domingo, 10 de junio de 2007

Preguntas

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¿Cómo se cambia el carácter? ¿Puede uno sustraerse a los complejos y los espejos? ¿Podemos dejar de reflejarnos en la madre? ¿Es una decisión legítima o pura supervivencia psicológica dejarlo por imposible? ¿Qué clase de relaciones de control hay dentro de casa? ¿Con qué derecho juzgamos lo que le ocurre a los demás? ¿Deberíamos decírselo? ¿Alguna vez desaparece el complejo de culpa? ¿Qué realidad es la que vemos? ¿Cómo afecta a los otros esa realidad? ¿Qué señales emitimos? ¿Qué imagen proyectamos? ¿Qué miedo nos hace callar? ¿Qué conocemos de quienes comparten la sangre nuestra? ¿Podremos acercarnos algún día? ¿Sería posible que no nos afectara? ¿Que el amor que, al fin, tenemos no nos afectara?

sábado, 9 de junio de 2007

Antes y ahora

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viernes, 8 de junio de 2007

Como dos extraños

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Me es extraño volver a los lugares en los que he vivido, recordar la clase de persona que habitó en ellos, mirar ciertos ojos, volver a abrazar algunos cuerpos y, sobre todo, sonreír a alguien que fue mi amigo, sin verle extraño porque soy más fuerte y puedo soportar, y tragarme sin que se note, que él me vea extraña a mí.

Hubo ciertos ritos que no volverán a cumplirse jamás. Con él aprendí que las intuiciones siempre tienen razón: que lo conocí, que lo conozco, más de lo que nadie lo hará nunca. Que a veces los que están dentro de la historia saben más que quienes observan de lejos. Que no recuperaré, porque ya no hay tiempo, ninguna charla hasta las siete de la mañana, ningún café a deshora, ningún baile borracho, ninguna risa. No vendrán las horas que salíamos y nos apartábamos de los demás para seguir hablando, y me buscaba, y le buscaba y le contaba lo que pocas veces he podido contarle a nadie, y me contaba lo que nunca volverá a contar porque su miedo es más fuerte que sus ganas y el mío pudo demostrarle lo importante que era, lo importante que querría que siguiera siendo, lo que disfrutaba hablando con ese tipo observador, penetrante y lúcido... pero me impidió decirle que le quería.


Es irónico. Yo, que reivindico el tacto por encima de todas las cosas; que beso en la boca cuando me apetece y a quien antes me besó primero; que necesito pieles cálidas a mi lado y apresar una mano y rodear un hombro. Yo, que no he vuelto a abrirme a nadie tanto como lo hice con él, que no he vuelto a confiar en nadie extraño desde que me fui, que no he vuelto a mostrarme entera de ese modo, tan calmado, tan directo, ésta soy yo, esto soy yo y ya no hay traumas... Yo, después de narrarle lo que se dijo pocas veces, después de saber que ya no voy a volver a decirlo, después de darme entera, de fiarme y confiar... yo, decía, y eso es lo irónico...


...nunca fui capaz de darle un abrazo.

miércoles, 6 de junio de 2007

Fácil

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Siempre ha sido guapa. Inmensamente guapa, por dentro y por fuera, pero ahora lo está. No importa el tiempo que haya pasado desde mi última vez: en todas me parecerá que fue ayer cuando me pasé por la pelu después del trabajo para ir a La Serrana a tomar una cerveza. Es feliz y lo dice y se ríe y a mí me encanta verla, mirarle los ojos más brillantes que el mundo, escucharla contar, conocer que es posible, después de tanta zozobra, desaparecer el miedo y que desnudarse resulte tan fácil.

Hablé con él un rato, porque hay un él con una voz divertidísima, y casi sin creerlo aún, para darle las gracias. Un él con quien resultó también sencillo hablar y que suscita mil preguntas, las dos quitándonos la palabra de la boca, como dos adolescentes, para apresar esta historia que comienza. Es todo muy fácil, me decía: ser yo es muy fácil.

Ella es muchas cosas. Es la madre de mi hermanito, para empezar, un tiarrón guapísimo con la cabeza bien puesta sobre los hombros. Y una casa abierta a todas horas y una cama caliente y un cuerpo generoso y una mente inteligente y lúcida. Sirve para el juego y para el debate, para la paz y la alegría, para el canto, la belleza y la dulzura. Ahora para la pasión, el amor y el descubrimiento de la piel. Y la entrega, y la calma. Para ir construyendo algo que no cuesta ningún esfuerzo, porque no ha de costar ningún esfuerzo. Para sentirlo todo, de nuevo, una y otra vez. Para caminar, despacito, todos los comienzos del mundo.

No sé si se lo he dicho alguna vez, pero la quiero con locura.


Cuadro: La danza de los amantes, de Jacqueline Klein.

sábado, 2 de junio de 2007

El papel blanco duro espejo

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El papel blanco duro espejo sólo devuelve eso que fuiste. El papel blanco habla con tu voz, tu propia voz, no aquélla que te gusta, tu música en la vida esa que derrochaste. Puede que no vuelvas a ganar si lo deseas, si te clavas a esa cosa indiferente que te lanza atrás ahí donde empezaste. Viajaste, muchas lunas viste, muchos soles, tocaste muertos y vivos, sentiste el dolor del bravo mozo y el gemido de la mujer, la amargura del niño inmaduro, cuanto has sentido se derrumba sin sustento si a este vacío no te fías. Quizás ahí encuentres cuanto creíste perdido, el brote de la juventud, el justo naufragio de la edad. Tu vida en cuanto diste, este vacío es cuanto diste, el blanco papel.

