que se ha tenido que ir de Estados Unidos porque allí no le atienden si no hay dinero para el seguro y la mujer que ama, que se llama Yolanda y de la que te sabes la vida, no tiene tampoco plata para irle a ver a México. Y os organizáis y hacéis una colecta y yo me encargo, a mi estilo, de decirle: “niño, que te vamos a mandar un giro, que a ti cómo se te da esto de aceptar dinero ajeno”. Y luego te cuenta, que se ha quedado en estado de shock, que le ha dado algo a sus hijos, que también lo estaban pasando mal, y que se fueron a comer y bueno. Que fíjate con qué poco se puede hacer feliz a alguien.

No llegó a la Navidad y yo me he enterado hoy. De su enfermedad no hablaba mucho: que seguía noctámbulo y que comía poco, pero que estaba bien. Enviaba correos con noticias. Los dos últimos no se los respondí porque eran muy largos y yo no tenía los conocimientos suficientes para debatir con él de la situación política mexicana o de la de Honduras. Le conté que me iba a Canadá con Ciruja, me dijo: “Ciruja es un suertudo” y yo me encuentro pensando ahora en las percepciones tan distintas que pueden tener los demás sobre nosotros mismos: “ya que vais a coger un avión, pasaos por México”, me dijo. Me lo dijo varias veces: y cómo nos vamos a pasar por México, si vamos a la otra punta… Y, sin embargo, lo pensé, alguna vez: en cómo sería un encuentro, una comida, un café largo, una charla, con ese tipo culto de voz dulce.

Ya no será. Vivir es un poco raro. Haces planes que no se cumplen. No respondes un correo porque no tienes tiempo de debatir. No hablas por teléfono porque te da vergüenza. Y dos minutos después de enterarte de la noticia, de la noticia más horrible del mundo, que es la muerte de alguien a quien quieres, te centras en que tienes que hacer una entrevista porque has quedado con Carlos Giménez a las doce y se te vuelven a saltar las lágrimas y escribes un mensaje apresurado en los dos foros de cine en los que se te conoce, pero en los que ya no estás: “Yo he perdido a un amigo”. Y te vas a comer y vuelves a trabajar y haces un programa de radio de una hora y después, cuando te vas a casa, le mandas un mensaje a tu hermano para decirle “Nacho, se ha muerto Tragamuvis” y te echas a llorar en medio de la calle porque se ha ido un hombre bueno al que al que tú le gustabas mucho.

Yo tuve un amigo. No nos vimos nunca, pero no importaba.


Tango para un uruguayo que se fue
Gracias
Tragamuvis, Jorge, Geo

jueves, 28 de enero de 2010

El banco de House on McGill

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Fue el primer sitio en el que me senté en Toronto. La primera mañana que pasé en Canadá, me levanté temprano, me hice un café, cogí el tabaco, la cámara de fotos y una rebeca y me fui allí, a sentarme un rato, para ver las ardillas y para buscar un encuadre que le hiciera justicia a esa casa del siglo XIX. Ya había vida: no sé qué debió de pensar una vecina que vio a esa turista en pijama, despeinada y creo recordar que en calcetines, pero me saludó amablemente, yo le dije “good morning”, sonreí y me dediqué a disfrutar de la calle y de uno de los cafés con leche más ricos que he probado jamás. El secreto está en la leche: el café de Canadá es una bebida insufrible y aguada, tanto que me aboné al Starbucks, porque un Macchiato siempre será un Macchiato, en cualquier parte del mundo.

Cuando regresamos a Toronto, muchos días después, ese banco me pareció infitamente más destartalado que la vez primera. Estuvimos allí dos noches más y ahora sé que era la tristeza de la partida. Sí: tiene la madera carcomida y es tan cómodo como puede serlo cualquier asiento de madera sin cojín, pero, si me preguntaran en qué sitios querría estar de Canadá, sólo podría decir dos: ese banco, con toda la capital económica del país a mis pies y por descubrir, y un pequeño pueblo que se llama La Malbaie y que está a orillas del río San Lorenzo. Pero de La Malbaie hablaremos más tarde.

sábado, 23 de enero de 2010

Odio las entrevistas

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Odio las entrevistas. El periodista cultural se mueve en un terreno pantanoso. No sabe nunca todo lo que debería saber y siempre habla con personas mucho más cultas: filósofos, historiadores, literatos. Fuera la tercera persona: YO hablo siempre con gente mucho más sabia… de la que, generalmente, no he leído nada más que unas cuantas palabras, muchas más entrevistas (si se da el caso: hay personas que no se prodigan en los medios de comunicación y resulta muy complicado encontrar alguna en la que intentar aprehender quién es ese señor que va a estar contigo dentro de seis horas. Lo único que queda es sudar e intentar parecer inteligente). Y, además, está la propia percepción del periodista (éste sí, en tercera persona: quien le ha entrevistado antes que tú). Así que me encuentro con sorpresas: “es de pocas palabras”, dicen de alguien que no para de hablar. También están los que psicoanalizan todos y cada uno de los personajes de los libros del autor, para que éste les note que los ha leído, y transforman el diálogo en un “a ver quién sabe más”. Y los temas de siempre: las influencias, las críticas literarias, el mercado editorial, por qué se escribe (algún día alguien me responderá la única verdad posible: “Y yo qué sé, señorita”) y todos los lugares comunes de los que se tira cuando no se sabe qué decir porque no hay un café delante ni una cara ni unos ojos. El micrófono tiene magia, dicen: un bar tiene magia, señores. El micrófono es un obstáculo.

Preparar una entrevista es mucho esfuerzo, durante todo el proceso: buscar la documentación, leer poemas a contrarreloj, tirar de fuentes secundarias y terciarias (gracias, blogs literarios), intentar que se me ocurra alguna reflexión medianamente coherente; ese miedo eterno, mientras escribo, al hecho de que mi interlocutor, sin duda, me va a notar todas las lagunas (que son ríos, mares, planetas enteros llenos de agua) el cigarro de antes, el cigarro de después, la ansiedad eterna, la inseguridad, el pavor ante los grandes nombres (y ya van muchos), la certeza de que, mientras estoy escuchando, tengo que pensar en algo que decir después, justo después, porque a la radio no le gustan los silencios y así, sin silencio, no hay quien piense… Luego las escucho y las disfruto, pero es después, días después, cuando aprendo y saco, para mí, lo que debí descubrir si tuviera más rapidez mental en el justo momento en el que me hablaban.

