sábado, 28 de junio de 2008

Tú no eres tu historia



No sé cómo podría explicarlo mejor, eso. Que tú no eres tu historia. Porque otros podrían preguntarme: y entonces qué eres. Y tampoco hallaría una respuesta.

Yo tengo una historia que pocas veces cuento y que a ratos me parece que no es mía. Que alguien es capaz de mirarme desde dentro y decirme que todo eso no ocurrió nunca. Como todas, está formada por hechos que ocurrieron así y de ninguna otra manera, y con lo que la memoria hizo con ellos -en el olvido, mi memoria es como en el recuerdo: francamente buena-. Y, como todos, voy andando, a menudo muy a tientas, con lo que ellos y ella me dejaron: el espacio, los estereotipos, los conceptos y los esquemas que hice míos. También con el frío y los escombros.

Durante mucho tiempo pensé que, para que alguien me conociera realmente, tendría que saber al menos un par de hechos fundamentales de mi vida. Luego me cansé de mí misma y de contarlos: nadie los ha sabido después. Quizá debería haberlo escrito de otra forma. Quizá debería haber dicho que el triunfo está en conocer que tú no eres lo que te sucede. Que lo que te ocurrió fue sólo algo que ocurrió: se separaron tus padres, tuviste un aborto, mataste a alguien. Y que puede que eso te conforme. Te conformará, sin duda. Pero ya no explicará nada, o explicará muy poco: apenas una pequeña parte de lo que eres.

Supongo que lo digo porque me gustaría pensar que soy más que unos sucesos con peor fortuna.

13 comentaron:

Álvaro Nuevo dijo...

Una vez leí que la vida es una historia entre nacimiento y muerte. Uno puede elegir, por suerte, la historiografía que le guste y ensalzar lo mejor entre el "Once upon a time" y el "colorín colorete...".

Eres tu historia si mataste a Lennon o a Kennedy. Lo que hicieron terceras personas -un divorcio o participar en Gran Hermano- eso no; no nos define.

Anónimo dijo...

Hola, vengo rebotado del blog de Álvaro. Y creo que sí somos nuestra historia, al menos en parte, y como dice Álvaro en la medida de nuestras decisiones y no en lo que no depende de nosotros. Pero además tenemos condicionantes genéticos y culturales que no se deben dejar de lado.

Luc, Tupp and Cool dijo...

“…voy andando, a menudo muy a tientas… con el frío y los escombros…”. Así caminamos muchos. Diría que todos.

También dices “…explicará muy poco: apenas una pequeña parte de lo que eres”. Y de nuevo tienes razón.

La imagen de Magic Jelly con la que ilustras tiene cierto aire victimista. He leído tu entrada con ella y sin ella. Me gusta más sin ella: Lúcida.

:)

Anónimo dijo...

Un religioso dijo a una ramera: 'Estas ebria,
atrapada a cada momento en una nueva trampa'
Ella respondió: 'Oh, Señor, yo soy lo que tú dices,
y tú, ¿eres lo que aparentas?'Khayyam

Tu dices que eres santo,
y eso
porque no te he visto pecar.
Ay, pero existen aquellos
que te ven pecar, amigo mío.Crane

Los viajes que no hice dijo...

Álvaro, siempre hay dos fechas: la del nacimiento y la de la muerte y entre una y otra, todos los días son míos. A eso me refería, a lo que dices en el segundo párrafo.

Daniel, me refería precisamente a eso: a que no sólo eres tu historia. En lo de los componentes genéticos y culturales, me pierdo. Es decir, no niego la influencia: lo que no sé es en qué partes exactas de mí han influido.

Tupp, pues la escogí porque era un dibujo hecho encima de una agenda de días… y porque no encontré nada mejor. Pero bueno, siempre puedes tapar las imágenes.

Anónimo, (¿podrías nombrarte?): gracias por los poemas. Por el de Omar y el de Stephen.

Regina dijo...

Psa... puede parecer pretencioso, pero es todo lo contrario: hace tiempo que he desistido de que me conozcan ni de que la vida se forma con sucedidos ni cosas de esas. Como tú, he dejado de contar. Si es que estoy ya harta. Voy tirando y que venga lo que venga y quien venga.

:)

Portarosa dijo...

Creo que algo así había entendido. Gracias, Viajes.

No podemos ser rehenes de nuestro pasado, ni aun cuando fue decisión nuestras. Deberíamos tener derecho a equivocarnos y a seguir, ¿no?

Un saludo.

Suntzu dijo...

Leí esta frase al final de otro post tuyo. Y me encantó. Gracias por desarrollarla, porque, de verdad, es una frase que me ha dado mucho que pensar. Incluso me ha hecho ver mi vida desde otra perspectiva.
Gracias.

Los viajes que no hice dijo...

Ángel, eso era, más o menos, lo que yo quería decir. Me ha gustado tu blog (enlazo).

Random, yo no desisto: sólo es que me cansé. Lo hablaba el día de mi cena con Palmiralis: ella me dijo: "qué cansancio, ¿no?". Y es sólo eso: cansancio.

Portorosa, sí deberíamos tener derecho a eso. Y a saber que no se acaba el mundo si cometemos un error. El problema es que todavía estoy intentando creerme este punto.

Suntzu, me alegro. A mandar.

Portarosa dijo...

Es difícil creérselo. Porque es difícil (al menos para mí) perdonarse, y es casi lo mismo.

Como en tantas otras cosas, en esto nos puede ayudar mucho tener cerca a las personas adecuadas.

Un abrazo.

Los viajes que no hice dijo...

A mí también me resulta complicado perdonarme, Portorosa. Una de esas personas adecuadas de las que hablas me dijo una vez, hace muchos años: "No juzgarías a otro tan duramente de estar en tu lugar". Me pasa siempre. Pero esa frase la dijo alguien, no recuerdo bien quién, refiriéndose a los niños: que todos deberían crecer sabiendo que no se acaba el mundo por cometer un error.

Portarosa dijo...

Uy, pues, como padre, te agradezco esto último. Sobre por qué y cómo les reñimos a los niños se podrían escribir tratados...

Los viajes que no hice dijo...

Sí. Pero una cosa es reñir (domesticar) y otra convencerles de que es horrible cometer errores. Hay muchos matices entre uno y otro.

Se podría hacer un tratado, sin embargo, sobre lo que apuntas, sí.