Ahora escribo desde el Argotea, en los bajos del Flatiron, el viento horroroso que casi me tira (antes, se ponían allí para ver cómo se les subía la falda a las mujeres) y que me ha hecho muchísima gracia y el vértigo y el mareo al mirar hacia arriba. El Empire, detrás, también me saluda. Afuera, gente haciendo deporte y un grupo de ancianos sentado a la sombra. A mi lado, un chico y una chica, orientales, hablando en un idioma que desconozco, muy animadamente. Yo miro mi ampolla, cada vez más gorda y más porculera. Creo que iré en metro hasta mi próximo destino, porque también pretendo recorrer Chelsea y son las cinco de la tarde. Pero no: son cuatro calles y media y lo que no me dé tiempo, ya lo veré otro día.
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Ni Chelsea ni acercarme siquiera. Me he encaramado en la 33 para ver el Empire desde abajo, le he hecho todas las fotos habidas y por haber, al igual que al Flatiron, y he visto el barrio entero. Desde la Little Church around the Corner hasta la Marble Collegiate (no tiene mucho mérito: están al lado), edificios neo-grec, romanesque revival y Gramercy Park, con sus niños chillones y su gente usando la llave para entrar. Es el único parque privado que hay en la ciudad y los edificios que lo circundan son maravillosos. Hoy ha sido un día de bares y de arquitectura: el Metropolitan Life Insurance Company, hermosísimo; el sorprendente número 1 de Madison Park, con su forma de lápiz lleno de ventanas; el North Building, con su reloj imponente; el Lincoln Building, en tiempos, porque ahora ya no se llama así; el Decker, que he fotografiado con un contrapicado que lo hace irreconocible porque mi ampolla se me ha rebelado justo en ese momento para impedirme cruzar la calle; y las iglesias.
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The Little Church Around The Corner no se llama así, pero ese nombre aparece en su puerta. En 1870, un pastor declinó oficiar el funeral por el actor George Holland y dijo que quizá podrían ofrecerlo "en la pequeña iglesia de la esquina". Desde entonces, es el templo de los actores: lo pone en la puerta de su oficina. No puedo acceder al edificio principal, donde una mujer toca el órgano, pero sí al jardín, que es encantador, y a una capilla con vidrieras preciosas. Verlo nevado debe de ser muy hermoso, pienso ahora.
8 de septiembre.
4 comentaron:
La foto del Flatiron te ha quedado muy bien.
Gracias, guapo. Ya sabes que viniendo de ti me entran ganas de llorar y todo (para los que no lo entiendan, pásense por el blog de este señor y vean sus fotos).
cuando se pone la cosa de ampollas, mandan las ampollas, y hay que hacerle caso a ellas, si se niegan, no ha nada que hacer, jajaja, un saludo
Cierto. Ellas mandan.
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