Tú estás ahí, humillada y desangrándote, y siempre hay alguien dispuesto a darte la puntilla. Da igual cómo: con la indiferencia, suponiendo lo que tú quieres oír (nunca te conocen tanto como para eso), o afirmando que las curas de humildad son maravillosas (salvo cuando se las propinan a ellos, que entonces duelen). Ni la presunción de inocencia, ni la confianza en lo que ves, o en lo que eres, o en lo que haces: nada de eso vale.
Yo me pregunto qué queda, entonces. Qué somos. Qué hay.
5 comentaron:
Sí. Tú tienes que saberlo. Tienes que confiar en lo que eres y en lo que vales. No te fíes de lo que digan los demás (me refiero a esos "demás", que tienen sus propios intereses cuando fingen juzgarte "objetivamente").
Entre la fatuidad y el sentirse como una alpargata, hay un espacio inmenso para la confianza en la la propia valía: Ahí es donde hay que estar.
Siento el palo. Y también sé que las palabras no ayudan. Y que lo estarás pasando fatal.
Sólo podemos mandarte ánimos. Yo te los mando.
Ya te dije que el texto no hablaba de mí (que soy lo que tengo más a mano), pero lo que dices sí que me lo aplico y me lo guardo. Un beso, guapa.
(La verdad es que yo estallo dos días y luego se me pasa: creo que ya estoy mejor, si no ocurre nada más que me vuelva a bajar a los infiernos y haga que se me acabe el mundo, etc. etc. Sí, soy muy tremenda).
Bueno, mientras seas tremenda y se te pase tan rápido... A mí me dura un poco más... Llamé a quien tú sabes, ya te contaré. No sé si ponerme a reír o qué. Pero, sinceramente, y aunque parezca mentira, me sentó bien. A ver si te pillo y te cuento.
¿Realmente? No queda una mierda. En la vida de cada uno sólo hay dos o tres personas que merecen la pena. Cada cual elige quiénes (o lo eligen...).
:)
Arwen, los procesos son largos. Espero que encuentres el camino entre la niebla y esas cosas.
Random, encontrar a gente leal es complicado. Pero haberlos haylos. O por lo menos, lo que yo digo: No me quieras, pero no me jodas.
Publicar un comentario