Cuando vivía en una de las muchas ciudades que he habitado, me propuse, me había propuesto, cerrar el círculo. A veces me ocurre: uno se harta de contar las mismas cosas, los mismos sucesos que no te definen pero sin los cuales es imposible entenderte del todo; y se cansa de confiar, de comenzar una relación que no sabes cómo será o cómo acabará, y tampoco te hace falta porque tienes alrededor a un buen puñado de gente a la que asirte de tanto en cuanto, y no importa nada más.
A ella le había pasado lo mismo. Pero la encontré, o nos encontramos y hablamos de Pessoa, de sor Juana Inés de la Cruz y del miedo en las relaciones y al día siguiente volvimos a hablar y luego fui a la ciudad en la que vive y la busqué. Acabamos a las cuatro de la mañana, tomando vino, en una plaza que hemos visitado muchas veces después. De eso hace más de un lustro.
Él apareció cuando yo zozobraba, hace muy poco. Me mandó un texto de Robert Graves. Las palabras, ciertas palabras, siempre han traído a gente importante a mi vida. Fue muy fácil contarle a un desconocido las causas del naufragio y la tormenta y el dolor. Hoy había una postal en mi mesa, entre cartas del banco y retenciones de impuestos. Viene de lejos, de la Patagonia, de la Península Valdés, y pinta una imagen de una ballena franca austral. Se cargó todas las reticencias, que eran muchas, y ni siquiera sé cómo lo hizo. También llegó cuando yo había decidido no conocer a nadie más.
Que vengan los que quieran, pienso ahora. En ciertos casos, ya sé las condiciones...
4 comentaron:
Que guapo niña!
Estar abierta a más (en el buen sentido jajaja), estar dispuesta a confiar, a entregarse, a conocer, a a ser conocido.
Aunque tengamos un montón de gente cerca ... siempre hay alguien más que nos puede aportar algo que no teníamos o hacernos ver algo que no veíamos o simplemnte sentirnos escuchados.
Bonita la posilibidad de ser nosotros quienes hagamos ver, quienes escuchemos quienes aportemos.
Siempre hay personas "bombilla" (de esas que nos encienden la luz en un momento determinado) a las que no deberíamos cerrar la puerta. Siempre podremos ser bombilla para alguien.
Besosmil.
Cuando la vida te golpea, es inevitable el plantearse cerrar todas las puertas. Luego, con suerte, entendemos que el sufrimiento es tan nuestro como la felicidad. Y a fin de cuentas, algunas visitas acaban siendo motivo de alegría.
Déjalas abiertas, mujer. De par en par.
Es curioso, también tuve mi momento de, hasta aquí, pero luego siempre aparece quien es capaz de romper el círuculo cerrado y demostrarte que todavía hay gente por la que merece repetirse y confiar.
Ana, me gusta la imagen de las bombillas ("se enciende y se apaga una luz": es un título que llevo viendo años en mi casa). Siempre puede llegar alguien...
Pere, es imposible no dejarlas abiertas cuando llega gente que da al traste con todas las decisiones. Sería una idiotez. Aunque tampoco sé si dejarlas abiertas de par en par. Me has hecho pensar con lo de "Luego, con suerte, entendemos que el sufrimiento es tan nuestro como la felicidad". El sufrimiento es mío, cierto: pero todavía estoy intentando averiguar cómo gestionarlo...
Arwen, yo creo que todos hemos tenido etapas de ésas. El problema es que yo me canso de repetirme (y tampoco creo que tenga tanto interés lo que tengo que contar).
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