domingo, 9 de septiembre de 2007

Para aprender a volar...

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...hay que saber que, a menudo, los patitos feos se transforman en cisnes...

Vías

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Imagen de cjohnson7.


¿Te vienes conmigo?

A
Dooddle, por todo lo que ella ya sabe...

viernes, 7 de septiembre de 2007

No sé si te han contado...

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No sé si te han contado alguna vez cómo se abre una mujer. La asfixia que se nota de golpe, los nervios concentrados en el centro, la sensación de que caes, de que te estás cayendo, y no hay asidero alguno al que agarrarse, cómo se nota la humedad dentro, cómo resbalan los líquidos, cómo notas que están bajando, que eres agua caliente, que la única parte de tu cuerpo que reacciona y que se mueve es esa agua que quiero que te bebas como si hubieran pasado siglos desde que la tomaste por última vez.


Eso sucede cuando la excitación es lenta. Pero hay veces que un estímulo acelera el pulso y en un segundo vuelves a ser agua densa, jugo espeso, y notas que tus piernas se abren porque tu sexo se abre, que quiere partirte por la mitad y el sexo abierto te duele, y no lo calma un dedo, porque necesitarás dos, al menos, metidos dentro, o una lengua lenta y profunda que repte despacio, o un sexo duro, terriblemente duro, también mojado, entrando, saliendo, embistiéndote, y no existen los brazos, ni las piernas, ni la espalda, sólo nosotros, clavados, moviéndonos, intentando acoplar ritmos, tus ojos muy abiertos, tu boca dentro de mi boca, mi boca dentro de la tuya, el baile más antiguo del mundo, el instinto, la mente ocupándose de los centros, del movimiento de los músculos, de apresar todo lo que se mueve, y se escurre, del calor que cubre el cuerpo, del peso que me aplasta mientras entras y sales y me quemas y me llenas y vuelves a beberme...

El cuadro, por supuesto, es de Modigliani y el texto primigenio se lo escribí a Adúlter, pero alguien me hizo cambiarle un par de palabras...

De un mundo raro

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Llevo once años utilizando Internet y he visto de todo. Pero todavía me asombra. Quizá porque utilizo en la red las mismas reglas que en la vida que llaman real: no miento, no juego, voy de cara. Alguno puede parecerme un gilipollas, pero me cuidaré mucho de decirlo, porque hay otros métodos. Tampoco hago juicios sumarísimos. Eso sí: me fío de mi intuición, que no me falla nunca. La intuición me sirvió una vez para advertir a alguien sobre una chica que le perseguía (aparentemente feminista, culta, inteligente, progresista y una fiera en la cama. Todo, aparentemente) para que, ocho meses después, me reconociera cuánta razón tenía. Son once años, decía, y me he encontrado a gente de toda ralea.

Los hay que se emocionan y comienzan a preguntarte, a la cuarta charla, si te gustan los críos -que no, que no me gustan-. Los hay que te llaman amor, preciosa, princesa, wappa, mi vida o hasta cielo. Los hay que te cuentan la historia que deberían narrarle a un psiquiatra. Y los que te mandan privados para darte el Messenger, porque se lo dan a todas las tías que se encuentran en determinados foros de Internet, para insultarte a la segunda charla y decir que eres tan fundamentalista "como siempre". Palabras textuales, oigan. "Como siempre", a la segunda charla. Que a saber la imagen que se han formado de ti, o las expectativas que tenían.

Supongo que es un riesgo de Internet, o de escribir. O de mi forma de escribir. Pero no sé hacerlo de otra manera. Me he negado, durante años, a utilizar emoticonos, porque pensaba que el tono de mis palabras se entendía. Aunque las frases cortas suenen contundentes. Aun hoy, sólo uso tres, habitualmente: el de rubor, el de incredulidad, el de broma. Y no siempre. Lo curioso es comprobar cómo la imagen que uno da escribiendo y la imagen que de él se tendría hablando puede ser tan distinta. Cómo pueden desaparecer la ternura, la dulzura o la comicidad, sólo porque tú tienes un estilo y poco tiempo. Después llega el asombro y el saber que no vas a cambiar las formas. Y al que le pique, que se rasque. Pero que no venga jodiendo.


Imagen 1: Internet Map, de Sam Campos.

Blogs que brillan

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Me han dado dos premios. Bueno, el premio es el mismo, pero como son dos y soy así de chula, he decidido que tengo nada más y nada menos que catorce blogs para elegir... El premio es al Blog que Brilla. He visto muchos por la red: al blog solidario, al blog que hace pensar... y supongo que los habrá al más creativo, al más sexy o al más intrascendente... A mí me lo han dado Suntzu y Arwen.

Suntzu me lo ha dado por estas razones: "porque me gusta cómo escribe, lo que escribe, cómo lo cuenta y cómo lo siente. Porque compartimos la afición a la lectura y el amor por los libros y la palabra escrita. Y porque me inspira".

Y Arwen por estas otras: "porque me sigue asombrando cómo escribe, todo lo que sabe y la forma tan natural que tiene de moverse por el mundo blog, como por la vida. Podría decir que el motivo oculto es porque es mi amiga, pero mentiría. El motivo oculto es lo mismo que el políticamente correcto, pero me alegra que sea mi amiga".

Ahora yo, para corresponder, tengo que copiar las reglas... Y elegir. Ahí vamos:

1. Escribir un post exhibiendo el premio, citando el nombre del blogger que te lo concede, con un enlace al post en concreto. Primera base cumplida.

2. Elegir a siete bloggers que se han destacado por ser gente que ha demostrado alguna vez su carácter chisporroteante o efervescente; avisándolos vía mensaje en su blog. Segunda base cumplida a medias: hay gente a la que leo, pero a la que no le comento, porque son lo suficientemente populares en la bloggosfera o porque no me da tiempo... pero a la que, sin duda, me daría vergüenza escribir un mensaje para decirles que les he dado un premio. Así que, si me disculpan, esta base no la cumpliré del todo.

3. Dar dos razones por la que se lo das. Primero la oficial y políticamente correcta y después la razón oculta e interesada que te lleva a darle ese premio. Cuanto más morbo, mejor.

4. Modificar el nombre del premio, su imagen y las normas a tu antojo. Yo he creado uno de lo más cursi, con muchas tacitas de café, porque creo que un blog es, muchas veces, eso: la posibilidad de tomar un café con los que no están cerca. Al menos, así creé el mío y así lo mantengo. La segunda imagen que se ve es la oficial.