Yorgos Seferis

viernes, 1 de junio de 2007

Hablar, o no hablar, de según qué

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Cuando tenía 17 años, me copiaba párrafos enteros de libros de Cioran, de Kandinsky o de Van Gogh. Les daba vueltas, los criticaba, pedía opiniones, me pintaba dibujos sobre poemas de Benedetti y nombraba a algunos clásicos como si fueran viejos amigos. Salvo escribiendo, no la he escuchado nunca hablar de libros. Ella a mí tampoco, nos basta con pasear por la Cuesta Moyano y señalar títulos y coger alguno entre las manos y buscar a Cocteau sin resultado (¡hey! ¡esto es un blog! ¿alguien puede venderme Opio?), comprar El Don Apacible, marearnos y beber vino y leernos poemas. Es casi la única persona que conoce la relación que mantengo con libros y escritura. A los demás no podría. No puedo explicárselo, ni explicarme, ni contar lo íntimo de mis recuerdos literarios sin perder el discurso y sentirme imbécil. Y total, me digo, para qué los vas a contar. Para qué si hay quien juzga tus lecturas, y lo que tú eres, sólo por los tres, cuatro autores que hayas podido nombrar de pasada, porque son tostones, porque venden mucho, porque murieron hace siglos, porque son traducidos o porque escriben literatura fantástica o de aventuras. No estoy para esos trotes: no tengo edad, ni salud. Por eso lo evito. Debería hacer como ella: callar y luego contármelo, contárselo. El otro día me preguntaron cómo había comenzado a leer. Eso forma parte de la historia familiar, porque mi primer recuerdo literario no es mío y no lo cuento. ¿Qué podría decir? ¿Qué, de lo que siguió después, de lo que sigue todavía? Y, sobre todo... ¿para qué? ¿qué ganan los demás?

miércoles, 30 de mayo de 2007

Amistad a lo largo

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Pasan lentos los días
y muchas veces estuvimos solos.
Pero luego hay momentos felices
para dejarse ser en amistad.
Mirad: somos nosotros.

Un destino condujo diestramente
las horas, y brotó la compañía.
Llegaban las noches. Al amor de ellas
nosotros encendíamos palabras,
las palabras que luego abandonamos
para subir a más
empezamos a ser los compañeros
que se conocen
por encima de la voz o de la seña.
Ahora sí. Pueden alzarse
las gentiles palabras
-esas que ya no dicen cosas-,
flotar ligeramente sobre el aire;
porque estamos nosotros enzarzados
en mundo, sarmentosos
de historia acumulada,
y está la compañía que formamos plena,
frondosa de presencias.
Detrás de cada uno
vela su casa, el campo, la distancia.
Pero callad.
Quiero deciros algo.
Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.
A veces, al hablar, alguno olvida
su brazo sobre el mío,
y yo aunque esté callado doy las gracias,
porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.
Quiero deciros cómo todos trajimos
nuestras vidas aquí, para contarlas.
Largamente, los unos a los otros
en el rincón hablamos, tantos meses!
que no sabemos bien, y en el recuerdo
el júbilo es igual a la tristeza.
Para nosotros el dolor es tierno.
Ay el tiempo! Ya todo se comprende.
Jaime Gil de Biedma.
(La imagen es de su agenda)

Un niño equivocado

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Yo fui un niño equivocado. Un niño demasiado patoso para ser niño, demasiado asustado como para trepar a los árboles y demasiado agudo como para no darme cuenta del sufrimiento ajeno. Y adopté ciertas posturas de hombre porque no sabía lo que era, pero sí que no quería ser mujer, que no quería ser como las demás niñas (porque lloraban, porque jugaba a los indios y vaqueros y a los piratas, porque leía cómics de superhéroes, porque leía) a pesar de que tuviera una cocinita y dos Barbies y siempre me tocara el papel de guerrera en las historias. Fui un niño equivocado pero luego, cuando crecí, me di cuenta de que también he sido -y soy- una mujer equivocada. Una mujer que no sabe usar lo que todo el mundo llama "armas femeninas"; una sacrílega que no cree en el poder de los escotes ni en los brochazos de maquillaje y a la que todos los hombres hablan como si fuera un hombre más (conquistas varias, polvos de una noche, tácticas de acoso y derribo). Las mujeres han de ser femeninas, dicen: y yo ni siquiera sé qué es eso. Al final, en esto, como en tantas otras cosas, como en casi todo lo demás, ando a caballo entre dos mundos distintos.

