Lo escribo para que el tiempo no lo borre, si es que la memoria puede jugar con tantos recuerdos. He sentido un pánico cerval en todas las ocasiones en que he pretendido que no se me notaran las carencias y muchas alegrías indescriptibles, también, a medio camino entre la euforia, la autocomplacencia y el orgasmo. Las enumeraciones sólo evocan y además son un coñazo, pero para eso me sirve a mí la escritura: para vivir más y de nuevo. No sé si estarán todas, pero son las suficientes. Las razones por las que merecieron la pena las jornadas interminables de trabajo y varios estallidos, porque yo todo lo hago con las tripas. Tendré que acordarme de todo si los meses vuelven ésta una vida que dejé.
Las noches de vino y estreno en la Alcazaba, con cerezas del Jerte y tartaletas de cordero y risas. Una charla sobre la violencia de la que somos capaces con Calixto Bieito; Jaime imitando el nacimiento de la vida a la manera de Cesc Gelabert; tener a Sonia en la misma ciudad; dos horas con Alicia Hermida y Jaime Losada hablando de libros, de Irak, de la gestión de la cultura y el teatro y un cómic de Julio Cortázar que abrir despacito y con reverencia.
La mirada de Pau Miró tras el estreno de Los Persas y un pulgar en alto. José Luís Peixoto en unos escalones para hablar del pudor y de la muerte. Los desayunos de las nueve de la mañana y los cafés en el sofá. Las lecciones de arte contemporáneo con José Antonio Agúndez y Agapito Gómez González. El teatro de provincias con Antonio Saura y el teatro clásico con Javier Magariño. Admirarme cada martes con la inteligencia y la acidez de Juan Carlos Blasco.
Un momento en blanco con Esteve Ferrer porque me habló de la belleza del castellano y yo me quedé sin palabras. Tomar un café telefónico con Luis Mateo Díez y poner a parir a los políticos ahora que no nos oye nadie. Las ganas de darle un abrazo a José Miguel Santiago Castelo, por la ternura y la acogida. La serenidad de Olvido García Valdés. El cigarro del descanso apresurado. La abstracción y Ada Salas. Gustavo Martín Garzo y el boxeo.
El momento en que Javier Rodríguez Marcos me confesó que las comparaciones no se soportan pero que cada cual ha de escribir su verso y unos cuantos autores rumanos que me pinceló su hermano Julián. El asombro de dos libreros cacereños cuando vieron que Belén Gopegui accedía en dos segundos a una entrevista. La clase magistral sobre revistas imposibles con Antonio Gómez. Una cena en la que Román Gubern fue el centro. La parrafada sobre los escritores y el ajedrez de Fernando Arrabal mirándome a los ojos. El amor por la danza de Cecilia Figaredo y cómo le presenté a Georg Trakl.
Unos cuantos cuadros con Pilar Molinos. La política, Ángel González y Luis García Montero. Una carta sin respuesta que le escribí a Eduardo Galeano. Los correos diarios con Enrique Pérez Romero. Inma Shara hablando de su pasión por la música y de cómo se interpreta una partitura, al modo en que el lector reconstruye una novela. El reconocimiento de Juan Carlos Mestre a la manera que tengo de colocar el balón.
También estuvieron Luz Casal en un aeropuerto; un favor pequeño al Festival; Antonina Rodrigo y su compromiso; la sonrisa de Nélida Piñón y el elogio de Antonio Gamoneda cuando le hablé del ritmo que los paseos imprimen a las palabras.
Y José Luis Puerto y Virgilio en los cuentos de Las Hurdes; José Manuel Díez hablando de poesía con una anciana; Alfredo Kraus y el Turandot de Puccini; Álex Chico reconociéndose en un texto; los dibujos de monstruos infantiles de Valter Hugo Mãe; Luis Eduardo Aute hablándome bajito y Enrique de Rivas y yo viendo el teatro romano desde las últimas gradas: la lección de historia y sus recuerdos de Azaña y María Zambrano.
Y la risa gozosa de Tomás Segovia a sus 81: "Me apabullas", el día que por fin le dije que es la persona más excitante, en todos los sentidos de la palabra, que he entrevistado jamás. Y una llamada: "Mi nombre es Luppi".
Ha habido más. La búsqueda de una manera personal de contar las cosas; la seguridad que he adquirido en mi trabajo; el compromiso político; el cigarro de antes de cualquier entrevista; la necesidad -cumplida- de nivelar por arriba siempre y de hacerlo cercano y la posibilidad que se abre, que se hubiera abierto, que no sé si se abrirá. Lo que se ha hecho y todo lo que queda, lo que quedaría, por hacer.
No sé si ha servido para algo hablar de cultura, la hermanita pobre de la información de cierre o de últimas páginas, el reducto de los becarios. Tampoco voy a contar lo que intenté, porque realmente siempre hice lo que me venía en gana y por eso ha habido muchísima más literatura que todo lo demás. No sé trabajar de otra manera y no sé disfrutar sin divertirme y me he divertido muchísimo y he crecido y me he admirado, que es la primera premisa para comenzar a aprender.
Me falta una persona. Creo que ha sido el oyente más fiel, más crítico y más entusiasta que he tenido jamás (a veces me he planteado si era el único). Me lo encontré por la red y con palabras y luego hubo blogs, chats, muchas llamadas de teléfono, aún más correos y algún desahogo. Se llama Miguel Ángel Lama. Yo le llamo profesor.
13 comentaron:
Y con todo -llámame entrometido, ruin, infame- parece como si te faltara algo.