Mis siete elegidos (primeros) son:

1.- Una nueva piel.- Porque, cuando era Odandud me pidió que redactara un blog para que ella pudiera espiarme. Vivíamos en países diferentes y no nos comunicábamos tanto como nos hubiera gustado. Porque escribe como Diso, porque sus palabras siempre me inspiran, porque me enseñó lo poquito de Periodismo que sé, la forma de moverse, de acercarse y de mirar; la manera creativa de comenzar un texto. Porque tengo la suerte de estar a su lado y de haberla encontrado, hace siete años, en su primer Sur. Y porque es uno de los pilares fundamentales de mi vida.

2.- Memorias del Viejo Tercio del Búho.- Porque sabe a piratas, a mar, a combate, a duelos verbales, a vino en una taberna y hay mil textos de mil amigos diferentes a los que no conozco, pero que me son muy cercanos.

3.- En Busca.- Porque es cierto: ella siempre está buscando. Porque me hace descubrir cuán diferente es una persona cuando habla que cuando escribe y, porque escribe, yo puedo conocerla más y mejor. Porque me gustan sus tacones. Y porque, sí, también es mi amiga.

4.- Y total... ¿pa' qué?- Porque jamás me había reído tanto con un blog. Porque es cómica, divertida, amena, culta, inteligente. Porque escribe maravillosamente bien. Porque enseña Literatura y se cree lo que enseña. Y porque, desde que no me funcionan los feeds RSS de su blog, es casi el único en el que entro todos los días.

5.- El Blog de Jotacé.- Posiblemente sea uno de los más visitados de la red, y no me extraña. Me lo descubrió un amigo hace ya mucho tiempo y, desde entonces, me tiene enganchadita. No es sólo por las imágenes de cómics que saca. Es que, además, redacta de lujo y es de lo más jocoso que se puede encontrar por ahí. Y no hace falta entender de superhéroes para seguirle.

6.- Descalza.- Porque me encanta y porque me paso los días esperando que actualice... Me gustaría tener su imaginación, pero qué se le va a hacer...

7.- Herederos de Tantamount.- Porque es imposible averiguar a qué se refiere casi nada de lo que escribe, pero cada día me asombran más sus imágenes -todo el mundo le pregunta de dónde las saca- y sus letras.


La segunda tanda, del segundo premio...

1.- Ideas brillantes.- Porque descubrí, hace pocos días, ni me acuerdo cómo, estas ocurrencias de un cuarentón y me las bebí enteras... Me parecen fantásticas, así que os las recomiendo. Claro que recomiendo todos los blogs a los que estoy premiando, que para eso es este meme...

2.-El Mundo de Hojalata.- Porque es inspirador hasta el descaro. Y porque hace viajes a lugares donde yo también quiero ir.

3.- Dos o tres cosas interesantes.- Porque me arregla mis desperfectos con el código html. Porque habla de cine, de viajes, de su ciudad, de libros, de mascotas y de sí misma con una sinceridad que pasma. Porque es una de esas amigas, desde hace un par de años, a las que veré algún día para compartir un montón de cafés. Y, sobre todo, por este post que es mío.

4.- Mujer on constant sorrow.- Porque donde está, hace frío. Por la sensibilidad. Por tener siempre la palabra justa, la palabra precisa, la palabra adecuada.

5.- Reflexiones de la emigrante.- Porque descubro, en él, a una mujer interesantísima que habla de todos los sucesos de su vida, incluso de los malos, con una jocosidad que dudo yo que tuviera si viviese en un entorno tan hostil...

6.- Tamaruca's Calling.- Ahora mismo, porque me tiene en ascuas. Hay más razones: la principal, que es un encanto...

7.- Pura Tura.- Porque, aunque me funcionen los feeds RSS (y eso que llegan con un día de retraso), es el otro blog en el que entro a diario. Me descubre libros de los que no he oído hablar en la vida... aunque a mí me gusta más, precisamente, cuando no habla de libros.

Me he quedado al menos otros catorce más en el tintero. Pero se me haría muy largo el mensaje si los pongo todos ahora, así que ya volveré...

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Ahí te va

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Deseo

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Imagen de Jeroen Willekens.


Quiero poner mi boca
a un palmo de tu ombligo.

¿El último que ha escrito?

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Imagen de Julio Cortázar de aquí.

I
Mi madre, en El Corte Inglés:
-Perdone: ¿Rayuela, de Julio Cortázar?
-No me suena... ¿De quién?
-Julio Cortázar.
-No sé... No es muy famoso, ¿no? Si me puede decir lo último que ha escrito...
-Se murió en 1984.- Lo dijo ladrando, lo sé.

Media hora después, en casa, contándolo: "Y encima se acerca una tía rubia con un abrigo de visón -y yo preguntándome de dónde me vienen a mí ciertas fobias- y le dice: "¿Alguna de Danielle Steel?" y ésas sí que las conocía. Que digo yo que si van a trabajar en la sección de libros, por lo menos que les den un barniz".

Antes se hubiera escandalizado. Será la edad, pero ahora con estas cosas se pone triste.



II


Imagen de Mario Benedetti de Rodolfo Fucile.



Yo, en la Librería Pizarro, de Almería:
-Perdone, ¿los Cuentos completos de Mario Benedetti?
-No sé. ¿Has mirado en Infantil?


Este mensaje es una respuesta.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Un año menos.

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Imagen de Madrid de R. Durán.

Llegó con palabras, que es como llega casi toda la gente interesante que me gusta. Mensaje va, mensaje viene, nunca respondía a los míos, pero nos buscábamos... "¿Quieres mi messenger?", le pregunté. "Llevo dos horas hablando contigo. ¿De verdad crees que no quiero?". De eso hace casi dos años. Durante este tiempo, me ha demostrado muchos días, muchos, dónde está, sin que haga falta una mirada, un abrazo, un apretón de manos. Es un tío paciente, sabe cómo suavizarme y cómo tocar y de pronto me descubrí sintiéndome traidora si no le contaba qué ocurría. Me hace reír, me hace vibrar, me frustra y me serena.

Imagen de Sevilla de unlittleangel.

Es inteligente hasta el descaro; tiene un temple que ya quisiera yo para mí, pero no es una persona fácil. Yo tampoco. A veces se asusta, porque soy expresiva. Pero hay mil cosas que no le digo. Como que me gustaría seguir sabiendo dónde está. Que me gustaría haber sabido a tiempo qué regalarle. Que me gustaría saber.

