Cuando llego a casa, leo. En Nueva York, en 1741, había diez mil blancos en la ciudad y dos mil esclavos negros. En el periodo colonial, era como un reino feudal en el que los holandeses establecieron un sistema de alquiler de las fincas del río Hudson, donde los barones controlaban por completo la vida de los arrendatarios. Hubo revueltas. Bajo el mandato de Benjamin Fletcher, se concedió el 75 por ciento del territorio de Nueva York a unas treinta personas y le regaló a un amigo suyo (por 30 chelines simbólicos) medio millón de acres. En 1700, había muchos pobres en la ciudad: niños de cuatro a catorce años que pasaban sus días en la calle.
Lo cuenta Howard Zinn. Ahora también hay, en esta ciudad, un sinfín de pobres. Aquí deberían ser considerados pobres quienes no tuvieran suficiente para poder disfrutar de Nueva York y no malvivirla. Se les ve en el metro, durmiendo en algún portal y pidiendo en cada esquina (en las puertas de las iglesias no he visto a ninguno). Suelen ser hombres, de mediana edad, alguno muy mayor, la inmensa mayoría negros. En el Upper East Side, todos blancos: los vecinos del barrio, digo. Los porteros, negros. Cargando cajas, negros. En los camiones, repartiendo, haciendo el trabajo duro, negros. Camareros los hay de todas las razas.
La riqueza, en este sitio, estuvo concentrada en unas pocas manos desde 1770. No eran indios, ni negros, quienes la tenían. Como en cualquier otro lugar de Occidente. Lo explica Howard Zinn en La otra historia de los Estados Unidos. Habla de las mujeres, también: de Elizabeth Cady Stanton; de Lucretia Mott; de Sojourner Truth -nacida esclava en Nueva York: "Mirad mi brazo. He trabajado la tierra, he sembrado y he recogido la siembra en el granero y ningún hombre me podía ganar. ¿Y no soy mujer?"-, Angelina y Sarah Grimké, o Harriet Tubman, que sacó a miles de esclavos en el Tren Subterráneo porque a los 15 su capataz la hirió en la cabeza: "Había una o dos cosas a las que tenía derecho: la libertad o la muerte. Si no podía tener una, tendría la otra, porque ningún hombre me iba a tomar con vida".
Ayer lo hablaba con Robert, mientras volvíamos de las fotos nocturnas. Si hubiésemos nacido esclavos, o indios, ¿habríamos tenido los arrestos suficientes como para rebelarnos contra el hombre blanco? ¿Habríamos asumido su superioridad sin plantearnos que el mundo podría haber sido de otro modo, podría ser de otro modo, que nosotros también teníamos los mismos derechos?
-Quiero creer que sí para no darme asco a mí misma-le dije-, pero no estoy tan segura.
Porque hay cosas, eso lo sé bien, de las que ni siquiera te das cuenta hasta que otras mujeres te las muestran.
9 de septiembre.
2 comentaron:
Has leído Historias de NY de Enric González? es un gran libro. Besos.
Sí, lo es. Y muy triste.
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