Ya lo sé: que nadie puede haberlo leído todo, que nadie puede haber escuchado toda la música del mundo, ni saber la historia de todos los países. Pero eso no me pasa sólo con lo que desconozco: si tuviera delante a Dickens tampoco sabría qué preguntarle. Hago dos entrevistas al día, a veces tres, debo de llevar más de cien a mis espaldas, supongo que podría escribir tres libros con todas ellas, bien voluminosos y, sin embargo, siempre tengo la sensación de que este miedo escénico no se me va a ir nunca.

A no ser que lo escriba, como ahora, que lo estoy aventando, para estar lista cuando regrese mañana.

domingo, 17 de enero de 2010

Yo no olvido

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Escuchar su voz ha sido volver a lo que fui.

Yo no olvido. Se me da mal olvidar y lo que se va es que nunca pasó. De todos modos, ya lo sabía de antes, desde hace quince años, que es el tiempo que ha transcurrido desde que sus palabras me conforman. Las escritas y las dichas.

He entrevistado a un amigo. David fue una elección. Yo lo supe un día, me rogó que me quedara para tomar un café. Estaba Alejandra y estaba, por supuesto, Josemari. Le habían ofrecido una beca de dos millones de pesetas, pero quería escribir y enseñar a escribir y publicar (sólo había publicado un libro: Chrauf. Puedo recitarlo de memoria). No aceptó: esa parte de la historia la conocemos todos y quizá el mundo se haya perdido a un antropólogo magnífico. Un tiempo después, mucho tiempo después, a mí me entró un ataque de vértigo insuperable y sólo pude contárselo a él, por escrito primero, hasta que me arrastró de los pelos a la alegría y al desahogo. Había otra gente más, por supuesto, siempre he tenido buenos compañeros de viaje, pero del vértigo y del abismo David sabía más que cualquier otro en ese momento y fue un faro.

David es también Josemari recitándome Adictos, que no es de Josemari, sino de David, durante un cumpleaños, de madrugada. Y alguna revista canalla. Y muchos momentos compartiendo la palabra encima de un escenario. Tantos que, cuando voy a un recital de poesía, siempre me sorprendo de que no esté él. Pero es mucho más, aún, porque algunas palabras significan otra cosa desde que David, y Josemari, le dieron otro sentido, mucho más tierno, más verdadero, más íntimo: lluvia, gato, bar, bruja. También es el camino que alguno debió andar si se hubiera convencido, como él, de que lo que escribía valía para alguien.

Por eso me resultó tan difícil preguntar. Porque él me hablaba y yo estaba en Sevilla, en el Guirigay, en la Pila del Pato, en el Lokal, en el Lisboa, en el Sirena, en el Brujas, en la Imperdible, en el Salvador, en la calle Viriato. En la Alameda. Y bueno, lo he dicho antes, le debo a ese tipo mucho de lo que soy, mucha de la parte de mí que me gusta mucho. Yo no olvido. Hay cosas que no podría olvidarlas nunca.

martes, 12 de enero de 2010

Y más

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Consideramos imprescindible la retirada de la disposición final primera de la Ley de Economía Sostenible por los siguientes motivos:

1 -Viola los derechos constitucionales en los que se ha de basar un estado democrático en especial la presunción de inocencia, libertad de expresión, privacidad, inviolabilidad domiciliaria, tutela judicial efectiva, libertad de mercado, protección de consumidoras y consumidores, entre otros.

2 – Genera para la Internet un estado de excepción en el cual la ciudadanía será tratada mediante procedimientos administrativos sumarísimos reservados por la Audiencia Nacional a narcotraficantes y terroristas.

3 – Establece un procedimiento punitivo “a la carta” para casos en los que los tribunales ya han manifestado que no constituían delito, implicando incluso la necesidad de modificar al menos 4 leyes, una de ellas orgánica. Esto conlleva un cambio radical en el sistema jurídico y una fuente de inseguridad para el sector de las TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación). Recordamos, en este sentido, que el intercambio de conocimiento y cultura en la red es un motor económico importante para salir de la crisis como se ha demostrado ampliamente.

4 – Los mecanismos preventivos urgentes de los que dispone la ley y la judicatura son para proteger a toda ciudadanía frente a riesgos tan graves como los que afectan a la salud pública. El gobierno pretende utilizar estos mismos mecanismos de protección global para beneficiar intereses particulares frente a la ciudadanía. Además la normativa introducirá el concepto de “lucro indirecto”, es decir: a mí me pueden cerrrar el blog porque “promociono” a uno que “promociona” a otro que linka a un tercero que hace negocios presuntamente ilícitos

5 – Recordamos que la propiedad intelectual no es un derecho fundamental contrariamente a las declaraciones del Ministro de Justicia, Francisco Caamaño. Lo que es un derecho fundamental es el derecho a la producción literaria y artística.

6 – De acuerdo con las declaraciones de la Ministra de Cultura, esta disposición se utilizará exclusivamente para cerrar 200 webs que presuntamente están atentando contra los derechos de autor. Entendemos que si éste es el objetivo de la disposición, no es necesaria, ya que con la legislación actual existen procedimientos que permiten actuar contra webs, incluso con medidas cautelares, cuando presuntamente se esté incumpliendo la legalidad. Por lo que no queda sino recelar de las verdaderas intenciones que la motivan ya que lo único que añade a la legislación actual es el hecho de dejar la ciudadanía en una situación de grave indefensión jurídica en el entorno digital.

7 – Finalmente consideramos que la propuesta del gobierno no sólo es un despilfarro de recursos sino que será absolutamente ineficaz en sus presuntos propósitos y deja patente la absoluta incapacidad por parte del ejecutivo de entender los tiempos y motores de la Era Digital.

La disposición es una concesión más a la vieja industria del entretenimiento en detrimento de los derechos fundamentales de la ciudadanía en la era digital.

La ciudadanía no puede permitir de ninguna manera que sigan los intentos de vulnerar derechos fundamentales de las personas, sin la debida tutela judicial efectiva, para proteger derechos de menor rango como la propiedad intelectual. Dicha circunstancia ya fué aclarada con el dictado de inconstitucionalidad de la ley Corcuera (o ley de patada en la puerta). El Manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en Internet, respaldado por más de 200 000 personas, ya avanzó la reacción y demandas de la ciudadanía antes la perspectiva inaceptable del gobierno.