Imagen de Melilla de angelrm.

Hacía mucho tiempo que no me ocurría. Que no conseguía con nadie esa conexión al minuto, esa tranquilidad, el reconocimiento, la calma y la entrega. No sé qué lo provoca, nunca lo he sabido, pero me da igual. Me hace hablar. Me despierta. Me muestra lo que soy. Me excita. Yo no hago, para él, ni la mitad. Tampoco es que se deje. A veces me basta. Otras no. Pero hoy le escribo, sin saber qué decirle del todo, porque quiero regalarle palabras. Quiero regalarme.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Cumpleaños

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Creo recordar que, hace diez o doce años, se lo escribí en un libro de Girondo. O en cualquier otra parte: "Para Karmen, que me enseñó a volar". Por esas fechas le escribí una carta, 42 folios por las dos caras, a la que ella contestó con uno, porque no hacía falta decir más. Intento escribirle, pero todo lo que recuerdo de mi relación con ella es tan íntimo que no voy a publicarlo en un blog. Porque ha habido mil ritos (tardes de compras por Sevilla, mil cafés, desayunos, desahogos psicológicos, cañas, copas, patatas en el McDonald's, cines), pero los ritos no son lo importante. Descubrirme que estaba enamorada cuando antes muerta que admitirlo, por ejemplo. La capacidad de superar ciertas crisis, cierto coqueteo, ciertas broncas. Lo de volar.

Y nada. Que tengo ganas de un café con ella. Grande, como el de la foto. Y de mirarla y de contarle y de reírme. Y de no decir nada porque no hace falta.

Feliz cumpleaños, mi vida.

Imagen de alfonso015.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Sin finales

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Me estoy volviendo experta en historias inconclusas. No en historias acabadas, que sería un consuelo, porque uno puede superar, medianamente, todos los finales -la muerte también, o te suicidas-, sino en historias de puerta abierta, cuyos discursos acaban por no tener significado alguno. Comencé a los 25, con un tipo que me regalaba cuadros y poemas y que jamás ha quedado con nadie a quien hubiera conocido por Internet. Porque la vida real es mejor, aunque yo no las distinga, y porque tuve la desgracia de encontrármelo en un foro, que si me hubiera topado con él en el metro, podría haber tenido la oportunidad de escucharle la voz y la risa, de tomarme un café a su lado, ver un atardecer extremeño, ir al cine o darle las gracias. Nunca sabré por qué no hizo excepciones. Seguimos hablando, no se nos olvidan las fechas importantes, tardó un año en decirme su nombre y, desde hace siete, ir a Madrid es pensar en una persona a la que jamás veré. De vez en cuando aún manifiesta la osadía que no perdió diciéndome que nunca se sabe. Pero yo sí lo sé, porque hay cosas que han de hacerse a tiempo para que no pierdan todo el sentido.

Lo mejor es que después duele menos. Si llega alguien igual ya no importa tanto, o importa por el recuerdo, por la sensación, que no se va, de no haber aprendido nada en siete años. Al final eres tú mismo quien se da la explicación que no recibió, la única posible, y es que nunca importaste, más allá de unos correos apresurados o de una charla por Messenger. Lo mejor es que después duele menos y a veces ni duele.

No duele tampoco cuando se aventuran las razones de una desaparición abrupta, las heridas de quien rompe la cadena por el eslabón más débil. Y agradecerías una llamada, un hola qué tal, un lo siento, un no puedo, un ya sabes que no puedo. Pasaste por una vida, la descolocaste un segundo que duró casi dos años y, de vez en cuando, quieres intentarlo: mandar un mensaje, llamar tú. Pero te vence el respeto por otra decisión. Por otra persona que no espera que hagas nada, ni siquiera una noche de borrachera móvil en mano porque hace siglos que no te emborrachas. Su poder era elegir y yo lo sabía y lo acepté, aunque a veces me quede la sensación de que he sido una prueba, o un juego. Ya: nunca fui un buen soldado.

Del próximo que llegue, sabré cuándo empieza, pero espero dejarle claro que pretendo, si no es mucho pedir y sin afán de molestar, oiga, que tenga la decencia de decirme por qué acaba.


Imagen de Madrid: imagonovus.
Imagen de Almería: jlmieza.

martes, 28 de agosto de 2007

Coursodon

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Es como un niño pequeño, que lo quiere todo y lo quiere ya. Cuando era poco menos que un adolescente, se gastó el dinero de la comida de cuatro días en películas y se hizo bocadillos de lo que encontraba por casa. Llegó al cine por un libro que robó de la biblioteca y que aún está en su estantería, desde hace casi veinte años: Capone, se titula y, por su causa, a mí me gustan las historias de gángsteres. Después se aprendió de memoria Los Intocables, de Brian de Palma, porque estuvo levantándose temprano para verla durante un mes. Sería feliz si pudiera ver una película al día y necesita leer también a diario. Por eso va a París y compra libros en un idioma que no domina sólo porque aquí no están editados y son imprescindibles. Es la misma razón por la que descarga películas en alemán o en japonés sin subtitular.
Cuando tenía 16 años, un tío mío le preguntó a Alejandro Pachón si uno de sus sobrinos podía asistir a un seminario de cine que impartía él en la Universidad y, cuando acabó su primera clase, Pachón le preguntó que de dónde había sacado a ese niño. Ángel Campos le dio clases de Literatura en el instituto y se lo llevaba en los recreos para hablar de cine y de poesía.
Diez años antes, yo le había enseñado a leer. Leímos juntos en su cama La Historia Interminable y ese recuerdo permanece tan vivo en nuestras mentes como si las jornadas que pasamos con Atreyu y compañía hubieran sucedido ayer. Me aficionó a Spiderman, La Patrulla X, Los Vengadores, Watchmen y Alan Moore. En aquel tiempo jugaba conmigo a los espadachines, a indios y vaqueros, a los Masters del Universo y a piratas (y yo sigo preguntándome hoy, con estos mimbres, qué es la femineidad). Ahora los juegos consisten en libros, películas y cenas raras. Se lleva bien con mis amigas; me llevo bien con sus amigos, que son como sus hermanos, y por eso me río cuando me dicen que los hombres no saben expresarse. Desde hace año y pico está enamorado hasta los tuétanos de una mujer que se siente en Londres como en su casa, que ha visto medio mundo y que se ríe todo el tiempo. Agradece que ambos tengan pasiones individuales y la misma manera de ver las cosas, porque sabe que una percepción idéntica de la realidad es algo que salva vidas y te ofrece un buen asidero al que agarrarse.
Es capaz de darle un beso en la boca a un transexual sólo para que no se sienta incómodo, porque él no es nadie, dice, para hacer sentir mal a otra persona. En las reuniones familiares, le emborrachamos para que cante, porque canta como Dios, porque jamás he oído una voz como la suya y porque se prodiga poco. Da clases de Primaria y le gustan los niños casi tanto como a ellos les gusta él, desde siempre. Es profundamente observador, profundamente empático y casi nunca se equivoca en los juicios. Me encantaría poseer un ápice siquiera de su diplomacia, pero a mí me puede este carácter primario e irritable que tengo. Si paso dos días con él, me saca de mis casillas porque también es maniático y obsesivo hasta la extenuación y le da mil vueltas a todo lo que le descoloca. Pero es mi hermano y es mi amigo y nos buscamos y le echo terriblemente de menos cuando no está. Cuando no estoy.
En los foros de cine firma Coursodon. Y yo le quiero todavía más cuando entorna los ojos y sonríe y dice mi nombre en diminutivo.
Imagen de Londres de binarystatic.