Después de todo

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Después de todo aún queda espacio
para repensar la vida y convertirla
en un ámbito mucho más silencioso,
al amparo de los inhóspitos desbarajustes
y las inevitables adversidades.
Porque el secreto es que no hay secreto
y que los ritmos y las pausas son la cara
quizá oculta del tiempo no vivido
mientras hacíamos proyectos y nos jugábamos
el pasado y el futuro en inefables
minucias con ademán circunspecto.
Y ahora, ¿qué nos queda además del recelo
y las carencias? ¿Qué compartiremos
con la gente que amamos y nos ama?
¿La oscura complacencia de los secretos
o la riqueza absurda del misterio?
Nada de eso y todo ello, porque el sutil
espejo discreto que nos enciende la mirada
es la nada que siempre descubrimos
sin querer, tercos y audaces,
después de todo, después de cada cosa.

Miquel Martí i Pol

Meme literario III

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Me ha hecho gracia esto del meme literario, aunque no le veo mucho sentido a copiar las cinco primeras frases del segundo párrafo de la página 139 -quizá el sentido radica en lo arbitrario-. Yo preguntaría otras cosas: los mejores comienzos; el poema que más daño hizo; vuestros personajes favoritos o la frase que más os impactó. O, ya puestos, algo más personal -por aquello de las bragas colgando y porque son las únicas respuestas que me interesan-. Nada original, ya veis, pero nunca he pensado que un juego tuviera que ser original.

Los mejores comienzos.- Los míos son muy típicos, quizá sean los dos en los que todo el mundo piensa cuando se le pregunta esto, pero qué se le va a hacer, son brutales:

"Llamadme Ismael", Moby Dick, Herman Melville.

"Nació con el don de la risa y la certeza de que el mundo estaba loco", Scaramouche, Rafael Sabatini.

Y otro más: un padre y una hija, en una barca, de noche, rescatando cadáveres del río para quedarse con su dinero: Nuestro común amigo, Charles Dickens.

El poema que más daño hizo.- Y sigue haciendo: El futuro, de Julio Cortázar. Se puede ver aquí

Personaje favorito.- Meriadoc Brandigamo, de El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien; Aslan, de Las Crónicas de Narnia, de C.S.Lewis; Grimya, de la serie Índigo, de Louise Cooper; Edmundo Dantés, de El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas; Athos, de Los Tres Mosqueteros, de Alejandro Dumas; Akela y Bagheera, de El Libro de la Selva, de Rudyard Kipling; Atreyu, de La Historia Interminable, de Michael Ende (sí, sí: van dos lobos, una pantera, un león, un hobbit y un hombre verde. Sí: tengo treinta años, ¿qué pasa?) y Sidney Carton, de Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.


Y se lo paso a Palmiralis, que me lo pidió...

Comprar un billete...

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...ir a un hotel, no salir de las cuatro esquinas de una cama, comenzar a ser agua muchas veces, descubrir el cuerpo, arañar las horas, hablar, hablar, hablar. Perder la memoria. Ser piel. Despedirte rápido y para siempre. Volver a la estación, caminar lento, sentir el dolor punzante de los músculos. Refugiar un adiós en la risa. En la risa, los abrazos, los besos en la boca... y en la mejor palabra que se puede decir, que se puede escuchar.
Cuéntame. Cuéntame ahora mismo.
Y desnudarte de nuevo, mil veces.



Después del baño. Desnudo secándose el costado. Degas.

Sólo hay una

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Hay mil frases que irritan, que hastían, que duelen... Qué bien te conservas, has engordado, te quiero como amigo (y sus mil variantes), te veo más viejo; no tienes novio, cuándo os casáis, y a qué vais a esperar para el niño; se te va a pasar el arroz...
Pero sólo hay una que me asusta y me paraliza.
Recomiéndame un libro.

martes, 29 de mayo de 2007

Lealtad. O fe.

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-A ver si hacéis la carta ya.
Desde hacía años, sólo me regalaba libros de Antonio Gala, que escribe muy bien y del que me encantan sus artículos, pero bastante menos sus novelas. Así que puse, bien grande: NADA de Antonio Gala. Y, debajo, algunos autores más: Elias Canetti, Hanna Arendt, Alejandra Pizarnik.
El día de Reyes, después de abrir los regalos, me mira muy serio, cae en la cuenta, comienza a ponerse colorado (señal de que se está cabreando). Y me pregunta:
-¿De quién es Nada?
-¿Qué?
-Que de quién es Nada, que quién escribió Nada...
-Carmen Laforet, ¿por?
-¿Y tú por qué me dices que es de Antonio Gala?
-Yo no te he podido decir jamás que Nada lo haya escrito Antonio Gala.
-¿Cómo que no? ¡Me lo pusiste en la lista! ¡Nada de Antonio Gala!
-Coño, papá... ¡Que no me compraras nada de Antonio Gala!- le miro: "Dios", pienso:- ¿Tú no habrás ido por ahí...?
-Pues claro, he dado vueltas por todo Badajoz buscando Nada, de Antonio Gala... Y así me decían: "Pero, ¿está usted seguro?"-se ríe-. Y yo: "Sí: me lo ha dicho mi hija, y mi hija entiende mucho de literatura y, si dice que Nada es de Antonio Gala, Nada es de Antonio Gala".
Le agradezco la fe.