Llámame estólido, ignorante, confiado.
Vas a tener muchos más encuentros así, y más entrevistas, y más obras de teatro que reseñar.
Te conoceremos en el Teatro Romano, sentada en la última fila, y nos comentarás cosas de la obra y nos presentarán a algunos de los actores o los directores...
Eso es lo tuyo, Viajera. Vendrán bien dadas o mal dadas, pero si aguantas, de una manera u otra, permanecerás en aquello que has elegido...
Ahora, el coste, para ti no será gratis (para otros, quiza). Además de los sofocones, aguantar a los soplagaitas y los sobrados... está el boss que decide o no decide. Así y todo, creo que tienes el temple y el aguante torero para reseistir, y resistirás.
Si funcionan, te mandaré vibraciones, para que le hagan ver a estos subnormales que lo sentato, lo justo, lo deseable, es prorrogarte el contrato y hasta hacertelo indefinido, porque no van a encontrar a gente tan capaz, ni tan didacada, ni tan dulce... Me sorprendio esa dulzura, te esperaba màs distante...
Bai, soul-e-mio. :D
... y los abrazos diarios, como una droga fuerte que necesitas para continuar andando...
... y los gritos buscando una composición de piano y viola (por ejemplo), o lo que sea...
... y los cafelitos lentos, sin prisa, para hablar de todo...
... y el viaje en autobús de Mérida a Badajoz contando los sueños, proyectos, necesidades...
... y el placer de ser llamado guapo cada vez que me ves/escribes/hablas...
... y muchas más cosas que faltan por hacer, coño...
Qué pena no tener dinero para contratarte en mi reducto.
Un abrazo, mejor que un beso.
¡Y que siga habiendo cabrones ignorantes que se equivoquen una y otra vez y tú tengas que sufrirlo!!! Mira, tu entrada quedó muy comedida, pero a mí ahora me hierve la sangre, como me hirvió aquel día que me lo dijiste por teléfono. ¡Hay que ser subnormal!!!
(Y, te digo una cosa, si hacen lo que tienen que hacer no me retractaré, porque hay que ser subnormal para hacerte pasar por esto).
que sepas que al otro lado del aire éstábamos más de uno y más de dos. En mi trato con ese mundo de la burocracia me he encontrado con quienes apreciaban el trabajo y las capacidades de quien lo ejercía y quienes pasaban de todo. Ya te dije que el tiempo acaba poniendo a cada uno en su sitio. La gente que sabe y que vale... acaba por destacar siempre, aunque se tarde.
Si hay algo que no me gusta de esta tierra en la que vivo es lo difícil que lo tiene la gente brillante y lo fácil que se lo ponen a los aduladores mediocres.
Álvaro… ¿el trabajo?
Tupp, pues no sé yo qué decirte, pero si no los tengo, tampoco pasa nada (no me voy a suicidar, es lo que quiero decir). El problema es aguantar. Yo últimamente aguanto bien pocas cosas. Y tampoco se trata de aguantar, la verdad, ni de resistir. Sólo de una realidad: estoy en paro. Lo gracioso es que me creyeras más distante: sé que escribiendo soy contundente y supongo que puedo parecer antipática, pero suelo ser una persona tierna.
Carlos, me has emocionado. Así, con la lagrimilla en el ojo.
Arwen, que te voy a tener que lavar la boca con jabón…
Puntos de vista, pues muchas gracias. Yo lo del tiempo a veces me lo creo y a veces no. De hecho, tengo la impresión de que a los vagos se les premia: aquí y en todas partes. Lo que no sé es qué ha ocurrido con tu incertidumbre laboral, ésa que me dijiste hace tiempo… cuando confesábamos la astenia primaveral ésta que nos curan lluvias como las de hoy.
Nuestro profesor Lama no era el único: "habíamos" más, muchos más.
Siempre servirá hablar de cultura, y más como tú lo has hecho y lo seguirás haciendo, aquí o donde sea.
Y si no sigues por aquí -y bien que nos dolerá-, ten claro que esos muchos seguiremos haciendo "los viajes que no hice".
Los viajes, no no no, porque tengo razón.
A todos los demás,desde aquí hago un llamamiento público para bombardear a los que la han relegado de donde debe estar, a ver si se enteran de que eso no se hace.
Viajera,
me has encantado ahora, con esta ventana abierta a lo que guardas en tus cajones.
Todo pasa.
Y lo mejor, es lo que te quedas.
B x C
Sí, ayer el programa no sonaba igual. Lo quité, ¿sabes?
Fco. Gil, muchas gracias. Ya sois cuatro: dos de los hermanos Lama, Puntos de Vista y tú :P Ya veremos qué pasa. Eso sí: la incertidumbre no me la quita nadie…
Arwen, un poquito de paciencia… A ver qué pasa.
Maghenta, te mando un correo. Y cierto: lo mejor es lo que me quedo.
Random, te puede la lealtad, te lo digo yo…
Hemos compartido unas cuantas y te he envidiado por muchas de ellas... pero no me preocupo, y eso es lo que trato de transmitir, que no va a pasar nada, que todo seguirá igual, que tú puedes y sabes, y hay mucha gente que quiere...
Sí que hemos compartido muchas, en vivo y por mensajes de móvil o llamadas después del subidón. Ayer se lo decía a Nutshell, que mi trabajo me pone. Y que estoy nerviosa y me digo: No me voy a agobiar, no me voy a agobiar, no me voy a agobiar... Y al final no me lo creo ni yo.
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