–Jamás me entrometo sino en lo que me atañe, y sé aparentar que no veo lo que no me importa; pero aborrezco a los hipócritas, y en esta categoría cuento a los mosqueteros que se las dan de clérigos y a los clérigos que se las dan de mosqueteros. El señor –prosiguió, volviéndose hacia Porthos- es de mi parecer.
Porthos, que aún no había hablado, contestó sólo con una palabra y un ademán.
Dijo sí y echó mano a la espada.
Aramis dio un salto hacia atrás y sacó la suya. D'Artagnan se encorvó, preparado para atacar o defenderse.
Tendió entonces Athos una mano con la actitud de mando supremo que le era propia, sacó lentamente su espada del tahalí, rompió el acero sobre su rodilla y tiró los dos pedazos a su derecha.
Se volvió después hacia Aramis y le dijo:
–Aramis, romped esa espada.
Aramis vaciló.
–Es preciso -dijo Athos.
Y en voz más alta y dulce añadió:
–Así lo quiero.
Más pálido que nunca, pero subyugado por aquel ademán, vencido por aquella voz, partió Aramis con sus manos la flexible hoja, se cruzó de brazos y quedó en suspenso, temblando de rabia.
Este movimiento hizo retroceder a D'Artagnan y Porthos; el primero no sacó la espada y el segundo envainó la suya.
–Prometo ante Dios que nos ve y nos oye en medio de la solemnidad de esta noche –dijo Athos alzando lentamente su mano derecha–, que jamás, jamás, se cruzará mi espada con las vuestras, ni tendrán mis ojos una mirada de ira, ni abrigará mi corazón el menor sentimiento de odio para vosotros. Hemos vivido juntos; juntos hemos amado y aborrecido; hemos vertido y mezclado nuestra sangre, y tal vez podría añadir que existe entre nosotros un lazo más poderoso que el de la amistad: que existe el pacto del crimen, porque entre los cuatro hemos condenado, juzgado y dado muerte a un ser a quien quizá no tuvimos derecho para arrastrar de este mundo, aunque más que del mundo pareciera morador del infierno. Siempre os he amado como a un hijo, D'Artagnan.Diez años hemos dormido hombro con hombro, Porthos; Aramis es vuestro hermano como es mío, porque os ha querido como yo os amo todavía, como os amaré toda mi vida. ¿Qué vale para nosotros el cardenal Mazarino, cuando hemos domeñado la mano y el corazón de un hombre como Richelieu? ¿Qué vale éste o aquel príncipe para nosotros, que hemos consolidado la corona en la cabeza de una reina? Os pido perdón, D'Artagnan, por haber cruzado ayer mi acero con el vuestro, y Aramis se lo pide a Porthos. Odiadme si podéis; yo os juro que a pesar de vuestro aborrecimiento os profesaré siempre la misma estimación, la misma amistad. Ahora, Aramis, repetid mis palabras, y después, si quieren y si queréis, alejémonos para siempre de los que fueron nuestros amigos.
Reinó un instante de solemne silencio, que fue interrumpido por Aramis.
–Juro –dijo con franca mirada, pero con voz algo agitada todavía–, que no tengo resentimiento contra los que fueron nuestros amigos; juro que siento haberme batido con vos, Porthos; juro, finalmente, que no sólo no se volverá a dirigir mi espada contra vuestro pecho, sino que nunca abrigaré en lo más hondo de mi pensamiento la menor intención hostil contra vos. Venid, Athos.
Este dio un paso para marcharse.
–¡Oh!, no, no. No os vayáis –exclamó D'Artagnan, arrastrado por uno de esos irresistibles impulsos que revelaban el calor de su sangre y la natural rectitud de su corazón–; no os vayáis, porque yo también tengo que hacer un juramento. Juro que daría hasta la última gota de mi sangre por conservar el aprecio de un hombre como vos, Athos, y la amistad de un hombre como vos, Aramis.
