sábado, 5 de enero de 2013
Marta
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Cuando estaba en Argentina, me preguntaron si tu madre era como mi hermana. No, respondí. Con una hermana no tendría la relación que tengo con ella. Ni de lejos. Escribo antes de que acabe el año. No sé si nacerás el día 5, como han "programado" o si vendrás antes, o qué ocurrirá. Yo acabo de comprarte el mismo perrito pirata que le compré a mi sobrino, al hijo (sí) de mi hermano menor. Y supongo que te compraré libros y te leeré cuentos y un día, también, como hice con Miriam, te contaré quién es esa mujer a la que tú llamarás mamá.
Lo mejor que voy a poder desearte jamás es que tú tengas, cuando crezcas, cuando te traicionen una y mil veces y te rompan el corazón y te enamores y te abandonen, cuando llores hasta que se te caigan las pestañas, cuando te sientas ridícula, totalmente ridícula; y te pongas histérica, y las hormonas hablen por ti una o dos veces al mes, cuando te cases -sea cual sea la manera en la que te cases, contigo misma o con otra persona-; cuando la rutina te haga pensar que tienes una vida vacía, cuando todo sea caos y no encuentres casi nada a lo que agarrarte (fíjate bien: casi nada); cuando te quieras morir, porque te vas a querer morir (porque todos hemos querido morir); cuando te apetezca no hacer nada; cuando te sientas incómoda con todo el mundo; cuando tus padres (sí, los dos) no te entiendan, ni te entienda yo ni te entienda ningún adulto... Cuando te ocurran todas esas cosas que te van a ocurrir, y alguna más en la que no reparo ahora, te decía, lo mejor que voy a poder desearte jamás es que tú tengas una relación como la nuestra. Como la mía con esa mujer que es tu madre.
En esa foto está con Paula, el primer día que nació. Ya la conocerás, a Paula. Es la hija de Juli, que se enteró antes que yo de que ibas a nacer y que saldrá pitando en cuanto sepa que estás aquí. Y estarán Noelia y Ana, en tu vida. Como yo.
Quizá nos veas, juntas, y descubras que es posible. Que una persona puede conocer lo peor de ti, todo el cuarto de atrás, las inseguridades, los complejos, las deformidades mentales, las veces que traicionaste tus principios, que hiciste algo éticamente reprobable, que cometiste algún delito, todas las zozobras y los naufragios y los exilios y el miedo eterno. Y que, a pesar de todo eso, o quizá, precisamente por todo eso, piense, y lo crea de verdad, y lo sepa de verdad, que eres la mejor persona que existe sobre la faz de la tierra. Y que no habrá nada (repito: nada) que un abrazo, una charla o una mirada de esa persona no pueda curar o no pueda suavizar, si es que pasa algo tan horrible que no se cure con el tiempo y unas cañas (porque puede ocurrir, pero espero que a ti, precisamente, no te pase). No te equivoques: esa persona no será una pareja, nunca va a poder ser una pareja (que también curará y también suavizará, pero a su modo). Esa persona será un amigo, del latín amicum, el que va conmigo.
Eso es lo que te deseo cuando aún no has nacido. Que encuentres a alguien así. Que sepas ser así con alguien.
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1/05/2013 07:00:00 a. m.
viernes, 4 de enero de 2013
Perito Moreno
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1/04/2013 07:00:00 a. m.
Etiquetas: Argentina, El Calafate, Viajes
miércoles, 2 de enero de 2013
Abasto
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El Abasto, o Abasto, es el mercado de abastos que estuvo abierto hasta 1984 y que ahora es un centro comercial. El mercado transformó la vida del barrio: se instalaron inmigrantes, se levantaron teatros, centros culturales diversos y muchos bares. Aquí vivieron Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese. De ellos no encuentro rastro porque todo, absolutamente todo, lo ocupa el morocho del Abasto, Carlos Gardel (por cierto, el Polaco Goyeneche es de Saavedra). Gardel está en las cocheras, en los filetes, en la esquina en forma de estatua, en el Café de los Angelitos...
| Cátulo. |
El tango era erótico aquí a más no poder: esta era la zona de burdeles de Buenos Aires a principios del siglo XX. Ahora no sé si hay prostíbulos, pero sí hay academias, teatros tangueros, está la Casa Museo de Carlos Gardel y en algunas fachadas hay dibujadas partituras.
| Tinta roja |
Aprendo que era gordete, el Gardel, que se pasó toda la vida luchando contra los kilos de más, pero que hacía ejercicio y luego se metía no sé cuántos platos de potaje entre pecho y espalda.
| Gardel. Quién, si no. |
Gardel, dice mi amiga Ana, cada día canta mejor. Yo lo estuve escuchando mientras volaba.