Para impulsar un definitivo cambio de rumbo y coordinar una respuesta conjunta, el 9 de enero se ha constituido la “Red SOStenible” una plataforma representativa de todos los sectores sociedad civil afectados. El objetivo es iniciar una ofensiva para garantizar una regulación del entorno digital que permita expresar todo el potencial de la Red y de la creación cultural respetando las libertades fundamentales.

En este sentido, reconocemos como referencia para el desarrollo de la era digital, la Carta para la innovación, la creatividad y el acceso al conocimiento, un documento de síntesis elaborado por más de 100 expertos de 20 países que recoge los principios legales fundamentales que deben inspirar este nuevo horizonte.

En particular, consideramos que en estos momentos es especialmente urgentes la implementación por parte de gobiernos e instituciones competentes, de los siguientes aspectos recogidos en la Carta:

1 – Las/os artistas como todos los trabajadores tienen que poder vivir de su trabajo (referencia punto 2 “Demandas legales“, párrafo B. “Estímulo de la creatividad y la innovación”, de la Carta);

2 – La sociedad necesita para su desarrollo de una red abierta y libre (referencia punto 2 “Demandas legales“, párrafo D “Acceso a las infraestructuras tecnológicas”, de la Carta);

3 – El derecho a cita y el derecho a compartir tienen que ser potenciado y no limitado como fundamento de toda posibilidad de información y constitutivo de todo conocimiento (referencia punto 2 “Demandas legales“, párrafo A “Derechos en un contexto digital”, de la Carta);

4 – La ciudadanía debe poder disfrutar libremente de los derechos exclusivos de los bienes públicos que se pagan con su dinero, con el dinero publico (referencia punto 2 “Demandas legales“, párrafo C “Conocimiento común y dominio público”, de la Carta);

5 -Consideramos necesaria una reforma en profundidad del sistema de las entidades de gestión y la abolición del canon digital (referencia punto 2 “Demandas legales“, párrafo B. “Estímulo de la creatividad y la innovación”, de la Carta).

Por todo ello hoy se inicia la campaña INTERNET NO SERA OTRA TELE y se llevarán a cabo diversas acciones ciudadanas durante todo el periodo de la presidencia española de la UE.

Consideramos particularmente importantes en el calendario de la presidencia de turno española el II Congreso de Economía de la Cultura (29 y 30 de marzo en Barcelona), Reunión Informal de ministros de Cultura (30 y 31 de marzo en Barcelona) y la reunión de ministros de Telecomunicaciones (18 a 20 de abril en Granada).

La Red tiene previsto reunirse con representantes nacionales e internacionales de partidos políticos, representantes de la cultura y legaciones diplomáticas.

Firmado Red SOStenible

http://Red-SOStenible.net

La Red Sostenible somos todo. Si quieres adherirte a este texto, cópialo, blogguéalo, difúndelo.

viernes, 1 de enero de 2010

Pan

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A mí amasar me devuelve a la tierra. No sé si por la herencia de la cultura mediterránea, no sé si porque los egipcios también amasaban el pan a la orilla del río o tampoco sé si es porque la inmensa mayoría de los panes que compro (salvo los de la Ecotahona del Ambroz, pero el grupo de consumo de Mérida está ya más que completo) no merecen el nombre.

Así que el 2009 me trajo, a últimos, las ganas de hacer pan. Hice tres. El primero, con levadura de repostería, que no sirve para hacer pan, así que el resultado fue una especie de pan ácimo, con la miga muy compacta, pero comestible. El segundo (las dos veces fueron minibarritas) tuvo un problema: la forma. Darle forma a un pan es bastante complicado: se necesita mucho tiempo de práctica y que alguien te enseñe a hacerlo. Por eso me he comprado los dos libros que veis. El de Xavier Barriga te enseña a hacer una masa madre (en verano, eso sí) y cuidando mucho las temperaturas (no sé cómo se puede pasar de 40º a 25º sin tener que poner el aire acondicionado dos días enteros -me iba a salir carísima, la masa madre-, pero alguna idea se me ocurrirá). El de Peter Reinhart es una especie de Biblia (junto con los de Richard Bertinet) y tienen alguna masa más primaveral y más sencilla.

Las masas madres duran mucho. Hay panaderías ecológicas francesas que usan la suya desde hace 150 años. Yo todavía no tengo una y no creo que ninguna vaya a durarme tanto... Hay que darles de comer, cada ocho, cada tres días, y pretendo irme de vacaciones. Es como tener un perro en casa, pero sin tener que sacarlo a pasear.

Mi tercer pan fue integral. Con una miga muy compacta, algo dulce (se le echa azúcar: la próxima vez, le echaré menos) y muy rico tostado. De estos panes que llenan. Y con la garantía de que no tiene excesivos aditivos químicos (excesivos, digo, porque las harinas de fuerza que he comprado los traen de serie: en España, mucho trigo, mucho trigo, pero no tenemos cultura harinera).

Y sí: he hecho trampa. Todos los hice con La Cocinera. Pero, en cuanto me llegue el pedido que le he hecho al Amasadero (rodillo de aluminio, banetones, algún molde) intentaré amasar a mano. Intentaré, digo, porque amasar a mano por lo visto tiene su ciencia: hay que estirar la masa, golpearla contra la encimera, hacerla volar un poco, conseguir que atrape aire y aplastarla muchas veces).

Ya os iré contando...

jueves, 31 de diciembre de 2009

Año viejo / Año nuevo

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No. Ni siquiera he escrito mi post de Navidad tradicional y no sé tampoco si escribiré carta a los Reyes Magos. Estoy completamente apática, como si me hubiera venido la astenia primaveral en medio de las granizadas y el frío gélido de este invierno raro: no leo (por placer: por trabajo leo mucho); no he recuperado la vida cultural, salvo algún par de obras de teatro; he abandonado las sesiones en la Filmoteca y ocupo mi tiempo en cosas que no me hagan pensar, sin mucho resultado. Por eso tampoco escribo: para no encontrarme. No me apetece.

Pero hace poco fui a ver a una amiga. Una amiga que ha tenido un annus horribilis, en todos los aspectos. Me emborraché con ella, por supuesto y como siempre. Y, mientras comíamos jamón (que es una buena manera de cenar, no me digan), me miró y me dijo: "Hay que celebrar que estamos vivos".

Espero que este año vuelvan las ganas y se vaya el cansancio.

Y que seáis felices y lo compartamos. Como siempre.

