lunes, 30 de junio de 2008

Ocho años

Que ocho años no es nada. Ni los ocho que me lleva ni los ocho que hacía que no nos veíamos. Sigue siendo el mismo tipo bonachón que entonces, sólo que un poco más cansado: él siempre se queda en esa ciudad africana del sur: los demás aguantamos un año -los hay de una semana o de un día- luchando contra las cucarachas -siguen allí y ahora de dos clases distintas: le extraña que aquí no haya- y contra los políticos. Me lo recuerda: érais tan pequeños y tan entusiastas... Sevilla me mutó el carácter y Melilla me descubrió el oficio, la realidad de las ciudades de frontera y el valor de un grupo que se vuelve tu familia cuando ver a los tuyos te cuesta casi la mitad del sueldo de un mes. Ninguna otra ciudad me ha influido tanto. Y supongo que, precisamente por eso, por los lazos que se crearon, no hace falta romper el hielo ni reconocerse; nos reímos de cualquier cosa, como antes; y son las mismas la apertura y la confianza. Al final los amigos se quedan. Aunque no les veas en ocho años.

Espero no tardar tanto en abrazarte la próxima vez.



7 comentaron:

Regina dijo...

El amigo que sigue siéndolo (e igual) después de 8 años es al que se le puede llamar amigo. Que esto es como montar en bici...

Los viajes que no hice dijo...

Lo sé. Tengo mucha suerte...

Isabel Sira dijo...

Me va a odiar, pero te lleva un poco más de tiempo... Ah, y hay quien se quedó tres años en Melilla, hija, que estamos los pesados, insistentes, cabezotas...

Palmiralis dijo...

No habría podido decirlo mejor...

Los viajes que no hice dijo...

Arwen, pues yo pensaba que tenía 40 años, ni uno más ni uno menos, o así me dijo: pero de todos modos la edad no importa.

Palmiralis, sé que disfrutaste, aunque fuera poco tiempo.

Isabel Sira dijo...

Su cumpleaños es en breve...

Los viajes que no hice dijo...

Entonces ahora me lleva ocho años.