Y la inspiración se la debo a este post de Suntzu.

sábado, 25 de agosto de 2007

París

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Ha estado en París y por fin ha comprado el Dictionnaire du Cinema de Lourcelles y un montón de libros en francés: a este paso, la pasión por el cine le hará aprender todos los idiomas. Porque de literatura sólo ha traído uno: Rimbaud, quién si no. Y se ha puesto a hablarme de Godard, de Coutard y de Daney. Y de que la Torre Eiffel de noche parece de oro, de que los puentes, por debajo, son hermosísimos, de impresionistas varios, del ambiente cultural de París, las librerías, los pintores, la decepción de la Gioconda (que, por otra parte, nunca le gustó).

También ha estado en Disneyland y ha disfrutado como un niño.

Imagen de gherm

viernes, 24 de agosto de 2007

Raíces

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Si paso mucho tiempo sin verte,
comienza a parecerme que no pertenezco a ninguna parte...

jueves, 23 de agosto de 2007

El club de los suicidas

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No me suelen molestar las adaptaciones: cine y literatura son dos discursos distintos y, lo mismo que no comparo cuadros y edificios, tampoco lo hago con libros y películas. Salvo que te menten a la madre.

Hoy me he lanzado al televisor porque he escuchado un título, El Club de los Suicidas, que yo tengo en una edición de bolsillo, junto con El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pasta naranja, desde hace más de diez años. Se va a estrenar un largo, cine español, comedia, final feliz, algún polvo de por medio -ya se sabe: el cine patrio y las elipsis en las escenas de cama no son compatibles- y moraleja. Porque un grupo de personas que están hechas polvo y se quieren morir, descubren, gracias al poder maravilloso del amor, que merece la pena tirar p'alante. Porque la película es un canto a la vida. Es una adaptación muy libre, han dicho. Y tan libre. Lo peor es que seguro que hay algún panoli que se lee el libro después y monta en cólera porque no es como la peli.

Imagen de Lulife.

Paraísos perdidos

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Imagen de Madrid: Ramón Durán. Plaza de España.

Hay dos ciudades cuyas calles aprendo de memoria en cada visita. No hay más paraísos que los perdidos: por eso me conformo con habitarlas poco a poco, con colocar el tiempo donde puedo para ver a todo el mundo, con sentirme yo como en ningún otro sitio soy yo.

Imagen de Sevilla: Vincent Benoit. Café.

En cada una de ellas, el rito siempre es el mismo. Me espera una mujer a la que beso en la boca. Voy a casa y me desnudo. Me desnudo por fin, verdaderamente, toda yo entera. Y hablo y por fin digo, porque yo hablo mucho pero casi nunca digo nada. Bebo vino o ron miel, nos reímos hasta que nos duele el cuerpo, fumamos, escucho durante horas. Camino, observo a la gente, escribo en los bares, espero a que lleguen los amigos. Soy yo como en ningún otro sitio soy yo y me reconozco y al fin me gusta lo que veo. Y recuerdo que no volveré a vivir allí, que nunca podré vivir allí, y me aplastan las calles y el cielo, pero hay dos mujeres que me abrazan. Veo gente con la que no vivo, pero que sabe de mí más que nadie. Pienso en volver pronto y siempre vuelvo tarde, para recuperar los meses, para saber que soy feliz, que puedo compartirlo y compartirme. A pesar de que, siempre, en algún momento de ese paseo solitario que es también un rito, la nostalgia, la añoranza, la tristeza, acaben acompañando mi percepción de esas dos ciudades que se me niegan. Y que apreso como puedo en un fin de semana, siempre muy corto, muy rápido, muy nervioso y sin horas.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Nicks

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Imagen de Alan Lee.

Fui rogue y Elrond y a veces aún lo soy para algunos.
Y Sarmale, Sarm, Sarmalita.
Y UnaExcusa o Excusas.
Y Kaz.
Con esto de Internet, comienzo a parecerme a Fernando Pessoa.

viernes, 17 de agosto de 2007

De fuera y de dentro

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La primera vez que lo vi fue en Melilla. Fue en plena moción de censura a Mustafa Aberchan, agosto, sin noticias, y allí se plantaron todos: El País, El Mundo, TVE y Tele 5 con Jon Sistiaga a la cabeza (que iba a las ruedas de prensa y se espatarraba en el sillón, con los brazos detrás del cuello y el bolígrafo en la boca). Allí los periodistas locales, que sabíamos exactamente de qué iba la cosa, veíamos el informativo de La Primera y leíamos ciertas crónicas y pensábamos: "En qué lugar habrá estado éste, que yo eso no lo vi". Por no hablar de manipulación pura y dura porque habían llegado ayer y no se enteraban de la misa la media, pero no se relacionaban con los periodistas locales. Ya saben: unos de Madrid al cielo. Otros de provincia. Sin firma, sin criterio, sin profesionalidad. Los de provincias, digo. Para los de Madrid, digo.