La foto es mía. Es una chorrada, son huellas de un perrito trazando un camino, pero me gusta.

jueves, 3 de diciembre de 2009

En defensa de los derechos fundamentales de Internet (manifiesto)

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Copio y pego, hasta la imagen, que me parece impagable, con esa referencia a Alicia, del blog de Falsarius Chef (imprescindible, por cierto). Su acotación es: "(No soy yo muy de meterme en estos jardines. No me gustan los rebaños ni aunque sea el de las ovejas negras. Pero aunque soy autor no soy incauto: dale armas al enemigo (y el Estado siempre lo es) y las acabará usando en tu contra)", que me parece tan inteligentísima como todo lo que hace.

Ante la inclusión en el Anteproyecto de Ley de Economía sostenible de modificaciones legislativas que afectan al libre ejercicio de las libertades de expresión, información y el derecho de acceso a la cultura a través de Internet, los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de Internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto, y declaramos que:

1-Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.
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2-La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.
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3-La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.
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4-La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.
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5-Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.
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6-Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.
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7-Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.
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8-Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.
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9-Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.
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10-En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.
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(Algunos internautas se preguntan si es que hay que defender más a los músicos que a los trabajadores de los astilleros, pongamos por caso).

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Luz y música

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Yo estaba rumiando un texto, por sus 34. De esos 34 llevamos juntas diez, mes arriba, mes abajo. Le debo haber creado un blog, como una excusa, y mucha parte de mi cordura, la mejor parte de esa cordura que intento conservar sin conseguirlo muchas veces. No te echo de menos salvo cuando estoy contigo. Ya se lo dije una vez y lo mantengo. Ahora está aquí y ya he dejado de temer que se vaya. Ayer nos reímos de unos ojos que lloran por un pueblo perdido entre curvas interminables y yo seguía pensando en cómo volver a decirle lo que la quiero y lo que me importa. Pero me he encontrado con esto y Chesku me ha dejado sin palabras...

Se llama Luz y música y lo copio aquí porque no quiero perderlo. No vaya a ser que algún día, por cansancio, decida abandonar el blog y cerrarlo y eliminarlo...

Aquella tarde de enero era imposible controlar los nervios. Era, una vez más, una cuestión de vida o muerte. La casa era preciosa y al entrar un fuerte olor a tabaco daba la bienvenida; todo estaba perfectamente colocado y los carteles del evento aparecían por cada rincón. Subí las escaleras y entré en la mesa redonda, donde me esperaban mis futuros compañeros. Entre ellos, una mirada verde escrutaba mis movimientos y me escuchaba atentamente, meneando la cabeza en tono afirmativo y de lado. Las preguntas que me formulaba su voz salían de sus labios con delicadeza, pero buscando en mí las respuestas adecuadas al enorme proyecto que se traían entre manos.

Diez minutos después de salir de la casa recibí la llamada que me abrió sus puertas, y meses después, celebrando la inauguración de la exposición de Xirgu en un pub cutre de Huertas, alguien nos preguntó si eramos hermanos. Tanto ella como yo dijimos que sí. Y ese fue el principio del cariño, de la complicidad, del esfuerzo por hacer sonreír al otro, de las penas compartidas, de las cervezas compartidas, del parentesco inventado, de la admiración mutua.

Le gusta cantar alto porque lleva la música en cada vena de su diminuto cuerpo; gritar con todas sus fuerzas a todo un peristilo y parte trasera de una escena legendaria a las seis de la mañana; adora sus dos islas, donde siempre es primavera; tiene prisa por recorrer el mundo entero, porque sabe que en el fondo no le dará tiempo comerse con los ojos cada paisaje; lleva la humildad y la serenidad hasta su perfección más absoluta; abraza con todas sus ganas; llora en silencio sus tristezas, y a sus "veinticatorce", sigue explorando y explorándose, se analiza, se estudia y se asimila; no se conforma con haber vivido, también quiere seguir viviendo para lograr un pedazo de este mundo y moldearlo como una escultura, dándole la forma y textura que a ella se le antoje o bien para pintarlo al óleo y resucitar en un cuadro perfecto todas sus luces y sombras.

Y yo cada día que paso con ella aprendo algo nuevo como hermano pequeño que soy, y con la luz que emana de esa mirada verde consigue contagiarme de su alegría, de su escucha, de sus ganas por cambiar lo injusto o lo aburrido, de esas pequeñas felicidades que a veces pasan por el lado de uno, sin darse siquiera cuenta. Ella sabe encontrar esas pequeñas cosas, y va y te las regala sin pensarlo para que las disfrutes al máximo, como hace ella.

Decía Galeano en un relato fantástico que las personas somos como fueguitos. A ella debo agradecerle que siga llenado mi aire de chispas.

Felicidades hermanita.

Mi regalo, además de ese libro de Dickens, es una flor canadiense, una foto hecha en los jardines de Cap à L'Aigle en Charlevoix.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Irse

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Me he ido muchas veces, de muchos sitios. De tantos que no sé qué hice, ni dónde estaba, a los 23, ni a los 25, porque mi vida se divide por ciudades y no por años. He dejado de mudarme, por ahora, aunque tengo que consultar siempre el tiempo exacto que llevo aquí.

Si tú pierdes la memoria, qué nos queda.

El otro día leí un mensaje, cariñoso, que le escribí a un tipo del que no recuerdo nada. A algunos otros los tuve durante mucho tiempo dándome vueltas en el estómago, surgiendo como un ahogo que me atenazaba la garganta o sintiendo en ellos ese sabor a óxido que producen la rabia y el desencanto. Hubo gente que vino y se fue, a otros los eché, otros se largaron sin que ocurriera nada y sin despedirse. No hubo preguntas, ni el beneficio de la duda. En algún caso, incluso, hubo promesas de que no ocurriría nada.

-¿Sabes lo que me jode? Que esto nos va a pasar factura a los dos.
-No, hombre, qué va, ni de coña.


Y ésa fue la última charla, hace casi un año. Me revienta comprobar de qué manera absurda puedo ser tan poco observadora y tan clarividente a la vez y en ocasiones. Justo en las únicas ocasiones en las que me gustaría no predecir el futuro.