Y se precipitó en brazos de Athos.
(Creo que me sé este capítulo de memoria y que habré releído el parlamento de Athos unas treinta o cuarenta veces. Y en mi campaña por el fomento de la lectura de los clásicos -y, sobre todo, de clásicos tan denostados como Dumas, ya sabéis, literatura menor y de aventuras- lo escribo aquí para que os deleitéis y os estremezcáis y os asombréis como yo cuando lo leo. He dicho).
Un viaje por el mundo real de Stephen King
-
El mundo de Stephen King está en su mente pero se pude tocar. Las novelas
del escritor norteamericano nos trasladan a lugares terroríficos y
fantásticos ...
Hace 4 días
10 comentaron:
Y te lo agradezco porque no lo leí (¡increíble! hasta para mí, o no lo recuerdo, peor aún) y me ha encantado y me has convencido.
"...que existe el pacto del crimen, porque entre los cuatro hemos condenado, juzgado y dado muerte a un ser a quien quizá no tuvimos derecho para arrastrar de este mundo..."
El pacto del crimen... A ese crimen le dediqué una entrada yo en mi blog...
Tengo que contar alguna vez (en realidad, casi lo conté, pero no lo publiqué) como descubrí yo a Dumas, cuando aún no sabía quién era Dumas (ni quién era nadie).
Luego leí cuentos, vi pelis, pero no leí Dumas. Hasta que volví a leerlo, y la gocé...
Pero me impactó la crueldad que Athos y los demás, como varones, tienen hacia las mujeres: las ricachonas frecuentadas por Porthos, la pobre Constance totalmente utilizada por D'Artagnan y, sobre todo, Milady, no más perversa que lo son ellos mismos, pero tan cruelmente juzgada...
Mientras leía el capítulo donde "ejecutan" a Milady, en una parodia horrible de lo que puede ser un verdadero juicio... Yo estaba leyendo en voz alta (me gusta hacerlo, de cuando en cuando, para otros; es algo que ya hacíamos en mi piso de estudiante, algunas veces) y no pude terminar, porque me emocioné...
He leído otras obras de Dumas, pero ninguna como la primera, a pesar de los pesares... De cuando en cuando, leo capítulos sueltos, y siempre los disfruto.
No lo había leído, pero ya lo tango (uy! quiero decir tengo, que me lio con la música) en tareas pendientes.
Un beso
Arwen, así me gusta: que mis campañas de fomento de la lectura sirvan para algo.
Tupp, nunca vi a Athos cruel. Será porque, lo reconozco, yo me enamoré como una loca de él en el primer diálogo: a mí Athos me subyuga. Claro que a mí me gustan los personajes raros y tendré que hacérmelo mirar. Porque también me gusta Sidney Carton, de Historia de Dos Ciudades de Dickens. Y me enamoré de Akela la primera vez que leí El Libro de la Selva y me encanta el Conde de Montecristo, y mira que es hijoputa... Milady también me gusta: el resto de los personajes femeninos de la novela no hay por dónde cogerlos. Salvo, quizá, a María Michon-condesa de Chevreuse. Pero ya te digo: Athos abre la boca y yo pierdo el juicio. Ceguera es lo que tengo yo con ese hombre, nada más.
Ricardo, pues disfruta. Como yo. :)
Viajera, no digo que Athos sea cruel (aunque lo sea), sino que en toda la novela hay una actitud muy cruel hacia las mujeres, no sólo hacia Milady. Por otra parte, Athos es un personaje muy atractivo, siempre tan silencioso, tan taciturno, con esa pena tan honda que sólo aflora a veces.