En el barrio, también, hay una importante cantidad de judíos ortodoxos. Eligieron el Abasto como núcleo de su comunidad y eso hicieron también armenios y árabes. Luego llegaron los italianos, por el mercado lleno de frutas. Ahora no hay comida: es un centro comercial con una zona recreativa para los más pequeños, el Museo de los Niños está también allá y hay una pequeña noria).
Es una de las zonas más turísticas de Buenos Aires por las paredes. Los filetes. El fileteado es típicamente porteño. Flores, cornucopias, colores fuertes, mucho rojo, mucha pareja bailando tango, paisajes con animales, espirales, banderines. Se usaba para embellecer los carros: ahora es un emblema. Y palabras: Ricardo Gómez, que es fileteador, dice que el filete es "un pensamiento alegre que se pinta".
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1/02/2013 07:00:00 a. m.
Etiquetas: Argentina, Buenos Aires, Viajes
lunes, 31 de diciembre de 2012
2012
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Nació un niño que es un redondel cuando se asombra. Nacerá una niña o quizá cuando se publique esto ya haya nacido, porque voy a trompicones actualizando el blog con las fotos y la crónica, vuelta a redactar a ratos, del viaje a Argentina: hay cosas que no puedo, ni voy, a contar. Me suicidé y sabía que me iba a suicidar pero entonces no me importó o no supe salir. Entrevisté, por fin, a José María Pou, y me dio un abrazo. Tuve una crisis laboral, y personal, de la que salí gracias a Charo Calvo, que me agarró de los pelos y me arrastró hacia la luz y la conciencia. Conocí a un chico que es de colores. Pero creo que él no lo sabe. Se fue alguien, en julio, y sentí frío: sigo sintiendo frío. Murió mucha gente a la que admiré y a la que quise: poetas, cantantes, actores. Rompí con la relación más dañina que he tenido en mucho tiempo. Utilicé canciones para sanar, como siempre. Escribí, volví a escribir, volví a estrenar libretas. Estuve en Sevilla, en mi casa. Pisé, nuevamente, un aeropuerto para vivir un mes en otro lugar, para descubrir a gente a la que quiero volver a abrazar. La Orquesta de Extremadura sobrevivió y eso, para mí, significa algo más que la música: una cierta unión, algunos cafés, ampliar los círculos. Llegaron los mineros, a Madrid, y canté, en la distancia, Santa Bárbara Bendita. Vi ballenas y orcas y glaciares y me enamoré de los Andes y del Lago Argentino y volví a cantar en un coche como cuando era pequeña, mirando al lago Futalaufquen. Probé el mate por primera vez y aprendí -estoy aprendiendo- a comer de una manera más consciente. Pedí permiso para hacer retratos.
Un amigo volvió a su casa, después de diez años en otro país, a abrazar a su mujer y a sus hijos, y me dijo que es feliz. Estuve en La Lonja, como cada verano, cenando penosamente pero riéndonos mucho. Invité a un tipo atrayente a cenar: nunca lo había hecho antes. Viví dos primaveras, con frío de hielo, con calor asfixiante, y me puse morena como hacía siglos que no me ponía. Hablé mucho y callé cosas, pero pedí ayuda, cosa que tampoco suelo hacer. Encontré a alguien que reacciona igual que yo ante las incoherencias sentimentales y fue un alivio, porque supe que no era lo que me daba más pánico ser. Volví a hacer fotos, al tuntún, sin pensarlas, en un viaje en el que el paisaje casi lo conseguía todo. Constaté que mi cuerpo reacciona cuando lo descalabran. Creé un blog de cocina. Tuve una charla sobre amores perdidos en Esquel con una chica que me gustó mucho. Conocí a un hada en Mechuque y la abracé. Se casó Ángel y nos vimos, después de ocho años, como vi a Jandro, a Mariana, a Miriam, a Martina, a Marcos, y me encantó lo que vi. Comencé el año con Noelia y lo acabaré, como siempre, en los brazos de un amigo que sabe que soy gilipollas, pero, aún así, le gusto, de todas maneras. Y me quiere. Jordi estuvo pendiente de mí y me salvó de la angustia y la agonía. Quise estar en San Sebastián para abrazar mucho a una persona, para abrazarla todo el rato y salvarla del dolor, aunque no sea posible.