Pero luego me he acordado. Este fin de semana voy a ver a una mujer que no dudaría en coger un avión para venir desde Francia si yo lo preciso. He repasado mentalmente el único hecho relevante que tengo que contar, me he imaginado mis palabras y sus respuestas, porque estaremos tres allí, como siempre. He visto sus ojos, dos días antes, la mirada brillante porque yo la estoy mirando, el rímel en su sitio, el marco negro de ese brillo, he recordado su voz y su recuerdo me ha llevado a otras vidas que vivo a trompicones, repartidas y a esa manera que tiene alguna gente de hacerme decir con dos frases que estoy perdida, que deseo, que no sé si esto se llamará vacío, que hay desorden o que añoro. Aún más: a la manera que tiene esa gente de hacer que la bola enorme y hueca que me anida a veces se vaya en dos minutos, por un tiempo.

Hay gente que no va a irse.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Rafael Chirbes o el porqué

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Hoy he estado hablando con Rafael Chirbes. Me ha contado que escribe para conocerse a sí mismo, para conocer el mundo en el que vive y el tiempo en el que habita. Que así intenta explicarse.

Yo también escribía para eso. Para lo primero, digo, porque desistí hace mucho de apresar el mundo. A mí me educaron tarde en palabras gastadas (participación, colectividad, dignidad, honor, clase social) y a muchas de ellas se las ha comido el mercado. Veo a gente cinco años más joven y no me reconozco. Ni siquiera sé si me reconocería en los de mi generación. Martín Gaite le dijo un día: "Escribimos para salir limpios del fondo de lo peor". Qué se cuenta, por qué se cuenta, a quién va dirigido, si el trabajo (el trabajo por el que cobras) influye -claro que influye, siempre-, por qué se construye un personaje y para qué. Si sería posible un trabajo colectivo. Si cierta vida elegida no significa decidir estar en el limbo. Si realmente decidimos y qué decidimos y con qué armas. O si estamos viviendo la vida que queríamos. Si conocíamos qué vida queríamos. Si criticar sin afirmar es válido. Si esta sensación de que tú no diriges va a seguir siempre así.

Cernuda: "Estoy cansado del estar cansado, entre plumas ligeras sagazmente".

Escribí para conocerme, el cambio no es posible sin violencia y siempre habrá partes de mí sobre las que ya no quiero volver. A pesar de que tengo 33 años y de que, cuanto más medito, más lo constato.

Estoy perdida en mí.

(Sí: la etiqueta está bien: éste es un texto político. Aunque no lo parezca. O sí).

martes, 3 de noviembre de 2009

Obituarios

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Taylor Mitchell, a la que yo sí conocía porque su disco me lo traje de Canadá.
José Luis López Vázquez, que era casi como de la familia.
Francisco Ayala, a quien escuché decir que la escritura nace de una necesidad estética hace doce años y de quien me enamoré por aquellos entonces.
Claude Lévi-Strauss. Que no, no es el de los pantalones.

Mierda de mundo, oigan.

viernes, 30 de octubre de 2009

Patria

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Yo también lo llamo patria, aunque la única que reconozca es el idioma.

Hay textos que no querría perder nunca. Por eso los enlazo. En este blog, los enlaces salen en marrón y sin subrayar. Por si alguien se pierde y no sabe de qué hablo.

Éste habla de amor. Lo ha escrito Dani. Y es de las cosas más hermosas que le he leído jamás.

miércoles, 28 de octubre de 2009

La foto que se me movió

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No se me movió ella, por supuesto, la tomé mal. Sin trípode, a pulso y con los parámetros que Dios me dio a entender. Pero es una de las fotos que más me gustan del viaje (junto con alguna de una puerta, muy sencilla, y varias de flores, o una de Pedro de espaldas, mirando al horizonte).

Québec está lleno de músicos callejeros que a mí me dio vergüenza fotografiar, a pesar de dejarles mi donativo convenientemente. Este señor tocaba canciones de los Beatles a la guitarra. También había arpistas y hasta uno que sabía cómo las copas de cristal pueden emitir sonidos dulces.

Era el Petit Champlain, por la noche. El Petit Champlain lleno de tiendas de artesanía hermosas, de restaurantes para turistas, de colores, de sorpresas. Nos sentamos en un banco, a escucharle. Le dimos unas monedas. Intentamos fotografiarlo, sin flash, porque yo sólo tengo flash en la cámara y no me gustan las fotos con flash (salvo que sea de relleno): las prefiero movidas a notarle los flashazos. Todo hubiera cambiado, supongo, con un flash externo, pero no había. La foto no hay por dónde cogerla: no existe un elemento nítido en toda la escena y la composición es... inexistente, vamos a decir. Le hice tres o cuatro fotos, borré algunas, salían movidísimas y no sabía cómo dejar de respirar y apoyarme para que salieran bien porque tenían que ser a pulso. Así que tenía la cámara encendida, pero me dediqué a encender un cigarro y a escucharle. Toca muy bien.

Y de pronto se acercó ese chaval. Estaba con sus padres, dio un grito cuando vio al músico y se quedó allí, embobado, escuchándole.

Ésa es la historia de esta foto. Hay que contarla porque la foto no la muestra. El arrobamiento de un niño ante un tipo que tocaba.

domingo, 25 de octubre de 2009

New York, New York

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El puente de Brooklyn, para mí, es más neoyorquino que la Estatua de la Libertad, que pertenece al mundo. Nueva York es una promesa y, más que ninguna otra ciudad, es la certeza de la vida que no tendré. Y que quizá me hubiera gustado.

Creo que la gente va allí buscando algo. Unos, la taberna donde Dylan Thomas se murió de absenta. Otros, el Empire State. O el Moma. O Wall Street, Harlem, Manhattan. La oportunidad de su vida. Un trabajo. El sueño americano. El amor. La Quinta Avenida. El Metropolitan.

Yo he conocido esa ciudad, sobre todo, deseando lo que ya perdí. No sé cuándo iré. No sé siquiera si iré. Pero alguien me regaló un paseo por el puente de Brooklyn, como si yo fuera otra persona, la mujer ideal que nunca seré, y no sabe cómo se lo agradezco.


La imagen es un cuadro de Cristina Bergoglio. Y no es el puente de Brooklyn, sino el de Manhattan.

jueves, 22 de octubre de 2009

Mapa y territorio

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Dicen que, para aprender a hacer fotos, o para hacer fotos buenas en los viajes, debes mirar muchas fotos de otra gente que haya estado en los mismos lugares. Yo no sé cuándo te vi por primera vez: en qué imagen, en qué programa de televisión, en qué enciclopedia. No fue, desde luego, cuando te encontraba en casi cada esquina, erguida, discreta, para recordarme que de veras estaba caminando por las calles de Toronto. Todo era nuevo. Las calles estaban llenas de gente, yo las miraba desde el primer piso de un autobús y me asombré, nuevamente, de que la ciudad existiera antes de que yo pudiera verla. Antes de que me hubiera dado cuenta de que podía imaginármela. Pero estabas tú, que eres un símbolo, aunque no vayas a saberlo nunca. Y quise verte de cerca y anduve muchas horas hasta el puerto y subí muchas escaleras para sentir vértigo al mirarte desde abajo.



