Me gustan las películas de profesores. No me pierdo una, por previsibles o malas que sean, así que tengo pendiente la que ganó el Festival de Cannes, Entre les murs, por más que cuando las críticas periodísticas hablen de "cine necesario", a mí me salga un sarpullido.
Fue la mejor aula que tuve jamás: la más cohesionada y la más entera. En el techo, colillas de cigarro. A ambos lados de la pizarra, dos pósters: Georg Solti, a la izquierda, con su pajarita y su gesto adusto y Aerosmith con un par de tías enseñando las tetas. No teníamos buena fama. Nuestro tutor acababa de llegar: muy joven, muy guapo, muy inexperto. Y quiso contener a la jauría mandando amonestaciones como correctivo. No a todos: sólo a los repetidores. La primera semana de clase. Pero no se dio cuenta: entre ellos había un chico tímido que no abría la boca, y allí estallamos: "Si me la hubieras puesto a mí -espeté-, todavía podríamos entenderlo". A partir de ahí, la guerra.
Ese año aprendí dos cosas. Que ser injusto es lo peor que puede pasarle a un profesor y que, cuando te enfrentas con quien es más poderoso que tú y lo haces sin trampas, siempre llevarás las de perder.
Tengo el dudoso honor de haber tenido que recuperar Educación Física en COU.
4 comentaron:
¿En COU no había Educación Física?
Yo no tenía, creo recordar... Creo que sólo la había hasta tercero de BUP.
Eso, hasta tercero nada más.
Ah, vale. Se me desdibujan las materias... sobre todo cuando hace años que no las doy.
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