Y, como todos estos años, sigo teniendo mucha suerte con la gente que eligió estar conmigo. Feliz año nuevo.
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12/31/2012 07:00:00 a. m.
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sábado, 29 de diciembre de 2012
Once
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Hemos quedado con Sandra en Balvanera, así que ese va a ser el recorrido inicial. Sandra es amiga de Adriana, me hizo empanadas, se puso enferma y acabó comiéndoselas su marido. Son de soja texturizada, tardan dos días en hacerse y yo se las he agradecido a esa mujer menuda, linda y de ojos grandes, como si me hubiera dado un festín.
En Balvanera están Abasto y Once. Once es un zoco inmenso de comercios mayoristas y minoristas, agobiante y bullicioso en el que una mujer se me acerca para decirme que tenga cuidado con la cámara. La correa pasa por debajo de mi brazo y mi cuello. Si me dan un tirón, me matan y la rompen, pero no se la llevan. De nueve de la mañana a siete de la tarde, "sin bolso, con pocos pesos y rápido", se puede caminar por el barrio. "A las siete y un minuto, desaparecé. Ni se te ocurra. Jamás". Es difícil que a mí me guste un lugar tan lleno de gente, con tanto empujón, tanto vendedor acosándote y tan estrecho (estrecho, en realidad, no es, pero se vuelve estrecho: no se puede caminar), pero el colorido (ropa mala, ropa hortera, caos, bullicio, zapatos de lentejuelas y baratijas varias) es muy curioso si es que te gustan esos ambientes. Yo prefiero algo más tranquilo. Además, el sol de primavera en Buenos Aires está en pleno apogeo desde las ocho de la mañana. Aquí, lo de las fotografías con buena luz es muy relativo: a las ocho parecen las doce igual.
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12/29/2012 07:00:00 a. m.
Etiquetas: Argentina, Buenos Aires, Viajes
jueves, 27 de diciembre de 2012
Las guías de viaje
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Las guías de viaje, sostiene Marcos, muestran una visión europea de Buenos Aires. Buenos Aires, sostiene Adriana, siempre quiso ser francesa. Pero no es París. No es en absoluto París. No hablan, las guías, de las miles y miles de tiendas, de las calles abigarradas, las carreteras urbanas llenas de coches, colectivos, taxis, remises, ambulancias, policía, todos tocando el claxon; ni del olor a verde de Saavedra y Belgrano o el olor a gasolina y asfalto del centro. Cenamos en el Café de los Angelitos y Marcos me regala un libro de repostería: "Nucha: historia, recetas y secretos de la mejor repostera argentina". Toda mi biblioteca de cocina argentina se la debo a él. En este libro se cita a Proust y Neruda. Hay tortas (aquí, tartas); tartas (aquí, tartas saladas) y otros platos, sobre todo dulces y Marcos quiere llevarme a tomar café. Aún no he probado ni el dulce de leche ni los alfajores ni nada.
El colectivo es un caos. No es un caos, ciertamente, porque hay infinidad de líneas y muchos autobuses que circulan a muy buena frecuencia (cada dos, cinco minutos, pasa uno), pero yo no sabría cuál coger ni cuál dejar. Son de colores, se mueven rápido y los escalones son altísimos: a más de uno hay que ayudarle a bajar y a subir.