Pero hay un punto de vista "moral" insoslayable, que se sustancia en una parodia de juicio en el que los cuatro amigos actúan de fiscales contra Milady y la condenan a muerte. Los "cargos" son reproches sobre actos del mismo tipo que los mosqueteros realizan continuamente: engañar, seducir al otro sexo por interés, maquinar, espiar, complotar, matar... El relato de cargos es vomitivo. El de Athos, el más vengativo que pueda darse (y no le perdono al personaje de Athos que compartiera esa muerte con los demás; si necesitaba matarla, el personaje exigía que lo hiciera sólo, asumiendo toda la responsabilidad, sin la hipocresía y la cobardía de un "juicio" que le cubriera las espaldas). El juez y el verdugo son la misma persona (aquí, lo de la separación de poderes es de risa), y para más inri es el hermano de un clérigo que una vez "fue seducido" por Milady, y por ese amor delinquió, se perdió y finalmente se quitó la vida...
Ese juicio me enerva, la verdad. Hipocresía pura. Fariseismo. Sepulcros blanqueados.
Por eso transcribí la ejecución de Milady en mi blog: Milady. Y, por si te interesa, en cierta página de cine, en un hilo dedicado a la "femme fatale", escribí lo que opinaba de los personajes de Porthos, Aramis, D'Artagnan y Athos.
Claro, una novela no puede reducirse a ese asunto, ya lo sé. Por eso me sigue pareciendo una gran novela. Y por eso los personajes masculinos me parecen tan bien trazados, porque Dumas no deja de describir de qué pie cojea cada uno. Él adopta un punto de vista moral, pero te da los elementos de juicio para que tú puedas adoptar otro.
Y luego, que me encanta cómo describe Dumas las cosas, los lugares, los paisajes...
Otra contradicción moral: Condenan a Lady Winter por adúltera, pero toda la peripecia de los mosqueteros consiste en salvar a una adúltera (la Reina) del descrédito...
Perdone usted el rollo, Mme. Le Soul.
Besos.
Lo sé, Tupp, lo sé... Aunque tampoco me he encontrado ninguna novela "clásica" en la que la actitud hacia las mujeres sea una maravilla: ni la actitud, ni los personajes femeninos, ni nada de nada de nada. Las mujeres son instrumento: a todos les gustan, todos piensan en ellas como objeto de amor, pero al fin, son inferiores: unas hormiguitas. Unas hormiguitas intrigantes, en todo Dumas (porque si hablamos de la Mercedes del Conde de Montecristo, cortaríamos mucha más tela).
A mí la escena del juicio me encanta. Por lo que tiene de darle una pátina de "legalidad" a una ejecución; por la dureza y por lo implacable. Otra cosa es que no reconozca que es una pantomima (pero una pantomima ¡con tanta fuerza literaria!). Y que Athos debería haberla matado antes él solito. Y otra cosa es, por supuesto, que tampoco comprenda la moral de un mosquetero borracho borracho borracho que está enamoradísimo de una mujer a la que rechaza ¡¡porque ella ha robado y por eso está marcada!! Lo primero que pensé fue: qué pacato que es este hombre. (Que luego se descubre que no está marcada por eso, pero bueno, tampoco voy a desvelar más, que para el que no se haya leído la novela ya estamos destripando bastante).
Y, por supuesto, ellos están por encima del bien y del mal y se emborrachan (Athos es un borracho empedernido, por mucho que la soslaye con esa tristeza miladiniana) y defienden a una reina adúltera (pero la pobre no ha consumado, eso también hay que tenerlo claro :P) que, sin embargo, es reina. Es decir, no se la juzga porque es irresponsable. Como todos los reyes durante toda la Historia.
La escena de Mordaunt en el río es mucho "mejor": menos cruel: una defensa propia.
