30 de octubre de 2012
House on McGill |
Las distancias, ya lo sé, no se me han dado bien nunca. Ni las distancias ni las despedidas. Supongo que cada viaje que hago se queda dentro, de todos modos. De Toronto recuerdo la primera mañana en el banco de House on McGill, en pijama en medio de la calle, con la cámara y una taza de café. Canadá no lo escribí. Nueva York sí y fue más importante, por muchas razones. Se escribe para vivir, al fin. Yo escribo para vivir. Y lo que leo de mí me saca de mí misma, me hace verme de otra manera y, al final, vuelve a transportarme.
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