El metro tiene varias líneas, cada cual con un tipo de vagón, todos ellos pintados invariablemente con grafittis. La B, por ejemplo, es de asientos corridos, blanditos y forrados de tela, a modo de vagón de diligencia. Los transportes son muy baratos y, como en todas las ciudades grandes, recomiendan vigilar las pertenencias. Yo no soy muy cuidadosa con eso, pero aquí todo el mundo parece pensar que Buenos Aires es muy insegura: no sé hasta qué punto es percepción o es realidad. El metro tiene la particularidad de que parece un pequeño mercado: ahora pasan vendiéndote una revista cultural, ahora pasan vendiéndote pañuelos de papel; ahora una niña de piel oscura y con la camiseta muy sucia pasa vendiéndote fundas de plástico para tarjetas por dos pesos y tú miras alrededor, a ver si la hija de la grandísima puta de la madre está cerca (probablemente, el padre se haya ido ya a otra provincia) para poder decirle que qué demonios está haciendo. Me da mucha rabia, es algo que siempre me ha dado muchísima rabia, me ponía enferma hace años cuando en Badajoz era común, me ponía enferma en Melilla cuando dejó de ser común en Badajoz pero comencé a ver a niños pidiendo limosna en cada terraza, y no solo en la feria, o hurgando en las basuras. Y me acuerdo de los niños de la India que me contó Begoña llena de rabia, que no se acercaban a los demás porque su sombra los podía contaminar y pienso que debería haber algo intocable -aquí sí: intocable- en un niño para que no creciera siendo un niño torcido, un adulto inestable.
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12/27/2012 07:00:00 a. m.
Etiquetas: Argentina, Buenos Aires, Malter, Viajes
lunes, 24 de diciembre de 2012
Navidad
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Lo he dicho muchas veces, que a mí la Navidad me gusta. Ni siquiera sé por qué, todos los años se lía alguna y hay ciertos ritos que yo abandonaría con gusto para instaurar otros. Pero me gusta.
Ya no me importa hacer recuento.
Porque yo sé, porque lo sé y porque lo he sabido siempre, que tengo mucha suerte. Que no hay dolores tan gordos que no resistan una charla de media hora con Pupe. Que no hay pereza que me impida constatar que Raquel está cada día más guapa y más sabia y que no hay una nube que una sonrisa de María no pueda disipar. Que si ocurre algo grave, si me ocurre algo grave a mí, si le ocurre algo grave a él, Jordi llamará. Y estará Miguel. Que siempre habrá una comida con Ana en Madrid y tiendas de cómics con Gerardo, una frase certera de Begoña, un paseo y un par de porros con Nerea, un nuevo descubrimiento con Kois, una charla rápida con Joaqui y café y abrazos en casa de Maricarmen. Me podré recostar en el sofá de Charo una tarde de invierno, conectaré un chat y le comentaré a Marcos cualquier desarreglo y veré a Blanca cuando abandone el frío vienés. Me entusiasmaré con Belén, me reiré con Cristina, me iré a la terraza con Antonio, Nacho me enseñará sus libros, Miguel me besará en los labios cuando me vea en la redacción, tendré una habitación en Málaga con Raúl, hablaré hasta las tantas con Regina, y Cristina y yo nos seguiremos mandando cinco o diez correos al día llenos de fotos de pasteles. Volverá Noelia, como siempre vuelve. Y veré a Juli. Sonreiré mucho cuando lea a Nico. Carlos y yo desayunaremos el día de Nochebuena. Jandro y Mariana estarán siempre cerca y Miriam, que es su hija, me dirá que me quiere mucho y yo me emocionaré como la primera vez que me tomó la mano para bajar las escaleras cuando tenía dos años. Abrazaré a Ángel, aunque esté a ocho horas y a Jesús, aunque nos separe un mar. Y a Sira, a María y a Leo, a Julia, a Carmen, a Javi, a Antonio: ellos me construyen la Sevilla que amo y Sevilla sin ellos no sería la misma. La casa de Toni y Buby será un refugio. Y un día cualquiera, sin venir a cuento, volveré a pensar en lo que añoro a Quique y en las ganas que tengo de ir al Eslava con él y con Elena.
Y pensaré, como pienso ahora, que a pesar de los dolores que vengan y las traiciones y todo lo que ocurra, estarán ellos y estarán otros. Que siempre habrá una mano y ningún motivo para dudarlo. Que habrá nuevas aperturas, nuevos aciertos y nuevas equivocaciones y que la única constante de mi vida ha sido que, cuando he caído, siempre he caído en algo blando.
Porque yo no sobrevivo. Yo sigo viviendo mejor y más entera. Lo escribo por si algún día se me olvida.
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12/24/2012 07:00:00 a. m.
