El Lyceum: es la más decente que tengo, así que imaginad cómo son las demás...
El Marquis Theatre está en pleno Times Square. Cerca, el Lyceum, el teatro más antiguo de la ciudad, un edificio hermosísimo en el que además siguen representándose actuaciones. Vislumbro un poco el interior, pero no me atrevo a preguntar si puedo entrar porque me da vergüenza (debería haber venido con Pupe, que es mucho más resolutiva que yo). Cuando por fin encuentro la taquilla del Marquis (dentro de un edificio en el que está el restaurante-bar The View, al que no subo porque sólo ver los ascensores me marea) y consigo mi entrada, hay que subir al primer piso: venden CDs de Frank Sinatra, algún libro y camisetas del musical. Dentro del teatro, un gran telón con la firma de Sinatra y el título de la obra. Cambiando de color.
Parte del cartel de Come fly away, fotografiado por mí a la entrada del teatro.
El escenario es un bar. Primero aparece Betsy (Laura Mead), torpe, con su vestido años 50, toda rosa ella. Y Marty, también torpe, Charlie Neshyba-Hodges, del que luego leeré que es licenciado cum laude en arquitectura y danza, que no sabe ni ponerse el delantal y que será uno de los personajes más queridos de la representación, además de todo un monstruo capaz de dar volteretas imposibles en el aire y expresarlo todo con una mirada. Los vemos a los dos: el primer acercamiento, los colegas empujándole para que se declare, los colegas advirtiendo después de que ésta se quiere casar y tener hijos, el agobio de Marty y sus sudores.
Betsy y Marty. Foto de Joan Marcus.
Babe y Sid. Foto de Joan Marcus.
Kate y Hank (Keith Roberts). Foto de Joan Marcus.
El escenario del Marquis Theatre y los bailarines son una buena metáfora de Nueva York: ocurren muchas cosas en muy poco tiempo. Aquí dos se besan, dos hacen el amor, un hombre se emborracha porque se ha quedado solo, otro quiere huir y tú no sabes hacia dónde mirar.
También vuelvo a constatarlo. No hay nada que me parezca más bello, más voluptuoso, más sensual, más provocador y más excitante que un hombre bailando.
Qué ganas de echar un polvo.
2 de septiembre.
2 comentaron:
Es lo que tiene la danza, sí. Que todo se expresa a través de los músculos y el movimiento y pasa lo que pasa.
:) ¡Pobres pies y pobres hombros con el equipo colgado tanto tiempo! Menos mal de tus "pequeños" piscolabis.
Al final, la cámara no pesaba, Tupp: ¿puedes creerlo?
Publicar un comentario