Voces

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La voz de David:
La niña de la Alameda

Nuestras cobardías (los látigos)

La voz de Josemari:
Una historia en la ciudad

lunes, 28 de mayo de 2007

Nada que decir

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A veces la poesia se queda a medio camino
se niega a desplegarse y coagular
se manosean las mismas palabras
gastadas, ajenas, impotentes
un collage de hojas amarillas
un repetirse a si mismo hasta la náusea
un no decir por miedo
a decir demasiado
y que eso duela hasta lo insoportable
a sentir las verdades hasta la empuñadura
y ni siquiera poder rozar esas verdades
no poder respirarlas
a quemarse los labios
a desgarrarse la garganta
a lacerarse los ojos
y quedarse sin piel y sin carne viva
petrificado
a no ser
y resbalarse en brazos de la muerte
que complete la tarea
y proporcione el alivio final
aboliendo esa esperanza
esa llamita vacilante
fuego fatuo
centella
puerta incandescente
del infierno tan temido
y entonces recurrimos a todas las trampas
para postergar la vida
hasta que la muerte
sin importar la espera
el paréntesis gris y vergonzante
nos acoja en su tibio regazo

No sé su nombre real. En DXC le decimos, se dice a sí mismo, Tragamuvis.

.

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domingo, 27 de mayo de 2007

El ciego de la plaza

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Hace frío y olor a yerbabuena.

La gente apenas para ya en la plaza para escuchar los cuentos del ciego que, entre temblores, busca bajo las galerías un abrigo.

La tabla laminada, que antaño era acosada por los ojos de los niños, ahora permanece tranquila, sumida en su niebla, quizá inventando nuevos cuentos.

El agua de la fuente está congelada, incluso detuvo su caída en ese borde quebrado, formando una lágrima de cristal.

Un ruido bajo las galerías.

El ciego intenta hacerse un ovillo para evitar la pérdida de calor y esconde su barba desarraigada bajo el cuello, como si fuera una bufanda, tal vez.

Calienta sus manos, oscuras y callosas con el vaho (siempre me ha parecido humo), que escapa de su pecho.
Me recuerda por un momento a mi abuelo.
De alguna forma, todos los viejos me recuerdan a mi abuelo.

Me veo en el salón de su casa, sentado en el suelo muy cerca de la chimenea ("échate atrás, que te vas a quemar") y el aroma del tabaco de pipa y la copa de vino sostenida por uno de los brazos del sillón, donde tras mirarnos a todos sus nietos, comenzaba a hablar.
Yo me daba la vuelta, con la cara enrojecida por el calor y miraba su rostro sonriente (enrojecido por el vino), y me disponía a devorar ávidamente ese cuento que estaba por comenzar.

Un ruido.
El ciego levanta su cabeza, estira el cuello como si fuera un perro de presa.
Sale de su refugio y se encamina hacia su tablón.
Veo las golondrinas piando donde hubiera haber crios.
Quizá el anciano también se esté quedando sordo y no distinga el silbido de los pájaros de las risas de los niños.
Deja su escudilla en el suelo, sin ninguna moneda y comienza a resonar su voz profunda, perfectamente modulada, hipnótica a los oídos.
(El Cid hace jurar a su rey).
Incluso los pájaros se callan y miran con curiosidad a ese hombre harapiento que gesticula tan rápido, que a veces brama y otras susurra.
Pero al segundo golpe del bastón, apuntando con total precisión sobre uno de los dibujos, los pájaros escapan, temerosos de que el tercer golpe se dirija contra ellos.
(El Cid parte al destierro)
Ciego y sordo, ni siquiera sabe que ni los animales le atienden.

Vuelvo a mi cabaña de campo, la voz de mi abuelo, (los moros abren un cofre y descubren que tan sólo hay piedras), el olor a pan tostado, Chico tendido sobre la alfombra, con sus grandes orejas, lamiéndole la mano.

(No son gigantes, señor, sino molinos de viento.)
¿Gigantes?, ¿cuánto tiempo he perdido sumido en mis pensamientos?
El ciego permanece solo, en medio de la plaza, en medio de la niebla.
(El Quijote derrota al caballero de Los Espejos).
En mis recuerdos, otro caballero rescata a la princesa Rapunzel, trepando por su larga melena dorada.
En la plaza, Sancho mira abatido la derrota de su señor a manos del caballero de La Blanca Luna.

El ciego tiembla, tiembla demasiado, comienzo a preocuparme y me dirijo hacia donde se encuentra.
A mi abuelo le tiembla la voz, y entre tosidos construye en nuestras mentes una casa de chocolate y caramelo.
Se desploma en medio de la plaza, corro a ayudarle, intento tomarle el pulso, pero tiene demasiada ropa sucia y desgarrada, aflojo sus botones, un olor acre asciende de su cuerpo, toco el cuello del ciego (su barba es cálida), está muerto.

Vuelvo a mi cabaña, acabo de despertarme y me dirijo al salón, a saludar a mi abuelo (él se levanta pronto), una tía llora en la puerta, ("no dejéis que entren los niños")
(Don Quijote muere en su cama)

Los cuentos también se mueren, han quedado esclavizados en paredes de papel, ya no vuelan con la voz de mi abuelo, con la voz de los ciegos, ahora los niños se asustan de esa cárcel encerrada entre dos gruesas pastas.
Y lloro mientras sujeto el cuerpo del ciego, de la forma en que me impidieron llorarle a mi abuelo. Y le imploro que siga narrando esas historias a los niños...
E insisto en que no pronuncie la palabra...
FIN

(Siempre se me anuda la garganta cuando leo este cuento. Quizá porque lo escribió mi hermano. Quizá porque habla de mi abuelo).

