domingo, 29 de julio de 2007

Bieito

La primera vez que le vi, pasamos la rueda de prensa mirándonos: yo asintiendo, chasqueando la lengua, divirtiéndome terriblemente con esa manera suya inconexa de articular las frases, de la que al final descubres que no es sino afán por encontrar la palabra precisa.

-Tu cara me suena... ¿Has estado en Almagro?
-No. No nos hemos visto nunca -"pero no me hubiera importado".

Le grabé seis minutos y me quedé sin nada que decir. Salvo cuando llegué a la radio, en directo y en castúo:

-M'enamorao.
Algún mes que otro después, me he vuelto a enamorar, me he vuelto a quedar sin palabras durante una entrevista, me he divertido terriblemente con esa manera suya inconexa de articular las frases que no es sino afán por encontrar la palabra precisa, me han vuelto a nombrar la energía de las piedras del teatro romano de Mérida y a Howard Zinn y me acuerdo de una mirada honda de la que no recuerdo el color de los ojos. De la voz cálida, la cercanía, la manera de responder, la dulzura, la inteligencia, la humildad, la forma serena de contar las cosas, de fruncir el ceño y de explicarse...
No me gusta hacer preguntas. Es más: me parece absurdo preguntarle a alguien sobre una obra que vas a poder ver. ¿Qué van a decir? Qué banalidad, qué tremendo darle a quienes te leen, o a quienes te escuchan, la perfecta forma de interpretar lo que otro hace. El juego es ése: se someten a eso, una entrevista tras otra; nos sometemos a eso, a preparar preguntas que no quieres hacer y a tener diez minutos o menos, a que alguien de prensa te haga la señal de que vayas acabando... Los mismos ritos, una respuesta tras otra, una pregunta tras otra, lo menos parecido a una conversación, una y otra vez.
Al final he acabado pensando en que debería haber sido honesta. Y haberle dicho que solicité la entrevista para oírle hablar, porque resulta que me gusta oírle hablar, que crezco oyéndole hablar, y que por eso me quedo sin palabras, porque a qué carajo tengo yo que oírme la voz cuando no quiero preguntar nada porque a mí lo que me apetece es un cigarro y un café y que hable, que yo escucho, que me encanta escucharle. Y que por eso me quedo sin palabras en medio de las entrevistas y por eso me siento estúpida, o lo parezco. Por eso y porque Bieito está ahí ahí, en lucha con Elias Koteas... a punto de ganarle el segundo puesto, señores, a punto y cada vez más cerca...
El primero no, perdonen. No se puede tener todo.

7 comentaron:

Anónimo dijo...

Primero Pau Miró. Ahora Calixto Bieito. ¿El próximo quién será? ¿Jordi Galcerán? Vaya repaso estás dando a los "nuevos" dramaturgos catalanes!

Anónimo dijo...

Oye, que Calixto Bieito es de Miranda de Ebro, burgalés de pura cepa...

De todos modos, uno es de donde pace, o eso dicen, ¿no? Claro que me temo que este hombre pace en muchos sitios...

Anónimo dijo...

No tenía ni idea de que era burgalés!!! Como siempre lo he tenido asociado al teatro catalán pensaba que de aquí.
Pero bueno, como dijo Jordi Pujol en su momento: català és qui viu i treballa a Catalunya (catalán es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña) xD.

Anónimo dijo...

¡Qué gozada que alguien te inspire eso! A mí me ha pasado con dos o tres personas en la vida. Por cierto, ¿has visto la obra? ¿Qué tal?

Anónimo dijo...

ElPadrino, eso: todos somos catalanes, todos somos madrileños...

He visto la obra dos veces, Suntzu, y pretendo verla una vez más (o dos, si caen). ¿Qué tal? A mí me encanta (ya lo escribiré), pero si el espectador es... llamémosle "sensible" con símbolos como la bandera nacional, el ejército o el himno de España, se levantará y se irá del teatro, cosa que ya ha ocurrido y que a mí me resulta incomprensible y divertidísimo. Porque es divertido, oye, salen diciendo cosas como "ya no aguanto más" y sería para reírse si no fuera porque es una auténtica falta de respeto: te quedas y te callas y no interrumpes, coño. El cine, el teatro, son obras de arte en el tiempo. Si no te gusta, no jodas. Bla bla bla...

Ahora, los actores están impresionantes, me he enamorado locamente de la voz de Rafa Castejón (y lo más curioso es que no me he enamorado de la voz cuando canta, que canta muy bien el chaval, sino de los graves cuando habla; es impresionante: dice "amantes de galernas y delfines" o "Adiós, Afganistán" y yo orgasmo; Roberto Quintana te mantiene en vilo (y la intuición -y digo intuición porque habló poco más de dos minutos durante la rueda de prensa- me dice que ha de ser un hombre tan interesante...); Natalia Dicenta, magnífica (y canta más que un grillo en agosto, como dice Enrique, un compañero mío) y los demás (Chus Herrera, David González, Ignacio Ysasi -que, por cierto, me recuerda de la carrera y se asombró cuando me vio por segunda vez en la obra: cuando me vea la tercera, va a pensar que estoy loca- y Javier Gamazo le ponen una pasión que se comunica y que te llega: se lo pasan bien, se lo pasan maravillosamente bien en el escenario, y eso se nota.

Pero, obviamente, hay gente a la que le he dicho que ni se le ocurra venir a verla. Ni de coña. Luego hasta se ofenden, pero que no me digan que no les avisé.

Anónimo dijo...

Niña, perdona pero estás peor que yo, tanto enamoramiento...Y se lo tenías que haber dicho, sí, ¿no ves que siempre te sale bien y podías haber ganado una conversación?
En fin, me temo que no podré acompañarte a esa tercera vez porque estoy más liada que la pata un romano, pero ya se verá.
Y sigue disfrutando, puñetera.

Anónimo dijo...

Bueno, a ver, que me he liao. Uno: que no es David González, es David Fernández (esto pasa por no poner el segundo apellido, carajo, y por escribir de memoria los nombres).
Y Rafa Castejón no dice: "Adiós, Afganistán": dice "Hasta siempre Afganistán". Pero el efecto es el mismo.

Y sí: sigo disfrutando. Y ya sabes, me lo dijo Manuel Hidalgo en la Facultad (uno de mis yonkis): "Te enamoras hasta del aire que pasa" (si me resultara tan fácil enamorarme de verdad, otro gallo cantaría, pero en eso soy difícil difícil difícil...).