Hace algún tiempo, hace muchos años, en realidad, le dije muy contundentemente a una clase de Secundaria que, si uno poseía un vocabulario más o menos amplio, sus relaciones personales serían más ricas.
-¿Por qué?- preguntó una chica. Una de esas (pocas) alumnas preguntonas y beligerantes que tanto me gustan.
-No sé explicártelo- respondí. Yo no sé poner palabras a muchas cosas. Pero le di un cuento.
Al día siguiente entró en el aula y se acercó a mi mesa, me miró y sonrió:
-Tenías razón.
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