A mí las catetadas me hacen gracia o me abochornan a partes iguales. Pero algunas me frustran y me cabrean. Como esa manía de tratar mejor a los de fuera que a los de dentro, cuando los de dentro informan de hasta tu último suspiro tres o cuatro veces al día y los de fuera de dos o tres cosillas, dos días después, cuando no hacen un copia-pega tan tranquilamente o manipulan la información porque así se vende más y aquí hay que vender y polemizar a toda costa, porque la polémica es muy chuli y crea debate y da mucho dinerito y tralalá. Pero los de dentro estamos acostumbrados. A pasar los últimos, a ser los últimos. Por muy bien que lo hagas. Por mucho que trabajes quince horas diarias. Por mucho que venga tu hermano de Pontevedra, cuando hace meses que no le ves, pero sólo puedas estar con él una tarde porque tienes que trabajar otras quince horas para hacer un bonito reportaje, una bonita entrevista, da igual a qué hora, a las seis y media de la tarde recién levantada de la siesta, porque te has acostado a las cuatro o las cinco de la mañana; a las dos cuando corres peligro de no llegar a tiempo a un programa que presentas en directo media hora más tarde porque estás en el quinto coño o a las ocho cuando lo que te apetece es quedar con alguien y tener vida más allá del trabajo. Que no la tienes.

Pues nada: que ayer Julio Bocca se transformó en los Fraggles. Porque resulta que estoy operada de la vista, porque resulta que veo halos, porque resulta que la iluminación del escenario es intimista como supongo que la historia se merece, porque resulta que allí salían bolitas brillantes (los que iban de blanco: he visto las fotos hoy en la prensa y uno de los personajes principales, el tercero en discordia de la obra, iba de gris y me he dado cuenta hoy de que el muchacho baila: como iba de gris, se me mimetizó con el escenario y no le vi) dando brincos y más brincos y yo creía distinguir a los bailarines de las bailarinas porque algunos de ellos iban con mallas y ellas con falda.

Y resulta que la organización estaba avisada. Es más, estaba avisada de que yo estaba dispuesta, dispuestísima, a pagar mis 226 euros de abono de orchestra para el Teatro y la Alcazaba. Pero no, si vas a trabajar como vas a pagar casi 50.000 pesetas. Pues las hubiera pagado, carajo. Porque resulta que ayer estaba encima del escenario uno de los mejores bailarines vivos del mundo. Resulta que hoy tengo que ir a otro puto estreno para acostarme otra vez a las cuatro y media de la mañana escribiendo otra puta crónica. Y resulta que mañana es el último día que baila Julio Bocca, pero tengo entradas desde hace semanas. Pero, como en orchestra no había para los nueve que somos, también estamos arriba. Total, como decía una amiga: "Si tú el día del estreno lo vas a ver bien, porque lo intuyas el sábado tampoco pasa ná".

Pues sí, sí que pasa, porque no le vi. No vi absolutamente nada.

Porque tengo la desgracia de ser extremeña.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Julio Bocca. Adiós, hermano cruel. Lástima que sea una puta.

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Y hablo de una obra antes de que se presente, porque Bocca es uno de los mejores bailarines del mundo, y porque le he hecho recordar alguna iniciativa para que la gente del interior, del interior de Argentina, pueda amar la danza y pueda acceder al teatro... Y porque ha recordado me ha sonreído y porque tengo ganas de ver Adiós, Hermano Cruel, que se basa en un drama de John Ford, Lástima que sea una puta, y porque después he hablado con Cecilia Figaredo, Lucía, su pareja, la hermana de la que se enamora Marco y me ha encantado esa mujer que habla de la danza como si fuera su mejor amante.

Un hermano que no ve a su hermana desde hace diez años y que se enamora locamente de ella y la deja embarazada, pero ella ha de casarse con un amigo de la infancia...

¿No os recuerda a alguien?


Fotos: Gaby Herbstein.

martes, 14 de agosto de 2007

Espadas

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Después de preguntar a los expertos y de mirar mil páginas de internet, descubro que soy de ideas fijas. Se han ido los dos a Toledo, supongo que a Marto, para hacer realidad un sueño de niña (el otro es más difícil: una habitación entera y grandísima con una maqueta de tren) y ya tengo mi espada. No la Andúril de Aragorn, hijo de Arathorn, no es oro todo lo que reluce ni toda la gente errante anda perdida, ni la de Elendil, forjarán otra vez la espada rota; sino la de montaraz, de cuando Aragorn era Strider, o Trancos, y vivía en los bosques, y esperaba a Arwen y se metía de rondón en una taberna para abordar a Frodo porque sabía de su anillo, un anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas. Crecí admirando a Meriadoc Brandigamo, a Strider y a Gandalf y, aunque Aragorn, para muchos, tenga la cara de Viggo Mortensen, para mí es un personaje de cómic, de uno de los cómics de mi niñez, con la armadura, la capa verde, el pelo corto y negro, cuarenta años y mil más a las espaldas.

Hace unos días hablaba con un profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres para hacerle la misma pregunta que les hago a todos: "y tus niños, ¿te leen o no te leen?" y para escuchar la misma respuesta que les oigo a todos, que sólo leen las lecturas obligadas (que me parece el camino más corto para que alguien aborrezca los libros: allí yo, con 20 años, intentando meterme Esperando a Godot mientras aparcaba un puñado de cartas de Kafka, a James Joyce y a Pessoa: pobre Beckett: qué mal le traté). Y que alguno lee cosas como Harry Potter o El Señor de los Anillos. "Oye, que El Señor de los Anillos está bien". Y me miró, creo, como si yo no hubiera leído un libro en mi vida. Pero a qué voy a explicarle yo. Y aunque fuera el peor libro del mundo, qué coño, con El Señor de los Anillos no se mete nadie, salvo mi hermano Antonio, que puede arremeter con lo que le dé la gana, porque es mi hermano, es muy culto y me ha comprado una espada montaraz.
Se han ido los dos, decía, el escocés que toca la gaita en el casco antiguo de Cáceres y que escribe relatos y poesía, el enamorado de los duelos verbales, que lo mismo te habla de Aristóteles que de artes marciales japonesas, y Claridad, la niña que obra milagros, la que siempre gana al Trivial, la que pone mil caras con su cara expresiva y lleva una bruja, o una meiga, colgada del cuello. Se han ido a Toledo, para llamarme, qué espada quieres, y no quiero una falcata, ni una daga, ni la Tizona del Cid, ni a Andúril, ni a Narsil, que es más fina, está más decorada y tiene un soporte historiadísimo. La mía es otra, la de los bosques, la del rey sin nada que reinar, la de aventuras. Y allí la pondré, cuando tenga un espacio mío: al lado de los libros de Tolkien, Louise Cooper, Ursula K. Le Guin, Stevenson, Dumas, sir Thomas Malory, la Baronesa de Orcy. Al lado de todos los que me hicieron amar una buena historia de piratas, de venganzas y de espadachines.