Color de cera

Tus huesos abrazan la piel
que tiene el color de la cera,
y se pierde y se pierde el aliento,
y te entierra, te entierra la arena.

Se hunden los pechos henchidos,
las lágrimas parece que pesan,
sobre un lecho de blancas flores
se marchita, marchita la arena.

Un nieto, de los veintiuno,
que dijo querer ser poeta,
no encuentra palabras sentidas
que escarben, que escarben la arena.

El marido por quien deshojaste
aquellas ciegas horas muertas,
dejó su perfume en el nicho
que llenan, que llenan de tierra.

(Siempre se me anuda la garganta cuando leo este poema. Quizá porque lo escribió mi hermano. Quizá porque lo compuso en el entierro de mi abuela).

Apuntes en el margen de un guión

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Le enseñé a casi susurrar en la última frase... Hace años que no le oigo recitarlo. El viernes estuve en una lectura de poemas. Me sorprendió que sólo hubiera un lector... y que el lector no fuera él.


Apuntes en el margen de un guión (Raymond Chandler escribe The Blue Dahlia para la Paramount en 1945)

La vida importa,
aunque el camino recto
acabe siempre en callejones sin salida.
Importa contar historias,
hacer equilibrios sobre la cuerda,
disipar el miedo.
La vida importa,
aunque encontremos oasis
tan sólo de agua salada,
aunque la música que suene
sea tan sólo un baile de burdel.
Importa mantener en pie nuestra palabra,
aunque se tambalee por calles
de automóviles oscuros,
aunque la hayamos vendido alguna vez,
seguramente por amor,
aunque quién sabe.
La vida importa,
la que hacemos nuestra
con un amor acompañándonos
a cuya muerte no sobreviviremos.
Aunque el odio camine con zancos
por encima de las cosas,
aunque el amigo de todos
sea un vendedor de cuchillos,
aunque tan sólo crean a los mismos
que intentan dejarnos ciegos,
la vida importa.
Importa su brillo superviviente,
su tozudez de alcohólico irredento.
Aunque el horror no lo disipe el humo,
ni el bourbon caro,
ni los ojos entreabiertos de la bruma.
Aunque no haya nada que decir,
la vida importa.
Aunque sepas que al final
todos los hombres mueren derrotados.
David Eloy Rodríguez

viernes, 25 de mayo de 2007

La sobria ebriedad

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Cuando era pequeña, en el tiempo que mi madre compraba, yo me leía un libro -Enid Blyton la mayoría de las veces: a esa mujer habría que ponerle una calle en cada ciudad-. Ahora ya no lo hago, porque el 99 por ciento de los títulos que veo en los grandes almacenes no me interesa lo más mínimo y porque la que compra soy yo y voy con el tiempo justo. Pero hoy he cogido uno de entrevistas de Jesús Quintero, que caerá el viernes porque Mª Ángeles y Vicente lo tienen en el escaparate, y me he detenido en la de Antonio Escohotado. No la he leído entera -postergación del placer manda: Huici fue el primero que me dijo que era un síntoma de madurez y desde entonces creo que es el único que tengo-, pero me ha llamado la atención la defensa que hace de la sobria ebriedad. A Escohotado se le conoce sobre todo por sus libros sobre drogas, que algún día me compraré a ver si son más accesibles que ese "Caos y orden" que tengo cogiendo polvo desde hace ocho años en mi habitación, porque lo abrí, leí el primer capítulo, no me enteré de nada y lo abandoné para un mejor momento que aún no ha llegado. Los medios de comunicación (la tele, más bien) le llaman sobre todo para hablar de ese tema, o únicamente para hablar de ese tema, generalmente en mesas redondas en las que todo el mundo vocifera y él tiene que callarse porque jamás interrumpe a nadie cuando habla. Quitarle la palabra a alguien es el ejercicio de violencia más común que todos cometemos y uno de los más graves, aunque no vayamos quemando autobuses ni materialicemos las ganas de matar a alguien que nos asaltan dos veces al mes o al día. Hace mucho que no lo veo en uno de esos programas que él llama "manipulados" y con razón: los productores, los editores, o quienes quiera que sean quienes eligen a los contertulios, deberían saber que no se pueden mezclar churras con merinas, pero en este país de mediocres acomplejados la opinión de cualquier mindundi sin oficio, beneficio, inteligencia ni cultura vale más que la de Kierkegaard. A mí me hubiera gustado oírle hablar antes de Aristóteles que de la heroína (quizá porque, después de cuatro años con toxicómanos, mi opinión sobre cualquier droga la tengo más que clara), pero Quintero también le preguntaba sobre eso, a raíz de un incidente que tuvo en Argentina por el que lo acusaron de apología del consumo de estupefacientes y lo pusieron en busca y captura. Es un tipo interesante, Escohotado, con una de las voces más bellas del mundo -Calamaro contó con él para una canción-. Y lo de la sobria ebriedad es una definición bastante clara de lo que considero como disfrute. No tengo el libro a mano, pero decía algo así como que la sobriedad permanente es dolor. Hace mucho que no me tomo una copa con alguien, pero siempre me he emborrachado sobriamente -y voy a hablar de drogas legales, que a estas alturas ya no sé quién lee esto-. Siempre he controlado todos y cada uno de mis actos y lo que más me desinhibe en el mundo, además de una cama en la compañía adecuada (bueno, nunca he tenido compañías inadecuadas en una cama), es un baile con Pupe, ya lo dije. Pero sí hablo más, o hablo mejor, o no importa quién escuche, o no importa la nueva imagen que se forje de mí quien está enfrente. Eso sí me lo da una copa de vino, además del brillo mareoso en los ojos, y esa sensación -aquí estoy yo, entera, cuarto oscuro al frente- sí que me gusta. Suntzu lo llamaría "bragas colgando". No deja de ser un buen símil.

jueves, 24 de mayo de 2007

Internet I: Debate

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Comencé a usarlo en la Facultad, hace más de diez años, cuando todo el mundo se maravillaba de los prodigios del invento y casi no se oían voces hablando de regulación y de control. Después perdió el asombro de los primeros días, todos esos textos interesantes a sólo un clic y luego comencé, como hacemos siempre, a reducir el círculo. He conocido a mucha gente: algunos fugaces, porque el medio se presta a fogonazos intensos de tres días y otros que permanecen seis años después, aunque nunca nos hayamos visto las caras y y jamás vayamos a vérnoslas. Me adentré en el mundo de los foros, pasé años en uno en el que todos los participantes eran hombres y me sacaban una década y hubo pérdidas y encuentros. A la mujer que más admiro, una rubia guapísima que me regala libros cada vez que me ve -Mújica Láinez, Marco Aurelio, Tanizaki, Amos Oz, Sor Juana Inés de la Cruz-, la conocí hace más de un lustro en un chat hablando de Pessoa y el miedo a las relaciones. Cuatro meses después nos cogíamos nuestra primera borrachera de palabras en la plaza de Chueca. De otro tengo tres cuadros en mi casa, me lleva 38 años y es una de las mentes más lúcidas que me he encontrado jamás, hasta el punto de que, en todos los momentos en que ha ocurrido algo medianamente grave en el mundo, no siento que tengo todos los datos hasta que no hablo con él una hora y media. Nos encontramos debatiendo, tuvimos nuestros menos y nuestros más y me dibujó, antes de verme, con una paloma libre en un ojo y un yin y un yang en la pupila izquierda. Vive en Barcelona y espero no tardar cinco años en volver.

Internet II: DXC

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Después han llegado más. Llegó CKDexterHaven, cercano, clarividente, amable en todos los sentidos de la palabra, al que le regalé un texto sobre el vicio de escribir -y le regalo textos a muy poca gente, aunque no lo parezca-. Llegó FLaC con su apertura íntima; llegó Doodle, que también se da sin reservas aunque le cueste hablar. Y el asombroso Vertigo, que vértigo da de lo que sabe y de cómo escribe. Y elPadrino, que me abroncó por no avisarle (y me abroncó con razón) cuando fui a Barcelona: la próxima vez te reservo una tarde/noche... Llegaron karma7 (te quiero, no hace falta decir más) y David_Holm, al que le dije un día al principio que me gustaba mucho y me sigue gustando mucho. Y Jorgito24, que debió de ser músico en otra época, porque me habla de mil grupos importantísimos que desconozco... O SUBLIMOTRUST, que el otro día me sorprendió dejando un mensaje en el que dice que envidia a FLaC y CKDexterHaven por conocerme. La gente que puebla DXC es mucha y muy válida y cada uno desarrolla sus filias y sus fobias, pero hay dos personas que me atrajeron desde el primer día: Tuppence -la sabia, paciente, contundente, estimulante y divertida Tuppence- y otra que no me perdonaría que la señalara, estimulante, pero al que busqué y que me buscó. Y nadie podrá decirme jamás, sin que yo esté en desacuerdo, que esta gente que teclea, que debate, que comparte su trabajo, que se enzarza en discusiones interminables sobre fútbol, baloncesto, Shyamalan o Murnau, no es tan real en mi vida, no me influye tanto, no me hace crecer tanto, como cualquiera de las personas con las que podría tomar un café a diario.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Internet III: Los blogs

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Después llegó el mundo de los blogs, este invento extraño en el que cada uno escribe lo que le apetece y que, en un principio, a mí sólo me servía para que Sonia me espiara cuando no vivíamos cerca. De él echo de menos la clase de debate que puede haber en un foro, pero el formato tampoco se presta. Hace poco me sorprendió un mensaje (lectora hace tiempo, aunque nunca he escrito, que por supuesto es de Badajoz y por supuesto estudió en el Moñino, quizá en mi época) y me encontré pensando en la cantidad de gente anónima que puede leer lo que tú escribes con más o menos lucidez o con más o menos acierto, y que sigue entrando sólo porque un día le gustó lo que vio. A mí me ha pasado con algunos blogs, que me he leído despacio de principio a fin exactamente por lo mismo: porque llegué y me llamaron la atención la manera de contar, la creatividad, las ideas. La cantidad de gente a la que yo publicaría en papel -que siempre fue más cómodo que un ordenador- con el mismo formato que ellos eligieron: fotografías incluidas, un texto para cada jornada. Navego por ellos, me doy un paseo un par de veces diarias (algunos los visito más); me asombro, admiro la capacidad de algunos de excitarme, de hacerme reír o de conseguir que me quede con una frase para rumiarla despacito, que es la única manera de rumiar que existe. Son el pan nuestro de cada día y, además, me devolvieron a alguien a quien no veo desde mi etapa sevillana y con quien tengo pendiente (supongo) un café largo. De los blogs me asombra no sólo eso, sino también constatar la cantidad de gente interesante que hay por ahí y a la que no tendré el gusto de conocer jamás. Y, sobre todo, la cara de frustración que me adivino cuando veo el mismo texto durante tres días, y el único pensamiento, el mismo pensamiento, siempre: actualiza, coño. Actualiza.

martes, 22 de mayo de 2007

Meme literario II

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El segundo párrafo de la página 139 de Barnaby Rudge sólo tiene una frase. Cojonuda. Finaliza "respondió Haredale". Yo no soy Haredale, pero hago lo mismo:

"Yo no bebo más que con mis amigos".

Charles Dickens. Barnaby Rudge.

No tengo tres amigos bloggeros a quienes pasárselo, así que, teniendo en cuenta que a Arwen se lo pasó Suntzu, yo se lo paso a Palmiralis, por si puede hacerme caso un año de estos... Y, por iniciativa propia, se lo paso a Doodle... y he pensado que también se lo voy a pasar a FLaC y a David_Holm.

lunes, 21 de mayo de 2007

¿?

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Podría ser oscura, pero ya no me apetece. Prefiero la ingenuidad, la inocencia y la palabra. Aprendí a vencer el miedo yendo hacia adelante, sin pensar. Con la misma confianza, con la misma incosciencia, con que me subía al coche de Ángel, que había aprendido a conducir en un día y que no tenía carnet, para bajar a Aguadú por una carretera llena de curvas cerradas por la que sólo él se atrevía a ir de noche. El miedo permanece, pero no se nota. Los demás no lo notan. Al final, disfrutas. Te acercas, hablas, descubres, atacas. Siempre me ha resultado incomprensible la manera en que se tejen las relaciones: los pequeños trozos que vamos mostrando de nosotros, los que nos muestran, los nuevos datos que se van uniendo para conformar la imagen. lo que se intuye, la tranquilidad de encontrarte unos ojos conocidos, un cuerpo, unos brazos. Qué hace que alguien te guste en el primer momento y, sobre todo, por qué resorte hay personas con las que resulta tan fácil. Cómo surge, qué lo hace estallar. He intentado analizarlo muchas veces: la primera conversación, las primeras dos horas que pasas en un messenger y que luego se transforman en charlas diarias, la primera confidencia. Nunca he sabido qué nos impulsa a darnos, porque la comodidad no me lo explica. No me explica del todo -y quizá ninguna teoría lo haga- qué hace desaparecer el miedo.

Meme literario

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Esto consiste en: abrir un libro (que tengas a mano) por la página 139 y del segundo párrafo escoger las cinco primeras oraciones para publicarlas en tu blog y luego proponer lo mismo a otros tres internautas.

Yo ya lo conocía, pero no me lo habían pasado nunca: de hecho, sólo me han pasado uno, para que me definiera con algunas canciones (y elegí a Javier Ruibal, Sabina, Calamaro y Tracy Chapman, aunque podrían haber sido tantos otros...). Ahora lo hago por encargo de Suntzu, y me gusta pagar las deudas -cualquier cosa que me ordene ella será un pago por el reencuentro, que me hace feliz-.

Ayer acabé (por fin) El Corazón Helado, de Almudena Grandes (por cierto, el segundo de sus libros en el que no habla de mí: el primero es Te llamaré Viernes y es un auténtico coñazo). Ahora estoy leyendo poemas... Que no tienen ni segundo párrafo, ni página 139. Esta noche, o mañana, pretendo comenzar Barnaby Rudge (de Dickens, Charles: alguien me dijo una vez que era una mierda de escritor. Desde entonces me planteo que no tengo gusto ninguno porque me enamoré de Sidney Carton como una loca cuando leí Historia de dos ciudades y hay una escena de Grandes Esperanzas que me pone los pelos de punta y el comienzo de Nuestro Común Amigo me parece espectacular. Nena, tú eres profesora de Literatura: sácame de mi error)...

Resumiendo, que Arwen nos copie algún párrafo de sus leyes... Mientras tanto, una imagen que he encontrado en una página que se llama Victorian Web.


Cuando lo haga, se lo paso a tres más (pero es que sois tres los lectores asiduos de este blog y a ti no te lo puedo pasar ya... ¿Qué hago?)

domingo, 20 de mayo de 2007

Óyeme con los ojos, ya que están tan distantes los oídos...