Me gustaste. Pero ya te conocía.

Lo he descubierto en este viaje, transitando por esos sitios que sólo salen en las guías locales y que están llenos de sorpresas. Hace tiempo, unos amigos se fueron de viaje a Nueva York y le enseñaron las fotos a mi hermano Nacho: les fue diciendo el nombre de cada calle. Por las películas. Así conozco yo París. Y Roma. Y Praga. Por las imágenes de otros. Por lo que otros vieron antes que yo, que no lo he visto.

Lo descubrí también en Québec. Prefiero tomar fotografías de apuntar y disparar y asombrarme cuando veo las cosas por primera vez. Prefiero el asombro de no sentir que estoy en un sitio por el que pasé antes, sin verlo. De que las calles y las plazas comienzan a existir cuando yo las transito y nunca antes. Lo prefiero, realmente, para no tener más esta sensación de que sigo andando por el mapa y no por el territorio.

martes, 20 de octubre de 2009

Definitivamente...

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Esto fue lo primero que vi cuando llegué a Toronto. Me dio un vuelco el corazón. Y pensé, sin acabar las palabras: "Joé, qué concienciá está esta gente".

Definitivamente, tengo que aprender inglés.

sábado, 17 de octubre de 2009

Nueva York. Mensaje invitado. New York. Guest Post.

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Esta foto está tomada desde la parte de Queens, así que los edificios que se ven son el downtown de Manhattan. Recuerdo que había un flujo constante de corredores y ciclistas en ambas direcciones. Era relativamente pronto y no había demasidos turistas, aunque sacar la foto sin nadie era bastante difícil. Dado que la mañana se presentó nublada y un poco neblinosa, me he inclinado por el blanco y negro. Me dice más que la de color. Por supuesto, nada más volver a Manhattan salió el sol, con lo que los rascacielos resplandecían que daba gusto, pero ya no era plan de volver a darse la caminata hasta el otro lado para repetir la foto con tantas otras cosas por ver y fotografiar en Nueva York.

En cuanto a la foto en sí, como muchas de las fotos que hice en Nueva York, se trata de un panorama hecho con el Autostitch. Aunque me planteé la idea de alquilar un gran angular para el fin de semana, era demasiado lío (y dinero) y como tampoco tengo muchas pretensiones con la fotografía, mejor aplicar el conocido lema de KISS.

Y para acabar la entrada, simplemente decir que en realidad ésta no era la foto que yo quería hacer del puente de Brooklyn (!). La que yo quería hacer era desde la orilla de Queens en la hora azul, con exposición larga para alisar el agua del río y quizás captar las luces de los rascacielos y el puente entero. Pero bueno, quizás la próxima vez...


I took this photo from the Queens side of the bridge, so the buildings are the skyline of downtown Manhattan. I strolled along the bridge relatively early on Sunday morning, which proved to be good in terms of few tourists around but not so good in terms of light conditions (cloudy and generally speaking a bit of a gloomy start of the day). Instead of tourists there was a constant flow of runners and cyclists in both directions so taking the photo with nobody on it would have been almost impossible. By the time I came back to Manhattan the day was getting sunnier and sunnier (too late for me) but I just couldn´t be bothered to go back to Queens to take another shot. Instead, I just simply went for B&W, which somehow fits better what I saw from New York (but for Times Square).

Talking about the photo itself, it is obviously made out of several photos stitched together. This is the cheap option instead of renting a wide lens, which would have been a bit of a mess to organise considering my very tight schedule (and budget, I would dare to add). I think the photo from Grand Central (soon in my blog) is made out of thirty odd photos. I cannot exactly remember but I used less than ten photos for this one.


Finally, I had a sort of list of photos I wanted to take while in New York. Some I managed to take, some I didn´t and some I simply refused to try (for example the subway, which pissed me off with the maintenance work and intimidating staff). The one I had on my mind for the bridge was also from the Queens side, but from the shore and including the whole bridge in it, possibly at the blue hour in the late evening and with long exposition time to soften the water waves in the river. But then, there it goes, an excuse to come back...

El mensaje, ya lo han leído en el título, es un post invitado: por el título del blog, Los Viajes Que No Hice. El autor es también el autor de Puntos Suspensivos... Ah. Y todo parecido del texto en inglés con el texto en español es pura coincidencia.

martes, 13 de octubre de 2009

Esto es una casa

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Hubo un sitio en el que las rupturas se solventaban a base de partidas interminables de parchís y un tubo bien lleno de Marie Brizard con hielo. Keanu Reeves estaba como un queso, de vez en cuando venía un tipo que nos hacía el café y, cuando no estaba él, lo servía la última que llegaba. En ese lugar lloramos, a veces, y nos reímos más veces aún. Allí comenzaron los sinsabores laborales, las primeras etapas de paro, los desahogos por los múltiples trabajos de mierda y la conciencia de que estábamos juntas.

Luego hubo más. Una habitación diminuta, con un Zorrilla colgado en el salón (en Canadá vi uno, se me olvidó decírtelo: un Zorrilla auténtico, que me hizo soltar una carcajada. No sé si mi acompañante lo entendió: hay cosas que sólo vamos a entender muy pocos) y un baño que se estropeaba cada dos por tres, estilo década de los 60, quitándole años. Otra habitación azul y un sofá de cuadros azules y amarillos del que no me levantaba en todo el fin de semana. La terraza desde la que mirar las estrellas. Las charlas interminables. Las revistas. Y un piso más abajo, todos compartidos. Pero míos, también. En una de esas terrazas me pasé dos meses estudiando un examen que luego, mucho después, muchísimo tiempo después, me permitió llevar cultura. Sabía dónde estaban las pinzas de depilar, los tampones, el detergente, el café, la cafetera, los macarrones y el papel higiénico.

Luego se fue. Al principio era la casa de él, muy poco a poco. Un cepillo de dientes, una muda, una camiseta. Había dos cestos preciosos para la ropa sucia, un cuadrito en el cuarto de baño y un puf que fue mi asiento. Después fue el lugar de las partidas interminables de Monopoly hasta las seis de la mañana, de las botellas de vino compartidas, de las reuniones cuando otra de nuestras ellas venía de Francia, del ron con Coca-Cola, de las cenas opíparas que él cocina como nadie, de las actuaciones de Carnaval, de una voz cantando a todas horas y del afán por aprender a tocar más instrumentos y ver películas.