Imagen: Cómic de Luis Bermejo. Aragorn, Strider, es el de la primera viñeta, al lado del hobbit rubio, que no es otro que Sam.

lunes, 13 de agosto de 2007

Dos pájaros de un tiro

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No cantaron Esos locos bajitos, ni Pendiente de ti, pero sí Lucía, Mediterráneo y Aquellas pequeñas cosas... Tampoco cantaron Con la frente marchita, ni Como un dolor de muelas, que es mi canción del llanto, la que más me define, la que más me hace llorar; ni la Balada de Tolito, que también es triste porque Sabina es mucho mejor componiendo temas tristes... Pero me creí, como siempre, que hoy puede ser un gran día y se me puso la piel de gallina cuando escuché los primeros acordes de Pueblo Blanco, porque, cuando estoy aquí siempre me imagino Andalucía y, cuando estoy allí, veo Extremadura.

Canté. Canté como nunca, canté mejor que nunca, bailé, me emocioné y me reí. Toqué madera, boté, le vi las arrugas a Serrat, le tembló el corazón por la garganta y recordé. Recordé que este hombre, que estos hombres, me han acompañado durante años. Que he utilizado al Nano para trabajos de Facultad, que me he emborrachado con Sabina, que Sabina sirvió para que un tipo tímido cantara y que le han puesto música a mil tardes escribiendo.

Ya que no voy a poder ver nunca a Alfredo Kraus, a Billie Holiday y a Frank Sinatra, bien me vale Cáceres. Bien me valen Serrat y Sabina, Sabina y Serrat, el noi del Poble Sec, el de Úbeda, el sufridor del Atleti, el seguidor del Barça, el Nano, Joaquinito. Bien me valen estos dos pájaros, que vuelan tanto y tan bien juntos.

domingo, 12 de agosto de 2007

Cinco

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Leí por ahí otro meme (cuando me quedo sin palabras, recurro a las de otros). Se trata de decir cinco cosas que no haces nunca, cinco cosas que haces a diario y cinco cosas que quieres hacer.

Cinco que no hago nunca.

  • Ocultar ciertos hechos a ciertas personas. A veces lo intento, pero resulta que me siento traicionera y desleal.
  • Beber alcohol sola.
  • Meterme drogas por la nariz. Ni por las venas. Por la boca, sí, unas cuantas, y algunas a diario.
  • Controlar la lengua, y los impulsos.
  • Machacar. Dejar de machacarme.


Cinco que hago a diario.

  • Leer.
  • Escribir.
  • Pensar en un tipo. Un tipo concreto.
  • Abrazar, dar besos. Soy una lapa.
  • Tener ganas.

Cinco que quiero hacer.

  • Viajar a un extranjero que no sea Portugal.
  • Disciplinarme.
  • Tomar un café con alguien con quien bailé y de quien necesito saber cómo está.

¡Tamaruca!

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Espero que me leas más pronto que tarde... ¿Qué es eso de dejar uno de los mejores blogs de la red sólo para invitados?

(¿Me invitas?)

Imagen de Beagle34.

sábado, 11 de agosto de 2007

Otros sitios

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Navego por otros blogs. Blogs que no permiten comentarios, que los moderan, que activan la verificación de palabra, que hablan de libros pero no se mojan. Paso la tarde leyendo blogs pedantes terriblemente aburridos y buscando un mensaje que me llegue, o que me asombre.

De vez en cuando, uno te aprieta el corazón, y el estómago.


Imagen de Eraserhead.

viernes, 10 de agosto de 2007

Familia no hay más que una II

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En el principio era el Verbo, y esa frase nos sirvió para un cuarto de hora de charla: el verbo, la palabra, el logos, la filosofía japonesa, El Evangelio según Jesucristo y El Paraíso perdido, Saramago, Milton, Shakespeare siempre, un Trivial, Lope de Vega, Alejandro Casona.

En el principio era el Verbo y en mi casa siempre se comienza, y se termina, hablando de Literatura...

Creo que nunca lo agradeceré bastante. Crecí esperando un constipado porque eso significaba cómics de los Vengadores, la Patrulla X, Spiderman. Con estanterías llenas de libros en los que aprendía a deletrear nombres: Somerset Maugham, Steinbeck, Rilke, Papini, Williams, Conrad, Zweig, Twain, Stevenson, Kipling, du Maurier, Goethe, Mann. Con señoras gordas haciendo gorgoritos y Alfredo Kraus a todas horas. Desde entonces, cuando llego a una casa extraña, me detengo en las estanterías: junto con la manera de escribir de alguien, es lo que me da una idea más fiel sobre quién es. Si no hay libros, o si hay pocos, me sube un sabor de bilis a la garganta.

Ahora me esperan muchos, pero sólo me dedico a ver teatro. Y a sufrirlo.

Después

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Acabo de venir del teatro.

Tengo a Roberto Quintana metido en la cabeza.





Imagen: Ricardo Lexent.

jueves, 9 de agosto de 2007

El cámara ilustrado

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Le conocí no sé cuándo, pero hace algún añito ya y yo venía de trabajar con un cámara que era un corcho andante, nada por aquí, nada por allá, y no me fiaba mucho de ninguno de ellos. Recorrí la sierra de Gata con él, que me iba nombrando árboles, me hablaba de la historia de distintas localidades y me presentaba a gente interesante, porque no perdona un rato de charla por una grabación cuando sabe que el trabajo va a estar finalizado a tiempo.

Ayer le vi y nos quedamos hablando un buen rato, de teatro, de libros, de autores, de cine y de Japón. Había olvidado cuánto me gustaba escucharle...

miércoles, 1 de agosto de 2007

Los Persas. Réquiem por un soldado.

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Pude haber ido a la lectura del texto, pero no se me da bien interrumpir el trabajo de otros, y me dio vergüenza. Me dio vergüenza porque la mayoría de las veces tu profesión se antepone a la persona que eres, a tu nombre y apellidos, y cómo vas a convencer a quien no te conoce de que no vas a utilizar nada, de que estás allí porque has hecho una entrevista que se ha transformado en una conversación de hora y media y te han invitado a quedarte donde pocos más se quedan. Así que dije que no, muchas gracias, pero yo me voy, y sé que cualquiera hubiera ido. Cualquiera menos yo.

Hoy la he visto por tercera vez, regalo de Sonia, en segunda fila, al lado de Darío, Roberto Quintana, descalzo, la botella de coñac, dos vasos de plástico, la cara desencajada, el horror y la búsqueda. Hoy he escuchado el sonido de la arena entre los dedos de Jerjes, Natalia Dicenta, sus jadeos, la voz ronca, los vómitos de asco y miedo. He recogido una fotografía de un soldado, alístate, y una carta, el caballo del palo de bastos, que ha lanzado quién sabe si Robert Duvall o Rafa Castejón.

Hay veces en que uno se implica con un trabajo más de lo normal. Y con Los Persas ha sido así desde marzo. Desde el 14 de marzo, rueda de prensa de 40 minutos y un tipo imaginativo que sabía que no quería situarla en Salamina, pero que, hostias, no lo tenía tan claro.

Después ya sí. La última vez que le entrevisté, me dijo que no sabía por qué se había metido en este berenjenal en el tiempo justo de sus vacaciones y pensé: para que yo pueda verla. Has hecho esta obra para que yo pueda verla. Porque la infancia es un país extranjero, las guerras se hacen contra los niños y una obra de teatro no va a cambiar nada, pero yo, ya, repito diálogos de memoria.

Repito diálogos de memoria y tengo grabados en la retina los ojos empañados y la pesadilla de Roberto Quintana, el temblor de los labios de Natalia Dicenta, la expresión de pasmo de Chus Herrera, lo bien que se lo pasa Javier Gamazo encima del escenario, lo que disfruta y chulea y se ríe y chasquea la boca David Fernández, la cara inocente de Ignacio Ysasi. Me martillea en los oídos la dicción perfecta de Rafa Castejón, la voz de Rafa Castejón, los graves de la voz de Rafa Castejón, y su manera de tocar la sonaja: a ese hombre le sale la testosterona por los poros, hacía tiempo que no tenía tanta conciencia de lo macho que puede ser un tío, de la atracción que un macho puede ejercer sobre la hembra, sobre una hembra consciente del poder que el macho detenta. Y es brutal. Eso es lo atávico: más que la belleza de la destrucción, más que el hecho de que la guerra sea eterna y nunca acabe.

Y sí. Quizá no sea tan buena, quizá tenga tres finales distintos, quizá no se sustente sin las canciones (claro: ni sin la música, ni sin el trabajo de los actores, ni sin la dirección), quizá peque de obvia o quizá sólo sea un compendio de lo que hemos visto mil veces, desde Paths of Glory hasta The Thin Red Line, que todas esas opiniones he oído. Y también he visto a gente levantarse de la silla y abandonar el teatro y he aguantado a una histérica reivindicando a Esquilo. Y, seguramente, y esto es una afirmación rotunda, yo no sea objetiva.

No lo he sido nunca. Es más: ni siquiera soy imparcial. Porque resulta que me enamoré de Calixto Bieito... aunque también me enamoré de Alicia Hermida y Fedra no me rozó. Y resulta que me impliqué con Los Persas antes de verla y resulta que me dio una patada en el estómago y resulta que me di cuenta de que ese tipo que, hostias, no lo tenía tan claro, ha hecho lo que le ha dado la real gana. Y a mí eso me gusta, qué quieren.

La he visto tres veces. Un par de pasadas al texto y podría sustituir a cualquiera de los actores (pero no sé tocar la batería, ni la guitarra, ni el bajo, ni la armónica, ni los teclados ni el violoncello). La he visto tres veces y ni siquiera soy capaz de decir por qué me gusta, por qué me emociona, por qué canto El Novio de la Muerte, War, Goodbye Cruel World, Cry Baby; por qué veo a los Thunder Jets lanzando bombas de racimo y a los perros buscando carne humana y por qué disfruto tanto cuando noto lo bien que se lo pasan los demás encima de un escenario lleno de arena y ceniza.

No podría decirlo y ni siquiera hablo del mensaje, que me da exactamente igual porque de finales felices yo también me creo lo justo. Es sólo que la obra me lanzó una frase. Una de esas frases que se pueden usar para un texto y que al final nunca utilizarás, porque la frase es todo el texto mismo y porque la dice una tía que recibe a un novio que regresa de Afganistán.

A veces creo que estoy follando con un muerto.

Las imágenes son del Festival de Teatro Clásico de Mérida.

martes, 31 de julio de 2007

Caballero, legionario II

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Iba todos los días allí, al bar de altos mandos de la Comandancia General de Melilla, prohibida la entrada a civiles solos excepto a mí, que me tomaba un café de lunes a viernes y algún día festivo de servicio, de guardia.

Él iba a mi trabajo una vez por semana, a redactar el Puerta de Santiago, varias páginas de periódico militar, una noticia tras otra con fotos y artículos. Venía con dos compañeros, los tres de uniforme, callados, serios -tímidos, eso lo supe después-. Un día pregunté quién llevaba Prensa en la Comandancia, yo había pedido Defensa para evitar que se ocupara de esas noticias cualquier exaltado promilitarista, y mi compañera Pilar se rió: "Mira, te voy a presentar a mi marido, Paco". No me fijé en él hasta entonces. Pelo castaño rojizo, alguna cana, ojos azulísimos, 34 años -yo, 23-, labios carnosos, bien dibujados, dientes perfectos, una sonrisa estupenda. Una semana más tarde lo llamé, pásate por aquí, y no sé cuánto tiempo transcurrió, pero fue poco, hasta el rito de los cafés diarios. Paco, Ricardo y Jáuregui fueron mis tres hombres de Melilla, los que me salvaron la vida aunque me llevaran once y 19 años, y fueron importantes y definitivos.

Hubo más, pero hoy les toca el turno a ellos dos.

Le tengo cariño a dos Cuerpos del Ejército. Uno es Caballería, el Regimiento de Caballería Acorazado Alcántara número 10, Francisco Sánchez Nicolás, primero alférez, después teniente, la voz de tela, los ojos azules y grandes, el cuerpo preparado para el abrazo cuando yo quería, y sólo cuando yo quería, porque el contacto físico nunca ha sido el fuerte de ningún soldado. El teniente Nicolás, murciano, ordenado, serio, cariñoso, dulce y el hombre más bueno que he conocido.

