Robert baja con Boule antes que yo para comprar la cena. La comeremos en el puerto, calle Grand hacia abajo, hacia el agua, para ver el perfil iluminado de Manhattan, con las dos torres luminosas en la Zona Cero. Encienden los cañones por el 11-S. Otro fotógrafo nos cuenta que todavía no están cargados del todo: dentro de dos días, se verán con más fuerza. Robert me enseña a hacer fotos nocturnas: verle manejando una cámara, con todo el cuidado del mundo, es un espectáculo. Algún día se comprará una digital. Me gusta estar con él, lo he dicho millones de veces, pero llegar a casa y charlar es, junto con el desayuno del Legal Grounds (gracias a otro hombre, siempre), uno de los mejores momentos del día. Hoy me ha dejado una manta para el frío. No hace frío, no hace nada de frío, pero él es así de detallista. Me gusta mucho haberle conocido. 8 de septiembre.
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