Algún día, quizá, solo quizá, se me olvide tu cara. O tu
voz. O tus manos. O tu risa. O el color de tus ojos, la manera de cocinar unos
spaguetti en el cuarto de atrás o de hacer café o de pedirme que me levantara
yo aunque estuviéramos en tu casa. Quizá algún día no pueda evocar tu olor. No
tengo la más remota idea. Lo que sé es que, una vez al año, una vez cada año y
medio, me descubro echándote de menos como no he añorado nunca a nadie. Y, si
hablo de ti, no lo mejora.
Estuve el sábado con una amiga y te recordé. Es decir,
recordé la ausencia de miradas cuando te contaba algo, cuando nos daban las
cuatro, o las cinco, o las seis de la mañana, y llevábamos hablando, los dos,
solos, siete, ocho, nueve horas seguidas, empalmando un cigarro tras otro y un café
tras otro —cargado, con leche, una y media de azúcar. Como yo. ¿Se me olvidará
tu forma de fumar?— y yo hablaba. Es decir, yo hablaba, sin medias frases, sin
dar las cosas por entendidas, explicando, explicándome —esta soy yo: esto que
te cuento, esto que ves—, sin pararme a mitad de cada sentencia porque
hubiéramos cambiado de tema —nunca cambiábamos de tema hasta que no estaba todo
dicho—, sin pensar que ibas a asustarte, que ibas a desaparecer cuando supieras
quién era yo, sin creer que algo te resultaría extraño, sin considerar que lo
que pienso, lo que siento, mis ideas políticas, mi trabajo o mis reacciones son
auténticas chorradas que no merecen ser escuchadas por nadie, y sin vergüenzas.
No he vuelto a hablar así con nadie. Lo intenté, pero se
largó. A veces escuece y a veces da lo mismo.
Me han pasado muchas cosas en estos diez años. Las que tú ibas a comprender, ya no te las puedo contar.
Llevo una década buscándote y me he dado cuenta justo ahora.
3 comentaron:
Me recuerdas tantos momentos vividos y como unos pocos folios pueden hacer que tu existencia cambie de la noche al día.
Gracias. Me sigues gustando.
Pues son una putada, ciertos momentos, qué quieres que te diga...
Te superas en cada texto. Y, con éste, remueves especialmente emociones y sensaciones, esas que parecen encalladas en algún recóndito lugar de nuestro cuerpo y esas otras que, de tan presentes, parecen caprichosas.
Porque haber compartido esos momentos con al menos una persona en la vida...es realmente maravilloso
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