Ahora se ha vuelto a mudar. He pintado de blanco alguna habitación de esa casa, he limpiado pegotes del suelo para que pusieran la tarima, la vi sin muebles y le conté la historia del nombre de su calle. Pero hasta el fin de semana pasado no la había visto terminada. En la cocina está la cafetera roja que le regalé cuando se casó. Y en el baño los cestos metálicos y de madera para la ropa sucia. Y el cuadrito. Sonreí cuando lo vi: eran reconocibles. Todavía faltan los libros, hay cajas en el cuarto verde que sirve de vestidor y el ordenador ya está en su sitio. La casa es de colores. Como ella, que me vuelve de colores a mí. Lo supe cuando entré: lo demás eran pisos. Esto es una casa. Con sus cuadros dominicanos en el salón, el rojo centelleante de los muros y un metro siempre a mano para comprar los muebles.

“Pensé que te ibas a entusiasmar”, me dijo. Pero qué quieres. Yo soy lenta y ya sabes que no me oriento. Y eso me pasa cuando me mudo. Tengo que acostumbrarme a que voy a vivir en otra casa a partir de ahora.

Esta casa no es la suya, por supuesto: es una réplica de la casa de Los Simpsons.

domingo, 11 de octubre de 2009

Coque Malla

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Hacía mucho tiempo que no tenía ganas de comprar un disco. Han vuelto.

Hacía mucho tiempo, también, que no tenía ganas de ir a un concierto. Volvieron. Fui. Claro que, cuando salí, descubrí por qué hacía mucho tiempo que no tenía ganas de ir a un concierto.

Hay una imagen muy gráfica, es de Borges, de un texto que se llama Del rigor en la ciencia. Andamos por el mapa y no por el territorio. Eso pasó ayer.

Salieron Nico Nieto, a la guitarra eléctrica (un tipo alto, muy alto, desgarbado, con una chaqueta preciosa, pinta de gamberro y unos dedos ágiles ágiles) y Coque Malla, para cantar Hasta el final (que me encanta) y no habían sonado los primeros acordes cuando salieron también, de delante, de detrás, de todos lados, un montón de móviles de última generación o de penúltima, para hacer fotitos y grabar el concierto.

Somos un ojo tecnológico. Nos perdemos la música para verla luego en casa, mucho peor, casi sin sonido, sin haber cruzado una mirada con quien está encima de un escenario o sin haberte fijado en cómo se miran ellos dos. Que a mí me da igual lo que cada uno haga con sus móviles. En su puta casa.

Cuando comienzas a no entender los comportamientos de la gente a la que llevas cinco años es que debes de estar haciéndote mayor.

Yo, más que mayor, me siento vieja. No comprendo que alguien grabe a un tipo que está tocando para él. No comprendo que alguien haga fotos a un tipo que está tocando para él, cuando en su página web puede verlas y descargárselas con mucha mejor calidad, mejor encuadre, mejor luz y hechas por un profesional. Las páginas web de los cantantes han entendido aquello de "si no puedes con ellos, únete" y han colgado espacios para que la gente comparta sus fotos y sus vídeos, pero se está convirtiendo en una plaga esto, pronto voy a verlo hasta en la ópera.

Tampoco comprendo que un grupo de tíos de 1,80 se plante delante de ti, que has llegado antes, y se dedique a hablar durante todo el concierto sin hacerle caso a los dos que se están partiendo el pecho a dos palmos de su cara. O que pretendan hacerse fotos de primer plano en las que salgan Coque y Nico detrás mientras los demás estamos intentando verlos. Y menos aún que alguien oiga una guitarra eléctrica y no se ponga a saltar, a brincar, a moverse. Que más que un concierto de rock, en cuanto a público se refiere, aquello parecía una primavera de brisa corriendo por entre los trigales...

No sé por qué ocurre y no me importan las razones, que yo resumo en una absoluta falta de respeto por el trabajo ajeno. Supongo que hay quien no se toma la música como un trabajo, pero yo también me lo paso bien en el mío. Muy bien, incluso. Rematadamente bien.

En fin.

Comenzó con Hasta el final, siguió con She's my baby y con Abróchate. Por riguroso orden del disco. Pero hubo tiempo también para algún que otro éxito de Los Ronaldos (Saca la lengua, por ejemplo), para canciones de otros discos (El sombrero, El final, Qué será de nosotros), para dos bises (uno con la canción que cerraba el último disco de Los Ronaldos, Mi casa) que, sinceramente, el público no se merecía (bravo por su generosidad, porque a mí La hora de los gigantes me gusta mucho y la tocó para cerrar).

Y Berlín.

No me voy a poner a desgranar las canciones. Eché de menos una. Pero eso siempre me pasa. Las canciones que me gustan a mí no son las que le gustan al resto de la gente, así que normalmente no las incluyen en los repertorios, a no ser que presenten el disco. Y a veces ni eso. Así que me quedé con las ganas de Árboles Cruzados, que estuve escuchando repetidamente allá por aquellos tiempos, cuando todavía había cassettes y las cintas se rebobinaban.

Este señor lleva desde los 15 años encima de un escenario y se nota, claro que se nota. Sonó a banda, porque el disco suena a banda, cohesionada, digo, a grupo hecho, a músicos que se implican con el proyecto. Iván Ferreiro lo explica mejor que yo y, además, a mí me gusta mucho lo que los amigos explican sobre quienes son sus amigos.

Disfruté. Disfruté mucho, me lo pasé muy bien y se me hizo muy corto, a pesar de todo lo que he contado antes y de que en ciertos momentos hubiera sacado una recortada. Disfruté como una cría. Mi maravillosa tendinitis y yo no paramos de saltar. Canté. Me reí mucho, porque yo me río cuando disfruto. Y pensé que ojalá se cumpla lo que canta: "Todo va bien por el momento: puedes estar contento".

Es otra manera de dar las gracias. Desear que todo vaya bien y que le mimen.

La imagen es la portada del disco y es del fotógrafo Claudio de Casas.

viernes, 9 de octubre de 2009

Otoño

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Este año, yo no estaba predispuesta. Qué pereza, sacar la ropa de invierno, meter el edredón en la funda, volver a ensuciarse con las baldosas mal puestas, que el día se acabe casi cuando no ha empezado todavía, no saber cuándo tender una lavadora.