Etiquetas: Navidad
domingo, 23 de diciembre de 2012
Un bus turístico caótico
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| Casa Rosada |
Hoy nos subimos en el bus turístico. Lo lleva la empresa Buenos Aires Bus y ofrece un recorrido por algunos de los lugares emblemáticos de la ciudad, así que uno se puede hacer una idea de la multitud de contrastes que alberga Buenos Aires. Nos saltamos tres paradas porque hay una manifestación de camioneros y, claro, luego ya la cinta que te va hablando por los auriculares se vuelve loca: entre otras cosas, a mí me habla simultáneamente en español con acento argentino -sospecho que no es argentino, que es lo que aquí llaman "neutro", pero que es sudamericano igual- y en portugués. A la izquierda no hay nada de lo que dice y a la derecha tampoco: los monumentos y lugares en cuestión están diez minutos atrás... o faltan cinco minutos para verlos. Delante de mí hay una alemana rubia cuyo codo o cuyo cabello sale en absolutamente todas mis fotos: no, no es tan fácil disparar desde un autobús tembloroso en movimiento. Adriana y yo nos reímos mucho y yo descubro, además, que en el piso de arriba hay que tener mucho cuidado con las ramas de los árboles. Doy fe.
| Protestas en la Casa Rosada |
| La Boca |
La Boca es una institución, pero es un barrio marginal. Una mujer sola avisa, en una calle desierta, con un megáfono y los rulos todavía en la cabeza, de que van a pedir, a las seis en punto, un plan decente de viviendas para la zona. Que acudan todos los vecinos a la manifestación. En Tribunales están acampados los jubilados. Enfrente de la Casa Rosada hay otro campamento. Y en el barrio de La Boca veo un cartel en una casa, ensalzando al héroe colectivo: el único héroe válido -dice- es el héroe colectivo.
Si alguien me lee pensando que recomiendo el trayecto en bus, no, aunque sí sirve para tener una cierta panorámica (que a mí me ofrecen mucho mejor los colectivos, los autobuses urbanos). Pero recomiendo las visitas guiadas gratuitas que organiza la ciudad de Buenos Aires y que comienzan en la Iglesia Redonda de Belgrano. Una mujer de las que iba en el grupo ayer me dice, a mí que soy extranjera, que es un barrio muy lindo: "Acá tenés de todo: hay bancos..." "¿Y supermercados?" "Sí, creo que también, claro". Adriana se escandaliza: "¡Lo primero que nombró fueron los bancos!". Claro que el resto de su frase es aún más aterradora: "No hace falta salir del barrio". Ayer, o anteayer -ah, no: ayer, fue ayer- hablaba del miedo a mezclarse con Nico y él me contaba de la deuda moral con Paraguay, cuando Argentina la arrasó y ya no se pudo recuperar más.
Viendo este pedazo de Buenos Aires en el bus pienso que me recuerda, ciertamente, a Nueva York (hay una réplica de la Estatua de la Libertad, hay una réplica del Chrysler) y a un zoco árabe. Pero, también, el olor del río, las casas decadentes, la humedad en las paredes, me conduce, en la memoria, miles de kilómetros al este, a un lugar en el que siempre me pierdo y me reencuentro: Lisboa.
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12/23/2012 07:00:00 a. m.
Etiquetas: Argentina, Buenos Aires, Viajes
viernes, 21 de diciembre de 2012
Una lágrima en jarrito
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| Cómics en el Ateneo Grand Splendid |
Café. Una lágrima en jarrito: leche manchada en taza más o menos grande. Los nombres de los cafés, en cada país, es lo primero que aprendemos los adictos. Un cortado, aquí, es un café con leche en taza pequeña. El café con leche te lo ponen en taza de desayuno: parece una piscina. O una pileta. Buscamos el bus turístico, pero casi finaliza el recorrido y nos vamos a ver la feria del libro antiguo, que no encontramos porque en el cartel está mal la dirección. Adri me propone tomar café en el Ateneo Grand Splendid, que The Guardian eligió como una de las librerías más bellas del mundo. Por el camino, una mujer pasa rápido y nos pide paso.