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Pedía que Dios le quitara el entendimiento, porque no quería irritar al Santo Oficio. Es de las escritoras más irónicas (con permiso de Emily Dickinson) que me he encontrado jamás, y de las más ácidas y, con mucho, la más dura. Mi hermano pequeño la llama "la monja forzosa". Una amiga mía se enamoró de ella hace ya no sé cuántos años, consiguió ediciones antiguas de sus libros (que colecciona como colecciona relojes) y me regaló sus poemas. Todos leemos para encontrar una mente más lúcida, más sabia, más inteligente, más asombrosa que la nuestra (lo que me duele es que para eso no haga falta mucho, en fin).


Suntzu, me resulta complicado elegir un poema para regalarte... Así que dos sonetitos. Para que se los enseñes a tus alumnos...
A su retrato - Soneto CXLV
Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Al que ingrato me deja, busco amante

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.

Sor Juana Inés de la Cruz

sábado, 19 de mayo de 2007

Una espada

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De él sólo sé que es argentino, que en su tumba hay dos versos de la Völsunga Saga y un grupo de siete guerreros con la espada rota y sin escudos. No me interesa su vida, ni sus amores, ni su ideología política. Sólo que el paraíso era una biblioteca, que escribió el otro poema de los dones por el que Sonia y yo hacemos un inventario de motivos contra la desilusión cada cierto tiempo y que el caballo del ajedrez "está en el encabalgamiento" (palabras textuales de Vázquez Medel durante una clase de literatura que me cortaron la respiración y me pusieron los pelos de punta). De él sólo me interesa que escribió cosas como ésta:



Una espada,
una espada de hierro forjada en el frío del alba.
Una espada con runas
que nadie podrá desoír ni descifrar del todo,
una espada del Báltico que será cantada en Nortumbria,
una espada que los poetas
igualarán al hielo y al fuego,
una espada que un rey dará a otro rey
y este rey a un sueño,
una espada que será leal
hasta una hora que ya sabe el Destino,
una espada que iluminará la batalla.

Una espada para la mano
que regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres,
una espada para la mano
que enrojecerá los dientes del lobo
y el despiadado pico del cuervo,
una espada para la mano
que prodigará el oro rojo,
una espada para la mano
que dará muerte a la serpiente en su lecho de oro,
una espada para la mano
que ganará un reino y perderá un reino,
una espada para la mano
que derribará la selva de lanzas.
Una espada para la mano de Beowulf.

Jorge Luis Borges

Mi territorio, mi orientación, mi cordura

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Es la mujer más sensual que conozco y la única persona que me desinhibe bailando y me vuelve despreocupada y salvaje. Me hace tomar conciencia de mi cuerpo, como si no existiera nadie más y nadie mirara, y cada una de las concepciones y de las imágenes informes que tengo de mí misma me abandonaran para volverse luminosas, divertidas, bellas.

Lo sabe todo.

Lo sabe absolutamente todo y termina sabiendo incluso lo que me propongo no contarle, por vergüenza o por cansancio. El proceso no dura nunca más de un cuarto de hora, porque si me callo siento que la traiciono. Me hace hablar y resulta tan fácil... Llevo mirándola más de seis años y siempre acabo pensando en lo mismo: en la suerte que tengo de que ella sea mi territorio, mi orientación y mi cordura. Comparte conmigo desde una lectura de poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, para descubrir que nada ha cambiado en cuatro siglos, hasta cenas con mi madre en las que mi madre le cuenta cosas de mi familia que yo desconocía por completo. Si hay que pintar la casa, allí está ella. Si hay que colgar una barra de armario, también. Si tengo que ir a cualquier sitio, a no sé cuántos kilómetros; si necesito dormir con alguien; si me apetece reírme o tirarme en el sofá de su casa a beber té. Esa mujer es rematadamente buena en casi todo lo que hace, pero hay algo en lo que supera a todos los demás.

Es única para recoger los pedazos.

jueves, 17 de mayo de 2007

Lo que me pondría

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En realidad, lo que a mí me pondría ahora mismo, a estas alturas del mayo caluroso de cielos hechos jirones, de incertidumbre, voces, idas y venidas, ruedas de prensa, programas llenos de ideas en los que se dice qué se va a hacer pero nunca cómo, compañeros con ojeras hasta el suelo, medidas que van a regenerar la clase política (sic), confrontaciones; cables de micrófonos, cámaras, grabadoras y cuadernos humeantes; mediciones de tiempo estrictas (y absurdas), jornada de reflexión a la vuelta de la esquina, coches vociferantes, músicas más o menos pegadizas y observación impasible... lo que a mí me pondría, digo, es hablar sobre la campaña electoral y sus varios protagonistas.

Pero ya se sabe: a los periodistas nos está prohibido opinar.

Descubrimientos

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El más asombroso: me encanta, me parece divertidísimo, tengo mono.

Los de novata el primer día de prácticas: no miro por los espejos retrovisores, me gustan más las ventanas.

Se me cala el motor menos de lo que había pensado.

Puedo sentirme macarra a 40 kilómetros por hora.

Y, si piso no sé qué pedales, sale un humo muy negro y horrible desde el tubo de escape y los coches de detrás pitan.