Hoy ha llovido. Y me ha pillado camino de casa y me he dado cuenta de que el agua sólo es agua o además es agua eso que cae y que te moja y te hace tener conciencia de tu piel. Me han brillado los ojos: eso lo sé, aunque no lo haya visto.

Ha llegado el otoño, con sus hojas de colores y esta sensación eterna de que todo está por hacer, de que el año comienza justo ahora, cuando vuelvo a observar a los adolescentes a las puertas del instituto camino del trabajo, cuando en las librerías vuelve a oler a libros nuevos y a gomas de borrar y las madres van a comprar mochilas con sus hijos y las estanterías se llenan de libretas que luego se llenarán de palabras.

Bienvenido, de nuevo. Muchos años vengas.

La foto es mía, de cuando estuve en Canadá.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Acuarelas

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Juan Carlos Mestre acaba de decirme que hablo con acuarelas.

Y esta acuarela es suya.

Y lo sé: esto es un ejercicio de egocentrismo, pero ¿y si se me olvida algún día?

domingo, 4 de octubre de 2009

Muere La Negra

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Y yo qué digo. Que se me ha muerto la Negra, la Voz de América Latina, doña Mercedes Sosa, y ya no llevo ni la cuenta de la gente que se me muere.

Pero bueno. Esta mujer es como la cigarra, ya lo saben...



Edito para añadir una entrada que, sobre Sosa, escribió Gilda en su blog. Madera de viejo nogal. Para no perderlo.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

El tiempo

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El 29 de agosto a las cuatro de la tarde estaba en un avión y también acababa de aterrizar en Toronto. La hora de las siete de la mañana del 13 de septiembre no existe. No estuve en ningún lugar. O quizá sí. También en un avión, supongo. Dormitando. El tiempo no existe. Escribo cuando el viaje es pasado, pero se vuelve presente si reparo en mis piernas y en las plantas de mis pies y en que cuando son las doce de la noche, aquí, allí faltaba tan sólo una hora para despertarme y volver a caminar.

El tiempo no existe, descubro, pero yo no he parado de fotografiar relojes.

La foto es mía: es el reloj de la estación de trenes de Québec.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Las fotos que no hice

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Dos tipos fumadísimos sentados encima de un coche-maceta, a los que sólo cogí de espaldas y rápidamente. Un negro gordo y barbudo, camiseta verde, vaqueros, turbante, que miraba la sección de discos de música negra de Soundscapes, la mejor tienda de discos que jamás vi (a pesar de que no tuviera ópera). Una mujer que tocaba el arpa en la zona más oscura de una de las puertas del Viejo Québec. Un señor de negro y con el pelo largo, una enorme cruz al cuello, que caminaba impasible por el Petit Champlain ajeno a las miradas. Los muchos mendigos y colgados que vimos en Toronto en diez minutos. La mirada de Jacques, que había configurado mal su cámara y que suspiró de alivio cuando se la arreglé. Los religiosos de la calle Yonge, repartiendo folletos sobre el Islam, el Cristianismo o la Cienciología. Una pelea, jugando, entre un león y una leona. La guerra sin cuartel de una mujer con un moño imposible, la mirada concentrada y un matamoscas azul de plástico en la mano... en aquel bar de mala muerte de Tadoussac en el que escuchamos a Luther Allison y Bob Dylan.

Tampoco capté, porque no supe (ni sé y espero que el futuro se me conceda), el espíritu de las calles de Kensington Market. Pero el resto de las fotos del barrio que vi tampoco lo hacían, porque no pueden transmitir los olores, ni la sensación de asombro, ni el caos controlado.

"Éste tiene una foto", decíamos. Pero no la hacíamos nunca: por pudor, la mayoría de las veces, sobre todo a los mendigos (me tiré cuatro años relacionándome con yonkis, prostitutas, traficantes y borrachos, en la calle: tengo ciertas ideas sobre ellos y las fotos, o sobre las fotos y ellos). En otras ocasiones, preferí mirar. O perdí el momento, o no tenía puesto el objetivo correcto, o la luz estaba de frente del todo, o el sujeto estaba demasiado lejos.

La imagen que más me gusta está movida. Mejor disparar que no tenerla, me dije. Es un niño, admirado ante un músico callejero de los muchos que había por Québec, bien entrada la noche. Tengo 2209 fotos más, muchas de ellas hasta bien enfocadas y todo, pero ninguna me transmite lo que ésa.

Supongo, de todos modos, que, cuando aprenda a hacer fotos, tendré que ir allá de nuevo.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Autoridad docente

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Maravilloso, le he dicho. Ybris es profesor, jubilado. Escribe maravillosamente bien y yo le sigo, muchas veces en silencio.

Pero hoy enlazo un artículo suyo para que lo lean los muchos amigos profesores que tengo por aquí. Se puede decir más alto, pero no más claro. Habla de la autoridad docente, desde la perspectiva de quien ha pasado más de 33 años dando clases. Se puede leer pinchando aquí.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Única

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Yo, que ando estos días echando de menos a gente que se fue y añorando a un niño al que ni veré nacer ni le compraré regalos (qué mal se me da olvidar: qué mal), recibo un correo y recupero la sonrisa. Me devuelve a los 17, al tiempo que hemos pasado juntas sin estar juntas más que a ratos y se despide: "Te quiero. Menos mal que hay cosas que no cambian".

Tú sí que eres única.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Alfredo Kraus. Diez años

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Con cierta gente pasa lo mismo que con los equipos de fútbol. Creces con ellos, son de la familia. Hoy hace diez años que murió Alfredo Kraus. Yo estaba en Melilla por aquellos entonces y llamé a mi padre para darle el pésame: él lo escuchaba. Era viernes. Estaría de vacaciones, porque era por la mañana. "Ay, entonces ya lo sabes", le dije. Pero no, no lo sabía. Su voz, la de mi padre, sale en uno de los vídeos oficiales que grabó Kraus. Grita: "¡El más grande!".

Y yo también lo creo. Cuando esto se publique, yo estaré de vacaciones en Canadá y tampoco tengo mucha esperanza de que en este país de mierda se lo homenajee como se merece. Pero yo sí. He dicho. Este es mi tema favorito, que es el de los Cuentos de Hoffman (el Va pour Kleinzach):



Y éste va por Sonia, porque sé que le gusta: