Es lento, dice, y quizá cuando escriba no le entienda, si es que no tarda seis meses. Es capaz de arrollarme y por eso sólo le intuyo. Por eso y porque nunca podemos apresar del todo a nadie. Suscita preguntas. Me inspiró un texto que nunca escribí. No hay historia, sólo encuentros fugaces, con la complicidad que da el saber que alguien a quien respeto -una mujer clara y poderosa- le eligió para caminar hace años. Con esos retazos le construyo, moldeo la imagen y la rehago o la amplío con cada nueva charla. La disconformidad, la contundencia, las sensaciones, la cercanía, la forma de mirar. El juego de la observación, para el que nunca he valido. Quizá él tenga más suerte, con toda la complejidad que somos. Al menos sabe explicar, explicarse, apasionarse.
viernes, 24 de noviembre de 2006
Reto
4 comentaronPublicado por Los viajes que no hice en 11/24/2006 09:48:00 p. m.
Etiquetas: Juan Pablo
Por alusiones
3 comentaronNo espío la felicidad de calabaza alguna, ni interpreto lo que desconozco (a quien desconozco), ni me importa saber o no saber, salvo hasta un punto. No la felicidad de la cabaza, sino la tuya. Soy explícita. O la suya (y leo porque me gusta lo que leo, y me gusta la manera de contarlo) en tanto en cuanto tenga que ver con la tuya y participe de ella. Más no. Lo puedes llamar espiar o lo puedes llamar asistir. Asisto -espío- los estados de ánimo, las canciones y las palabras rojas que escupe alguien que me salvó. El mismo con el que comencé a jugar una noche borde, a ver quién puede más y dice la burrada más gorda, hace más de seis años, en un bar que se llamaba La Vaca y que estaba en Melilla y ya no existe. El mismo que me escribía poemas donde todo era sorprendente y me hablaba, también con versos, de los amigos que se iban cuando quien abandonaba la ciudad -todas las ciudades- era yo. El mismo con el que me emborraché de Cune; el que asistió a mis cabreos por falta de pelas (y me los solucionó), por el paro, por las pérdidas. El mismo que me espoleaba. El mismo que lanza(ba) palabras como cuchillos. Al que dediqué un texto que se publicó. El mismo de Melilla, Badajoz, Sevilla, Lisboa. El mismo en Madrid.
Publicado por Los viajes que no hice en 11/24/2006 09:25:00 p. m.
Etiquetas: Ferdie
Estaré
0 comentaronYo estaré cuando él se vaya, cuando todos ellos se vayan. Estaré cuando aparezca la rabia, cuando no puedas analizar los sentimientos, cuando te mate el lugar en el que vives. Estaré en el principio y estaré si hay un final. A la sombra y en las tormentas. No es una intención. Es un hecho. Estaré si te divorcias, si tienes hijos, si deseas huir hacia adelante sin pensar; si sientes que se te han caído los años, uno detrás de otro, al lado de la persona equivocada. A pesar de la locura, del dolor y de la alegría que ciegan. A pesar de la vida misma, de la autodestrucción, de todos los momentos en los que no te guste lo que eres, ni lo que ves, ni lo que eres capaz de crear.
Estaré, pero a lo mejor no te gusta mi manera. Porque quizá no veas si necesitas silencio, opinión o preguntas. Porque lo querré todo y lo querré ya. Porque te zarandearé cuando tú no tengas tiempo, ni ganas, y no sabré abrazarte ni dejarte espacio. Y porque, como siempre, ya lo sabes, porque ya lo dijo Dickens, siempre es la persona que no se halla en el trance la que sabe perfectamente qué hay que hacer y la que lo haría, sin duda.
Pero estaré.
Publicado por Los viajes que no hice en 11/24/2006 09:08:00 p. m.
Etiquetas: Sonia
domingo, 5 de noviembre de 2006
Cotidianeidad
5 comentaronAhora no me hace falta un inventario de motivos contra la desilusión. Aunque seguirían estando, si lo hiciera, el mar de Caria, y los cafés a destiempo, y los libros. Puedo sentir que tengo las riendas, poco a poco, sin gritarlo mucho (no vaya a ser que se desboque). Hago planes. No me privo. Disfruto. Me dejo acunar. Ha llegado el otoño. Con su chocolate fundido, sus castañas asadas, su lluvia intermitente, los charcos, el frío, el brasero, las mantas de sofá, el edredón calentito; el rito de sostener, entre las dos manos, una taza de café; las charlas somnolientas, la noche interminable, las hojas caídas. Llega noviembre, el mejor mes del año, porque anuncia muerte y renacimiento. Porque cumple un ciclo. Porque ya no recuerdo qué hice el resto de los noviembres de mi vida, pero sí las sensaciones, mojarme con las primeras lluvias, buscar un refugio...
Publicado por Los viajes que no hice en 11/05/2006 09:15:00 p. m.
Etiquetas: Diario de navegante