Que al final las asambleas se transforman en aparatos, cuajados de estructuras de poder. Que todo movimiento tiene unos líderes. Que el pensamiento único también se filtra en quien quiere ser revolucionario. Que tendemos a imponer nuestras ideas sin escuchar, porque no sabemos escuchar. Que estamos llenos de prejuicios. Que cambiar el mundo es imposible. Y cambiar el sistema quizá también lo sea. Que una democracia solo es participativa si hay personas que quieren participar. Que la horizontalidad es muy bonita pero no es efectiva (y sin embargo, hubo una vez un pueblo que no conocía la palabra
jefe). Que va a haber que luchar contra nosotros, también.
Yo ya sé todas esas cosas.
Pero no puedo quedarme en casa.
Y no voy a quedarme en casa.
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Viajamos entre la tormenta,
después de la explosión de Dios.
Cada relámpago nos muestra
fantasmagóricos de amor.
A cada paso se hunde el lodo,
salta un reptil, acechan diez.
Cada segundo es como el cobro
de lo que resultamos ser.
A bordo de esta expedición
va un loco, un albañil,
un nigromante, un ruiseñor
y un beso espadachín.
Nos falta un día, un niño, un don
para sobrevivir.
Primero fuimos los heraldos
llevando buenas del Señor,
pero excedimos su mandato
cargando el peso del dolor.
Hoy somos ángeles caídos
junto al que fuimos a curar.
Temen que a nuestros propios hijos
les enseñemos a volar.
A bordo de esta expedición
va un loco, un albañil,
un nigromante, un ruiseñor
y un beso espadachín.
Nos falta un día, un niño, un don
para sobrevivir.
Me encanta, Olga. Y se lo he leído a mis compañeros, que están flipando contigo!!
:) Para ti, la primera sonrisa de la tarde.
Gracias.
Carlos, el tiempo que hace que no escucho a Silvio...
Palmiralis, qué gracia... :)
Tupp, otra sonrisa. ¿Cómo está la cosa por Cordura?
Después de todo eso, siempre para mejor, claro está.
Eso espero. No lo sé, pero eso espero...
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