Esa es la primera imagen que tengo de Anita, con quien nos vamos a Chile. Con los amigos de los amigos me ocurre siempre lo mismo: no hay miedos nunca (y a mí, la gente, en general, lo he contado muchas veces, me da miedo: otra cosa es que no se me note, porque no se me nota, nunca se me nota) y además luego descubriré que esa mujer me gusta, y me gusta mucho. Hacemos fotos, vemos títulos de libros, observamos los cuadros de las paredes. El Ateneo Grand Splendid es una maravilla. Aquí hubo un teatro y hubo una radio. De hecho, la cafetería está en el escenario del teatro. Es redonda, luminosa y, casi, decadente. Pero le faltan libros.
Eso dice Adriana, luego, en casa, delante de un mate. Que le faltan libros. Y sí: hay estanterías y estanterías, pero no deja de ser parte de una cadena y ese concepto de librería de primeros títulos, con solo lo justo que ha de haber en determinadas secciones (en la de Argentina, mucho libro de foto en inglés, por ejemplo; en la de historia, los últimos bombazos polémicos; en la de música, el tango eterno) a mí me repele. Es uno de esos sitios en los que yo estoy muy cómoda tomando café (hablamos mucho durante el café: de que tenemos que cambiar pesos chilenos, de las dificultades para acceder a moneda extranjera; de la familia, de los amigos, de nosotras) y estaría muy cómoda escribiendo, pero en los que no me gusta curiosear. Quizá tenga que ver que lo primero que se encuentre uno al entrar sean no sé cuántas estanterías con la trilogía de Cincuenta sombras de Grey.
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12/21/2012 07:00:00 a. m.
Etiquetas: Anita, Argentina, Buenos Aires, Viajes
miércoles, 19 de diciembre de 2012
Museo Larreta
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| Museo Larreta |
Entramos también en el Museo de Enrique Larreta, un escritor que tenía una quinta y se hizo de unos jardines hispanomozárabes inspirados en el Generalife. Nos atiende Esteban, que nos hace un recorrido por las diferentes etapas del arte (Renacimiento, manierismo...) y lo mismo te nombra a Orson Welles que a Lévi-Strauss.
| Jardín del Museo Larreta |
El jardín es una maravilla: se plantaban los setos y luego se lanzaban las semillas hacia atrás para que la naturaleza siguiera su curso caótico dentro del orden que suponía esa barrera. Y es un laberinto. En el centro hay una fuente de mármol de Carrara que en invierno se llena de flores de camelia: caen al suelo, realmente, pero los visitantes del museo, en su mayoría escolares, las recogen y las depositan en la fuente.
| Escultura de Pablo Larreta |
También hay una escultura de Pablo Larreta, nieto del escritor y pionero en el arte de disponer esculturas en los jardines, al aire libre. Esteban nos recuerda la importancia de que los museos reciban visitas: si no reciben visitas, no existen. Y nos cuenta que uno de esos árboles inmensos tiene 120 años (el museo celebra su quincuagésimo cumpleaños estos días) y no es un árbol. No tiene madera. Es un arbusto. De la pampa. El ombú. No hay muebles de madera de ombú: si alguien te ofrece uno, te está engañando.
| Ombú. No, no es un árbol. |
En esta casa grande, adonde iban las señoras de buena familia embarazadas ilegítimamente a esconderse y a dar a luz, se desarrolla La gloria de don Ramiro, una novela histórica que nos cuenta la historia de un hombre debatido entre dos amores, una cristiana y una mora, con todas sus implicaciones sociales de por medio porque al final se descubre que él no es cristiano viejo. Hay cosas que no han mutado demasiado, en según qué estrato.
| Escritorio de Enrique Larreta |
Esteban sigue hablando: las casas cambian, dice. Las casas cambian y celebran, así que se nos ocurrió traer a Goya: hay una exposición de sus grabados: la mayoría los he visto ya: otros no. Aprendo, además, que un retablo es un retrotablo, detrás de la tabla, detrás del altar. El de Larreta está dedicado a Santa Ana. Es el único retablo completo de principios del siglo XVI que se conserva en América del Sur:
-Si descubren que no es cierto, por favor, mándenme un e-mail.
| Retablo de Santa Ana |
| Y una flor, del jardín, de regalo |
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12/19/2012 07:00:00 a. m.
Etiquetas: Argentina, Arte, Buenos Aires, Viajes