En su departamento había cinco o seis más. El capitán Salas, otro teniente del que no recuerdo el nombre -con la cantidad de cafés que me he tomado con él- y un sargento de la Legión, que había escogido a Jesús para Prensa porque es capaz de acertarle a un gorrión entre los ojos a 500 metros. Nunca vi la relación, pero me alegro, porque ahora no está en mi vida, ni sé qué ha sido de la suya, pero si recuerdo su cara y su manera de mirarme, descubro que sigo sintiendo lo mismo, el mismo amor, la misma admiración rendida y sin condiciones.

Le tengo cariño a dos Cuerpos del Ejército. Uno es Caballería. El otro es la Legión. El Tercio Gran Capitán I de la Legión, porque la Legión es Jesús. Un armario empotrado, el primer premio en tiro en cualquier concurso, casado, dos niñas, 27 años -yo, 23-, rudo, muy serio, muy tímido, muy perfeccionista. El emblema legionario y la bandera de España como salvapantallas del ordenador, la concentración plena en el trabajo y una insignia, el cetme, la ballesta, cruzados, que me regaló el día de Nochebuena del año 1999. Jesús es el silencio. Jamás me he trabajado a nadie como a él, ni he defendido a nadie como a él, porque era callado, porque era serio, porque nadie comprendía cuál era mi relación con ese tipo grande que era el arquetipo de soldado bruto y porque no me entendía, pero me escuchaba.

Me escuchan muchos. Me han escuchado muchos. Pero nunca nadie con ese esfuerzo, con la misma clase de concentración que utilizaba al disparar, al maquetar una página, al dibujar un escudo. Los ojos abiertos, sin preguntas, yo hablando, un apretón en el brazo, una mirada. Jesús no iba a ser nunca, yo lo sabía, un discurso acertadísimo y articulado, pero era unos oídos, un gesto tímido de cariño, unos ojos casi negros, una atención constante y un dejar de trabajar cuando yo aparecía por la puerta. Y después fue un desahogo lento, un qué te pasa, media hora de silencio hasta que comenzaba a hablar, una caricia en el hombro y muchas palabras entrecortadas porque la palabra nunca fue su terreno.

Desde que me fui y les perdí, sueño con Paco y Pilar cada tres, cada seis meses. Y, cuando despierto, vuelvo a acordarme, siempre, de Jesús.

Fotos: La primera es de Alfaraz. La segunda es de Aliena. La tercera también es suya.

lunes, 30 de julio de 2007

Caballeros, legionarios

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Cuando vi Los Persas, me descubrí tarareando El Novio de la Muerte (que no es el himno de la Legión, pero como si lo fuera) y con la piel de gallina. No lo escuchaba desde hacía siete años, pero me sé estrofas de memoria. Con el ejército me pasa lo mismo que con la Iglesia: no comprendo la institución, pero sus hombres, tomados de uno en uno, y no todos, me gustan.

La primera vez fui al Regimiento de Caballería Acorazado Alcántara número 10. Cuando me pidieron el carnet por vez tercera, me puse en medio del patio y grité mi nombre completo y mi DNI. A los gritos salió el suboficial, que era mi contacto para llevarme a otro superior y así hasta llegar al comandante Colubi, los ojos más azules del mundo, que me paseó por el patio de armas, todos desfilando, creo que tocaba recordar el desastre de Annual, y allí estaba yo, viendo carros de combate (que no son tanques: que son carros de combate), algún caballo que otro, y mirando de refilón al comandante, un cuarentón largo, con un porte de los que ya no he vuelto a ver y guapo hasta hacer daño.

La segunda vez fui a una fiesta gorda en el Tercio Gran Capitán I de la Legión. 20 de septiembre del año 1999. Después de mirar el desfile, los soldados, las cabras y los jabalíes, pedí agua y un cabo, negro como el tizón, me llevó a la cocina, al patio de armas, me dio una vuelta por todo el acuartelamiento (y os juro que es grande grande grande) y me explicó todo lo que se le pasó por la cabeza. En una puerta, había un grupo de tres o cuatro chicos, de gala, y esa conversación sí la recuerdo: "¿Y vosotros quiénes sois?" "Somos gastadores... Los que hacemos virguerías con el cetme". Pasó un capitán, que me vio delante de la puerta y me dijo: "Eso es un museo que normalmente no ven los civiles: ¿quieres entrar?".

Joder, joder, joder. Fotografías, diarios de campaña, misiones en el extranjero, documentos de la Guerra Civil a mansalva, de las batallas en Marruecos... El capitán, un hombre culto y un encanto, me iba explicando mil aspectos de nuestra historia reciente, me enseñaba partes de guerra, me dejaba libros, me hacía fijarme en determinadas fotos. Después, cuando me despedí, volví a encontrar a mi cabo negro como el tizón, nos fuimos a las casetas, me tomé dos tubos de leche de pantera y uno de Bailey's, vi a un legionario de unos sesenta años con todo el cuerpo tatuado, en la espalda una Virgen María inmensamente grande que tengo grabada en la retina, se acercó uno con un porro hecho con cinco cigarros y hay una foto que atestigua todo eso...

La tercera vez, durante uno de esos vinos de honor,
el comandante general, el máximo cargo militar de la ciudad autónoma, se paró a mi lado: "Me leo tus artículos tres veces antes de dormir. ¿Tú no podrías hablar de un bocadillo de chorizo? Porque no me entero de nada. Ahora en serio: me gustan mucho". Desde entonces tuve carta blanca en todos los cuarteles y les fui diciendo a todos y cada uno de los mandos que eran unos pelotas.

Entre esas tres veces, me chupé varias fiestas más, muchas fiestas más, y procesiones del Cristo de la Buena Muerte y más de un himno de la Legión y alguna conmemoración de Annual, de la campaña del Rif y de no sé cuántas batallas más.

Y, en medio, llegó un momento en que, cuando entraba en la Comandancia General de Melilla, no me pedían el nombre ni el carnet. Llegó un momento en que entraba sola en un bar en el que hay un cartel que prohíbe la entrada a civiles si no están acompañados por un militar. Comí de rancho alguna vez. Pasé allí mi primera Nochebuena y salimos de madrugada, por la noche y por la puerta principal, por la que nadie puede pasar a no ser que vista los más altos galones. La primera vez que lo intenté, me apuntaron con el cetme, me dijeron que ésa era la entrada reservada al comandante general y yo le respondí al soldado: "Vaya gilipolleces que tenéis". Iba todos los días allí, a ese bar, sin faltar ni uno, hasta que me fui de la ciudad. De lunes a viernes y cuando él tenía guardia.

No pasan tres meses sin que le sueñe, porque le perdí la pista y el sueño me recuerda que tengo que encontrarla...