Hija, qué heavy eres a veces: "a mí el que me pone los pelos de punta es su "pobre" y taciturno marido, el sádico, desalmado y alcoholizado Athos (y los otros tres, porque del meapilas perverso de Aramis, el semi-"mantenido" Porthos y el trepa D'artagnan también se podría hablar mucho)". En lo de Aramis estoy de acuerdo. Porthos me parece un pobre hombre corto como la chaqueta de un guarda -un corcho con patas andante, vamos- y D'Artagnan... D'Artagnan es un muchachito gascón que malvive y hace servicios que no se tienen en cuenta... De Athos no hablamos: es frío, es borracho y tiene un poquito de todo, pero a mí la ceguera con este hombre me puede: él habla y yo orgasmo. Es instantáneo. Me pasa con otros: me pasa hasta con Akela y Aslan y uno es un lobito y el otro un león... Me lo voy a tener que hacer mirar.
Me encantan tus rollos: eres bastante más analítica, profunda e inteligente que yo. Espero curarlo con los años.
:) Sí, ya sé que te gustan los hombres complicados, con cierta vena fría y maligna... :P Físicamente, Willem Defoe da el tipo..
Bueno, esa frase que entrecomillas, que dices que es muy heavy, donde pongo a caer de un burro a nuestros héroes de capa y espada, hay que situarla en un contexto, ¿eh?, que no es otro que un debate muy vivo en que se estaba poniendo verde, tildándola poco menos como a súcubo del diablo, a Milady de Winter... Y claro, en el contexto de una obra, la de Dumas, en la que el más ingenuo es capaz de matar en cualquier callejón sólo para medir su espada, seducir a una mujer casada por mor de acceder "a Palacio", o hacer favores sexuales a las viudas ricas para incrementar en algunos doblones el sueldo del ejército... pues... que quise equilibrar la balanza y situar los arquetipos en su justo término.
El juicio de Milady me parece bellísimo. Dumas describe el paisaje, las condiciones atomosféricas, de manera que se acompasan con el cúmulo de emociones que están embargando a todos... Es un momento impresionante: "Milady lanzó dos o tres gritos salvajes que causaron un efecto sombrío y extraño volando en la noche y perdiéndose en las profundidades del bosque", que no sé si porque los vi recientemente, me recuerdan a un grabado de Goya, "Volaverunt".
Y la reivindicación final: "No sois jueces, no lo sois para condenarme".
¿Por qué crees que la Reina y el Duque "no consumaron"? No recuerdo que eso fuera así. Y, si me lo cuentan, no me lo creo :P
Lo que dices en el último párrafo no es cierto, y te consta, o debe constarte. Deberías aprender a leer lo que escribes con los ojos con que lo leemos los demás.
(Y no sigo metiéndome con Athos... Yo también soy sensible a su atractivo, y si "te pone", pues "te pone", y punto... :P Pero... Ya escribiré sobre eso. Tengo hasta la música, pero está en un fomato que no logro manejar, y por eso la dejé por ahí, perdida. En cuanto se me aclaren un poco los horarios, intentaré re-escribirlo.)
Besos, :)
Pues no consumaron, te lo digo yo (a no ser que haya leído mal los libros), porque se ven, se escriben, le regala los cuatro herretes de diamantes y luego... Bueno, había puesto lo que ocurría luego, pero como hay gente que se va a leer el libro, no lo digo. Vamos, que no se acostaron, ni se besaron, ni nada de nada. Una pena, oyes. Al menos tíratelo, digo yo. Qué carnal estoy últimamente.
Sí, me gustan los tipos así. En la vida real, en la red y en la ficción. En la vida real, menos. Pero me gustan. Es un defecto de fabricación que tengo. Y debería hacérmelo mirar porque me puede traer problemas. No me los trae porque no me como nada, pero si me lo comiera, me los traería. Asumo.
Que eres más profunda y más inteligente que yo es algo público y notorio. No hay más que leernos, cariño. Lo que me gusta es que la admiración sea mutua. Y esto lo digo con mirada amorosa y sonrisa en los labios.
Genial. Me gusta. Literatura fácil, denostada y todo eso, pero me gusta. Siempre me ha gustado.
No creo que sea fácil. Mira el debate de antes... :)
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